Samuel se encontraba en su oficina recibiendo miles de demandas por parte de una importante escritora. Por qué su libro, que aún no estaba disponible para el público, estaba rodando por todas partes.
Eso era un gran problema para él, solo su editorial tenía el borrador, por qué el mes próximo saldría en todas las librerías de Boston. Y, de esas librerías, ocho de ellas él, era el dueño.
Había sido difícil para él, hacerse cargo de las editoriales que dejaron sus padres. Más, tener que criar a su hermana Sara, jamás se arrepintió de ese año que se volvió eterno para él. Entre juzgados y abogados. Por poder tener la custodia, porque él, solamente tenía 18 años, aun así lo logró, guardo sus lágrimas y lucho por lo único que le quedaba, Sara.
No se permitió llorar la muerte de sus padres, tenía que ser fuerte y lo primero era no permitir que sus tíos se hicieran cargo de ella.
Se levanta dispuesto a marcharse ya estaba agotado mentalmente, recoge su saco y se pasa los dedos por cabello ondulado. Samuel es un hombre muy atractivo y con rasgos marcados y de unos ojos color miel, que hace a cualquier mujer voltear una segunda vez para mirarlo, más su llamativa altura.
Aun así, teniendo todo eso a su favor, no le prestaba mucha atención a tener una relación y sí, tenía sus desahogos, tampoco no era un santo, pero solo eran eso y nada más, desahogos.
Sale de la oficina y su secretaria se levanta de prisa.
—Señor, lo acaban de llamar del colegio de su hermana, es urgente que se presente.
El rostro de Samuel se descompone, al escuchar a su secretaria.
—¿¡Qué has dicho!? ¿¡Por qué coño no me han llamado al móvil!? —grita pasando las manos con frustración por su cabello.
—Se-señor —se traba la joven, por los nervios—, ellos lo hicieron, pero su móvil sonaba apagado.
Samuel se palpa los bolsillos y recuerda que apagó el móvil, por tantas llamadas que estaba recibiendo por los abogados.
No lo piensa más y mira a su secretaria pidiendo que cancele todo lo que había pautado y sale disparado en su Ferrari de color rojo, a toda velocidad, al colegio.
Veinte minutos después llega al colegio, camina rápidamente a la dirección al pasar por los pasillos lo llaman.
—¡Sr. Cruz, por aquí! —le hace señas una hermosa joven, que ha visto algunas veces al dejar a su hermana, pero no recuerda su nombre.
Él se acerca.
— ¿Qué ha pasado con Sara? ¿Dónde está?—pregunta con su voz ronca.
La joven lo detalla por unos minutos y se deleita con su belleza.
—Lo... hemos estado llamando, no se preocupe, no es nada grave — hace una pausa y trata de ser profesional y dejar sus hormonas a un lado —, es normal que eso le sucediera en algún momento. A Sara, le llegó su primer periodo. Mientras hacía educación física. Lo malo, es qué…, se asustó y entró en pánico, se han burlado de ella. Salió corriendo y se encerró en el baño — señala la puerta y añade, con una ceja levantada—,
¿Usted nunca le habló que a cierta edad pasaría eso? Aquí en este colegio no está permitido, pero en las charlas que nunca asiste, siempre pedimos que los padres abarquen ese tema con las niñas.
Samuel se mueve incómodo, tenía mucho trabajo y la verdad, no le apetecía venir a esas reuniones y también no era un asunto que él pueda hablar con su pequeña hermana y tampoco no pensó en eso.
No le responde, se limita a pedir que lo deje hablar y tratar de llamar a su hermana.
La joven se aparta de la puerta y él, toca con los nudillos.
—Hey, Sara. Abre, pequeña, soy yo —Se escuchan unos sollozos detrás de la puerta y Samuel, trata de controlarse, quiere llevársela lo más rápido posible—, ábreme, cariño. Por favor —le susurra con su dulce voz.
Suena los pasadores, la joven le entrega algunas cosas de aseo y una falda colegial.
Samuel las toma y al entrar al baño ve a su hermana en el suelo con sus rodillas pegadas en el pecho y su cara oculta entre las piernas, su hermoso cabello castaño le cae a los lados.
Él se acerca y se inclina frente a ella y acaricia su cabello con amor, nota la presencia de alguien atrás de él, sin girarse, hace un gesto con su mano para que se retire.
Sara levanta su cara y se arroja a los brazos de lo único seguro que conoce y, solloza aún más fuerte, Samuel la cobija en sus brazos. La mece en ellos hasta que se calma un poco.
—Sam… ¿Qué me pasa? Me estoy desangrando y yo… ¿Yo, me voy a morir igual que mamá y papá? — preguntó llena de miedo, sin parar de llorar —, me duele aquí —Le señala su abdomen volviendo a quebrarse.
A Samuel se le encoge el corazón y, piensa, ¿por qué carajo no le hablo sobre su primer periodo? Se sienten culpable y, solo, quiere borrar este día de su memoria.
—No, cariño, eso no pasará —le sonríe con tristeza y le deja un beso en la frente—, ven, vamos a casa, levántate.
Sara asiente y se levanta, Samuel le ordena que entré al cubículo y le pasa unas toallas húmedas, la falda y unas bragas con su protector colocado.
—Anda, Sara. Colócate esto, yo te espero aquí.
Sara no se mueve, mira perpleja todo lo que tiene en las manos, más se enfoca en las bragas.
Samuel decide ayudarla, tira a la basura todo más su pantalón de deportes. Sara busca su mirada y su labio inferior comienza a temblar, está a punto de llorar otra vez.
La toma en brazos y sale del baño con ella cargada.
Al salir la joven le da una leve sonrisa, él asiente y se va pensando todo lo que le toca conversar al llegar a su casa.
Como desea en estos momentos que su madre viviera...
El regreso al apartamento fue silencioso.Sara se mantenía en modo fetal en su asiento, con su cara oculta, sentía mucha vergüenza y miedo, no sabía qué le estaba pasando.Pequeños quejidos del llanto que trata de detener, tiene a Samuel con el corazón hecho una mierda. Samuel no sabe cómo actuar, ni que decir, va conduciendo, piensa en lo único que siempre la calma. Con una mano suelta el cinturón de seguridad de Sara, y jalo de su brazo y la atrajo hacia su regazo. La nombrada solloza con más dolor y esconde su cara en el pecho de su hermano, donde siempre se ha sentido segura.Samuel sigue manejando mientras le acariciaba el cabello hasta que se duerme. El pecho le arde, le duele verla así (En qué mundo estaba que no pensé en hablarle de ese tema) se reprochaba mentalmente. Minutos después llegan y Samuel, la despierta. —Cariño, ya llegamos —susurro en su oído, con su voz dulce, pasando sus dedos por su cabello. Sara se queja y abre sus hermosos ojos café dorados, Samuel se de
Actualidad•Samuel•Los pequeños rayos de sol que se cuelan por las persianas y me hacen achicar los ojos, siento algo tibio, pegado a mi costado como cada mañana y sonrió sin poder evitarlo.La observó su piel blanca con esas bragas de Dora la exploradora que tanto le gustan, algo infantil para sus dieciocho años, pero me gusta que sea única.Y, también, que solo yo puedo verlas.Sería extraño para alguien que nos viera, ¿qué pensarían de dos hermanos que duermen juntos y más en ropa interior? No sé, en qué momento pasó, solamente un día comenzó a dormir en bragas, sujetador y yo solo en bóxer.Es mi hermanita, mientras la vea de esa manera no habrá ningún problema. Me gusta sentir su tibia piel pegada a mi cuerpo y últimamente más de lo normal. Su larga cabellera castaño oscuro le cubre todo su rostro.A veces, me preguntó ¿cómo mierda respira con todo ese cabello en la cara? Mis ojos bajan por toda su anatomía, posándose en su trasero respingón.No aguanto las ganas, me preparo pa
•Sara•Lo que sucedió hace un momento quedó olvidado y es algo que hacemos muy bien, siento que una cuerda me jala a su lado, Sam es tan atractivo que así sea mi hermano mayor, es inevitable no sentir todo esto que ha crecido poco a poco dentro de mí.Vamos caminando hacia el estacionamiento cuando un silbido que conocería donde sea, llega a mis oídos. ¿¡Será…, será!? Me giro y sí, es él. Tres años sin verlo y no puedo más que gritar su nombre. —¡Bryan!—suelto a Sam de la mano y corro hacia él. Dios…, como se puede extrañar tanto a una persona. Bueno a dos, Bryan y Maikol Cruz son nuestros primos gemelos, tres años menores que Sam. Se fueron a España con sus padres, por un millonario contrató que le ofrecieron a Bryan, que es arquitecto mientras. Maikol, es psicólogo. Bryan, está superguapo. Hasta con muchos más músculos de los que recordaba, con esa sexy sonrisa baja bragas, como diría Patricia y sus ojos azules como los de Tía Greta, es fácil distinguirlos, por eso, ya qué, él l
•Samuel•Sin pensarlo más la beso de una manera que jamás imaginé. Estoy completamente jodido...Mi cerebro en ese momento no reacciona, no ve culpas, solo se sumerge en ese beso. Sus cálidos labios me reciben gustosos, subo una mano a su rostro y acarició su suave piel, con la otra la apegó más a mí, siento el calor de su cuerpo que tanto me gusta, y su corazón late fuerte, devoro sus labios y atrapó su labio inferior entre mis dientes dándole una suave mordida que la hace gemir y en ese momento me obligó a abrir mis ojos.Estoy duro y tuvo que sentirlo, me alejo de ella.¡Mierda, es mi hermana!, ¿¡Qué estoy haciendo!?No, Sam... Esto no está bien, soy un completó enfermo.Sus ojos dorados me consumen y sus mejillas están sonrojadas, pero sus ojos... ¡Joder! No sé, leerlos; reflejan confusión y a la vez tienen algo más..., decepción, es eso, debe estar pensando lo peor.Soy su hermano mayor. Su único hermano, la he criado como mi hija.Y, esto..., es un maldito error.Comienzo a cami
•Samuel• Bryan me cabrea, no me gusta que se coma a Sara con la mirada. Nunca nos hemos llevado bien. Con Maikol todo es diferente, es un buen amigo y le tengo mucho apreció, me ayudó mucho aunque era menor que yo, cuidaba de Sara cuando estaba entre juzgados luchando por su custodia. En eso suena el timbre y escucho claramente como Bryan dice burlón, que comience el show. Sabía que algo había detrás de este almuerzo. No sé, por qué me sorprendo, cuando tengo unas escorias como familia. Greta se apresura a abrir con entusiasmo. Y observó a un chico de unos veintitantos, bien vestido, alto, pero no más que yo. Greta le da dos besos en la mejilla y otra persona se hace presente. Una hermosa chica que parece de mi edad o menos, es rubia también. Con buenas curvas, no lo voy a negar. Saluda a Greta, y pasa su mirada por la sala, se detiene a mirarme. Sara también la observa, pero no le presta atención continua en su mundo. —Samuel, Sara. Les presento a Zachary Román y Zac Román. Hijo
•Sara•Tres días han pasado desde el almuerzo. Todo cambió, Sam cambió, está callado, no sonríe y con una cara de mil demonios.Se la pasa metido en la editorial, como si quisiera evitarme y me duele, no he tenido ganas de ir al instituto y él tampoco me ha dicho algo al respecto. Ese día le expliqué de mil maneras que Zac, solo intentó limpiar un poco de labial que se me había corrido, pero no quiso escucharme. Zac, me tomó desprevenida y no me dio tiempo de reaccionar y apartarme, sé lo protector que es Samuel, pero ese chico nada más estaba siendo amigable, pero Sam, no me dejó hablar más y me ignoro todo el camino de regreso, aunque la verdad, todo esto es por el beso. Después de la pequeña amenaza de Sam, me tomó de la mano y nos fuimos, no me dejó despedirme de nadie.Solamente logré mirar a Maikol y me hizo señas con una mano, que lo llamara. Hemos recibido llamadas por montones de Greta y Manuel. Sam no ha contestado ninguna, y yo, menos, solamente quiero qué todo sea como
•Sara•Me había quedado dormida después de la salida con Maikol, fuimos por un helado y al centro comercial, sin duda, lo necesitaba.No sentí a Samuel llegar. Pero sí, su cuerpo cuando me apego a él, y sus labios dejaron un beso en mi cuello, me erizó la piel, pero todo se acabó al sentir un olor extraño, me dio un revolcón en el estómago, cuando pude distinguir bien era perfume de mujer.Mi corazón se rajó un poco más. Después de nuestro beso..., no sé, qué duele más, ¿saber que estuvo con otra o creer que algo pasaría entré nosotros?Trato de ocultar mis lágrimas y le digo que huele a perfume de mujer, pero es inútil, soy tan frágil.Se queda en silencio y yo también, me siento en el sofá y trato de no mirarlo y que no note mis ojos llenos de lágrimas.—Sara, no debo darte explicaciones —musito.—Pensé que me querías, Sam —derramo mi primera lágrima y paso el dorso de mi mano con brusquedad para limpiarla.—No quiero que confundas las cosas, cariño. Ese beso fue un error. Sin embar
Trato de no pensar, en el peso que traen sus palabras, joder... No puedo negar que me gusta lo que dijo.Tomó su rostro en mis manos, no pienso responder, dejó un beso en su frente y la apegó a mí.—Duerme, pequeña..., no sabes lo que dices. Eres muy joven y yo, soy un hombre mayor y sé que en estos momentos, no eres consciente de lo que dices.— No me trates como una niña, si sé, lo que digo. Te quiero a ti, solo quiero que me digas, ¿si estás dispuesto a quererme de la misma manera?No respondo, miro fijamente el techo y ella se voltea.—Buenas noches, Samuel.Samuel, Samuel..., está molesta lo sé, ella es tan niña y no sabe todo lo que eso traerá. La quiero, la deseó como un desquiciado, pero no puedo, es mi hermana. La giro la apego a mí, pasando mis brazos por su cuerpo. Nada más así dormirá a mi lado, se mantiene tensa, sin embargo, después se relaja y me abraza con ternura.Soy un maldito indeciso.•Sara•Ya había amanecido, Sam no se encontraba a mi lado. Anoche me dolió que