Ale no podía borrar la sonrisa de su rostro ni controlar las lágrimas que bajaban por sus mejillas al ver la pequeña imagen en tonos negros y grises en sus manos.—¡Qué hermoso se ve! —exclamó—. Ese bebé será uno más de los consentidos de la tía Lessy —aseguró, arrancándole una risa a su hermano.—Todavía no lo puedo creer, es tan pequeño o pequeña… —susurró Paul, mirando la imagen de la ecografía en manos de su hermana.—¿Cómo se ha sentido Lina? ¿Muy feos los malestares? —preguntó Ale, no solo interesada en su joven cuñada, sino que también quería prepararse por si le tocaba algo similar.Los hermanos se enfrascaron en una conversación amena, mientras degustaban un trozo de carne con guarnición de vegetales y papas al vapor. Cuando terminaron se dieron cuenta de que la hora de almuerzo había pasado y era momento de volver a sus labores, pues era algo de nunca acabar en el Orion.Paul se despidió de su hermana junto al ascensor del lado del hotel y siguió hacia su oficina en el casin
Noah soltó las muñecas de Ale y se alejó un poco de ella, ocasionando que echara en falta su calor y tacto. Los dos se miraron de forma intensa, pero sin decir nada. La falta de palabras por parte de Noah la puso nerviosa, esperaba que le creyera, porque no le había mentido al respecto.—¿Me crees? —preguntó Ale. —Lo siento… —contestó Noah y un escalofrío recorrió la espalda de Ale al imaginar que todo se estaba arruinando en ese instante—. No sé lo que me pasó, sé que no tengo el derecho de hacerte reclamos de nada, pero leer esa nota fue demasiado incómodo —explicó él. Ale lo miraba atenta, sus palabras no le daban una claridad respecto a lo que pasaría entre ellos.—Noah, de verdad lamento no haberlo dicho, pero no le di importancia, salí porque me sentí obligada, no me arrepiento de haberlo hecho, porque Jean fue muy amable, la cena fue agradable y productiva… Él es un empresario con el que perfectamente el Orion podría hacer negocios —comentó y Noah sonrió levemente. —Eres obs
Ale se quedó mirando a su amiga, no sabía si contarle la verdad o la misma mentira que a Noah. Era consciente de que la forma en la que estaba llevando las cosas no era la mejor, pero tampoco deseaba esperar más tiempo, lo que tenía con Noah le gustaba y no quería que él se alejara cuando ella le propusiera embarazarla, es que, como fuera, eso no podía sonar bien de ninguna forma.—Por ahora ese es un sueño aplazado —contestó, intentando sonar lo más convincente posible—. Por el momento, quiero ver hasta dónde se pueden dar las cosas con Noah—eso no era mentira—, ya después miraré cómo se me va a cumplir el deseo de tener un bebé —concluyó.—Solo te quiero ver feliz, ¿está bien? —preguntó Grace con una sonrisa en su rostro.—Lo sé, gracias —contestó Ale y se acercó a besar la mejilla de su amiga—. Yo también te quiero ver feliz. ¿Sacaste la cita en la clínica de fertilidad?Grace empinó su copa de vino y casi la termina de un solo sorbo, para después asentir.—La próxima semana tenemos
Ale no le discutió, no tenía fuerzas y, honestamente, tampoco ganas, aunque se sentía un poco culpable por distraerlo de sus labores para cuidarla a ella enferma, se sentía que abusaba de su amabilidad. Noah la depositó sobre la cama con cuidado, quitó sus zapatos y la cubrió con la colcha.—Voy a buscarte algo para aliviar el dolor —dijo él, y sin esperar respuesta, salió de la habitación en busca de agua y el medicamento que seguramente estaría en camino.Ale cerró los ojos, dejando que la oscuridad la envolviera. Aunque el malestar seguía siendo fuerte, el solo hecho de tener a Noah cerca la hacía sentir más tranquila. Era como si su presencia tuviera el poder de calmar su cuerpo y mente, aunque fuera un poco.Noah fue hasta la cocina y empezó a abrir cajones, en búsqueda de los vasos, revisó la nevera y encontró una jarra llena de agua fría. Unos golpes en la puerta llamaron su atención y fue a abrir con prisa, antes de que Ale aumentara su malestar con el sonido. Volvió minutos
El sábado se aproximaba y con este la celebración del cumpleaños de la matriarca de la casa Rogers, la querida y muy apreciada, Alessandra Wallace. Las mellizas estaban juntas revisando los últimos arreglos del salón principal, donde se realizaría la fiesta, mientras que Paul conversaba con algunos de los chicos que estarían encargados de atender a los más de doscientos invitados.El teléfono de Ale sonó y ella se excusó con su hermana, para poderlo atender. Se alejó algunos pasos y contestó con una sonrisa que intentó ocultar.—Noah…—¿Cómo está todo? ¿Me necesitas para algo, Ale? —preguntó al otro lado de la línea y ella se mordió el labio, pues su imaginación voló al pensar en la forma en la que él podría ayudarla a relajar.—Tranquilo, sigue con las confirmaciones, que acá estoy con mi hermana —contestó ella y soltó un suspiro.—No te vayas a estresar tanto, para que no te vaya a dar migraña —le recomendó—, todo va a salir bien, ya ustedes están dejando todo preparado para mañana.
Los invitados comenzaron a llegar puntualmente a las siete de la noche. Entre ellos, empresarios, figuras políticas, amigos cercanos de la familia Rogers y algunos reporteros seleccionados exclusivamente, todos dispuestos a rendir homenaje a la matriarca en su gran día.Alessandra, siempre radiante, apareció ataviada con un vestido de seda verde esmeralda que resaltaba su elegancia natural y a su lado su esposo y eterno enamorado, Nicolas Rogers, que la llevaba de la mano, como lo hacían desde hace treintaisiete años. Al verla, todos los presentes no pudieron evitar quedar impresionados por su porte y su sonrisa cálida.Alessia y Georgia, lucían también vestidos en tonos complementarios, recibían a los invitados junto a Paul, quien se aseguraba de que cada detalle estuviera perfectamente coordinado. Aunque la tensión de los preparativos ya se había disipado, Alessia seguía sintiendo la excitación del día, en parte por la expectativa de lo que sucedería después de la fiesta.Mientras l
Noah lo pensó un momento, no estaba completamente seguro de que fuera lo mejor, pues no deseaba que Charlie pensara más de la cuenta en lo que su padre estaba haciendo con una mujer que él no conocía. Al parecer su rostro dejaba ver lo que pasaba por su mente, pues Ale interrumpió sus pensamientos.—No le vamos a decir nada de esto, solo quien soy y que soy una amiga —propuso ella y él la miró fijamente.—¿Estás segura?—Claro que sí, Noah, no le pongas tanta cabeza. Será mejor que lo recibas, mientras que yo me doy una ducha rápida y después lo puedes hacer tú —comentó ella, quitándole peso a lo que pasaba. Al menos, quería lucir relajada ante Noah, pues ella por dentro se sentía ansiosa y emocionada de conocer al pequeño.—Noah, ¿qué hago con el niño? —preguntó Oscar al teléfono.—Ya alguien lo acompañará al ascensor —contestó Noah, mientras veía que Ale agarraba su teléfono y llamaba a la recepción del hotel.Sus instrucciones no demoraron, solo le pidió a Silvia que se encargara d
Después de unos minutos, Noah salió de la habitación, ya completamente vestido y con una actitud relajada. Encontró a Ale y Charlie en la cocina, este último muy concentrado mientras ayudaba a batir la mezcla para los panqueques. La escena le arrancó una sonrisa inevitable.—¡Ya casi estamos listos! —anunció Ale, mientras le guiñaba un ojo a Noah.—¿Puedo ponerle chocolate? —preguntó Charlie, mirando a Alessia como si buscara su aprobación.—Claro que sí. Panqueques con chocolate suenan deliciosos —respondió ella, disfrutando de la inocente alegría en el rostro del niño y sacó la salsa que el niño necesitaba.Los conejos quedaron un poco extraños, pero Charlie se sentía feliz y orgulloso porque “él mismo había puesto la masa en la plancha”, con ayuda de su papá.El desayuno transcurrió con risas y charlas amenas. Alessia fue cuidadosa en no cruzar ninguna línea, tratando a Noah con la naturalidad de una amiga de la familia. Al final, cuando el ambiente se volvió más distendido, Charli