—Juro que no entiendo por qué no me puedo ir. Ya estoy bien. Llevo más de un mes en rehabilitación… ―se quejó Denise mientras la enfermera la ayudaba a sentarse en la cama, a la hora del almuerzo.―Cariño, no falta tanto. Sé que ha sido un mes complicado para ti, pero es por tu bien ―dijo la mujer con una sonrisa, colocándole una pequeña mesa plegable sobre su regazo, antes de depositar sobre esta la bandeja con la comida.―Pero el doctor Lynch me dijo que estoy bien, que me he recuperado perfectamente, a pesar de los traumas sufridos por el accidente… ―objetó en un suspiro.―Así es, cielo. Te has recuperado excelente, a pesar de todo, pero el mismo doctor Lynch decidirá cuándo es oportuno darte el alta ―respondió la enfermera, acomodándole una servilleta en el cuello del camisolín que Denise llevaba como toda vestimenta―. Sé lo duro que es estar hospitalizada, pero, ya verás, en menos de lo que te imaginas podrás salir de aquí.―Eso espero ―murmuró Denise mientras observaba con disgu
Después de cuarenta minutos, Denise continuaba hablando con Caitlín, quien acababa de comentarle qué tipo de flores había escogido para decorar su casa para la noche de la boda. Había perdido la noción de tiempo, pero no le importaba demasiado, se lo estaba pasando increíblemente bien cumpliendo su rol de dama de honor y aconsejándole que los lirios de color violeta y las rosas rojas aterciopeladas no eran una buena combinación.—Pero amo los lirios —objetó Caitlín, haciendo un mohín.―Y a mí me encantan, no digo que los quites, pero creo que se verían mejor si fueran blancos ―dijo Denise con una sonrisa.—¿Tú crees? —preguntó, no del todo convencida.―Sí ―respondió con un asentimiento―. Sé que una boda no es lo mismo que el diseño editorial y demás, pero el violeta con el rojo hace que ambos pierdan protagonismo. Aunque, ya sabes, yo solo te doy mi opinión porque quiero ayudarte a que el lugar quede precioso para tu boda, pero, a fin de cuentas, es tu boda y tú decides.―Lo sé, y cre
—Buenos días ―saludó el doctor Lynch al entrar en la habitación de Denise―. ¿Qué tal te sientes? ―preguntó, encaminándose hacia la cama con una carpeta en las manos.―Excelente, doctor. Mejor que nunca ―respondió, con una sonrisa de oreja a oreja.No había podido conciliar el sueño hasta bien entrada la madrugada por culpa de la ansiedad de que por fin le darían el alta. Sin embargo, cuando había logrado dormirse lo había hecho tan profundamente que ni siquiera se había percatado de en qué momento Liam se había marchado. No tenía idea de a dónde había ido ni de cuándo regresaría, pero esperaba que no demorase demasiado.―Por lo que veo, has despertado con muchísima energía.―¿Y cómo no hacerlo? Al fin y al cabo, hoy es mi último día aquí, ¿no? Por fin podré respirar aire fresco.―Veo que estás al tanto de las novedades. ―Sonrió―. Pues, así es, por eso estoy aquí. Es hora de los últimos chequeos, antes de que firme tu alta ―dijo, rodeando el brazo de Denise con un tensiómetro electróni
Cuando Denise abrió los ojos, se sintió ligeramente desorientada. Por un segundo, no fue capaz de recordar en dónde estaba. Sin embargo, cuando sus ojos por fin se acostumbraron a la penumbra, pudo ver que se encontraba nuevamente en casa, en la cama que, tras su regreso de Buenos Aires, había comenzado a ocupar junto a Liam.Bostezó y se volteó, rodeando con su brazo el torso de su novio, quien se removió bajo su abrazo y se acomodó de tal manera que sus rostros quedaron a pocos centímetros de distancia. Denise sonrió y, sin poder evitarlo, depositó un suave beso en sus labios, logrando que abriera los ojos.―Lo siento ―susurró con un gesto de pena―. No era mi intención despertarte.―Tranquila. ―Sonrió―. Estoy despierto desde hace un buen rato.—¿Qué hora es?—Las once de la mañana, querida ―respondió, haciendo que Denise abriera los ojos de par en par y se incorporara a toda velocidad para encender la lámpara de noche. Malditas cortinas gruesas que no permitían que la luz del sol en
Una vez salió de la ducha, Denise observó su reflejo en el espejo del baño, sintiendo como su corazón se le estrujaba. Su cabello había crecido mucho durante las últimas semanas tras la operación, pero lamentablemente aún faltaba demasiado para recuperar su corta y tupida melena. Se abofeteó mentalmente. No podía enfocarse en algo tan banal como el cabello, y mucho menos cuando aquello era el reflejo de lo que había vivido. Si bien deseaba que su pelo creciera de nuevo, debía guardar aquella imagen en su memoria por toda la eternidad, porque sí, aquel corte que no le gustaba para nada desaparecería, pero el aprendizaje quedaría para siempre. Lo vivido le había enseñado a valorar la vida, a disfrutarla, a vivir el presente…, porque el mañana…, el mañana jamás estaría asegurado.Con una sonrisa y amigada con su imagen, secó su cuerpo y se envolvió en la toalla, para luego salir hacia la habitación, en donde rebuscó entre sus prendas y escogió lo primero que encontró. En verdad, durante
Denise suspiró y se relajó, por fin, tras tres largas horas de interrogatorio. No había sido tan difícil como había temido y como bien sabía que sucedería, ya que el comisario le había hecho preguntas que habían sido sumamente sencillas de responder, enfocándose en el detalle de si, tal y como le había mencionado Adam, ella había oído a Clara y Rebecka comentando el posible atentado. Denise le respondió que sí, enfatizando que: si bien sus instintos la habían alertado de que no era nada bueno, dado el tono de la conversación, en ese momento no habría podido asegurar que realmente estuvieran tramando el asesinato del empresario, ya que las palabras de ambas no dejaban en claro qué era lo que Clara pretendía.Luego de preguntarle si había visto o notado algo extraño al salir del aparcamiento de la cristalería; si había notado el BMW en algún momento; si estaba segura de solo haberlo visto en el instante en el que se había interpuesto en su camino, a lo cual Denise respondió con suma pac
Tras una copiosa y deliciosa parrillada, y su bien merecido postre, Denise y Liam se encaminaron hacia el centro comercial más cercano.Denise no estaba del todo segura de poder probarse ropa después de haber comido tanto, pero no se arrepentía de nada. Lo único que podía hacer en ese momento era instar a Liam a dar una larga caminata antes de entrar a un probador. Además, así también retrasaría el momento de desilusionarse por no entrar en los cánones de belleza, por mucho peso que hubiese perdido durante su hospitalización. «Malditos estereotipos sociales», pensó. Tal vez no le quedase más remedio que recurrir a las tiendas online, o buscar una modista que pudiese confeccionar sus prendas y el vestido para la boda, en menos de quince días. Sabía que esta última no era una mala idea, de hecho, esa había sido la forma en la que siempre se había vestido. Si bien era cierto que apenas había llegado a Irlanda, y tras conseguir trabajo, había logrado encontrar ciertas prendas que le queda
La alarma comenzó a sonar sacando a Denise de su sueño reparador. Había dormido mejor que nunca y se sentía sumamente bien y relajada para regresar al trabajo, después de tanto tiempo.Sin embargo, no todo era color de rosas. Un ligero malestar en sus sienes la obligó a levantarse la cama —notando que Liam no se encontraba en la habitación—, y a encaminarse hacia el cuarto de baño en busca del blíster de pastillas que le había recetado el doctor Lynch. Si bien no era más que una pequeña molestia, prefería evitar que el dolor se intensificara, ya que, de ser así, Liam se opondría a que trabajara, con justa razón, y no existía nada que deseara más en ese momento. Bueno, sí que había algo que ansiaba igual o más que aquello: no veía la hora de retomar la novela que había comenzado hacía unos meses. No obstante, en ese momento su inspiración y sobre todo su concentración eran del tamaño de una hormiga. Durante el último tiempo habían sucedido tantas cosas que no se sentía capaz de enfocar