Valeria tomó un sorbo de champán mientras sus ojos recorrían la pista de baile. Después de la cena y algunos discursos, varias parejas se habían unido, animadas por la música y el ambiente festivo.Su atención se centró en Kassio y su esposa, quienes parecían completamente absortos el uno en el otro, envueltos en una burbuja de felicidad, como si solo fueran conscientes de la existencia del otro. Antes, al verlos interactuar con Maxim, se había dado cuenta de evidente relación estrecha que tenían. La perfecta familia feliz.Un ardor comenzó a crecer en su pecho al pensar en su hermana. Valeria no debería haber perdido a la única familia que le quedaba. Ver a Maxim tener lo que ella ya no, había sido como echarle sal a la herida. Alejó su mirada de la pareja, intentando localizar a Maxim. Lo había perdido entre la multitud en algún momento después de su discurso navideño.—¿Me concedes esta pieza? —una voz masculina la sacó de sus pensamientos.Valeria alzó la mirada y encontró a Hug
Maxim la besó como si le perteneciera, como si tratara de reclamar su dominio sobre cada parte de ella. Una de sus manos se aferró a su cadera, atrayéndola aún más hacia él, como si quisiera fundirla con su propio cuerpo. Valeria no pudo ignorar la presión de la erección de Maxim contra ella. Un gemido se formó en lo profundo de su garganta, pero fue sofocado en los labios de él.Cuando se separaron, ambos jadeaban. Valeria sintió cómo la excitación viajaba por todo su cuerpo, quemándola desde dentro.—Ven conmigo a casa —pidió Maxim, aunque parecía más una orden que una petición.—Creí que no tendríamos ese tipo de amistad —respondió ella, su voz no fue más que un susurro.Maxim sonrió. Un simple gesto que le erizó la piel. Debía tener cuidado. La atracción que sentía por él era demasiado peligrosa, una amenaza a sus planes. No podía permitirse sentir nada por él o estaría perdida.—Podríamos romper las reglas solo por esta noche —insinuó él en un susurro, mientras su pulgar rozaba l
Maxim levantó a Valeria con ambas manos y ella envolvió las piernas en torno su cintura. Un rugido grave se escapó de su garganta cuando el núcleo caliente de Valeria rozó su miembro a través de la ropa.Comenzó a caminar hacia su habitación, aunque se detuvo más de una vez en el camino porque era incapaz de dejar de besarla. Valeria lo estaba enloqueciendo con sus pequeños gemidos, las sutiles caricias que deslizaba sobre su espalda por debajo de la camisa, y su cálido aliento que le rozaba el cuello.Al llegar a su habitación, Maxim recostó a Valeria sobre la cama y retrocedió. Sin quitarle la vista de encima, se fue desvistiendo. Una sonrisa se formó en sus labios al darse cuenta cómo Valeria lo devoraba con la mirada.—Espero cumplir tus expectativas —comentó.Valeria levantó la mirada y él le dio un guiño cuando sus ojos se encontraron con los de él.—Ya veremos.Maxim soltó una carcajada. Incluso en un momento como aquel ella encontraba la manera de sorprenderlo.Subió a la cam
Valeria despertó con un cálido brazo envolviéndola por la cintura. Abrió los ojos y se encontró cara a cara con Maxim. Los recuerdos de la noche y la madrugada se arremolinaron en su mente, provocando que sus mejillas se calentaran mientras el deseo volvía a despertar en su interior. Su cuerpo estaba adolorido y aun así lo deseaba una vez más.Se quedó allí, observándolo. Su cabello rubio brillaba con la luz de la mañana, y un ligero rastro de barba le cubría el mentón. Instintivamente, levantó la mano para acariciar su rostro, pero se detuvo al darse cuenta de lo que estaba a punto de hacer. Debía aprovechar que Maxim estaba dormido para indagar en la casa en lugar de mirarlo como una boba.Con cuidado, se sentó al borde de la cama y se tomó un tiempo para mirar alrededor. La noche anterior, con las manos de Maxim recorriendo su cuerpo, apenas había prestado atención a los detalles. La habitación era tan grande y elegante. Los detalles sutiles de la decoración iban perfectamente con
Valeria se puso algo nerviosa al ver a Maxim sonreír antes de llevarse el tenedor a la boca y comer como si ella no hubiera dicho nada. Necesitaba saber qué pasaba por su mente, si caería en su trampa o si, por el contrario, estaría de acuerdo con ella y dejar las cosas justo como estaban.—Come, encanto, tu desayuno se enfría —dijo él, continuando su comida.Valeria se sintió extraña al escuchar aquel apodo otra vez. La noche anterior no le había dado demasiada importancia, inmersa en el frenesí de la pasión, pero ahora se escuchaba más íntimo.—¿Hay algo de malo con el desayuno? Puedo pedir que te preparen otra cosa, si así lo deseas.Sacudió la cabeza y empezó a comer. Ninguno de los dos dijo nada durante un tiempo hasta que Maxim rompió el silencio.—¿Por qué?Valeria lo miró con el ceño fruncido, sin entender muy bien la pregunta de Maxim. —Lo que quiero preguntar es ¿por qué no deberíamos volver a acostarnos? —aclaró él—. Ambos la pasamos muy bien anoche, ni siquiera intentes
Valeria se inclinó hacia adelante y dejó el ramo de flores que tenía en manos frente a la tumba de su hermana. Rosas rojas, las favoritas de Nydia.—Feliz Navidad —dijo con una sonrisa melancólica y se sentó en el suelo—. Sé que ha pasado un tiempo desde la última vez que vine, y no sé cuánto tiempo pasará antes de mi próxima visita. Quería que lo supieras. Yo... —se interrumpió y soltó un suspiro—. Han pasado algunas cosas recientemente. Por fin conseguiré que él pague por el daño que te hizo.Apoyó la barbilla en sus rodillas, abrazándose a sus piernas, y cerró los ojos. Los recuerdos del fatídico día en que su hermana murió la bombardearon. No quería pensar en eso, no en navidad, pero por más que lo intentó, no pudo frenar el curso de sus pensamientos.A pesar de los años transcurridos, las imágenes eran tan nítidas como si todo estuviera sucediendo otra vez.Acababa de llegar del trabajo y entró en la habitación de su hermana para ver cómo estaba. Nydia descansaba en su cama, y por
Maxim soltó un suspiro de cansancio y recostó la cabeza contra el asiento del coche.—A casa —ordenó, cerrando los ojos.—Por supuesto, señor —respondió su conductor, y poco después se escuchó el suave rugido del motor.Había tenido un par de días agitados. El día después de Navidad, su asistente le informó que había surgido un problema con uno de sus clientes y este se negaba a firmar la renovación del contrato. Aunque estaban en plena temporada festiva y el asunto podría haber esperado hasta después de Año Nuevo, Maxim sabía que en su negocio los retrasos podían costar caro. Era demasiado fácil perder clientes importantes si no se actuaba con rapidez.Maxim le había solicitado a su asistente que le concertara una cita y había cogido un vuelo ese mismo día. Después de tres días de reuniones, discusiones y algunos ajustes en la oferta, logró convencer al director de firmar el contrato. Con el problema solucionado, esperaba estar libre hasta después de Año Nuevo.Pese a que estaba cans
El ático estaba a rebosar de gente. Maxim reconoció algunos rostros —aunque difícilmente podía recordar sus nombres—, pero la mayoría eran desconocidos para él. Llevó su vaso de brandy a los labios, observando a los asistentes con cierta indiferencia. Era un hecho de que muchos ya estaban pasados de copas. Las risas resonaban con más fuerza, los movimientos carecían de coordinación, y las conversaciones se llevaban en volumen alto.Mientras observaba lo que sucedía a su alrededor, no pudo evitar sentirse desconectado de todo aquello. Las noches desenfrenadas de alcohol y excesos habían perdido su atractivo hacía mucho tiempo. Ese era el motivo por el cual había dejado de asistir a la mayoría de fiestas a las que era invitado. De hecho, habría rechazado aquella invitación también, de no ser porque el anfitrión era Anthoine, uno de los pocos amigos que conservaba del pasado, aunque el tiempo y las circunstancias los habían distanciado.Como si lo hubiera invocado con el pensamiento, Ant