Saludos.

CAPITULO III

Una de las personas que llegaba tenía una chaqueta con un logo, me pareció ver algo conocido,  observe, no conocía a nadie, recordé a un amigo o casi amigo que tuve en una oportunidad, el cual realizó un trabajo en la facultad donde estudie el doctorado, luego no volví a ver, prometió llamar, incluso me envió mensajes, quería verme pero de repente no respondió  los mensajes, se olvidó de mí, supe de él en la graduación por un comentario que realizó un compañero referido a las personas que habían contribuido con el arreglo en la facultad en un momento especial en los estudios.

Continué mi camino, no debería ir muy lejos, porque así me lo advirtió  mi amigo, “no vaya lejos, porque se puede extraviar” de hecho lo hice, me extravié, tuve que preguntar, me guié por las maravillas que había visto al comienzo del paseo, cuando iba ensimismada por las calles.

Regrese a las doce en punto, me recibió mi guía, quien me condujo al comedor, estaba repleto, sugirió esperar para la segunda tanda, mientras tanto podría leer algo, señalándome unas revistas.

Me dispuse a leer, a esperar que el me indicará el momento para almorzar, me entretuve, no note la salida de algunos hombre ni mujeres muy entusiasmados en la conversación, de repente escuche un tono de voz conocido.

Seguí escuchando y sin creer lo que oía, escuche, levante la vista, no alcanzando a ver  al hombre  poseedor de esa voz, me engañaron mis oídos. Era raro pensé, es la segunda vez que pienso en él.

Un hombre blanco, de estatura igual a la mía, ojos claros, de voz profunda,  alegre, ¡Seria otra de mis visiones!, o ¡será que está aquí!

Me indico mi amigo que ya podía entrar al salón, por supuesto, estaba como si nadie hubiese comido allí, ojee la carta, solicite un pollo en salsa de champiñones con arroz, plátano, ensalada cruda y  jugo de  fresas.

Termine de almorzar a la una, el postre lo llevaba en mis manos, para degustarlo en un rato, subí rapidito porque no quería llegar tarde a la primera conferencia que sería la de bienvenida.

Me bañe, me puse un pantalón, blanco, con un suerte rojo, la chaqueta del mismo color, otras  sandalias blancas más altas, con accesorios correspondientes, me maquille, baje.

Al ir al ascensor note que ya no estaba sola, había otras personas haciendo cola, aparentemente ya habían bajado otras.

Llego el ascensor al piso, bajamos, sin comentar palabra.

Allí de nuevo estaba mi amigo,  me llevó al salón.

Pregunte:

-¿Llegaron otras personas?

-Si, dijo de su país.

-¡Qué bien! ¿Los vio?

-Si, los atiende una de mis hermanas, con otros amigos.

-En la mañana note el movimiento que había en el pasillo.

-Los ubicaron en el 5to y 6to piso, cada uno en una habitación, así lo solicitaron, usted tuvo suerte que la ubicaron allí.

-¿Cómo que tuve suerte? Pregunté.

-Claro, ellos eran treinta,  son treinta habitaciones individuales, al final uno de ello no pudo asistir, se la dieron a usted porque fue la última en registrarse del primer grupo.

-¿Es decir que salí premiada?

-Sí y no.

-¿Por qué, Si y No?

-Por qué si, está usted sola, no, porque solo está usted de mujer en el 5to y  6to piso.

-Ah, entiendo. Traerá sus cosas buenas, ¿no crees?

-Si usted lo dice, así será, llegamos, que pase feliz tarde, la veré mañana.

-Busque su asiento, según la habitación, está a la derecha en el segundo pasillo el segundo asiento, número 52 – 13.

Comencé a caminar y lo encontré, tal como dijo mi amigo. Allí había una carpeta que indicaba el programa y unas hojas blancas.

Casi al comenzar la oratoria, llego.

Llego mi vecino de asiento.

Cuando se sentó no lo vi, creo que él tampoco noto mi presencia, solo cuando se volteo a preguntarme la hora nos miramos…

Recuerdo su cara, se gestos, su asombro e imagino que él vio el mío, nos quedamos sin habla, ni la hora le dije, quedé en: “son las….”

No hablo, solo sonrió, trago y me dijo:

-¡HOLA!

-Dije: ¡Hola!, (un hola más apagado que el que él dijo).

-Es increíble que estés aquí y ...

En ese momento lo nombro un amigo detrás.

-Diego, el salón está estupendo ¿Qué dices?

-Bien, perfecto, estupendo, No le salían las palabras.

Volvió a tragar fuerte, casi lo escuche. Fue más explícito:

-De verdad es estupendo, genial, GUAO.

Allí  estaba, la soltó, la misma expresión que usaba cuando me veía,  sobre todo cuando me veía con el cabello recién arreglado.

Creo que su corazón o era el mío estaban a punto de estallar, sonaban muy fuertes ó eran solo imaginaciones.

Volteo hacia mí de nuevo y me dijo:

-¡Hola!, que alegría verte, es un sueño que estés aquí, me informaron que asistirían otras personas y

-Hola, igual me alegro de verte.

-No sé qué decirte, ¿Cuándo llegaste?

-Ayer, al mediodía,

-Qué bien, vernos de nuevo y aquí…

-Si de nuevo…

No pudimos continuar, debido a que se dio inicio a la bienvenida a la cumbre de estudiantes y profesionales.

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