Chiara:Él me sonríe, y no sé si compararlo con un angelito o un pequeño demonio.—No puedes hacer eso, cariño.- Susurré.- ¿has pensado en tu papá?¿ Qué dirá cuándo se entere de que ya no lo quieres?Él hace un puchero, y le tiembla el labio inferior.—Por supuesto que quiero a mi papá, pero también quiero una mamá. Él no quiere dejar a la tía mala. No es mi culpa.Arrugo el entrecejo, el pequeñín es bastante obstinado.—Bueno, es tarde. – comento.- ¿Vamos a casa?—¡Si!- chilla él, loco de contento.Oscar:Cuando vi que me llamaba al celular, tuve la esperanza de que hubiera pensado mejor las cosas, y estuviera dispuesta a un trato más cordial entre nosotros.Sin embargo cuando me explicó que Dominic estaba con ella y por qué, no pude evitar sonreír.Al parecer, yo tenía razón. Mi hijo y yo estamos obsesionados con la misma mujer…cada uno por sus propios motivos.—¡Vete!¡ No te quiero aquí!- chilló Dominic al verme, y juro que me dolió el corazón.—No seas impertinente, Dominic. Esa n
Chiara:—¿De qué hablaban tu y Oscar?- interrogó a Adrián cuando regresa de la cocina.—Me preguntó cuándo volveremos a programar la reunión de accionistas. Parece que Daniel Montero y otros peces gordos se están poniendo nerviosos.—Ya. Por cierto. Necesito que cheques la demanda que nos interpuso Enrique Montero.- él hace una mueca de fastidio ante el nombre, y yo sonrío. – debemos estar prevenidos. No quiero problemas con ese sujeto.Al menos, no por ahora…—Lo checaré, pero desde ya te digo que sus quejas no tienen ningún fundamento legal. Su acusación no llegará a ninguna parte.—Es un alivio.Continuando repasando casos atrasados o pendientes, hasta que ya son las diez de la noche, y gracias a dios concluimos con el último.Me estiro, ufff.Estoy adolorida.—Bien, eso fue todo.- anuncio.—¿Qué le dirás a Sanpier sobre la reunión de inversores?—La verdad. Que hasta que no se inaugure el edificio nuevo, no se podrá realizar.Y cuando se inaugure el edificio de Ikarus Consortium,
Chiara:—Tendré que poner reglas. Ustedes no pueden estar entrando y saliendo de mi apartamento Constantemente.- protesté, entregándole cinco galletas al niño. Metiéndome dos yo en la boca, y ofreciéndole a Óscar, pero él negó.—Eso se arregla fácil. ¡Múdate con nosotros!- chilló Dominic.Yo lo miré con mala cara.—¿Leche?- ofrecí.—No, jiak. No me gusta.Ponderé los últimos acontecimientos un momento.Era cierto que era peligrosa mi amistad y cariño desmedidos por el pequeño. ¿Pero qué podía hacer?En el fondo, era humana.A pesar de que tenía una misión de venganza y de que mis objetivos estaban claros, Dominic llenaba una parte de mí que ni yo misma sabía que existía.Mi lado maternal.Sí.Sonreí con tristeza.El pequeño buscapleitos estaba aliviando el inmenso dolor que yo cargaba por haber perdido a mis hijos.Él termino de comerse sus galletas, se aferró a la manga de mi pijama y me miró, con los ojos enormes, cargados de cansancio.—Madrina, tengo sueño ¿me cuentas un cuento?O
Chiara:A la mañana siguiente, me desperté temprano, y liberé un gruñido de frustración al encontrar mi cocina completamente invadida.—¡Buenos días madrina!- chilló Domi al verme, y Oscar se giró para saludarme, con un movimiento de la espátula que sostenía en su mano.—¿Puedo saber qué hacen?- mascullé, molesta.—Papá está haciendo el desayuno.- anunció el niño, mirándome con precaución.Creo que notó mi mal humor.Respiré profundamente, y tomé mi asiento en la silla, cerca de la encimera.—Desde cuando eres un chef cinco estrellas, Oscar. Recuerdo que tú no sabías ni hervir agua.- protesté.Pero me mordí la lengua al instante.—¿Recuerdas?- me interrogó él, intrigado.Había sido una imprudencia de mi parte decir aquello.—Recuerdo…que alguien me lo contó...Ah, sí. Inga, tu niñera. Cuando le pregunté que por qué si Domi quería galletas caceras no se las hacías tú. Ella me respondió eso. Que no sabes ni poner agua a hervir.Él se encoge de hombros, regresando a las hamburguesas que e
Chiara: Regresé de almorzar con los japoneses, y Adrián volvió a mi oficina. —¿Qué tal te fue con los tacaños esos? —Muy bien. Le dije a Ichiro que hacemos las cosas a mi manera o que se meta su negocio por el culo. Abernathy eleva sus cejas. —Te gusta el peligro. —Vivir es un asunto peligroso.¿ Te encargarás de organizar la fiesta? —Vale. ¿Tienes alguna idea de dónde te gustaría celebrarla? —Sí...- tomé la lapicera y garabateo rápidamente una dirección. – aquí. Renta este lugar. Ellos se encargan de poner catering y servicio. Adrián miró la dirección y liberó un silbido. —¿Estás segura? Aquí es donde la gente de sociedad celebra sus bodas. El sitio ha de ser carísimo. —Podemos pagarlo. —Bueno, si lo llevas tan claro. Mejor me pongo manos a la obra. Él se va y yo sonrío. En unos días enviaremos la invitación. Me muero por ver la cara que pondrá Oscar cuando se celebre la fiesta. Oscar: —¿Está usted seguro de esto, doctor?- interrogo. —Sí. Los signos son evidentes. De
Adrián:—Dominic es nuestro hijo. Mío y de Oscar, por supuesto.—Sí, claro. Y Santa Claus y el conejo de pascua son mis amigos.—¿Por qué estás siendo tan cínico y escéptico Adrián, qué sucede?—Muchas cosas y ninguna de ellas es buena. Por cierto, ¿dónde estás? Hace semanas que no te veo por ahí.—Estoy trabajando. Reanudé mi carrera de modelaje y estoy en un trabajo bastante bien pagado desde hace un mes.—Hmmm, eso lo explica todo. Y oye, ¿cuando regresas?—En unos días. ¿Por qué?—No, por nada en especial. Es solo que me gustaría invitarte a qué almorzaremos juntos.Chiara:—No, no puedo.—Pero madrina, trabajas demasiado. Por un día que no vayas a trabajar no pasará nada.—Oh, por supuesto que sí. Si no voy a trabajar, el mundo explotará en pedazos, la economía mundial colapsará…¡y los zombis se comerán a los niños! – parodio, haciéndole cosquillas y el se ríe y chilla feliz.—No le tengo miedo a los zombis.- farfulla Dominic, elevando sus mentón valientemente.- pero quiero ir de
Adrián:—Bueno, maja, debo admitir que tu contrato de trabajo te ha venido de maravillas.Intercambiaron saludos, y ella sonrió, ocupando su asiento a la mesa, justo frente a él.—Gracias. ¿Ya pediste?—No. Estaba esperándote.Monique toma la carta y lee con rapidez las ofertas del restaurante.—Cuéntame, hace dos días que regresaste. ¿Cómo te sientes?—Algo cansada. Oh, pero mi estancia en Italia fue maravillosa. No te imaginas la de gente importante de la industria de la moda que conocí.—Seguramente los deslumbraste a todos con tu carisma y belleza.Ella se sonroja, y me sonríe.—Adulador.—¿Qué van a ordenar los señores?—Oh, yo quiero una ensalada Cesar y vino blanco, por favor. Estoy a dieta.- explica.—Pechuga de pollo a la parrilla. Gracias.El mesero se retira y Monique me contempla con curiosidad.—Y bien, ¿de qué querías hablarme?—¿Va todo bien entre Oscar y tú?La veo comprimir sus labios, pero luego oculta su malestar con una enorme y falsa sonrisa.—Sí, todo es perfecto
Chiara:—¿Estará bien papá?- me interroga Dominic, y no sé qué responder.—No tengo ni la menor idea, mi niño.Él está preocupado, y yo también.Ya más de varias veces he notado que Monique es una mujer mentalmente inestable. Hace cinco años, ella aprovechaba cualquier oportunidad para agredirme o burlarse de mí.En aquel entonces, yo me mantenía callada y me limitaba a evitarla, porque a fin de cuentas ella era la prometida de Oscar, yo era solo su…pfff.Bueno, sí, yo era su querida.Pero ahora, sabiendo lo que sé, que el matrimonio de ellos es mentira, que siempre ha sido una farsa e incluso Inga me confirmó que no dormían juntos, y que según había investigado nunca lo hicieron, esa obsesión enfermiza de ella por él me preocupa tanto.—¿Si papá se pelea de la tía, tu serías mi nueva mami?Las palabras de Dominic me sacan de mis reflexiones.Si Oscar se divorcia de Monique…Niego, en mi fuero interno.No. Ya he avanzado demasiado en mi venganza como para echarme atrás ahora.—Domi, c