La atmósfera estaba cargada de una tensión eléctrica, cada respiración parecía resonar en el silencio que se había apoderado del lugar. Melissa fruncía el ceño, su ira era una llama viva que amenazaba con desbordarse. A pesar de que los poderes combinados de ella y Seraphina no eran rival para el imponente Lord Kyrios, la rabia la consumía por dentro, como un fuego que no podía ser sofocado.—¿Y tu sentido del decoro? —Beltaine preguntó, su tono era una mezcla de incredulidad y censura al mirar a su Alfa, quien parecía más un dios pagano que un líder respetable en ese momento.Kyrios, con una sonrisa que rozaba la insolencia, respondió con una ligereza que desmentía la gravedad de la situación—. De todas formas, terminaré sin él, ¿no es así el propósito de esta noche?—¡Por los cielos! —exclamó la pelirroja, sacudiendo la cabeza en desaprobación. Su voz era un susurro de seda, pero sus palabras eran acero—. ¡La decencia, Kyrios! ¡Cúbrete!En ese instante, Melissa, sintiéndose marginad
—Me refiero a esto —dijo Melissa, acariciando su cuello con una lentitud casi hipnótica, sus dedos trazando círculos invisibles sobre la piel, como si evocara recuerdos olvidados o secretos oscuros.El Lord de los lycans, con los ojos brillando de una luz salvaje, imitó su gesto, su mano explorando la base de su propio cuello como si buscara respuestas en un pozo oscuro y profundo. ¿Cómo demonios podía esa mujer saber sobre la pieza metálica vampírica que se hundía en su carne, oculta tan profundamente que ni siquiera él podía sentirla a veces?—¿Qué sabes tú sobre esto? —gruñó el Lord, su voz una mezcla de desafío y desconcierto. Su mirada fija en Melissa, intentando desentrañar los misterios que se escondían tras sus ojos.Melissa esbozó una sonrisa enigmática, pero por dentro su mente era un torbellino de emociones encontradas. ¡Estúpida! ¿Cómo se atrevió a revelar algo tan peligroso? No sentía la menor inclinación a curar a un hombre que, apenas minutos antes, había intentado arra
Kyrios dio un pisotón fuerte, lo suficientemente potente como para sacudir el suelo y sacar a Beltaine de sus pensamientos. La pelirroja se sobresaltó, sus ojos centelleando de sorpresa mientras se giraba hacia el Alfa. Él gruñía, un sonido bajo y peligroso que resonaba en la habitación como un eco de tormenta, reverberando con una intensidad que ponía la piel de gallina.—He recorrido cada rincón de Unirx —dijo Kyrios, su voz un gruñido cargado de ira contenida—. Pero nunca, nunca he encontrado a un lycan que esté a mi altura. —Sus labios se curvaron en una sonrisa sardónica, pero sus ojos no mostraban nada más que frío desafío—. ¿Y tú, bruja? ¿Cómo piensas curarme de esta maldición?Melissa se quedó inmóvil por un momento, analizando la situación. Sabía que tenía que actuar con precisión y astucia. Si no demostraba que podía retirar la pieza de metal vampírica incrustada en el cuello de Kyrios, él no la tomaría en serio. Sin embargo, había otra dinámica en juego, algo más profundo e
—¡Espera! —gritó Beltaine, su voz cortando el aire como un cuchillo afilado. La fuerza de su orden detuvo a Kyrios en seco, su cuerpo rígido por la sorpresa y la incredulidad. No podía creer que su propia mate lo frenara en su embestida furiosa contra las intrusas.—¿Qué estás haciendo? —preguntó Kyrios, girando la cabeza rápidamente hacia ella, su voz llena de desconcierto—. ¿Por qué me detienes?Beltaine lo miró con una mezcla de firmeza y una urgencia que bordeaba lo irreal, sus ojos brillando con una intensidad que dejaba claro que no había lugar para discusión.—Primero, necesitas ir a la habitación y ponerte un pantalón —ordenó ella, su tono inquebrantable.Kyrios parpadeó, perplejo. De todas las respuestas que esperaba de su mate humana, esa definitivamente no estaba en la lista.—¿Qué? —repitió, su voz llena de incredulidad—. ¿Qué estás diciendo?—Vamos, no tenemos todo el día —insistió Beltaine, empujando al hombre lobo hacia la dirección de la habitación. Su toque era firme,
—¿Nuestra razón dices? —Melissa sonrió con un destello de curiosidad en sus ojos. La inteligencia de Beltaine la intrigaba cada vez más. Ahora entendía mejor por qué el Lord estaba tan obsesionado con ella—. No importa lo que nosotras ganemos —señaló a Seraphina, quien observaba en silencio—. Nuestro objetivo es el mismo que el de nuestro Lord Kyrios —suspiró, cansada de repetir lo mismo una y otra vez—. Como dije antes, Lord Death nos está buscando. Solo queremos ser libres.Beltaine hizo una mueca, su mente luchando por reconciliar la lógica en las palabras de Melissa. Había algo en lo que decía que resonaba con verdad, pero a la vez no podía ignorar la sensación de que faltaba una pieza crucial del rompecabezas.—Y, siendo sincera, el estado de salud del Lord es muy grave —continuó Melissa, su tono más serio—. Debe estar sufriendo mucho. Su herida ha crecido más allá de lo soportable, pero la controla utilizando una cantidad inmensa de poder licántropo. Eso apenas lo mantiene funci
Kyrios giró la cabeza hacia Melissa, sus ojos rojos centelleando con una furia salvaje. En ese instante, el mundo pareció detenerse, como si el tiempo mismo contuviera la respiración. Melissa apenas tuvo tiempo de parpadear antes de ser arrollada y lanzada violentamente al otro lado de la sala por un colosal lobo de ojos ardientes, cuyo tamaño llenaba casi por completo el departamento.—¡¿Qué le has hecho a mi mate, maldita perra?! —rugió Kyrios, su voz resonando como un trueno en la habitación, vibrando con una mezcla de dolor y desesperación que electrificó el aire.Melissa gimió, intentando levantar su cuerpo adolorido del suelo, pero el lobo ya estaba sobre ella, sus fauces abiertas mostrando colmillos afilados y babeantes, a punto de despedazarla en un solo mordisco. El miedo la paralizó, pero también una extraña fascinación; la bestia sobre ella no era solo un monstruo, sino un ser cargado de una furia primigenia y una pasión abrumadora.—¡No le he hecho nada a la pelirroja! —gr
Kyrios se encontraba todavía en el suelo, su cuerpo humano exhausto después de la transformación. Beltaine, aferrada a él con una ternura desesperada, intentaba apaciguar la tormenta que veía reflejada en sus ojos.—¡Kyrios! —exclamó Beltaine, su voz temblando con una mezcla de urgencia y amor—. ¡Buscabas una médica para sanarte!El eco de sus palabras resonó en la habitación, un recordatorio de la misión que había consumido a Kyrios durante mil años. Beltaine continuó, su abrazo firme como un ancla en medio del caos.—¡Quizás no sea ella, pero posiblemente esta pueda curarte! —susurró, su voz llena de esperanza y desesperación. Kyrios sintió el calor de su mate, su preocupación genuina, y suspiró profundamente, permitiéndose un momento de calma para seguir escuchándola.—¿Realmente piensas que vendrían a matarte ambas con las manos vacías? —continuó Beltaine, sus palabras cargadas de lógica y compasión—. No hay ningún rastro de esa médica que estás buscando ahora mismo. Solo escuchem
Kyrios meneó una pierna, sumido en sus pensamientos.—Esta idea no me gusta mucho. Me preocupa —murmuró, su voz profunda resonando en la habitación.Beltaine lo miró con una expresión entre sorprendida y preocupada.—¿Por qué? —preguntó, buscando entender las razones detrás de la preocupación de su Alfa.El hombre lobo la observó con una mezcla de irritación y ternura.—¿Cómo que por qué? ¡Por ti, por supuesto! ¡Me preocupo por ti! —respondió, su tono cargado de preocupación y amor evidente.La tensión emocional entre ellos era palpable, un hilo invisible de electricidad que conectaba sus almas y hacía que cada palabra resonara con una intensidad abrumadora.—¿Por qué estás tan preocupado, Kyrios? —insistió Beltaine, su voz un susurro cargado de ansiedad mientras sus ojos buscaban los de él—. Estoy bien, incluso si invocas el portal a Unirx a través de mí.Kyrios frunció el ceño, su mirada intensa como un rayo en la oscuridad, escrutando cada palabra que ella pronunciaba.—Nunca se sa