Dante escuchó el golpeteo en la puerta y abrió los ojos.
—Pase— levantó la voz.
Su secretaria entró con evidente miedo. Lo entendía perfectamente, los últimos 6 meses se había convertido en un verdadero gruñón. No era para menos, había pasado tiempo y aún no habían encontrado a Alina. Su preciosa chica de rizos desobedientes había sido secuestrada y posteriormente había tenido un accidente. Nunca se encontró su cuerpo y él estaba seguro, sentía en su corazón que ella estaba viva. Nadie le creía, obviamente. El coche había caído por un acantilado, habían sido hallados dos hombres muertos. Uno murió en el acto y otro tardó unos minutos mas. Dante no lo lamentaba, si pudiese, el mismo los mataría, los cortaría a pedacitos por haberle infringido miedo y daño a su mujer. Todos decían y afirmaban que ella había caído y muerto, que desorientada terminó al pie del acantilado. No se encontró el cuerpo, y él estaba seguro que ella estaba viva, en algún lugar. Solo no entendía por qué aún no había vuelto a el.
Las únicas que creían en el, que confiaban en su instinto eran Nicki y Gina. Ellas habían creído en el y lo apoyaban en su pensamiento. Sabía que ellas tenían la esperanza de que su mejor amiga continuara con vida. Los maridos de éstas lo dudaban, lo veía en sus miradas, sabía que les inspiraba lástima, pero no así, cordura. Por mas que no le creían, lo apoyaban y se hacían un ratito para verlo e indagar como se encontraba. Dante los apreciaba y trataba con frecuencia ya que sus mujeres siempre habían estado juntas, se reunían y salían a pasear varias veces a la semana. El tiempo transcurrido los unió mas, en caso de que no se soportasen (lo cual no era el caso) estaban obligados a convivir de una u otra manera.
—El emm…— la mujer bajó la vista asustada ante el repiqueteo de dedos que emitió el.— el señor Amato quiere verlo.
Dante se levantó furioso.
—¿Y qué esperas para hacerlo pasar? te ordené que siempre que él estuviera al teléfono o se presentara aquí, debías comunicarme inmediatamente con el.
—Pero no tiene cit..— se calló cuando escuchó el golpe en la mesa— si señor, ya lo hago pasar.
Dante fue tras su secretaria, ansioso por las noticias que esperaba, le trajera su investigador privado.
Amato se sentó en el sillón, frente al escritorio de Dante. No dio rodeos, sabía que su jefe no soportaba la ineptitud y la ambigüedad.
—Creo que la encontré.
Alina estaba nadando en la piscina, se sentía mucho mejor cada día. El agua, el clima, la tenían encantada. De pronto, alguien mas se lanzó a la pileta, vio como el agua salpicó hacia los costados y rio sabiendo quien era. —Prima ¿qué te parece darle un pequeño susto a “don seriecito”?— susurró Alma, su prima. Alina rodó los ojos. Se daba cuenta perfectamente que a Alma le encantaba provocar a su guardaespaldas. —No creo que sea una buena idea. Algún día se le acabará la mecha y me gustaría ver dónde te escondes. —Sabes que no puede hacerme nada. Me tiene que cuidar solamente— chasqueó la lengua segura de lo que decía. —Mmm. Si tu lo dices. Esos dos tenían un gracioso enamoramiento, pero evidentemente ninguno se atrevía a dar el primer paso. Era divertido verlos interactuar. Alina chapoteó un poco mas y salió. Se dirigió a su habitación y se quedó un momento en el umbral de la puerta, observando a su pequeño milagro dormir como angelito. Su hijo, su pequeño y adorado hijo era lo
Emily veía a sus nietas reir y divertirse en la piscina. Agradecía que Alma se tomara tan en serio lo de cuidar a su nueva prima. Todos en la casa estaban enterados de la situación real, pera eran personas de confianza y ella les pagaba muy bien como para decirle algo que no debían a Alina. Alina, esa pequeña chica a la que había encontrado en una carretera en Italia a punto de ser asesinada. De hecho, la joven estuvo a punto de morirvarias veces. Cuando ella y su chofer la encontraron, la chica respiraba con dificultad, su pulso apenas se sentía. Ella sintió mucha pena y dolor por esa vida que se extinguía rápidamente. Y lo más terrible es que estaba embarazada. El sujeto con el que ella estaba, aparentemente su esposo, casi la mata y lo habría hecho si no fuese por Marcus, su chofer, quien intervino. Lamentablemente conocía ese tipo de casos, es mas, lo vivió de primera mano. Su hija fue asesinada por su esposo, aquella persona que debía cuidarla, protegerla, la mató por sus horri
Dante entró como un trombón en la majestuosa casa, no esperaría un segundo mas por ver a Alina. Había sido arrebatada de su vida de un momento para el otro. Sabía que estaba viva, no se había equivocado. Ahora ya tenía las pruebas, y a ella a unos pocos metros de él. Horas antes, cuando su investigador le había dicho que Alina estaba en otro país… que estuvo en coma… a punto de morir en múltiples ocasiones... su corazón casi se detuvo. Ahora estaba allí, frente a frente con la persona que la había mantenido viva, que la cuidó cuando él no estaba allí, pero también la persona que la había alejado de el, que había tratado de evitar que él la encontrase. Su hijo y su esposa estaban en esa casa y él no se movería de allí sin ellos. Quería lastimar a alguien, todo el dolor, el calvario de esos meses… nada justificaba la separación que tuvieron que sufrir ambos. —¡¿Dónde está?! ¡¿dónde está mi mujer?! ¡Alina! ¡vine por ti!— gritó Dante, desesperado y anhelante por verla. Cuando quiso en
Por otro lado, Alina terminó de ducharse y mientras se vestía, escuchó un golpeteo en su puerta. Miró hacia la cuna, temerosa de que Ángel se despertara. Se colocó una toalla en el cabello y ajustó la bata de baño a su cuerpo. Se apresuró a la puerta y la abrió suavemente. Su prima estaba allí y tenía una mirada sugerente. —Tengo un chisme que te gustará. Cuando iba a bajar y salir a dar una vuelta, vi un hombre guapo, bueno a dos hombres guapos entrar al despacho de la abuela. De verdad eran guapos— se tocó el pecho y suspiró dramáticamente. Se dio la vuelta y le gruñó a su guardaespaldas algo así como que no saldría de la casa en lo que restaba del día así que podía marcharse e ir abajo o donde se le pegara la gana. Alina volteó los ojos ante el evidente intercambio de gruñidos y la instó a entrar a la habitación. Se quitó el toallón de la cabeza y fregó su pelo varias veces. Se peino con los dedos y miró a su prima enarcando una ceja. —Vaya… tu curiosidad resulta insana— sacudió
Dante vio ingresar a Alina al despacho, la escuchó hablar y también notó que en ningún momento lo reconoció, es más, parecía como que quería huir de él.Sin pensar dos veces, la siguió cuando se marchaba y se aproximó rápidamente a ella, no pudiéndose resistir a tocarla. La abrazó con fuerza como queriendo imprimirse en ella.Pudieron haber pasado minutos o segundos, pero entre la nebulosa en la que había perdido, escuchó un carraspeo al costado y sintió que Alina lo trataba de empujar. Ella lo miró confundida y luego de unos instantes desvió la mirada hacia Emily.—Abuela… ¿Qué está pasando? — aunque no era culpa de ella, Dante sintió como si lo apuñalase. Alina confiaba más en otra persona que en él. Respiró profundo y contestó por ella.—Soy tu esposo. Vine a buscarte. A llevarte conmigo— hasta él notó lo dictatorial que sonaba eso.—No… yo… — sacudió la cabeza vehementemente ella.—Alina, debemos hablar— medió Emily.—Abuela, creo que antes de decir nada tenemos que asegurarnos qu
Alina abrió los ojos lentamente, parpadeó, aún confundida y habló. —Mi bebé, Ángel… —Aquí está— dijo Dante y se lo pasó a la madre. Vio como ella miraba al bebé y luego a él, pareciendo incómoda. —¿Qué? ¿qué sucede? ¿Qué está mal Ali? —acarició su rostro. —Tengo que darle de comer—señaló entre carraspeos ella. —¿Te da vergüenza que te vea? Tu… ¿no quieres que me quede? — Dante sintió una opresión en el pecho. Su chica vacilaba ante él, tímida y pudorosa con su cuerpo. Fue tal la tristeza y decepción que Alina escuchó en esas preguntas que sintió dolor por él. Aún así, no podía evitar sentirse confundida con la situación. Si ya de por sí parecía estar en el limbo en cuanto a sus recuerdos, que viniese alguien y dijese que era su marido; un marido que creía muerto, no ayudaba para nada. Desde que despertó todo se sintió desconocido, como si estuviese viviendo la vida de alguien mas. —Ni siquiera te conozco, no se tu nombre— no quería lastimarlo, pero fue sincera. Pudo ver cómo esa
La puerta se fue abriendo y tanto Alina como Dante, miraron hacia ésta. A la habitación ingresó un pelinegro con barba incipiente y mirada cansada. Parecía como si hubiese salido de la cama apresurado ya que su cabello aún permanecía alborotado.Alina miró extrañada. Su primo, bueno… ¿primo? no era su primo en realidad, miraba a Dante con desconfianza. Desconfianza que Dante devolvió sin pensarlo.Alina decidió acabar con esas miraditas competitivas que se echaban y habló.—Aáron…—Alina, ¿estás bien? — interrumpió él, ahora mirándola y centrado solamente a ella.—Hmm, sí. Estoy lo mejor que puedo. ¿Te llamó la abuela? — inquirió curiosa.—No. De hecho, fue Alma. Mi hermana dijo que había problemas y a grandes rasgos me explicó lo que estaba sucediendo— luego miró a Dante— Mi abuela cree tú eres el verdadero marido de Alina. Dime, ¿Cómo la encontraste?Dante arqueó una ceja, nada intimidado por el tono del otro.—Efectivamente, soy su esposo. Alina no es tu prima, no me hagas partirte
Alma escuchó la irrevocable determinación de los labios de Dante y se alegró por su prima. Era obvio que ese hombre daría la vida por Alina y si bien, no quería pensar en eso, pertenecer a la familia a la que ahora ella pertenecía, significaba si o si, un constante peligro. De hecho, había recibido una amenaza, muy, pero muy personal el día anterior. No se lo había dicho a nadie. Ni si quiera Piero lo sabía. Y aunque no deseaba mentir, en ese momento le parecía mas importante resolver la situación de Alina que la de ella.Además, constantemente recibía amenazas. Una más, una menos, no hacía la diferencia. Salió discretamente de la sala y se dirigió a su habitación. Se sentó frente al mueble en el que ocasionalmente se maquillaba y miró su rostro. Miró sus ojeras, llevaba dos días durmiendo intermitentemente. Tenía sueños raros y despertaba sudada y con el corazón acelerado. No podía recordar lo que soñaba, solo algunos pequeños fragmentos que no tenían significado alguno para ella. Su