—¡Ah, pero es que en aquel instante, tú también vacilabas! —exclamó una anciana desde el estrado, alzándose con ímpetu y asestando un golpe que resonó sobre la mesa. Los demás jueces, imperturbables, no mostraron reacción alguna ante su estallido de ira—. ¡Todo esto es por culpa de esos malditos sentimientos que te nublan el juicio!—¿Es que acaso anhelas revivir aquel tormento anterior? —inquirió el líder del consejo regulador de monstruos, su voz impregnada de un tono helado y desafiante. Se apropió de la conversación, arrebatándola de las manos de la anciana—. La única explicación lógica de que podamos penetrar en tu consciencia, como lo hacemos ahora, es porque te encuentras menguando, ¡debilitándote!Lylo observaba, con una mezcla de horror y fascinación, cómo los líderes de las criaturas infernales descendían de la mesa, abandonaban el estrado y se dirigían hacia ella. Sus sonrisas eran retorcidas, sus garras destellaban amenazantes, los colmillos se descubrían ansiosos y las pú
El timbre insistía con su canto metálico, una cacofonía que se clavaba en la quietud de la noche como una espina. Beltaine sentía cómo el sonido se enredaba en sus oídos, una melodía que no tenía cabida en el silencio sagrado de la madrugada.—¡Ya voy, por las barbas de Merlín!—exclamó con un gruñido que brotaba de lo más profundo de su ser, mientras se debatía en un mar de sábanas que parecían querer retenerla en su lecho—. ¿Quién se atreve a perturbar mi descanso?La respuesta fue un vacío absoluto. Ninguna voz se atrevió a desafiar el silencio que ahora se había apoderado del espacio tras la puerta. Se levantó con lentitud, como si cada movimiento fuera un ritual en sí mismo, y su ceño se frunció aún más—. ¿Qué clase de juego es este? ¿Acaso los fantasmas han decidido hacerme una visita nocturna?Un breve instante de silencio se extendió, un tiempo en el que su mente comenzó a despertar y a tejer posibilidades.—¡Ah!—sus ojos se abrieron de par en par, iluminados por un destello de
La pelirroja, Beltaine, se encontraba en el umbral de su hogar, cuando la realidad se torció ante sus ojos. Una niña, Seraphina, emergió de la nada, como un fantasma que decide hacerse visible solo a voluntad propia. Con la gracia de un felino, saltó hacia Beltaine y se acomodó en su regazo, sus mejillas aún vibrantes por la emoción del momento.—¡Melissa! ¡Contempla esta criatura de llamas en su cabello!—¿Qué? ¿Qué está pasando?—Beltaine retrocedió, desequilibrada por la súbita aparición y el peso de la pequeña—. ¿Y tú quién...?Antes de que pudiera terminar, Seraphina se deslizó de su regazo y comenzó a empujarla hacia atrás, su rostro a escasos centímetros del de Beltaine, sus ojos brillando con un fulgor sobrenatural.—Espera... ¡un momento!—protestó Beltaine, sintiendo cómo la invasión de su espacio personal se convertía en una danza macabra—. ¿Podrías... alejarte un poco?Pero Seraphina parecía ajena a sus palabras, su mirada perdida en algún punto entre la admiración y la obse
Con un estallido de carcajadas salvajes, Seraphina lanzó su cabeza hacia atrás, sus ojos brillando con un fuego maníaco al descubrir la marca de lazos, resplandeciente y real, adornando el cuello de la pelirroja. La marca, un símbolo de unión eterna, emitía un brillo que rivalizaba con el de las estrellas, envolviendo a la engañosa Seraphina en un aura celestial.—¡Qué sencillo es hallar la marca de mates cuando conoces sus secretos! —exclamó Seraphina, su voz temblorosa por la excitación desbordante. El artefacto, semejante a un pulpo mecánico, zumbaba en sintonía con su frenesí—. Estoy ansiosa por abrir el portal hacia Unirx. ¡Qué impaciencia me consume por descubrir si los licántropos del otro lado percibirán que se ha utilizado la mate de alguien para desgarrar el velo hacia Unirx!Los tentáculos metálicos, afilados como cuchillas, se deslizaron hacia el cuello de Beltaine, emitiendo un coro de chasquidos mecánicos y zumbidos giratorios. La marca, en un intento desesperado por def
—¿Y si cambiamos el plan?—Melissa sonrió ante las facciones confusas de Beltaine por las palabras que pronunció adrede para confundirla. La susodicha no pudo preguntar a qué se refería la mujer ya que comenzó a cuchichear y a murmurar con Seraphina.La tensión en el aire era palpable mientras Beltaine, con su cabello rojo como el fuego, enfrentaba a sus captores. La confusión se reflejaba en sus ojos esmeralda, mientras Melissa, con una sonrisa astuta, proponía un cambio de planes que solo servía para desorientarla más.—¿Cambiar el plan?—Beltaine murmuró para sí misma, su mente girando en un torbellino de pensamientos. Las dos mujeres frente a ella, ¿eran amigas o enemigas? ¿Qué querían de ella? ¿Y qué papel jugaba Kyrios en todo esto?El silencio se rompió con el susurro de Seraphina, su voz era como el roce de la seda, pero Beltaine no se dejó engañar por su tono suave. Había algo siniestro en la forma en que sus palabras se entrelazaban con las de Melissa, como serpientes en un ba
—¡¿Qué demonios?!—exclamó Beltaine, su voz era un cóctel de furia y asombro—. ¡Tienes un descaro infernal, maldita!Melissa sonrió con frialdad, sus ojos brillando con malicia. Con un movimiento fluido y elegante, desplegó sus garras, rozando la piel de Beltaine, quien aún estaba atrapada en su férreo agarre.—Quizás debería remodelar esa boquita tuya—susurró Melissa con un ronroneo amenazante—. Después de todo, soy cirujana, y te aseguro que mi sutura será una obra de arte. Será un alivio para mis oídos no escuchar tus chillidos por un rato.—¡No te atrevas!—Beltaine luchó con desesperación, sus ojos destellando con un fuego salvaje—. ¡No sabes con quién te estás metiendo!Melissa se lanzó sobre ella con una sonrisa depredadora—. Tranquila, solo será un pinchazo—amenazó, con las garras listas para desgarrar.El sudor frío recorrió la espalda de Beltaine al ver esas armas letales acercándose a su rostro. Se sentía acabada, al borde de la muerte, si esas garras la tocaban.—¡Ay!—gritó,
La atmósfera estaba cargada de una tensión eléctrica, cada respiración parecía resonar en el silencio que se había apoderado del lugar. Melissa fruncía el ceño, su ira era una llama viva que amenazaba con desbordarse. A pesar de que los poderes combinados de ella y Seraphina no eran rival para el imponente Lord Kyrios, la rabia la consumía por dentro, como un fuego que no podía ser sofocado.—¿Y tu sentido del decoro? —Beltaine preguntó, su tono era una mezcla de incredulidad y censura al mirar a su Alfa, quien parecía más un dios pagano que un líder respetable en ese momento.Kyrios, con una sonrisa que rozaba la insolencia, respondió con una ligereza que desmentía la gravedad de la situación—. De todas formas, terminaré sin él, ¿no es así el propósito de esta noche?—¡Por los cielos! —exclamó la pelirroja, sacudiendo la cabeza en desaprobación. Su voz era un susurro de seda, pero sus palabras eran acero—. ¡La decencia, Kyrios! ¡Cúbrete!En ese instante, Melissa, sintiéndose marginad
—Me refiero a esto —dijo Melissa, acariciando su cuello con una lentitud casi hipnótica, sus dedos trazando círculos invisibles sobre la piel, como si evocara recuerdos olvidados o secretos oscuros.El Lord de los lycans, con los ojos brillando de una luz salvaje, imitó su gesto, su mano explorando la base de su propio cuello como si buscara respuestas en un pozo oscuro y profundo. ¿Cómo demonios podía esa mujer saber sobre la pieza metálica vampírica que se hundía en su carne, oculta tan profundamente que ni siquiera él podía sentirla a veces?—¿Qué sabes tú sobre esto? —gruñó el Lord, su voz una mezcla de desafío y desconcierto. Su mirada fija en Melissa, intentando desentrañar los misterios que se escondían tras sus ojos.Melissa esbozó una sonrisa enigmática, pero por dentro su mente era un torbellino de emociones encontradas. ¡Estúpida! ¿Cómo se atrevió a revelar algo tan peligroso? No sentía la menor inclinación a curar a un hombre que, apenas minutos antes, había intentado arra