— Es veneno de serpiente – la frente de Bastián se arruga en un gesto de confusión.— ¿Qué, de que hablas? – indaga acercándose un poco a la cama donde se encuentra Amelia.— De lo que le administraron imagino que en el jugo de naranjas dada la cantidad de vitamina c que arrojaron los resultados – explica cómodamente Arístides.A Bastián no le termina de convencer ya que conoce muy bien a su mujer y ella no aceptaría una bebida de nadie ya que odia ser atendida.— No fue en el jugo de naranjas porque no le gusta – cierra los ojos — tampoco debió ser una sola dosis porque Amelia toma vitamina C efervescente para alejar la gripa ya que es propensa a que se le inflamen las vías respiratorias – explica Bastián a su hermano.— Conozco a alguien que prepara un veneno así y no te gustará lo que vas a escuchar – ambos hombres giran hacia César que se encuentra recostado al marco de la puerta con una carpeta en la mano.— ¿De quién se trata? – pregunta en un tono peligrosamente bajo —
Bastián baja del vehículo para trasladarse hacia el laboratorio del Dr. Lucian Maleck con cara de pocos amigos, la chica de recepción se levanta con una sonrisa y ni siquiera la nota de hecho ignora sus gritos de alto al atravesar las puertas hacia un espacio restringido encontrando al buen doctor sumido en sus quehaceres. — Necesito pedirte que dejes de hacer lo que sea en lo que trabajas para que me atiendas – le saca el seguro a la pistola. El hombre salta en el sitio asustado, desconcertado por la situación a la que se ve expuesto. Bastián no es un asesino sin embargo en este momento la desesperación lo agobia ya que necesita salvar a Amelia y a su hijo. — ¡Claro… por… por supuesto! – el hombre no solo tartamudea sino que tiembla como una hoja ante la amenaza —. Puede bajar el arma, no es necesaria – explica y Bastián obedece bajando la pistola. — Tengo dos peticiones – enseña un tubo de ensayo y el hombre lo recibe —, la primera es que necesito un antídoto que contrarres
La ansiedad corroe su pecho y por primera vez el miedo amenaza con romperlo en pedazos frente a la posibilidad de no poder salvar a la mujer que ama y a su bebé. Con manos temblorosas mece su cabello rayando en la desesperación de verse encerrado en el vehículo que lo traslada de vuelta al recinto donde se encuentra Amelia luchando… luchando por resistir la maldad que por su culpa la ha arrollado y pugna por terminar con su vida y felicidad.— Deberías calmarte Bastián o explotarás en cualquier momento – dice César tratando infructuosamente de calmarlo —, mientras más rápido lleguemos a la clínica tu angustia va a cesar, pero no debes…— Jefe tenemos problemas…El hombre hace una señal y escucha por el dispositivo que tiene en el oído, aprieta los labios inconforme. Un auto con vidrios tintados atraviesa el camino. César dicta órdenes tan rápido que a Bastián solo le da tiempo a ajustar el cinturón de seguridad antes de que el auto en cuestión estalle en mil pedazos justo delante ell
Los nervios de Bastián se revelan en su contra orillándolo a sentir como poco a poco se acerca a un nuevo desorden emocional. César sabe que al colapsar habrá consecuencias porque su carácter endemoniado lo vuelve una fiera salvaje.— Guarda la calma amigo, todo estará bien – Bastián asiente con la mirada perdida en algún punto de la carretera.Su mano derecha empuña el antídoto con tanta fuerza que tal parece es su tabla de salvación en el profundo mar de desasosiego en el que se encuentra, una solitaria lágrima baja por su mejilla tan solo de pensar que a su hijo, ese pequeño ser que crece en el cuerpo de su amada Amelia le suceda algo malo. No se lo perdonaría jamás. No podría vivir con el peso de su propia consciencia ya que el daño a ellos habría sido por su culpa y esa misma culpa lo consumiría poco a poco.— En este momento no conozco el significado de esa palabra amigo mío – expresa en un momento de lucidez, no porque el dolor cese, sino porque un vestigio de esperanza habit
Bastián ingresa con César hasta una habitación empujando con premura la silla de ruedas, pasa por el lado de una preciosa enfermera con cabello rojo que llama mucho su atención y quien se ofrece a atenderlo. No le pasa desapercibida la sonrisa de la chica, sus movimientos son controlados y la manera de caminar le da muy mala espina. En lugar de sentirse nerviosa por el extraño movimiento de hombres uniformados y armados, se percibe muy tranquila y a sus ojos eso es raro.— Dígame lo que necesita para limpiar la herida – se ofrece tocando los anaqueles fingiendo no saber.— Descuide señor, tengo lo justo – saca una jeringuilla con un líquido amarillento sin que la vean.O eso cree ella.En el momento que lleva la profiláctica al cuello de César este golpea el cuello femenino deteniendo por un momento el fluido de sangre al cerebro y la mujer tambalea hacia atrás buscando aire y al no lograrlo cae sentada con las manos alrededor de la garganta asfixiándose.— ¿Dejamos que muera? – i
Cesar levanta la mano hacia Bastián para solicitar un segundo mientras escucha lo que tiene que decir su subordinado.— Bien, gracias Hector – Bastián arruga el entrecejo — Amelia está fuera de peligro junto a Aristides en el sótano – da un paso atrás.— ¿En la morgue? – asiente con una sonrisa tensa su compañero — un poco lúgubre ¿no crees? – niega.— Lo sé, pero es la única puerta blindada que hay en la clínica y que cierra por dentro, ahora vamos hacia allá para que puedas ver a Amelia – toma una bocanada de aire — ¿el antídoto? – cuestiona antes de salir.— Aquí está – menciona con ansiedad — doy gracias a los dioses de que el tubo no se ha roto – señala Bastián.— Es porque eres un guardián por excelencia – resopla enfadado.— Lo que estoy es cansado de esta mierda, quiero que acabe ya – informa molesto.— Por ahora está todo controlado, solo falta que ella despierte – asiente sin mediar palabra un Bastián esperanzado que algún día pueda ser feliz al fin.A medida que
Bastián abandona la silla en la cual se encuentra sentado para abrazar al amor de su vida, el rostro de ella se ilumina con la sola presencia de él. El dolor, el miedo y la incertidumbre bailan entre ellos, pero el amor verdadero los mantiene en pie ya que deben ser fuertes por ese bebé que ha protegido ella con su propia vida y él como un escudo humano teniendo en cuenta que ha llegado al punto en el que ha expuesto su propia vida por la de ellos.— Agäpi mou S’ agapó tóso polý (amor mío, te amo tanto) – le dice en su idioma mientras la abraza con tal sutileza que por su tamaño la escena se ve graciosa.Se siente tan eufórico que el miedo a maltratarla aun con el abrazo que desea darle lo desestabilizan por completo y llora como el niño que no le permitieron ser.— No llores mi amor, también te amo y te extrañé tanto que no deseo separarme nunca más de ti – ella solloza entre cada palabra y él se atreve a romperse en silencio.— ¿Te encuentras bien? – ella asiente — ¿te duele algo? ¡
Bastián baja del vehículo que se ha estacionado frente al restaurante del cual pretende llevar alimento para su mujer que ha despertado. No puede evitar sonreír ante el recuerdo de la expresión de felicidad de Amelia, aunque la sensación de ser vigilado eriza su piel. Respira profundamente pensando en lo paranoico que está ya que mira a su alrededor y no ve a nadie.— ¿Necesita que baje yo jefe? – indaga Horacio — no es necesario que lo haga usted – recalca al verlo mirar hacia todos lados con sospecha.— ¿No sientes que nos vigilan? – el hombre sale de la camioneta y se para justo al lado de Bastián pareciendo una gran pared de concreto.— Todos nos miran Sr. Christopoulos – en su rostro se asoma un atisbo de sonrisa — créame que de ninguna manera pasaremos desapercibidos – Bastián asiente con una sonrisa ladeada.Unos niños se acercan a ellos apoyando las palabras de su guarura, el más pequeño toca su pantalón hecho a medida y Bastián baja el rostro desplegando una sonrisa, pero