Brendan miraba a través del ventanal de la suite del hotel como la lluvia se precipitaba sobre la ciudad como un maldito manto gris, mientras esperaba la bendita visita del comisario. Sí, podría haberse presentado por sus propios medios, pero no se sentía capaz de conducir hasta la comisaría, por lo que le había pedido a O’Neill que se acercara hasta allí.Una lágrima comenzó a rodar por su mejilla, en el mismo momento en el que un golpe en la puerta, lo hizo darse vuelta enfocando la mirada en la madera.Inspiró profundo, llenándose de valor mientras se enjugaba los ojos, y se encaminó hacia la puerta. No sabía qué debía hacer ni cómo debía comportarse, pero ser el último en verla con vida hacía que la bilis ascendiera hasta su garganta.Una vez junto a la puerta, soltó lentamente el aire que había contenido de camino hasta allí y pasó la tarjeta por el censor, antes de abrir.—Hola —saludó O’Neill.Sin embargo, Brendan lo ignoró por completo y se dedicó a observar a quien se encontr
Denise y Liam observaban cómo, metódicamente, Nancy manipulaba el ordenador de su hija. No obstante, y aunque intentaba que no se notara en lo más mínimo, la muchacha comenzaba a desesperarse al no encontrar lo que sabía que su amiga había guardado allí.No podía ser, aquello no tenía ni pies ni cabeza. Dicho correo no podría haber desaparecido así como así, dado que sabía que su amiga guardaba absolutamente todo con su eterno mensaje de: «Por las dudas», y en aquel caso, si bien le había quitado importancia y no había querido hacer una averiguación como tal, había decidido conservar aquel mail, como siempre hacía con todos.—No puede ser —dijo, al cabo de media hora de búsqueda—. Esto no puede ser posible. Sé muy bien que ella guardaba ese mensaje —agregó, más para sí misma que para los padres de su mejor amiga.—Búscalo por el contenido del mensaje. ¿Lo recuerdas?Nancy negó con la cabeza, apesadumbrada.—Lo único que sé es que decía algo como: «Amelia, el pasado se hace presente. R
Brendan caminaba de un lado a otro de la sala de interrogatorio, a la espera de que su amigo y el comisario Howard O’Neill se aparecieran de una vez por todas y le indicaran cómo proceder. Le habían hecho mil y un preguntas que él no había sido del todo capaz de responder, por lo que, en muchos casos, ante la falta de credulidad del comisario y del detective Doyle, no le había quedado más remedio que atenerse a la quinta enmienda, con el fin de no complicar su caso, mientras esperaba que su abogado defensor apareciera para poder asesorarlo en esa circunstancia.—¿Qué demonios haré ahora? —le preguntó a su abogado, llevándose las manos a la cabeza, mientras miraba el descascarillado techo de la sala de interrogatorios. Aparentemente, por muchos años que pasaran, las dependencias policiales no dejaban de ser un lugar decrépito, de paredes diáfanas y completamente deprimente. Quizás esa era una de las maneras de imponer la autoridad, aunque él no lograra encontrarle el más mínimo sentido
Alahan se apeó del coche que le habían indicado en la comisaría que podía utilizar durante lo que durara la investigación, y observó el alto edificio que se cernía frente a él, de manera imponente.No le agradaba la situación en la que se encontraban. La mejor amiga de su hermana estaba desaparecida, y su mejor amigo era sospechoso de ello. ¿Quién en su sano juicio querría estar en su lugar? Nadie, absolutamente nadie.Suspirando, alzó la vista al cielo encapotado —¿cuándo dejaría de llover?— y se encaminó hacia la entrada.Sabía dónde vivía Amelia por las veces que había enviado paquetería para su hermana con aquella dirección. No habían sido demasiadas, pero sí las suficientes como para memorizarse la calle, la numeración, el piso y el número de departamento en el que vivía la muchacha.Una vez llegó al piso y departamento correspondiente, inspiró profundamente y llamó a la puerta.¿Cuántas noches en vela se había imaginado trasladándose hasta allí para confesarle sus sentimientos?
Adam se llevó las manos a la cabeza. No, aquello no podía estar pasando. Se había desvivido por enseñarle a sus hijos el valor de las personas, explicándoles el cómo debían comportarse y debían tratar a los demás; sin embargo, allí estaba, con la preocupación a flor de piel porque, aparentemente, su primogénito no había aprendido nada de todo lo que había procurado inculcarle a lo largo de su vida.No, no podía creerlo. No podía ser cierto. Brendan jamás haría algo como aquello, era imposible. No, Brendan tenía un comportamiento errático, era bastante más que adicto al alcohol, pero no era un psicópata. No, eso no podía ni siquiera pensarlo. Tenía que haber una forma de demostrar que su hijo no tenía nada que ver con la desaparición de Amelia Carter. Pero ¿cuál era esa forma? ¿Cómo lograría dar con ella?Sin saber qué hacer o cómo actuar, tomó su chaqueta del perchero que se encontraba a un lado de su escritorio y se la colocó, no sin antes tomar las llaves de su coche.Tenía que viaj
Cuando Alahan llegó hasta donde se encontraba Liam, el corazón se le paralizó por completo, al ver como aquel hombre, que había sido como un padre para su hermana, se había desmoronado por completo, dejándose caer al suelo con la espalda apoyada contra la pared del pasillo que conducía a la entrada.Con lentitud, procurando no sobresaltarlo ni incomodarlo, pero deseoso de conocer qué había sucedido para que se hubiese quebrado de esa manera tan repentinamente, Alahan se acuclilló junto a Liam, mientras le posaba una mano sobre el hombro.—¿Qué sucede? —preguntó con cautela, buscando la mirada del hombre.Liam soltó un sollozo lastimero y, con un dedo tembloroso, señaló hacia la caja que se encontraba a su lado y que Al había pasado por alto hasta ese momento.Frunciendo el ceño, se puso de pie y se encaminó hacia la caja de cartón, que se encontraba a unos pocos pasos, lo cual le daba la pauta de que Liam se había alejado de ella.¿Qué diablos había allí? ¿Qué tenía aquella caja que l
Tras finalizar la llamada con O’Neill, Adam se dejó caer en el sofá de cuero negro que se encontraba en una de las esquinas de la habitación, mientras continuaba intentando entender qué era lo que acababa de ver.¿Qué diablos hacía aquella Tablet allí? ¿Qué significaba el mensaje que parpadeaba, como la cuenta regresiva de una bomba? Pero, sobre todo, ¿qué tenía que ver con su hijo?Si Brendan había sido realmente quien había dejado aquel mensaje: ¿qué era lo que estaba queriéndole decir?—El pasado se hace presente; y me cobraré lo que, en un pasado, se cobró mi presente y mi futuro. No tengo nada que perder, cuando nunca he tenido nada —susurró, repitiendo las palabras que había leído una y otra vez, mientras le informaba su descubrimiento a O’Neill.No entendía qué demonios significaba todo aquello. ¿Dónde estaba Amelia Carter? ¿Qué significaba aquel mensaje? Y, por sobre todas las cosas, ¿qué tenía que ver su hijo en todo aquello?Suspiró y se llevó las manos a la cabeza, alborotá
Alahan se adentró en las dependencias de los peritos forenses, hecho una tromba.Hacía más de dos horas que los dispositivos móviles habían sido enviados para que los analizaran y nadie había sido capaz de aportar un rayo de luz en aquel maldito y oscuro laberinto en el que se encontraban.Al cruzar las puertas acristaladas, se encontró con que todos los que debían estar trabajando arduamente en los análisis de los móviles se encontraba repantigados en un sofá que se encontraba contra la pared final de las oficinas compartidas, hablando, riendo y bebiendo café, como si allí no hubiese nada importante que hacer.—¿Qué diablos están haciendo? —preguntó, alzando las cejas y cruzando los brazos.Los cuatro técnicos detuvieron todo lo que estaban haciendo, en un parpadeo, y se voltearon hacia él, abriendo los ojos de par en par.—¿Qué te pasa, Al? —preguntó Kiana, sonriendo mientras se acercaba hacia él pavoneándose.—¿Qué me pasa? ¿En serio lo preguntas? Hay demasiado trabajo que hacer.—