—Hija, creo que eso ya está listo. Sienna frunció el ceño con confusión al encontrarse con la mirada de su madre, antes de desviar la atención hacia la masa que estaba amasando. Por supuesto, necesitaba usar algo de fuerza extra, pero lo suyo con esa masa ya parecía algo personal. —¿Por qué no dejas que me encargue del resto? —sugirió su madre, con una sonrisa suave. —No me molesta continuar. —Lo sé, pero creo que la masa me lo agradecerá. Ya has demostrado que no tiene ninguna oportunidad en contra de ti, así que ahora dale un respiro. —Su madre le dio un guiño. —¿Hay algo más que falte hacer? —No, tengo todo bajo control —insistió su madre—. Ahora, siéntate y cuéntame que es lo que te tiene de mal humor. —No es nada. —¿Estás segura? —preguntó su padre, entrando a la cocina. —¿Tienes alguna especie de radar para el chisme? ¿O estabas escuchando a escondidas? —respondió Sienna con un tono juguetón en lugar de dar una respuesta directa. —¿No hay algo de lo que quieras hablar
Kassio se recuperó rápidamente de la sorpresa inicial y, poniéndose de pie, señaló el asiento frente a él. —Por favor, tome asiento. Esperó a que Valentino tomara asiento antes de retomar su lugar. Mantuvo su rostro imperturbable, aunque lo único en lo que era capaz de pensar era en los motivos que habían llevado al padre Sienna hasta su oficina. Aunque algunas sospechas cruzaban su mente, decidió fingir ignorancia. Prefería no correr el riesgo de revelar algo por accidente. —¿En qué puedo ayudarle? —En realidad, pasaba cerca de aquí y creí que sería buena idea venir a saludar. No te he visto desde la fiesta de Vincenzo, aunque si me he mantenido informado. Kassio todavía se mantuvo imperturbable. —Me mando a investigar —afirmó. —Una vieja costumbre que aprendí de un amigo bastante desconfiado, y debo admitir que ha probado ser útil en más de una ocasión —Valentino sonrió. Aunque se veía en muy buena forma para su edad, bastaba con mirar en sus ojos para percibir la sabiduría y
—Como siempre estabas en lo cierto —dijo Andrea, mientras él y Sienna empezaban a caminar calle abajo—. La comida era espectacular. —No me habría dado cuenta —se burló Sienna—. Te habrías comido el plato, de haber podido. Andrea soltó una carcajada. —Quien sea que esté detrás de esos platillos se habría sentido halagado. —Probablemente o se habría molestado por tener que comprar nueva vajilla. Intercambiaron una sonrisa antes de volver su atención hacia adelante. No pudo evitar notar cómo algunas mujeres miraban a su amigo al pasar, de manera poco disimulada. No podía culparlas. Ella misma se había sentido un poco deslumbrada la primera vez que lo conoció. —Escuché que Vincenzo se casó. —Sí, ya van a ser dos meses. Los estaban destinados a estar juntos. Deberías verlos en una habitación, es imposible ignorar el amor entre ellos. Estoy seguro de que tendrás la oportunidad de conocer a Serena en la fiesta que organiza la constructora. —Seguro que sí. ¿Y tú? ¿Estás saliendo con
Sienna todavía estaba maldiciendo en voz baja a Kassio mientras llegaba a la pista de entrenamiento. No podía creer que él hubiera tenido la audacia de aparecer después de que le había dejado claro que no quería verlo más.—Y tenía que verse tan bien como siempre —refunfuño y se levantó el cierre de su mono con más fuerza de la necesaria.—Supongo que no hablas de mi —dijo Theo, parándose junto a ella.—Y tampoco de mí —añadió Gaia, uniéndose a ellos.—¿Entonces quien es el que puso de mal humor a nuestra princesa? —preguntó Theo, pasando un brazo sobre sus hombros—. Me ofrezco como voluntario para partirle la cara.—Un imbécil y tendré en cuenta tu oferta.—¿Mi coche está listo?—Sí, pero quizás deberías esperar un rato.—Estoy bien. Empecemos de una vez, tengo una carrera que ganar.—Como diga la princesa.—Llámame así una vez más y te ataré antes de tirarte a la pista.Su amigo soltó una carcajada.—Suerte, estaré en mi estación —dijo Gaia antes de alejarse con su tableta en mano.
—¿A quién le dices, cariño? —La pregunta había salido de boca de Sienna antes de que pudiera detenerla. Podía no ser su asunto, pero no se estaba echando para atrás. —Señorita, le dije que no puede pasar.Sienna casi se había olvidado de la secretaria.—Está bien, Susan. La señorita Morelli tiene pase libre.Kassio notó que su secretaria lucía confundida, pero se marchó sin hacer ningún comentario al respecto.—Estaba hablando con mi hermana —dijo Kassio, con una sonrisa presumida—. Te hablé de ella en una ocasión. Podría llamarla si quieres hablar con ella para estar más segura. —No espero respuesta y volvió a llamar a Natasha, pese a que Sienna sacudía la mano para que no.—¿Kassio? —preguntó su hermana del otro lado.—Hay alguien aquí que quiere hablar contigo.—Está bien…Kassio le tendió el celular a Sienna, quien lo tomó a regañadientes y le dio una mirada que prometía venganza.—Hola —saludó Sienna—. ¡No! Lo lamento, no quería gritar. No soy su novia. —Sienna soltó una carcaja
Sienna soltó una carcajada cuando el corcho de la botella de champán salió disparado, mojándola a ella y cualquiera que estuviera cerca. Después de la carrera, su familia y su equipo se habían dirigido hasta su casa para celebrar su victoria. Había obtenido el tercer lugar y estaba radiante de emoción. Le habría gustado llegar en primer lugar, por supuesto, pero dada la alta competencia en la carrera en la que participó, el tercer puesto era un logro destacado y le tenía un lugar seguro para pasar al siguiente nivel. —¡Por nuestra piloto! —vociferó Theo alzando la copa al aire—. ¡Hoy dio un gran espectáculo! —¡Y por mi maravilloso equipo! No lo habría logrado sin ustedes —dijo ella—. ¡Salud! —¡Salud! Después del brindis, todos se dispersaron en grupos más pequeños. Sienna aprovechó para ir a la mesa y tomar un plato, que llenó rápidamente con una gran cantidad de comida. Estaba tan hambrienta que sentía que podría comérselo todo ella sola. Otros también se unieron a ella mientras
Kassio detuvo su auto frente a las rejas de su casa de la infancia y esperó a que el guardia se acercara. A pesar de la sugerencia de su jefe de seguridad, había dado el día libre a sus guardaespaldas. Alguno podía estar informando a Nastia de sus movimientos y no iba a correr ese riesgo. Solo tenía una oportunidad para entrar en casa de su padre y conseguir algo que lo ayudara con su investigación.—Buenas tardes, estoy aquí para ver a la señora.—Señor, buenos tardes. Su madre no está en la casa.Kassio estaba al tanto. Un martes al mes, su madrastra tenía su cita con el peluquero. Usualmente tardaba alrededor de una a dos horas.—No hay problema, la esperaré adentro. —Su voz no dejaba lugar a discusión. El hombre dudó solo un segundo antes de asentir y abrirle las puertas.—Eso no fue tan difícil —comentó Domenico.—No lo fue, pero informaran a Nastia de que estoy aquí. No tenemos mucho tiempo. Sabes lo que tienes que hacer.—Descuida, yo me encargo.En cuanto entraron en la cas
A Kassio le pareció extraño que Nastia no hubiera aparecido en su oficina durante la mañana. Quería creer que era debido a su amenaza, pero no era ningún ingenuo. Nastia estaba tramando algo y lo más seguro era que iba a esperar el momento perfecto para cobrar venganza. Probablemente también creía que él no había descubierto nada. Si ella supiera la verdad, la situación sería diferente.Miró el sobre sobre la mesa de café, el mismo sobre que había estado guardado en una caja de seguridad en el banco que su padre había abierto a nombre de Kassio. Los números en el papel que había encontrado lo habían conducido hasta allí. Era claro por el volumen que solo contenía papeles que podían serle o no de utilidad, pero solo podría averiguarlo si lo abría. No se había arriesgado a hacerlo en el auto por precaución, así que había esperado hasta llegar a su departamento.Apenas había tomado el sobre cuando escuchó unos pasos provenientes del pasadizo, segundos antes de que su hermana apareciera.