Capitulo 4

Kolen

En cuanto se abre el ascensor veo a la mujer que se ha robado mis pensamientos. Noto algo extraño en su cabello, pero me gusta como le queda ese nuevo estilo, aunque ya me había hecho la paja mental tomándola aquí sobre mi escritorio con mi puño enredado en su cabello mientras me hundo entre sus pliegues con fuerza.

Pase la peor noche de toda mi vida, todos mis sueños se basaron en ella. Sus hermosos ojos azules me tienen hechizado. Su cuerpecito de sirena me vuelve loco. Me encanta poder tenerla para mi durante mis horas de trabajo. Luego de haberle pedido el café trato de concentrarme en el trabajo, pero este me vuelve a llevar a la pelirroja.

Salgo de mis pensamientos al ver a Romina entrar a mi oficina.

— ¿Qué se te ofrece Romina? —pregunto volviendo a mi escritorio. No quiero que Mikeila entre y me encuentre en una posición poco decente con mi secretaria.

— ¿Por qué tan seco? —pregunta caminando hacia mí de forma provocativa y se sienta en mi regazo poniéndome sus pechos a milímetros de mi boca. Tiene un atuendo poco apropiado para una secretaria ejecutiva, pero bueno, yo lo permití desde un principio ahora no puedo dar marcha atrás.

—Ten cuidado Romina, Mikeila puede entrar y encontrarnos en una situación vergonzosa. —la hago pararse y esta me mira enojada cruzando sus brazos.

—La quieres meter en tu cama, ¿verdad? —sonrío y entrelazo mis dedos llevando los dedos índice a mis labios. Como le explico que su tiempo ya pasó. Ahora solo es mi secretaria, mis nuevas expectativas es la nueva. La hermosa pelirroja que entrará en cualquier momento por esa puerta.

—Bueno, Romina, yo nunca te di esperanzas de nada, siempre has sabido que solo eras ave de paso en mi vida amorosa. Estuvo muy rico todo mientras duró. Perfecto, al igual que tú tengo derecho a salir con quien me dé la gana, eso siempre te lo deje claro, no te vengas a hacer la ofendida porque no te queda. —digo de la manera más amable que puedo. Yo conozco todos los amoríos de Romina. Además, yo siempre le he sido claro no me voy con secretos, ni palabras a medias.

—No te estoy reprochando nada. —cambia su sonrisa a una más cómplice—. Claro que puedes divertirte con la nueva mientras me sigas dando atenciones. —dice y la miro algo fastidiado. Admito que me gusta meterme entre sus piernas, pero odio la forma de venderse, parece más que secretaria, una cabaretera y esas si son molestas, son putas de local, desesperadas por ganar el premio mayor. Bueno no me cuesta más que asentir.

—Sí, no hay duda de eso, ahora ve a hacer tu trabajo. —la despido antes que Mikeila entre y esta me regala la sonrisa más fingida que alguien me ha regalado jamás, pero no me importa.

En el momento que Romina abre la puerta entra la hermosa de Mikeila con mi café.

—Gracias –le dice amablemente a Romina por abrir la puerta, pensando que era para ayudarla. Romina cierra sus manos en puños aguantando su frustración y me río de su rostro desfigurado por la ira.

Esta sale y vuelvo mi vista a mi hermosa flor amapola. Mikeila pone mi café sobre el escritorio y no dudo en tocar su mano. Es tan suave y delicada como la porcelana. Me gusta mucho sentir su piel tersa.

— ¿Mikeila de dónde vienes? —pregunto y esta abre grande sus hermosas lunas azules. Veo que sus manos comienzan a temblar.

—Yo, señor... —la noto algo nerviosa y sonrío. —Bulfin –responde al fin y asiento. Eso queda al norte, he ido muy pocas veces, pero no me he quedado mucho, solo he buscado hacer negocios con algunos judíos. Es un área campestre llena de gente que trabaja la tierra.

—Bulfin, interesante, allí no tengo amistades solo algunos conocidos, pero me gustaría algún día ir a hacer turismo contigo. —digo y ella asiente.

—Claro, cuando quiera. —se aleja un poco y decido dejar el tema por la paz, no quiero que salga corriendo el primer día de trabajo.

Han pasado más de dos horas, la veo aburrida buscando algo que hacer. No puedo concentrarme al verla de un lado al otro, miro mi reloj de pulsera y ya van a ser medio día.

— ¿Por qué no vamos a almorzar? —digo sacándola de sus cavilaciones.

—¡Eh! No señor, no es necesario. —Toma un plumero para quitar el polvo que no hay. Me levanto para ir hasta ella, se ve tan hermosa haciendo, que hace.

—Anda, yo invito. —sonrío al ver su expresión y vuelve a negar.

—No señor, no está bien que vaya a almorzar con mi jefe. —la noto algo nerviosa y me acerco más haciendo que esta choque con una de las paredes de mi oficina. Me gusta jugar al lobo y la ovejita de lana roja. Esta que es muy especial para el granjero. Por ser la más hermosa.

— ¿A qué le tiene miedo, señorita Brumint? —pregunto encerrándola entre mi cuerpo y la pared. Mi voz se ha vuelto más ronca, me gusta ver ese característico nerviosismo.

—Señor, por favor. —dice con voz suave haciendo que desee más esos carnosos labios.

—¿Por favor qué? —pregunto, pero ella cierra sus ojos y veo que una lágrima baja por su mejilla. Me alejo rápidamente, no quiero causarle ninguna molestia. Pensé que estaba disfrutando la cercanía al igual que yo. Pensé que le gustaba como ella me gusta a mí.

—Lo siento señor Jarist, pero no puedo trabajar para usted. —abro grande mis ojos—. Toma su pequeño bolso y sale corriendo de mi oficina. Me deja con la boca abierta. No pensé que le fuera a molestar tanto.

Salgo para ir detrás de ella quiero aclararlo todo, no quiero que se vaya y mucho menos viéndome como un acosador. Cuando estoy llegando al ascensor este se abre y ella entra, logro detenerlo poniendo mi pie. Entro sin pensarlo dos veces marcando el botón para que estas cierren más rápido. Ella me mira y limpia sus lágrimas.

—Mikeila, hablemos, no te vayas así. —digo y ella niega poniendo sus largos brazos para marcar la distancia.

—No se me acerque señor Jarist, por favor aléjese de mí. —No entiendo por qué se pone de esa manera. Tiembla como hoja, su piel blanca palidece.

—Quiero que hablemos. —digo alejándome de ella para que no me tema. Lo menos que quiero es que piense que la quiero volar o algo así.

—Déjeme ir señor, yo sé lo que le pido. —dice y me confunde más. Sus lágrimas corren por sus mejillas y aunque quiero acercarme para limpiarlas ella no me lo permite.

—Dime en que te puedo ayudar, no fue mi intensión asustarte, te juro que no lo volveré a hacer. —la veo llorar más fuerte y me desespero.

—Por favor señor Jarist, no siga, no me haga nada, déjeme ir se lo suplico. —niego, no la puedo dejar ir y menos de esa manera.

—La puedo llevar a donde se esté quedando. —la veo limpiar su rostro con el dorso de su mano y mientras niega repetidas veces.

—Lo mejor es que me vaya y no vuela más. Gracias por la oportunidad, pero entiendo que mal interpretó las cosas. —el ascensor se abre y Mikeila pasa por mi lado para dejarme allí confundido, no había pasado un día cuando se marchó sin dar explicaciones. Por un momento pensé en ir tras ella, pero me arrepentí, voy a darle espacio por unas horas. Es un pueblo pequeño, la encontraré.

Subo a mi oficina, iba con un humor de perros. No quiero que nadie me hable. Romina entra detrás de mí.

—¿Qué le pasó a la nueva? No aguantó el empuje. —la miro y su sonrisa triunfante me da más coraje. En este momento estoy odiando a Romina.

—Llama al detective Olson. —la veo que juega con su cabello sin moverse—. Es una orden y lo quiero para ayer. —la miro furibundo y es cuando sale corriendo para su escritorio, solo espero que sea para acatar órdenes.

(Mikeila)

Me siento totalmente decepcionada, no puedo creer que el señor Jarist me hiciera eso. No entiendo por qué trató de seducirme cuando no le he dado pie para ello. Es tan difícil entender que solo deseo trabajar tranquila y olvidar porqué llegue a este pueblo. Limpio mis lágrimas de frustración. Cuando lo vi por primera vez me pareció muy guapo, sí, carismático, pero nunca paso por mi mente que este se me insinuara de la forma descarada en que lo hizo. No lo vi venir, en el momento en que estuve atrapada entre sus brazos solo pude pensar en Vladlen. Su mirada me causo temor, mi corazón se hizo pequeño y no pudo con el dolor. ¿Por qué no puedo olvidar esa mirada tan aterradora? Si tan solo pudiera superar todo lo que he pasado. Antes de que todo pasara, era un persona feliz, que sonreía por todo. Disfrutaba de las cosa hermosas de la vida, todo lo contrario de ahora que soy una persona temerosa. Ahora solo quiero estar sola, ir a un lugar donde pase desapercibida, que pueda trabajar y al fin ser feliz, pero la vida se encarga de recordarme que la felicidad no está hecha para mí.

Entro al dormitorio del motel. Miro las cuatro paredes y me siento segura. Me tiro en la cama para terminar de llorar como tanto lo necesito. No sé qué hacer si quedarme o irme lejos. Busco en mi bolso cuánto dinero me queda. No es mucho, pero aún me queda para poder conseguir otro trabajo si aprovecho solo comer el desayuno aquí, las cafeterías son un poco más costosas y no puedo darme el lujo de perder el dinero de esa manera. Con una comida diaria me basta para no morir de hambre.

Suspiro cansada. A veces siento que no puedo más. Que mis cargas son tan pesadas que me asfixian. Cierro los ojos buscando relajarme, pero causa el efecto contrario, no puedo más que pensar en el dolor que sentí cuando el señor Jarist se acercó a mi acorralándome entre sus fuertes brazos y su cuerpo. Me sentí como un cervatillo herido y temeroso de ser devorado por un animal salvaje.

Trato de descansar, no quiero seguir pensando en lo que pasó entregándome a los brazos de Morfeo.

—Señor Jarist, no por favor, no puedo. —trato de poner distancia entre los dos con mis brazos.

— ¿Por qué me huyes hermosa? —acaricia mi rostro haciendo que cierre mis ojos.

—Aléjese de mí, por favor. —suplico— No lo haga. —vuelvo a suplicar con mis ojos cerrados, roza sus labios con los míos.

— ¿Quién es el señor Jarist, m*****a puta? Con quién me engañas ahora. —Abro mis ojos poco a poco encontrando la mirada furibunda de Vladlen. Mi cuerpo tiembla por completo.

—Vladlen, no sé de qué hablas, no me hagas nada. —pido, pero este ya me tiene tomada por el cabello.

— ¿Con quién me engañas ahora, m*****a zorra? Entiende que tú eres solo mía. —lloro al sentir como enreda su mano en mi cabello para tirar de él.

—No me hagas daño Vladlen no lo hagas más, te juro que no estoy con nadie. —lloro, suplico, pero esta ciego. Solo tira de mi como una muñeca de trapo.

—Ahora sabrás quien es tu hombre. Te voy a enseñar que con Vladlen Kersakov no se juega, m*****a ramera. —Me tira a la cama. Sube conmigo para comenzar a quitar mi ropa, lucho, lucho porque no me toque, pero no puedo con su fuerza. Estoy cansada de luchar contra mi destino…

Me despierto agitada, sudada y con lágrimas en mis ojos.

Maldito Vladlen nunca me dejará en paz, lloro y escucho la puerta ser aporreada. Me levanto con pesadumbre, no quiero ver a nadie. Tengo que estar desastrosa, grito “Voy” y me dirijo al baño para al menos quitar el rastro de maquillaje que mancha, ya mucho tengo con sentir los ojos hinchados y pesados. Enjuago mi rostro terminado de quitar mi maquillaje cuando vuelvo a escuchar la puerta. Suspiro, y salgo a abrir, de seguro es algún recado de la señora Martha. Abro la puerta encontrándome con unos hermosos ojos café que me miran con preocupación.

—Perdóname –en su mirada hay arrepentimiento, dolor, pero no puedo darle alguna esperanza.

—No tengo nada que perdonarle, señor Jarist. —digo para que se quede tranquilo. Voy a cerrar la puerta, pero este no me deja. Suspiro nuevamente, estoy tan cansada de todo. Sé que él no tiene la culpa de lo que me ha tocado vivir, pero tampoco quiero involucrarlo.

—Hablemos —niego, pero este entra a mi habitación haciendo que blanquee mis ojos.

—Señor Jarist no estoy interesada en escucharlo. —digo, pero este no me hace caso.

—Por favor dime Kolen. – vuelvo a negar. ¿Cómo lo hago entender que no tenemos nada que hablar?

—No le voy a llamar por su nombre, señor Jarist. Ahora diga lo que tenga que decir porque quiero descansar. —escupo algo cansada.

—No puedes renunciar, te necesito en la empresa. —me permito reír fuerte.

—Por favor señor Jarist, a quien quiere engañar. Si allí no hay nada que hacer. Estoy empezando a creer que la plaza la creó solo para tenerme en su oficina. —Este baja la mirada dándome la razón—. Si no tiene nada más que decir se puede marchar.

—No seas así, dame la oportunidad de redimir mis acciones. —se va a acercar, pero doy dos pasos atrás alejándome de él. Este entiende mis movimientos y se mantiene en su lugar.

—No puedo hacerlo. —contesto, no quiero seguir haciendo tonterías que me dañaran al final del camino. Mi destino no es ser feliz con nadie. Y él solo quiere lo mismo que los demás.

—No quiero hacerte daño. Mikeila, de verdad me gustas. Déjame demostrarte que puedo hacerte feliz. ¿Qué perdemos intentándolo? —frunzo mi ceño.

—De que habla señor Jarist. —lo escucho soltar todo el aire de sus pulmones.

—Admito que llevarte a mi oficina fue una trampa para tenerte cerca. Sí, lo admito. Desde ayer que te vi frente a mi edificio te me metiste en la mente y desde entonces no hago otra cosa que pensar en ti, en tu mirada, en tu cuerpo. Te metiste en mi alma como nunca nadie lo ha hecho. —Pasa su mano por su cabello—. No sé qué es esto, no puedo decir que es amor, ni que es algo más que deseo. No entiendo que es lo que me pasa, pero todo lo que puedo pensar es en ti. —dice dejándome muda por algunos segundos.

—Señor Jarist, discúlpeme, pero no puedo darle ninguna ilusión. En serio, yo no pretendo estar con nadie. Tengo muchos conflictos en mi vida para que le añada uno más. —trato de explicar.

—No te estoy pidiendo nada complicado. Déjame conocerte, déjame demostrarte que no quiero hacerte daño, todo lo contrario. —Niego.

—Perdóneme, pero yo solo puedo traer desgracias a su vida, mejor olvídese que alguna vez me conoció. Mañana mismo me voy del pueblo y así evito que dañe su vida al lado de una mujer como yo. —este da dos pasos más hacia mí, pero lo detengo, no necesito su cercanía.

—No sé qué es eso que te marcó tanto. No puedo entender quien pudiera hacer daño a un ser como tú, pero si me das la oportunidad quiero sanar tu corazón. —cierro mis ojos ante sus palabras. No puedo decirle quien soy y mucho menos por que llegue aquí de esta manera. Mi corazón duele, no puedo hacerle daño.

—No puedo darle eso que necesita, solo soy un cuerpo vacío. No soy una buena compañía para nadie. No pierda su tiempo con una mujer como yo. —digo lo más sincera que puedo.

—Mikeila, tengo heridas en mi alma tan grande como las tuyas, te prometo coser tus heridas para que podamos intentarlo. No te prometo amor de ayer para hoy, pero si una hermosa amistad, comprensión y a la larga quien quita que podamos ser felices. No te vayas del pueblo, si no quieres trabajar en la empresa puedo conseguirte un empleo en otro lugar, pero te lo pido, déjame demostrarte que puedo sanar tus heridas.

—Voy a aceptar el otro empleo que pueda conseguirme. —lo veo sonreír—. Pero no puedo garantizarle que le pueda dar una oportunidad.

Toma mi mano con delicadeza y deja un beso en ella—. Es lo único que necesito para ganarme la oportunidad. —dice y toma su celular para hacer una llamada.

Camino hasta mi cama para esperar que él hable con lo que supongo es un hombre. Este le llamó Esteban. Miro sus movimientos y facciones mientras habla. Me pierdo en mis pensamientos. Es tan hermoso realmente es muy guapo. Sus ojos cafés son muy expresivos. Sus labios en realidad invitan a pecar, pero no puedo verlo de esa manera. La última vez que puse mi mirada en un hombre que no fuera Vladlek este último lo mato frente a mí. No puedo permitir que Kolen pase por lo mismo por mi culpa. Maldigo mil veces a los Kersakov y toda su descendencia.

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