Me mantenía recostada contra el marco de esas puertas de vidrio abiertas de par en par, entre mis manos tenía una taza de café recién hecho, de la cual bebía con lentitud, mientras el aire cálido acariciaba todo mi cuerpo esa mañana de Junio. Observé el exterior embelesada; ya que Jack, Coco, Lucila, Nathan y Tommy jugaban a la pelota, corrían de un lado para otro entre risas en el extenso claro rodeado de árboles, en medio de la tenue luz del sol y el suave césped bajo sus pies descalzos. Lucila y Nathan pasaban casi todos los fines de semana en nuestra casa, si se nos ocurría viajar a cualquier lugar ellos iban con nosotros, la verdad, atesoraba su compañía, eran una parte esencial tanto en Jack como en mí.Lucila, gracias al cielo, había crecido fuerte y completamente sana, no había vuelto a tener recaídas con la leucemia, ni siquiera había tenido que volver a pisar un hospital, por ende, había vuelto a ser la niña tierna y alegre que había conocido por accidente. Nathan, su her
Estando a su lado todo transcurrió con tanta prisa, que realmente esos ocho años viviendo como una pareja casada, pasaron fugaces frente a mis ojos, dejándome estupefacta con lo rápido que a veces era el tiempo a nuestro alrededor sin que nos percatáramos de ello.Juntos vivimos muchas cosas, tanto buenas como malas, aprendimos a lidiar con las adversidades y ser felices aún cuando el mundo afuera se caía a pedazos.Rara vez discutíamos, quizás porque trabajábamos bastantes horas al día, sin embargo, entre ellas teníamos al menos un poco de tiempo para vernos, para darnos detalles románticos, compartir el uno con el otro o para simple y llanamente, amarnos.Habíamos comprado una preciosa casa en las afueras de Atlanta, en la cual teníamos todo lo que necesitábamos, allí no existía ninguna preocupación más que disfrutar nuestro día a día intensamente, aprovechar cada instante haciendo lo que se nos antojaba sin miedo alguno.Todos habíamos cambiado bastante, ya no éramos tan jóvenes, c
Se encontraba allí junto a mí en la barra, atendiendo con la coquetería que lo caracterizaba, a un grupo de chicas que suspiraban por su espectacular aspecto. Debía admitirlo, Rhys era el chico más guapo que había conocido en la última semana o bueno, el único apuesto que había ido en toda la vida a ese estúpido y recóndito bar, dado que desde que había puesto un pie en ese lugar, todos aquellos en quienes una vez pensé eran muy guapos, dejaron de serlo de sopetón. Rhys, si es que ese era el nombre real, porque aún lo dudaba bastante, había puesto mi vida de cabeza en solo siete días.¿Increíble, verdad? No solo su físico, un poco más alto que yo, con su cabello castaño rojizo, y sus ojos color caramelo, eran lo más impactante de él, su personalidad era todo un sinfín de sorpresas, siempre estaba sonriendo a pesar de las dificultades que había mencionado días atrás y que ya ni me molestaba en recordar.Era un chico alegre por lo poco que veía, parlanchín como ninguno otro, y mujeri
Observé desanimada cómo Alemania logró meter otro gol en menos de un minuto, y proseguí a atender a la mesa del grupo de chicos que me llamaban a señas.Puse mi mejor sonrisa forzada, escuché su pedido con atención y me apresure a llevárselo, antes de que comenzaran a fastidiarme, como ya era habitual en todos los que allí llegaban. Primero, que porque no tenía la actitud adecuada para atender a las personas, segundo, porque no era la típica chica que debía trabajar en un bar o en el peor de los casos; por mi forma de hablar, de verme, por ser simplemente yo, y último, no faltaban los interesados en ligar conmigo. Inhalé profundamente, para poco a poco botar aquel aire que contenían mis pulmones, totalmente tranquila con el silencio que por el momento me rodeaba.El chico que se hacía llamar Rhys me indicó con un gesto que le diera otro vaso de aquel mejunje que le había preparado, y sin dudar, eso fue lo que le serví.—¿Alguna vez te has enamorado de alguien? —preguntó con cierta cu
El único día libre que tenía tras un largo mes de trabajo, y lo que más había deseado a la espera de este último, era permanecer en mi cama durmiendo, o quizás en el sofá viendo las malas películas que pasaban por la televisión, o sencillamente haciendo cualquier cosa que se me ocurriese, pero eso sí, tenía que ser algo muy lejos de la fastidiosa felicidad que emanaba el aura de Rhys.Pero para mi desgracia, no logré hacer nada de aquello que anhelaba en mi interior, ni siquiera en lo más mínimo, dado que un ocurrente castaño con una sonrisa deslumbrante me había despertado muy temprano, para decirme los planes que tenía para ambos ese día.—Iremos a una cita doble —anunció mientras lavaba los trastos conmigo a su lado, secándolos con un trapo para poder dejarlos relucientes en su respectivo lugar.—¿Cómo que iremos? —bufé entre risitas nerviosas—. Eso me suena a manada.—¡A ver, Lucy! —masculló con una expresión bastante seria, tanto, que me dejó petrificada en mi lugar ante su cambi
Me mantenía muy quieta en el sofá, envolviendo mis piernas con mis brazos, hecha una completa bola.Mi respiración se encontraba aún entrecortada, podía sentir todavía el calor del cuerpo de Rhys sobre mi piel, su respiración tan cerca de mi clavícula, el suave agarre de sus manos tras mi espalda… pero intentaba con todas mis fuerzas sacudir mi cabeza para despejarme aquellos recuerdos, esos malos recuerdos.Su aroma era igual, todo era demasiado parecido, tanto, que me ponía la piel de gallina.Intentaba concentrarme en la película que estaba viendo desde que había llegado a la casa completamente sola, dado que Rhys se había marchado orgulloso con la chica y el hermano de ésta.Me había mirado decepcionado, dado que yo me había excusado diciendo que no me sentía bien y había regresado apresurada, porque sabía que pronto comenzaría a tener un ataque, uno de esos que no tenía desde que era una niña.Quería olvidar, no volver a sentir esa sensación de asco recorriendo mi interior. Querí
A primera hora de la mañana, casi cuando iban a ser las ocho en punto, me encontraba completamente lista para partir a la montaña Nopun o algo así era como le decían, no recordaba muy bien, después de todo el pueblo tenía el nombre más extraño del mundo; Ellijay, así se llamaba el horripilante lugar en el que había nacido.Al igual que las ciudades de ese pequeño país, que estaba ubicado en lo alto de Estados Unidos en un reducido espacio en Atlanta. El pueblo era tan diminuto, que podías recorrerlo de extremo a extremo en menos de un día. De todas formas y con una mala cara por mi parte, caminamos hasta las afueras de Ellijay, con cada uno a su espalda, colgada una mochila repleta de cosas. Vagamos por las desoladas calles, a duras penas una que otra anciana que paseaba a sus perros logró darnos un cordial saludo. Subimos por un camino de tierra, que abría espacio entre los árboles y la maleza de la dichosa montaña. Respiré profundamente, mientras rezaba en mi fuero interno a que
Esperé lo que para mí fue una eternidad entre gruesas lágrimas, mientras los ruidos se hacían más fuertes a mí alrededor, las ramas se agitaban con el viento, acompañando su movimiento con las risas escandalosas a la distancia y aquellas voces que de a poco se convertían en una sola, en su maldita voz. Sentí un punzante dolor en mi pierna, pero ni me molesté en mirar si me había hecho daño en la caída o no. Quería con desespero protegerme por mi cuenta, ya que solo tenía miedo de él y Jack no estaba para salvarme de esa pesadilla. Así que me hice una bola, abrazando mi cuerpo con mis manos temblorosas, como si hacerlo me fuese a servir de algo. Cuchicheaba miles de cosas sin sentido, quería que se marchara, pero entre más lo deseaba, sentía que más se aproximaba su voz, estaba allí tras de mí, podía percibirlo sin necesidad de voltearme a mirar, no quería que me tocara, pero lo iba a hacer, iba a hacer todo lo que yo no quería, porque me obligaría, porque así era él.—¡Lucy! —me ll