Secretos:

Chiara:

Contemplo el fluir de la ciudad a través de los enormes cristales, aquí en mi oficina, sentada tras mi buró y a la espera del impertinente de Adrián Abernathy.

Desde hace medio año estamos trabajando juntos. Tamborileo con mis largas y roja uñas sobre la madera.

Ese cretino tiene la mala costumbre de siempre llegar tarde.

La primera vez que nos encontramos él confesó que yo tengo todo lo necesario para ser su mujer ideal. El muy baboso tomó mi mano, y la besó con admiración.

Yo me limité a rodar los ojos, y perforarlo con una mirada desinteresada.

—Siento gran curiosidad, hermosa. ¿Qué tienes tú contra los Montero como para querer arruinarlos?- me increpó.- lo cierto es que no me esperé que fueses una mujer, y menos una tan…impresionante.

Sonrío.

A pesar de que el imbécil de Abernathy trabaja para mí, no tiene ni la menor idea de quién soy realmente, y así lo prefiero.

Mientras menos personas conozcan mi secreto, más a salvo estaré.

—Boun jornio*, princesa.- entona Abernathy, entrando a mi oficina,  pavoneándose por todo el lugar como si él fuese el dueño. – traigo conmigo el diario de hoy. ¿Ya lo viste?

Niego, moviendo la cabeza.

Adrián se sienta frente a mí, acomodándose en su silla, y comienza a buscar la sección del periódico que le interesa.

—A ver, dónde está…¡ajá! Dice…” durante la fiesta de anoche en la glamurosa mansión del Señor Oscar Sanpier , no faltaron los magnates, empresarios y agentes del mundo empresarial. Sin embargo, este reportero notó, como tantos otros asistentes a dicho evento,  la evidente complicidad entre el galardonado propietario de la principal metalúrgica del país, y la hermosísima “Señora de Hierro".

Adrián me mira por encima del periódico y me dedica una sonrisa jovial.

—Todo parece indicar que la prensa se aferra a llamarte así, princesa.

Yo elevo un desinteresado hombro.

—Una reina nunca se preocupa por la opinión de los lacayos.

—Tan bella como tan cruel.- farfulla él, regresando a su lectura.- continúo, “ es la firme convicción de este reportero, que grandes noticias estremecerán las páginas de este diario en los próximos meses. Ya que, conociendo la reputación de ambos empresarios ( la Señora Fierro y el Señor Sanpier, respectivamente) no será de extrañar que en lo sucesivo entreguemos reportes al público sobre una posible relación de negocios entre ambos, o una sentimental.’’

Adrián doble el periódico, y lo lanza sobre mi buró.

—Bueno, creo que el reportero lo ha dicho todo. ¿No cree, Señora Fierro?

—Sin dudas.

Adrián se reclina en su asiento, acariciando su mentón por un par de minutos.

—Lo más llamativo, es que nadie escribió sobre el pequeño en brazos de la Señora Sanpier.

—No comprendo por qué alguien tendría que hacer un reportaje escandaloso sobre eso. Solo son una familia, reunida durante  un evento nocturna.

Adrián estalla en estridentes risas, y yo lo contemplo con las cejas levantadas.

—A veces eres tan ingenua, princesa. – niega, despeinándose con los dedos, sin parar de reír.- ese mocoso es el hijo ilegítimo de Sanpier.

—¿Ilegitimo?

—Sí, ya sabes…concebido fuera del matrimonio.

Arrugo el entrecejo.

—Hace unos años, el muy cretino preñó a una de las tantas rameras con las que se acostaba. Y después intentó hacer creer a todo el mundo que el niño era hijo suyo con su esposa, la tal Monique.

La furia me corroe.

Si lo que Adrián me cuenta es cierto, eso significa que Oscar no solo jugaba conmigo y con su prometida hace cinco años , sino que en la ecuación había también una tercera mujer.

—Aquí están. Cómo tú asesor legal, es mi trabajo buscar cualquier pequeña cosa que pueda servirnos como ventaja en las próximas negociaciones con Sanpier. -Adrián busca su portafolios de trabajo, y de el extrae unos documentos que me pasa.

Miró los documentos con rapidez, y sonrío.

Los documentos contiene la partida de nacimiento de Dominic Ángel Sanpier.

Nacido el treinta de octubre, hace cinco años.

Padre Oscar Sanpier, madre desconocida.

—Un trabajo maravilloso, como siempre, Adrián.

—Para esto me pagas, querida. Ahora. Lo que no comprendo …es, ¿porqué Sanpier mostró a su mocoso ante todos en la fiesta de anoche?

Una sonrisa de satisfacción aflora a mis labios.

—Tal vez yo pueda responder tu inquietud.

Adrián deposita su mano bajo su mentón, apoyándolo en mi buró y mirándome, expectante.

—Es evidente que detrás de la repentina aparición de ese pequeño en público, está la propia Señora Sanpier.

***

Le pedí a mi secretaria que me trajera un café.

Era demasiado temprano en la mañana, ni siquiera eran las ocho y yo ya estaba en la oficina.

Adrián importunó a la pobre Rachel, pidiendo un chocolate caliente y unos bizcochos.

Además de impertinente, el hombre es un glotón.

Mientras bebo mi café, recuerdo a la pequeña familia feliz de anoche y se me llena el estómago de ácido.

—¿Qué sucede, princesa? Tienes cara de asesina.- comentó Adrián.

—¿Tienes alguna idea de si el Señor Sanpier está relacionado de algún modo con los Montero?

—Hace unos años, se corrió el chisme de que tenía una relación muy mal vista con la difunta sobrina de Don Enrique. Pero desde entonces…no. No creo.

Terminé mi café en silencio, mientras el devoraba bizcochos como un verdadero troglodita.

—Debemos prepararnos. Esta mañana debemos asistir a la junta en la mansión Sanpier. ¿Esta todo listo?

Él se limpia la boca embarrada de chocolate con una servilleta , y me sonríe.

—Por supuesto, mi jefa. Soy un profesional.

***

En el coche, de camino a la mansión Sanpier, ponderé las excentricidades del destino.

Hace años vengo preparándome para golpear a los Montero de frente, y destruirlos.

Poco a poco he hecho mi presencia más pesada y fuerte en el mundo financiero.

Sin embargo, miro de soslayo a la sabandija que me acompaña, para mi gran sorpresa, Adrián ya venía trabajando en causar la caída de mis enemigos.

Cuando lo confronté con lo que había descubierto, él ya llevaba años invirtiendo el dinero de los Montero en negocios destinados a fracasar y malversando millones de euros.

También los había endeudado con grandes bancos internacionales por cifras millonarias, derrochando ese dinero después y asegurándose de que esas instituciones no volviese a extenderles créditos ni préstamos.

Adrián me replicó que lo hacía por venganza.

Estaba cansado de que mi maldito tío lo tratase como un trapeador y no como el heredero de la mitad de todo lo relacionado con Montero Energy. Al fin y al cabo, dicha empresa la habían fundado los padres de Adrián y mi abuelo, Mario Montero.

Me contó que incluso, Enrique Montero había tenido la osadía de intentar forzarlo a casarse con su difunta sobrina. Una chica que había estado embarazada de sabe dios quién, y que por suerte, había muerto durante el parto.

Dice el refrán, "el enemigo de mi enemigo es mi amigo".

Y yo mantengo esta creencia mientras me sirva de provecho. Porque no soy tonta. Sé que en el momento en que algo salga mal, o si llegase a perderlo todo, el cabrón de Adrián se unirá a quien sea que tenga las de ganar.

Es por eso, que le permito actuar a sus anchas, pero me guardo mis secretos.

Cuando él me preguntó cuál era mi interés en derrumbar a los Montero, le dije que mi objetivo es también la venganza. Que por culpa de esa gente había muerto mi familia.

Y de cierto modo dije la verdad.

Contemplo como pasan las calles de Madrid por nuestro lado, en lo que nuestro avanza.

A veces me pregunto…

¿Cuál sería la reacción de Adrián si llegara a saber que la chica embarazada con la que quieran casarlo, era yo?

* Lo dice mal.

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