—¿Deseas algo de beber? —preguntó Valentino, mientras se acercaba a la licorera de madera.Leo declinó la invitación con un movimiento de cabeza.El padre de Antonella tomó una de las botellas, por el color del contenido Leo dedujo que se trataba de whisky, y lo sirvió en un vaso con algo de hielo. Luego caminó de regreso a su escritorio.—Entonces, ¿a qué debo el honor de tu visita? —preguntó Valentino. Le dio un sorbo a su bebida y, después de dejar el vaso encima de su escritorio, se reclinó en su asiento.—Vine a verlo porque necesito hablarle sobre algo importante.Valentino inclinó la cabeza levemente hacia un lado y un brillo de interés apareció en sus ojos.—Adelante —lo instó él.Leo se tomó unos segundos antes de comenzar.—Creo que Antonella podría estar en peligro —dijo finalmente, sin andarse con rodeos.Los hombros de Valentino se tensaron y cualquier rastro de ligereza desapareció de su rostro.—¿Qué te lleva a pensar eso? —preguntó Valentino, con el ceño fruncido.Leo
La sonrisa de Antonella no vaciló al ver a Annalise en su florería. Sus miradas se encontraron y ella le hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo antes de empezar a moverse por la tienda. No era la única cliente que estaba allí, había otras cuatro personas mirando la exhibición de flores. Además, su nueva guardaespaldas estaba de pie mirando casualmente los regalos que estaban a la venta. Estaba segura de que ella había reconocido a la recién llegada en cuanto entró y que estaba atenta a cada uno de sus movimientos.La presencia de Laura, su guardaespaldas, le daba una sensación de seguridad, y agradeció que tanto su padre como Leo hubieran insistido en contratarla.—Quiero ese para llevar —dijo uno de los clientes, señalando uno de los ramos—. ¿Podrías agregarle una tarjeta, por favor?—Por supuesto —dijo, concentrándose en el hombre—. ¿Le gustaría algo más?—Una botella de vino. ¿Cuál me recomiendas?Antonella le mencionó los dos mejores según su perspectiva y el hombre eligió e
Antonella soltó un quejido al sentir un dolor agudo. Lentamente, levantó una mano y se tocó la cabeza. Notó algo húmedo deslizándose hacia abajo y, al bajar la mano, vio con horror que era sangre.—¿Estás bien? —preguntó Laura, con la voz teñida de preocupación.Antonella se giró hacia ella y tardó un segundo más de lo habitual en responder. Era como si todo transcurriera en cámara lenta.—Recibí un fuerte golpe en la cabeza, pero creo que sobreviviré —dijo, tratando de aligerar la tensión—. ¿Qué sucedió?—Un auto nos embistió. No lo vi venir a tiempo, así que no pude evitar el impacto —respondió Laura con el ceño fruncido.Antonella miró más allá de la ventana y reconoció el camino casi silencioso en dirección a casa de Leo. Confundida, volvió a mirar a su guardaespaldas.—¿Por qué estamos aquí?No recibió una respuesta; en cambio, Laura le ordenó con firmeza:—Pase lo que pase, no bajes del auto. Los refuerzos están en camino, llegaran pronto.Antonella siguió la mirada de su guarda
Antonella se acomodó mejor en los brazos de Leo. Él se había convertido en su sombra desde que llegó a la escena del enfrentamiento. No la había dejado a solas ni siquiera cuando demandó explicaciones al equipo de seguridad. En ese momento, viajaban de regreso a casa. Ella descansaba sobre sus piernas en el asiento trasero del auto, mientras otro miembro del personal de seguridad que su padre había contratado los llevaba de regreso a casa, por fin.Leo prácticamente la había obligado a ir al hospital para una revisión, a pesar de que le había repetido que estaba bien. Ella había accedido con la condición de que Laura también recibiera atención médica. En su momento, no se había dado cuenta, pero una de las balas había rozado en el brazo a su guardaespaldas. Lo menos que podía hacer después de que ella había arriesgado su vida para protegerla, era asegurarse de que estaba bien. En menos de un minuto, alguien había subido a Laura a un auto para llevarla al hospital más cercano.—Annalis
Antonella despertó con las luces del sol filtrándose a través de las cortinas. Se dio la vuelta en busca de Leo, pero encontró el otro de la cama vacío. Frunció el ceño al notar que las sábanas estaban frías, lo que significaba que él ya se había levantado hace un buen rato.—Leo —llamó, pero no recibió ninguna respuesta.Se levantó de la cama y se quedó quieta junto a ella por un instante, esperando que Leo apareciera, listo para obligarla a volver a la cama o llevarla en brazos por toda la casa. Casi se rio de sí misma por sus pensamientos cuando eso no sucedió. Aunque, ¿cómo no asumir algo así tratándose de su novio sobreprotector?Se dirigió al baño y se tomó su tiempo en la ducha. Después de vestirse, salió en busca de su novio. No tenía que trabajar ese día —nunca lo hacía el día después de San Valentín—, así que planeaba quedarse en casa. Además, después de lo ocurrido la noche anterior, no estaba lista para enfrentarse al exterior.La primera planta de la casa estaba igual de
—Leo, toma asiento —le indicó su jefe en cuanto entró a su oficina—. Leí tu mensaje, pero me gustaría que me cuentes lo que sucedió. Leo se sentó frente al escritorio de su jefe y empezó a hablar. Debería haber llamdo a su jefe durante el fin de semana para darle los detalles del ataque de Annalise, pero se había limitado a enviarle un mensaje corto, al igual que a sus compañeros de equipo para alertarlos, luego había centrado su atención completa en mimar a Antonella. Incluso si ella parecía estar bien durante el día, había sufrido de algunas pesadillas durante las noches. Sacó la nota que Annalise le había enviado con las rosas y la colocó sobre la mesa. Su jefe la tomó y la leyó antes de devolversela.—Eso confirma que se trata de una venganza y que su objetivo soy yo. Necesito autorización para continuar con nuestras investigaciones y neutralizar a la amenaza.Aunque confiaba en el equipo de seguridad que había contratado Valentino, Leo prefería encargarse personalmente de enco
—Esto es algo que he querido decirte desde hace un tiempo, pero no sabía cómo hacerlo. —Fi apretó los labios y continuó—. Hace cinco años, en nuestra misión en Croacia, cuando conociste a Antonella, estuve en tu habitación la mañana después de que ustedes pasaran la noche juntos. Dettori no estaba contento de que hubieras desaparecido durante todo el día y menos cuando se enteró del motivo. —Continúa —ordenó Leo, al ver que Fi no decía nada más. Necesitaba saberlo todo. —Nunca te habías distraído en una misión antes y Dettori no lo vio con buenos ojos. Él me ordenó encargarme del asunto. No sabía si ella significaba algo para ti o si la volverías a contactar, pero debía asegurarme de que eso no sucediera. Entonces, vi un pequeño pedazo de papel, Antonella lo había escrito, y yo... lo tomé. Leo recordó cada palabra de Fi mientras miraba el rostro inexpresivo de su jefe.—No tenías derecho a interferir en mi vida.—Hice lo que se debía hacer y no me arrepiento de ninguna de las decis
Antonella levantó su celular al escucharlo timbrar. El día estaba siendo tranquilo, y aprovechaba para revisar algunas cuentas mientras Ariana, la nueva ayudante que había contratado a tiempo completo, se encargaba de preparar los pedidos. No había sido difícil tomar la decisión de contratarla. Ariana había trabajado con ella a medio tiempo en el pasado, ayudándola a cubrir eventos, y Antonella sabía que era alguien responsable. Cuando pensó en contratar a alguien, recordó el comentario que Ariana le hizo durante San Valentín, mencionando que estaba buscando trabajo.—Hola, buenos días —respondió al celular, sin apartar la mirada de su computadora.—Bonita blusa. —La voz al otro lado de la línea era inconfundible, helada y burlona—. No hay demasiadas personas hoy, a diferencia del día de San Valentín. Por cierto, las rosas rojas eran hermosas, aunque nunca supe si a leo le gustaron. El corazón de Antonella se detuvo por un instante, y una corriente helada recorrió su espalda. En la ú