A la hora de la siesta y completamente cansados y preocupados, Liam y Denise se adentraban en Dublín. Habían decidido viajar directamente desde Tramore Beach hasta la capital irlandesa, con la intención de demorarse lo menos posible y efectuar en persona la denuncia que la policía no le había querido tomar a Nan. Denise se había prometido a sí misma y a su esposo que no se movería de las dependencias de la gard hasta que le aseguraran que, no solo habían tomado su correspondiente denuncia, sino que ya mismo se estaban poniendo manos a la obra.Adam se había comunicado con ella mientras iba por la M11 camino a la capital, informándole que había hablado con el comisario a cargo de la comisaría que se encontraba en la cercanías del café en el que su hija había sido vista por última vez, y que este los esperaría para poder hablar directamente con él sin pasar por ningún cargo inferior. Su jefe y amigo le había comunicado también la vaga información que había logrado sonsacarle a su hijo,
Nancy se paseaba de una punta a la otra del departamento de Amy. Se le había formado un nudo en el estómago, la bilis se arremolinaba en la garganta y el llanto no la dejaba tranquila. Sabía que, en cierto modo, se estaba comportando de forma un tanto exagerada, pero no lo podía evitar: Amy Carter era más que su amiga, era una hermana de la vida.Pero, ¿y si le había sucedido algo malo? «No», se dijo, cortando sus pensamientos en seco. No podía permitirse pensar de ese modo. Amy estaba bien. Sí, lo estaba. ¡Tenía que estarlo!Mientras se debatía entre su lado pesimista y el lado que la tranquilizaba asegurándole que todo estaría bien, el sonido del timbre rompió el silencio en el que se encontraba sumida la vivienda, haciéndola dar un brinco del susto.Con la mano en el pecho, se acercó al intercomunicador y pulsó la opción que le permitía ver quién se encontraba en el exterior.Suspiró, un tanto más tranquila, y tras indicarles que podían entrar, tras darle a la opción correspondient
Alahan caminaba de un lado a otro de su despacho, el cual se encontraba en la primera planta de su vivienda, y que había acondicionado como tal con el fin de mejorar su rendimiento laboral. Ya que le habían dado la posibilidad de trabajar desde casa, le parecía la mejor opción, aun cuando, cada cierto tiempo, debía dirigirse al edificio en el que se congregaba la Central de Análisis Tecnológico de la Gard, para presentar unos informes en papel, cuya existencia él no entendía y que, a pesar de sus constantes argumentos sobre por qué era mejor centrarse en la tecnología para hacer acopio de la información de los casos, no desaparecería por mucho tiempo.Estaba esperando una llamada que no le hacía ni pizca de gracia, pero que sabía que era necesaria para avanzar con la investigación del caso de Amelia Carter, la mejor amiga de su hermana, y por quien, hacía años había dejado de luchar, al conocer los sentimientos de su mejor amigo hacia ella. Sí, podría haber aprovechado la ausencia de
Brendan miraba a través del ventanal de la suite del hotel como la lluvia se precipitaba sobre la ciudad como un maldito manto gris, mientras esperaba la bendita visita del comisario. Sí, podría haberse presentado por sus propios medios, pero no se sentía capaz de conducir hasta la comisaría, por lo que le había pedido a O’Neill que se acercara hasta allí.Una lágrima comenzó a rodar por su mejilla, en el mismo momento en el que un golpe en la puerta, lo hizo darse vuelta enfocando la mirada en la madera.Inspiró profundo, llenándose de valor mientras se enjugaba los ojos, y se encaminó hacia la puerta. No sabía qué debía hacer ni cómo debía comportarse, pero ser el último en verla con vida hacía que la bilis ascendiera hasta su garganta.Una vez junto a la puerta, soltó lentamente el aire que había contenido de camino hasta allí y pasó la tarjeta por el censor, antes de abrir.—Hola —saludó O’Neill.Sin embargo, Brendan lo ignoró por completo y se dedicó a observar a quien se encontr
Denise y Liam observaban cómo, metódicamente, Nancy manipulaba el ordenador de su hija. No obstante, y aunque intentaba que no se notara en lo más mínimo, la muchacha comenzaba a desesperarse al no encontrar lo que sabía que su amiga había guardado allí.No podía ser, aquello no tenía ni pies ni cabeza. Dicho correo no podría haber desaparecido así como así, dado que sabía que su amiga guardaba absolutamente todo con su eterno mensaje de: «Por las dudas», y en aquel caso, si bien le había quitado importancia y no había querido hacer una averiguación como tal, había decidido conservar aquel mail, como siempre hacía con todos.—No puede ser —dijo, al cabo de media hora de búsqueda—. Esto no puede ser posible. Sé muy bien que ella guardaba ese mensaje —agregó, más para sí misma que para los padres de su mejor amiga.—Búscalo por el contenido del mensaje. ¿Lo recuerdas?Nancy negó con la cabeza, apesadumbrada.—Lo único que sé es que decía algo como: «Amelia, el pasado se hace presente. R
Brendan caminaba de un lado a otro de la sala de interrogatorio, a la espera de que su amigo y el comisario Howard O’Neill se aparecieran de una vez por todas y le indicaran cómo proceder. Le habían hecho mil y un preguntas que él no había sido del todo capaz de responder, por lo que, en muchos casos, ante la falta de credulidad del comisario y del detective Doyle, no le había quedado más remedio que atenerse a la quinta enmienda, con el fin de no complicar su caso, mientras esperaba que su abogado defensor apareciera para poder asesorarlo en esa circunstancia.—¿Qué demonios haré ahora? —le preguntó a su abogado, llevándose las manos a la cabeza, mientras miraba el descascarillado techo de la sala de interrogatorios. Aparentemente, por muchos años que pasaran, las dependencias policiales no dejaban de ser un lugar decrépito, de paredes diáfanas y completamente deprimente. Quizás esa era una de las maneras de imponer la autoridad, aunque él no lograra encontrarle el más mínimo sentido
Alahan se apeó del coche que le habían indicado en la comisaría que podía utilizar durante lo que durara la investigación, y observó el alto edificio que se cernía frente a él, de manera imponente.No le agradaba la situación en la que se encontraban. La mejor amiga de su hermana estaba desaparecida, y su mejor amigo era sospechoso de ello. ¿Quién en su sano juicio querría estar en su lugar? Nadie, absolutamente nadie.Suspirando, alzó la vista al cielo encapotado —¿cuándo dejaría de llover?— y se encaminó hacia la entrada.Sabía dónde vivía Amelia por las veces que había enviado paquetería para su hermana con aquella dirección. No habían sido demasiadas, pero sí las suficientes como para memorizarse la calle, la numeración, el piso y el número de departamento en el que vivía la muchacha.Una vez llegó al piso y departamento correspondiente, inspiró profundamente y llamó a la puerta.¿Cuántas noches en vela se había imaginado trasladándose hasta allí para confesarle sus sentimientos?
Adam se llevó las manos a la cabeza. No, aquello no podía estar pasando. Se había desvivido por enseñarle a sus hijos el valor de las personas, explicándoles el cómo debían comportarse y debían tratar a los demás; sin embargo, allí estaba, con la preocupación a flor de piel porque, aparentemente, su primogénito no había aprendido nada de todo lo que había procurado inculcarle a lo largo de su vida.No, no podía creerlo. No podía ser cierto. Brendan jamás haría algo como aquello, era imposible. No, Brendan tenía un comportamiento errático, era bastante más que adicto al alcohol, pero no era un psicópata. No, eso no podía ni siquiera pensarlo. Tenía que haber una forma de demostrar que su hijo no tenía nada que ver con la desaparición de Amelia Carter. Pero ¿cuál era esa forma? ¿Cómo lograría dar con ella?Sin saber qué hacer o cómo actuar, tomó su chaqueta del perchero que se encontraba a un lado de su escritorio y se la colocó, no sin antes tomar las llaves de su coche.Tenía que viaj