Dentro de la furgoneta, Oscar y Monique discutían.Ella le recriminaba por preocuparse por la maldita mujer que había arruinado la felicidad de ambos, el sentís que le ardía estómago.—¿Felicidad? ¡¿De qué felicidad, hablas loca?!- masculló él. –¡ tu y yo nunca fuimos felices!—Pudimos haberlo sido.- lloró ella. – si esa mujer no de hubiera interpuesto entre nosotros…—No te engañes Monique, tú y yo nunca tuvimos nada. Nunca hubiéramos sido nada, porque yo siempre ame a Cinthia.—¡No! ¡Ella está muerta!—No lo está y lo sabes, amo a Chiara.Monique se rió.—Ella está muerta Oscar.¡ A estas horas, ya se ahogó! Solo me tienes a mí. ¡Siempre me tendrás solo a mí!—No me lo menciones…¡¿o es que a así crees que he olvidado que tú saboteaste el avión de mis padre y si esposa?!Ella elevó un hombro desinteresadamente.—Era necesario. Estabas demasiado acaramelado con aquella cretina, la estilista pelirroja. Yo sabía que salías con ella por lo mucho que se parecía a Cinthia, y a tu padre no p
Sin esperar por permiso, salió de su habitación preguntando dónde quedaba la terapia, le indicaron que estaba en el tercer piso, y hacia allá se dirigió. Llegó justo en el momento en que las cortinas estaban descorridas, y los médicos luchaban por resucitar a un paciente. —Salió bien de su operación, pero cayó en paro hace unos minutos.- escuchó que una enfermera le explicaba a otra. Cjista caminaba de aquí para allá nerviosamente. —Cargando, despejen… - el sonido de la descarga eléctrica la hizo palidecer. Como ella miraba a través de una pared de cristal y de lejos, no lograba ver si el paciente era Oscar. Pero era evidente que el único paciente en esa pequeña sala. Comenzó a morderse las uñas, mirando a todas partes, como buscando algo… —Cargando, despejen…- otra descarga eléctrica sobre él. Chiara se estaba poniendo histérica. El paciente no respondía a pesar de que los médicos batallaban por salvar vida. —Aumenten la dosis de epinefrina.- ordenó el médico. Ella elevó u
El volvió a apartarla.—No es necesario que hagas esto. Ya bastante mal me siento de saber que mi hijo vivió durante años con una desquiciada que lo mandaba al hospital cada vez que yo…- Oscar se mordió el labio.—Ella no volverá a lastimarnos, mi amor.¿ Mi amor? Pensó Oscar.—Ahora solo debes concentrarte en tu recuperación. Cuando salgas de aquí, nos casaremos. Viviremos juntos y …Él negó.—Chiara, mírame.¡ Parezco un pandillero!—Eso no importa.- Susurró ella, acariciando su mejilla herida.—No me casaré contigo.- masculló él.- solo estás diciendo esto porque me tienes lástima.—No. – Chiara tomó su mano, besándola- digo esto porque pasé una noche entera creyendo que estabas muerto. Eso, y casi morir ahogada hace unos días, me hizo reflexionar sobre muchas cosas, la más importante de ellas es nosotros.Ella lloraba desconsoladamente, sujetando su mano.—Nos casaremos en cuanto te den en alta.- anunció ella, sonriente.—Oye, que aún no digo que sí.- protestó Oscar.—¿No quieres? ¿
Cinco años antes: —¡¿Dónde están?!- grité colérica. Arrancando la intravenosa de mi brazo, y levantándome de la cama.- ¡¿Qué han hecho con ellos?! ¡Dónde están mis bebés! Salí de mi habitación de hospital, gritando por el pasillo como lo haría una loca. El médico llegó, acompañado de un equipo de seguridad. Me agarraron ente ellos y me medicaron con un somnífero que me dejó dormida hasta el día siguiente. Cuando desperté, mi tío estaba a mi lado, mirándome con una sonrisa tan malvada y siniestra, que hoy en día aún me hiela la sangre. —Feliz cumpleaños número veinte.- se burló. —¡¿Dónde están mis hijos?! ¡¿Qué has hecho con ellos?! Él me miró con desdén, y me dedicó una mueca de asco. —Esas ratas murieron. Me aseguré de que la cesarea fuera planificada con antelación para que no sobrevivieran. Eran demasiado pequeños y débiles- masculló. El mundo se detuvo para mí en ese instante. —El doctor falsificó tu historia clínica. Se registró que sufriste una hemorragia durante la ce
Oscar: Ante la expresión curiosa de Chiara, no tuve más remedio que ofrecer una explicación. —Este es mi hijo. Su nombre es Dominic. Ella contempló al niño con el ceño fruncido, como si le fuese imposible comprender lo que yo acababa de contarle. —Es un pequeño hermoso.- comentó. – ¿y su madre? —¿Yo también lo soy, no crees, querido?- Murmuró Monique altaneramente, entrelazando su brazo a mi codo mientras yo acomodaba a mi hijo, sobre mi hombro, porque ya comenzaba a cabecear. El rostro de Chiara se convirtió en una máscara de falsedad, nos recorrió a los tres con la mirada, y sonrió tan lentamente, que más me pareció su sonrisa a cuando una cobra muestra los colmillos que a una sonrisa genuina. —Sin lugar a dudas, ustedes son una familia feliz…y unida. Luego de eso, ella se disculpó.Anunciando que a la mañana siguiente tenía unas reuniones importantes a las que asistir y que si yo quería concretar el préstamo, que mi secretario agendara una junta con ella en su empresa, lo má
Chiara: Contemplo el fluir de la ciudad a través de los enormes cristales, aquí en mi oficina, sentada tras mi buró y a la espera del impertinente de Adrián Abernathy. Desde hace medio año estamos trabajando juntos. Tamborileo con mis largas y roja uñas sobre la madera. Ese cretino tiene la mala costumbre de siempre llegar tarde. La primera vez que nos encontramos él confesó que yo tengo todo lo necesario para ser su mujer ideal. El muy baboso tomó mi mano, y la besó con admiración. Yo me limité a rodar los ojos, y perforarlo con una mirada desinteresada. —Siento gran curiosidad, hermosa. ¿Qué tienes tú contra los Montero como para querer arruinarlos?- me increpó.- lo cierto es que no me esperé que fueses una mujer, y menos una tan…impresionante. Sonrío. A pesar de que el imbécil de Abernathy trabaja para mí, no tiene ni la menor idea de quién soy realmente, y así lo prefiero. Mientras menos personas conozcan mi secreto, más a salvo estaré. —Boun jornio*, princesa.- entona Ab
Temprano en la mañana, la sirvienta le preparó su acostumbrada bandeja de desayuno y se la subió a la habitación. Monique Sanpier comió sus tostadas con mantequilla con lentitud, y bebió su jugo como si tuviese todo el tiempo de mundo. Sobre su bandeja estaba el diario de ese mismo día , y luego de limpiarse la boca con la servilleta, lo abrió.Buscando entre las páginas hasta encontrar lo que quería ver. La fotografía suya, de Óscar y del niño. Indudablemente hubiese sido una foto familiar perfecta, si esa zorra italiana no saliera también en ella. Sin embargo, era necesaria la presencia de esa mujer. Era evidente, por lo que comentaba el artículo, que Oscar la estaba utilizando para alguna jugada de negocios. Luego de ducharse y de vestirse, salió de su habitación, encaminándose a la de su marido. Tocó a la puerta, y esperó. Oscar la ordenó a entrar y ella así lo hizo. —Buen día.- canturreó ella. Sin embargo él no le prestó atención. Terminando de colocar los gemelos de oro en
Chiara: En algún momento durante el recorrido de mi empresa a la mansión Sanpier, debí quedarme dormida. Porque comencé a soñar, mejor dicho a tener pesadillas, con ese viejo decrépito otra vez. En mi sueño, yo estaba acostada sobre la camilla del salón de partos, me sentía débil y no lograba moverme, mientras que él gritaba y me escupía. Parecía más un oso rabioso que un ser humano. De pronto, sacó un bulto de documentos, las páginas ardían en su mano, y las arrojó sobre mí.Prendiéndome en un fuego devastador que carcomía mi ser y me devoraba. Corrí. Asustada, adolorida, inclusive los que me veían pasar se prendían en fuego también. Hasta que el hospital entero ardía en llamas. Y luego, logré salir de aquel lugar maldito, esperando ver los rayos del sol, pero me rodeó la más fría y profunda oscuridad. Me quedé allí, llorando mis penas, ahogada en mi propia soledad, en mi ardiente dolor, hasta que un sonido extraño llegó a mí. Era el llanto de un bebé... Lo busqué, como b