Sin cuartel:

Temprano en la mañana, la sirvienta le preparó su acostumbrada bandeja de desayuno y se la subió a la habitación. Monique Sanpier comió sus tostadas con mantequilla con lentitud, y bebió su jugo como si tuviese todo el tiempo de mundo.

Sobre su bandeja estaba el diario de ese mismo  día , y luego de limpiarse la boca con la servilleta, lo abrió.Buscando entre las páginas hasta encontrar lo que quería ver.

La fotografía suya, de Óscar y del niño.

Indudablemente hubiese sido una foto familiar perfecta, si esa zorra italiana no saliera también en ella.

Sin embargo, era necesaria la presencia de esa mujer. Era evidente, por lo que comentaba el artículo, que Oscar la estaba utilizando para alguna jugada de negocios.

Luego de ducharse y de vestirse, salió de su habitación, encaminándose a la de su marido. Tocó a la puerta, y esperó. Oscar la ordenó a entrar y ella así lo hizo.

—Buen día.- canturreó ella.

Sin embargo él no le prestó atención. Terminando de colocar los gemelos de oro en los pinos de su camisa.

—¿Vas a continuar ignorándome, Oscar? Ya me disculpé por lo ocurrido anoche.

Él continuó contemplándose al espejo, tomando un peine y procediendo a alisar su negro y lustroso cabello.

—No es la primera vez que haces algo así de imprudente Monique. Y no me refiero solo al hecho de poner a Dominic en el suelo estando en un lugar lleno de desconocidos.

Oscar se giró, clavando una mirada severa en su esposa.

—No debiste a llevarlo a la fiesta y punto.            ¿Sabes la cantidad de dinero que he tenido que pagar para que los chismosos periodistas de esta ciudad se concentraran en especular sobre mis próximos negocios, y no sobre mi hijo?

Ella lo contempló con fastidio.

—¿Qué querías que hiciera? El mocoso no paraba de llorar, amenazando a la niñera conque no se dormiría hasta verte. Además, Imagino que habrás pagado una cantidad similar a la que pagabas  para que la prensa no divulgase fotos tuyas con alguna de las zorras con las que me engañaste.

Oscar rodó sus ojos.

—Nuestro matrimonio es …

—Sí, sí, ya lo sé. Siempre te excusas en el hecho de que es un arreglo por conveniencia.- masculla ella, acercándose a él, y comenzando a acomodarle la corbata con tirones impacientes.- pero, ante la ley y ante Dios, soy tu esposa. Y merezco tu respeto.

Oscar tomó la muñeca de ella, en su mano, y la apartó con un leve y suave movimiento.

—Escúchame bien, Monique, no me colmes la paciencia.

—¡No me la colmes tú, Oscar!- masculló ella.— ¿ o qué? ¿Te avergüenza que tu bastardito te llamé papá en público?

Oscar inspiró con lentitud, cerrando los ojos para no perder la calma.

—El día de hoy tendrá lugar una reunión muy importante aquí, en el comedor de la mansión y será mejor que te mantengas fuera de mi vista y de la vista de mis invitados.

Ella cerró sus manos en puños, manteniendo las a sus lados, y lo miró con un rostro que comenzaba a enrojecer.

—¿Es esa m*****a mujer, verdad?- chilló ella. –la perra italiana por la que babeabas en la fiesta anoche ¿ no es cierto?

Oscar se pasó la mano por el cabello, frustrado.

—La Señora Fierro vendrá está mañana con su abogado. Comenzaremos las negociaciones para un importante acuerdo de cooperación entre su empresa y la mía. Ya te lo dije Monique. Esto es importante, así que no me jodas. Si sabes lo que te conviene, mantente fuera de vista.

Oscar:

Hay veces en las que simplemente no comprendo por qué me fuerzo a soportar a la loca de Monique.

Es cierto que mi  padre siempre la vió con buenos ojos y que se alegró grandemente cuando decidí casarme con ella, pero estos años a su lado han sido tan vacíos e insoportables como una condena en prisión.

La dejo sola, protestando y rebuznando en ni habitación, y me voy a la de mi hijo.

Son apenas las ocho de la mañana, pero ya el diablillo está despierto y alerta. Haciéndole la vida miserable a la pobre niñera.

—Buen día campeón.

—Hola, Señor Sanpier.

‘’¿Señor Sanpier?” Arrugo el entrecejo.

Me siento sobre el colchón, al borde de su cama y lo contemplo inquisitivamente, mientras su nana lo viste.

—¿Qué sucedió ahora, Dominic? ¿Por qué llamas a papá, señor Sanpier?

Era evidente que él  niño se sentía molesto. Arrugaba su carita en una mueca de descontento, y peleaba con la minera que intentaba vestirlo.

—¿Es muy malo que yo te llame papá? Dice la señora  Martine que no debo hacerlo.

Oscar liberó un bufido.

Entre Monique y su madre se habían propuesto al parecer, joderle la mañana.

—No importa lo que diga esa vieja fea.- Murmuró Oscar, atrayendo a su pequeño a sus brazos, y dándole un estrujón fuerte.

Dominic liberó un chillido de alegría, y luego su padre le despeinó los negros y revoltosos rizos.

—Yo soy tu padre y tú eres mi hijo. Lo que los demás digan, no importa.

—¿Ni siquiera lo que diga la tía Monique?- interrogó nerviosamente el niño.

—Ni siquiera lo que diga ella.

Dominic le devolvió una amplia sonrisa.

Y nuevamente regresó a Óscar la sospecha de que Monique fue quien llevó a su hijo a la fiesta, con toda la intención de que la prensa descubriese la existencia del niño.

En esta fecha y era, era increíblemente arcaico tratar a un pequeño de “ Ilegitimo” solo porque sus padres no estaban casados a su nacimiento. Él no lograba comprender por qué la alta sociedad española aún se aferraba a conceptos tan absurdos como ese. Y al final, Dominic era tan Sanpier como el mismo.

Su hijo llevaba su apellido, y eso era lo importante.

—La tía dice que solo si me porto bien, ella seguirá siendo mi mamá. Pero ella no me gusta de mamá. No la quiero.

—¿Por qué, campeón?

Su hijo lo miró a los ojos, y Óscar notó la gran tristeza en el corazón de su pequeño.

—Ella siempre me ha dicho que no es mi mamá. Me trata bien cuando tú estás, pero cuando estamos solos me dice cosas feas. – A Dominic le tembló el mentón. – hace unos días me dijo que yo maté a mi verdadera mamá. Que es mi culpa que mi mamá esté muerta y que no debí nacer nunca.

Oscar comprimió sus labios en una fuerte mueca de disgusto, acariciando la pequeña cabeza de su hijo,  mirándolo con firmeza a los ojos.

—Eso es mentira, hijo mío. Tu madre murió porque estaba enferma. Pero nunca dudes de que nada la hizo más feliz que tenerte entre sus brazos después que naciste. Estoy convencido de que si estuviese viva, ella te amaría con todo su corazón.

***

Dejé a mi hijo en manos de la niñera, y me hice una nota mental de recordarles a Monique y a la entrometida de su madre, que ninguna de las dos trabajaba, que vivían de mi dinero, y que lo único que yo les pedía a cambio era que tratasen bien a mi hijo.

No lo podía tolerar.

No podía tolerar que esas dos le hicieran la vida de cuadritos a un pequeño que a penas estaba comenzando a entender como funcionaba el mundo.

Dominic es un niño muy inteligente. Sobrepasa en aprendizaje a los niños de su edad. Con tan solo cinco años ya sabe los colores, los números hasta el cien, y fórmula oraciones tan completas y correctas que me hacen sospechar que él podría ser superdotado.

Es por eso que no quiero que crezca con el trauma y la falda creencia de su nacimiento mató a su madre.

Y para ellos le dejaré las cosas bien claras a las brujas de mi mujer y mi suegra.

Entró en mi despacho, y me da gusto ver qué ya Daniel está esperándome.

—¿Mañana difícil?- me interroga, con las cejas elevadas. Viendo que estoy medio despeinado y con la corbata torcida.

—Lo mismo de siempre. Monique con sus tontas perretas y Dominic en su guerra sin cuartel contra la niñera.

—Es por eso que no me animo a casarme. Las personas que más significan para ti, son las mismas que más joden.

—Y dilo. ¿Ya está todo listo para la reunión? ¿Traes el papeleo?

—Sí. Esta todo listo.

Me sirvo un trago de whisky, y le pasó otro a Daniel.

—¿Crees que lo sucedido anoche  nos afecte?- me interroga él, bebiendo con lentitud de su trago.

—Si te refieres a la presencia de Dominic en mi fiesta, no. No creo que nos afecte. Aunque otros empresarios pudieran mal ver las condiciones en las que nació mi hijo, la Señora Fierro no pareció escandalizarse del pequeño. Es más…parecía más bien...curiosa.

Daniel frunce su entrecejo.

—¿Te estará investigando?

—Seguramente. Si está considerando poner su dinero en nuestras manos, es lógico que nos investigue a fondo.

Con lentitud, encendí el computador. Accediendo a los archivos de vigilancia de la noche anterior.

Hacía años había mandado a instalar cámaras de las que nadie sabía, y una de ellas captó a Monique entrando a la habitación de Dominic, despertándolo y sacándolo de la cama, cambiandolo de ropas entre empujones y tirones, para finalmente llevarlo a salón de fiestas.

Esto tiene que parar.

Tomé mi teléfono y llamé a la ama de llaves.

—Teresa, sí. Por favor dale su carta de despido a la niñera y líquida lo que le debemos. Además pon un clasificado en la prensa para contratar a otra. Bien.- cuelgo y Daniel me contempla con asombro.

—¿Y qué hizo ahora la pobre niñera? Esta es la décima que despides en lo que va de año.

—Acabo de descubrir que no estaba anoche en la habitación de mi hijo, y eso es inadmisible. A ella se le paga por un servicio de veinte y cuatro horas.

—Comprendo. Y ahora, cuéntame, ¿que te pareció la hermosa y misteriosa Chiara Fierro?

—Creo que esa mujer es peligrosa. No sé por qué. ¿ Sabes si tiene alguna relación con los Montero?

—No que yo sepa. – Susurró Daniel.- ¿por qué lo dices?

—No lo sé.- me acomodé la corbata, y me alisé el cabello con los dedos.- es solo una sensación extraña que me da. Algo en ella me hace recordar a Cinthia.

—Hmm. No sé por qué. No tienen nada que ver. Mi prima era una chica pelirroja y española, la Señora Fierro es morena e italiana. Además, Cinthia jamás habría  estudiado comercio y administración de empresas.

Reí.

—Sí, tienes razón. Ella soñaba con estudiar Historia del Arte.

—¿Aún la echas de menos?

—A diario pienso en ella. Solo tengo que mirar el rostro de mi hijo para recordarla.

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