Isabela
Cuando Eduardo abandona la casa, lo primero que hago es correr a mi habitación a ponerse algo seco para dormir, ya son las nueve de la noche y el trajín del viaje me tiene molida. Aunque en este instante la emoción de tomar clases de natación con mi nuevo maestro me emociona tanto que no puedo parar de sonreír, el imaginar esta osada aventura me llena de dicha y puede notarlo frente al espejo, mis ojos sonríen y por más que lo intento, no puedo ponerle seriedad a mi rostro, sin contar que mi corazón está latiendo descontrolado.
Sigo vistiéndome en el baño, cuando escucho a mi padre, desde hace mucho nuestra relación de padre e hija se ha debilitado, pero siento que ha llegado el momento para empezar a fortalecer esos lazos. Salgo con prontitud y lo veo sentado en mi cama, sonriéndome con ese brillo especial en su mirada, supongo que el ver a su pequeña sonreír después de un traumático suceso le agrada.
Sé que ha quedado con algunas inquietudes, después de mostrarme muy interesada en tomar esas clases instructivas. La manera en que se Eduardo me miraba, esos gestos de nerviosismo, todo indicaba que ha nacido una conexión entre nosotros. Un amor a primera vista que por un lado lo emociona y por el otro lo entristece, pues al final del verano tenemos que separarnos, esos amores solo son ilusiones que casi nunca terminan en compromisos serios. Pero, si Eduardo tiene novia, no tiene de que preocuparse.
—¿Sabes? Desde hace un rato tengo una idea loca rondando en mi cabeza y quiero compartirla contigo —me pide que me siente a su lado— ¿Te gustó este chico o solo fue mi imaginación?
Mi risa solo lo llena de inquietudes y aunque no puede ser descabellado el pensar en un amor a primera vista, pues ambos somos jóvenes, compartimos los mismos gustos y casualmente coincidimos en tiempo y lugar, quizás fue el destino que nos deparó este encuentro inusual.
Y aunque conoce mi romance con Emmanuel desde hace algunos años, sabe que no soy dichosa y él solo ve en mí la herencia futura que puede obtener. Si un romance de verano ha llegado a mi camino, no puede dejar que lo pierda si eso me hace sonreír y destellar esa luz en mis ojos verdes.
— ¡Ay, papá! Solo a ti se te ocurren esas cosas, estoy agradecida con él… solo fui amable. —responde sentándose en la cama.
— ¿¡Amable!? Voy a meterme eso en la cabeza. —sonríe acariciando mi mejilla —si te lo pregunto, es porque no quisiera que te hagan daño. No quiero verte triste, tu felicidad es lo único que me importa en el mundo.
—Gracias por preocuparte papá, pero no debes hacerlo. En primer lugar, porque ya no soy una niña, tengo dieciocho años y puedo cuidarme sola.
—Siempre serás mi niña así tengas cincuenta años —me sonríe dejándome un beso en la frente—Descansa princesa, que mañana te tengo preparada una gran sorpresa.
—Estoy ansiosa por saber de lo que se trata, ya está ganándome la intriga.
—Estoy segura que te gustará.
—¿Puedes darme una pista? —suplico.
—Empieza con un delicioso desayuno— me guiña un ojo y abandonando la habitación.
Una gran sorpresa que me llenará de felicidad ¿Qué podría ser? Pensando en ello me tiro a la cama y pierdo unas horas de sueño, hasta que la imagen del dulce chico aparece y me hace suspirar.
Sin pensar en el cambio de horario le escribo a Priscila ansiosa por compartir ese inusual encuentro. Tras tres largos mensajes enviados, me doy cuenta de mi error, si en Perú son las nueve y tantos, en España eran las cuatro y más de la madrugada. Mi brujís ya está bajo las sabanas durmiendo plácidamente. ¡mierda!
Pero antes de que dejase el celular sobre el velador, mi amiga hace una video llamada, creo que necesitaba escucharme y ver mi cara cuando lo contara. Estaba somnolienta, pero la felicidad de su hermana de otra madre era lo más importante es esos momentos. Me escucha atenta y sonríe cada vez que me ve emocionarme.
— ¡No lo puedo creerlo, Isa!, estoy muy, muy feliz —se escucha eufórica— ¡por fin Dios escuchó mis plegarias! ¡Te enamoraste a primera vista!
— ¡No lo creo, Priscila! Solo estoy agradecida…
—Yo sé de esas cositas de la vida y te aseguro que recibiste un flechazo de ese moreno hermoso.
—¿Tu lo crees?
—Podría jurártelo. Tienes los síntomas de idiotitis —se carcajea —las maripositas ya te revoletean el estómago y se acalambra el cuerpo al pensarlo —vuelve a reír. —¡Ay, Dios! Yo me mato de risa y aquí todos están durmiendo, de seguro mi padre no tardará en entrar por esa puerta para darme un jalón de orejas. Aunque lo más probable sea una gritada de esas endemoniadas y me mande a dormir a la perrera.
—Lo siento, no quise…
—¡Es broma! —vuelve a reír —Mis padres están en su luna de miel de verano como todos los años, ya sabes, ellos se van de vacaciones como dos adolescentes enamorados, sin importarles que tienen hijos. ¿y mi hermano? Te diré que cuando duerme ni los terremotos lo despiertan. Así que tranquila, tu sígueme contando. ¿Y cómo es Él? ¡Ay, madre mía! –vuelve a reír —Estoy como José Luis Perales, ¿y cómo es el? ¿En qué lugar se enamoró de ti? —termina muerta de la risa, desafiando en la canción.
Por algunos segundos solo nos reímos. Luego vuelve a preguntar más detalles de Eduardo.
—Pues, es como de un metro ochenta, guapo, cuerpo atlético, sin tatuajes, ojos negros divinos, labios carnosos, tan lindo con esos hoyitos en sus mejillas.
—¡Por Dios! Se te cae la baba, estoy por tomar el primer avión para conocer a ese Dios griego que te acorta la respiración. ¡es lo que voy hacer amiga, te lo aseguro.
EDUARDO Después de llegar al departamento y enfrentar la histeria de mi madre al verme llegar tarde, le conté lo sucedido con aquella linda extraña. En seguida pasé al baño a ponerme el pijama. Cuando salgo, mamá estaba durmiendo con la televisión encendida, la apago el televisor y salgo al balcón a contemplar a lo lejos la casa de Isabela, que se veía completa a esa distancia. Sonrío como estúpido al pensarla, suspiro y reconstruyo el momento de cómo es que Isa entró al mar sin darse cuenta. Estaba mirándome a lo lejos, ya la había observado caminar por la orilla, pero desde que se percató de mi presencia, se acercó demasiado al mar. ¿Curiosidad o destino? ¿Tendrá novio? Por qué pienso eso si yo tengo novia, y ¡vaya novia! Una escultural morena que al lado de Isabela es un mujerón, pero, no puedo evitar sentir esta extraña felicidad y pensarla a cada segundo, bueno, quizás sea porque le salvé la vida y le di RCP, probé sus la
Isabela Apenas escucho esa frase, salgo sin decir más, sin mirar atrás. ¿A dónde ir? Lejos de mi realidad un momento. Solo puedo oír unos pasos tras de mí mientras me dirijo a la playa. Pienso que es papá, no lo era, para variar mi desgracia Eduardo me sigue. — ¡Isabela! ¡Espera! Lo escucho gritar, sigo caminando sin escucharlo, con la mirada hacia la arena, trataba de que el brillo del sol reflejado en sus fragmentos desviara mi tensión. — ¡Espera! —Corre y me alcanza, se pone frente a mí caminando hacia atrás. — ¿Qué quieres? — respondo fastidiada. —Por lo que veo esto te afectó más que a mí, pero ya no podemos hacer nada. —Ay —grité haciendo mi pataleta. — ¿Te pasa algo? —Deteniéndose un poco. —Tengo coraje, me molesta que no me haya dicho nada. Si quería convertir estas vacaciones en una pesadilla, lo está log
Días después Isabela Estar cerca de Eduardo me descontrola, no puedo evitarlo, cuando siento sus manos sobre mi cuerpo, una electricidad indescriptible acelera mi frecuencia cardiaca. Esos ojos negros de mirada penetrante me envuelven en un sueño imposible, que me olvido del tiempo. No voy a negar que cuando estoy con él, Emmanuel sale de mi cabeza. Eso me inquieta mucho, estoy enamorándome de quien no debo, pero es imposible no llegar a sentir algo por un hombre como Eduardo; no es un Adonis; Emmanuel a su lado es un príncipe azul y no es que intente compararlos y encontrar justificaciones para lo que siento, pero existe ese algo en Eduardo que descontrola mis sentimientos. Su voz es melodía para mis oídos y el roce de sus manos son candela para mi corazón. no he sentido esas cosas con Emmanuel, Priscila dice que lo nuestro es solo rutina, que no nos amamos, que solo hacemos una bonita pareja en
Eduardo ¡Diosito bendito, qué nochecita! No puede gustarme Isa, será mi hermanita dentro de poco. Pero es tan linda, con esa mirada tan dulce e inocente; sería un tonto si no aprecio su belleza. Que debo hacer, tengo novia y no puedo siquiera pensar en algo pasajero con ella, tiene novio y no quiero lastimarla con un juego de amor, no merece algo así. ¿No puedo enamorarme tan pronto? Pero cada vez que estoy con ella, Casandra desaparece. Hasta la conversación más simple me llena de dicha, como esa pequeña charla en el pasillo hace unos momentos.—Gracias, por la velada.—Una de muchas Isa. Espero no te moleste lo de “Isa”—Para nada, es tierno.—Descansa, que mañana saldremos a recorrer los lugares turísticos cercanos a este paraíso.— ¿En serio? ¿A dónde iremos?
EDUARDO ¿Por qué me estaba costando hablar de mi relación con Casandra? estos días ha sido todo un desafío mirar a Isa y pensar en ella. He mentido, estoy traicionando este amor sincero que sentía antes de conocer a Isa. Me siento culpable, sin salida.Tiro mi celular a un lado de la cama para tratar de dormir, cuando llegó un mensaje de Bruno. Él tiene la peculiaridad de molestar con tonterías y chismes de la universidad, hasta cuando se corta un dedo me tiene pegado al celular un buen rato.No tenía ganas de contestarle estaba súper cansado, pero los mensajes entraban y entraban y ya estaba a punto de mandarlo a volar. Hasta que leí uno de ellos, en verdad no era la noticia grata que hubiera deseado.“Eduardo, ¡hermano! Tengo malas noticias. Jamás lo creerás, no sé cómo decirte con tacto, pero&hellip
Isabela Apago el celular no sin antes bloquear su número. Se me corrieron algunas lágrimas que limpio antes que papá se diera cuenta. Verlo tan feliz al lado de Yolanda solo me estruja el corazón. Eduardo casi todo el camino se la pasó mirando por la ventana, después de un rato me mira, trato de respirar hondo para no llorar. Tomando mi mano me mencionó que llegando a nuestro destino hablaríamos, que no estoy sola en esto. Unas horas después, pasando el medio día llegamos a nuestro destino, el Parque Nacional Cerros de Amotape, realmente es un lugar hermoso, lleno de vegetación y aire puro. Empezamos bajando la comida y los tapetes para almorzar. Yolanda todo el camino estuvo diciendo que había preparado unas delicias para nuestro paladar, así que después de acomodar todo para el campamento quedamos listos para probar sus manjares. Aproveché ese instante para caminar, acamparíamos cerca de un rio, así que me alejé con el pret
Eduardo Seguía despierto pensando en la imprudencia que he provocado, la culpa está apareciendo corroe mi tranquilidad. No debí enviar esa carta, hablarle de mis sentimientos de seguro la espanta, para ella esto es tan presurosos, creer en un amor intenso tan pronto suena a locura.¡Diablos! estoy obligándola a tomar una decisión que no quiere, ¿Todo para qué? Para que vuelva a sufrir porque yo no tengo claro lo que quiero. Por un lado, esta atracción que sigue creciendo, ese beso nació del corazón, por otro lado, ya no sé lo que siento por Casandra, sin embargo, me duele el que me engañe.¡Estoy volviéndome loco! Isa ama a su padre y solo desea verlo feliz y la posibilidad de un romance entre nosotros la tortura demasiado, cree que lo traiciona. Durante todo el campamento estuvo distante, evitó estar a solas conmigo y las pocas veces q
YolandaConDereksalimos a tomar un poco de sol y nos sentamos bajo la ramada que hay frente a la casa y mientras él va por unos helados, contemplo una escena extraña entre Eduardo e Isabela a unos metros más allá, al inicio hablaban amenamente y de pronto ella le tira una bofetada y retorna enojada a casa. Segundos después de hacer unas pataletas élhizolo mismo tras contestar una llamada.Eso me hizo recordar algunas cosas, como que la actitud de estos dos ha ido cambiando conforme pasaron los días. Sus miradas, sus conversaciones a solas, su trato amable, cariñoso y últimamente áspero, me está sembrado una duda en el corazón, ¿será posible que estén enamorándose?Isabela entra a casa sin mirarme, quizá no quiso hacerlo. Ha sido siempre cortante conmigo, hasta indiferente; se nota que no m