Tras una copiosa y deliciosa parrillada, y su bien merecido postre, Denise y Liam se encaminaron hacia el centro comercial más cercano.Denise no estaba del todo segura de poder probarse ropa después de haber comido tanto, pero no se arrepentía de nada. Lo único que podía hacer en ese momento era instar a Liam a dar una larga caminata antes de entrar a un probador. Además, así también retrasaría el momento de desilusionarse por no entrar en los cánones de belleza, por mucho peso que hubiese perdido durante su hospitalización. «Malditos estereotipos sociales», pensó. Tal vez no le quedase más remedio que recurrir a las tiendas online, o buscar una modista que pudiese confeccionar sus prendas y el vestido para la boda, en menos de quince días. Sabía que esta última no era una mala idea, de hecho, esa había sido la forma en la que siempre se había vestido. Si bien era cierto que apenas había llegado a Irlanda, y tras conseguir trabajo, había logrado encontrar ciertas prendas que le queda
La alarma comenzó a sonar sacando a Denise de su sueño reparador. Había dormido mejor que nunca y se sentía sumamente bien y relajada para regresar al trabajo, después de tanto tiempo.Sin embargo, no todo era color de rosas. Un ligero malestar en sus sienes la obligó a levantarse la cama —notando que Liam no se encontraba en la habitación—, y a encaminarse hacia el cuarto de baño en busca del blíster de pastillas que le había recetado el doctor Lynch. Si bien no era más que una pequeña molestia, prefería evitar que el dolor se intensificara, ya que, de ser así, Liam se opondría a que trabajara, con justa razón, y no existía nada que deseara más en ese momento. Bueno, sí que había algo que ansiaba igual o más que aquello: no veía la hora de retomar la novela que había comenzado hacía unos meses. No obstante, en ese momento su inspiración y sobre todo su concentración eran del tamaño de una hormiga. Durante el último tiempo habían sucedido tantas cosas que no se sentía capaz de enfocar
Liam la observó por un momento, pensando en que si había algo que no había cambiado en Denise era su capacidad de sorprenderlo por como veía la vida. Ella tenía toda la razón. Debía dejarla ser. Sí, lo que había pasado lo había vuelto aún más paranoico de lo que ya era, pero no podía pensar en ello todo el tiempo, porque, de hacerlo, se perdía lo mejor de la vida: vivir.―¿Sabes qué? ―preguntó―. Tienes razón.―Amo cuando dices eso. ―Denise rio y bebió un sorbo de su café.―Me alegra poder hacerte feliz ―dijo, divertido―. Por cierto, ¿ya sabes lo que tienes que hacer hoy?―En principio, llamar a Adam para que me explique cómo quiere que trabajemos. Y, por la tarde…, aún no lo sé. Podría terminar de ayudarte con el estudio… ―respondió, pensativa.―No te preocupes por eso, puedo hacerlo solo. Tú dedícate a trabajar y a descansar. De hecho, ¿qué pasó con la novela que habías comenzado?―No se ha movido de su sitio ―respondió en un suspiro, antes de darle un nuevo mordisco a su tostada―. Q
Percatándose de que el dolor de cabeza había desaparecido, Denise se encaminó hacia el segundo piso, pensativa. Si bien las palabras de Liam la habían tranquilizado, no se sentía del todo cómoda con la conversación que habían mantenido. Aunque él le hubiese asegurado que el tener hijos no era algo que necesitara, había dejado en claro que en el fondo lo deseaba y ella no podía evitar sentir que estaba siendo un tanto egoísta. «No eres egoísta, Denise. Además, no está todo dicho», dijo una voz en el interior de su cabeza, tranquilizándola.Haciendo a un lado aquellos pensamientos, suspiró y se adentró en la habitación que había utilizado durante sus primeras semanas en Irlanda, y que a partir de ese momento se convertiría en su oficina. Se encaminó hacia la cama, observando la enorme pila de libros que había trasladado desde Argentina y pensando en que debía conseguirles una biblioteca, antes de que comenzaran a deteriorarse.Se sentó en la cama con las piernas cruzadas y colocó el ord
Denise procuró ignorar el insistente sonido de su teléfono móvil, lo último que quería en ese momento eran distracciones. Necesitaba terminar aquel trabajo cuanto antes, y solo le quedaba una hora de su jornada laboral. Era consciente de que no debía forzarse, pero no podía dejar aquello sin concluir, y mucho menos cuando llevaba toda la mañana trabajando en ello. Ya demasiado tiempo había dejado pasar el día anterior, en el cual se había dedicado a oír a su jefe, pacientemente, mientras este le comentaba como trabajarían, en tanto ella no pudiera regresar a la oficina.El técnico informático de la empresa había habilitado el sistema de la cristalería, al igual que el correo electrónico, para que Denise pudiese ingresar sin problemas y pudiese cumplir con sus tareas; al menos en un setenta por ciento, dado que los papeles que Adam tuviese que firmar debería enviárselos por mail para que él pudiese imprimirlos. En cuanto a las reuniones, Adam le había aclarado que se pasaría por su cas
Una hora más tarde, luego de almorzar el exquisito estofado de pollo que Liam había preparado, para su sorpresa y deleite, Denise se encaminó hacia el dormitorio con una sonrisa de satisfacción grabada en el rostro. Sin embargo, esta se borró cuando recordó que tenía que estar lista en tiempo récord, cuando lo único que le apetecía era echarse en la cama y dormir una buena siesta. No obstante, no le quedaba más remedio que buscar qué ponerse y darse una buena ducha que despejara su somnolencia. Había aceptado la invitación de Cait y ella no era de las que cancelaban citas a último minuto.Mientras rebuscaba entre sus prendas, sin lograr decidirse por nada en particular, halló una boina de estilo francés que hacía demasiado tiempo que no utilizaba. No era para nada de su estilo, pero la conservaba porque era el único recuerdo que le quedaba de su abuela, quien se la había regalado para unas navidades, y le alegraba que aún permaneciera entre sus cosas. Aquello le ahorraría tiempo. No q
Para Denise, los últimos tres días habían resultado ser un tanto caóticos; sin embargo, los había disfrutado como una niña pequeña, aun cuando sentía los nervios a flor de piel, como si fuera su boda la que se acercaba y no la de su nueva mejor amiga y su cuñado. Durante aquellos últimos días, previos a la boda, había acompañado a Caitlín en cada uno de los detalles, aunque solo fuera a través de llamadas telefónicas. Las emociones de su amiga no habían dejado de aumentar desde el día en el que le había comunicado que su novela, la única que había escrito en inglés hasta el momento, había sido aprobada por los editores de una reconocida editorial irlandesa.Jamás olvidaría la reacción de Liam cuando le había comunicado la noticia. Él, incrédulo pero completamente feliz, se había levantado de su asiento y se había acercado a ella, estrechándola en un fuerte abrazo, para luego besarla, como si en la cocina no se encontraran más que ellos dos.¿Cómo podía negarse a ayudar a su amiga, cua
―Ánimos, es tu día, ¡disfrútalo! ―dijo Denise, tomándola de la mano y haciéndola girar ante el espejo, permitiendo que se admirara de pies a cabeza―. Eres hermosa, tienes un marido que espera por ti en el altar, familia, amigos… Disfruta de este momento.Caitlín no respondió, tan solo se limitó a suspirar profundamente. Por su cabeza pasaban miles de imágenes de su vida, situaciones que había vivido y que la habían destruido, pero que la habían llevado hasta allí, hasta ese momento en el que se uniría definitivamente, ante los ojos de Dios, al hombre que había juntado los fragmentos de su alma y los había unido, devolviéndole la vida.Denise podía ver en el rostro de su amiga, como miles de pensamientos surcaban su mente y como el llanto pugnaba por salir. No sabía en qué estaba pensando, pero sí era capaz de comprender el centenar de emociones que con seguridad estaba experimentando. Sí, Mike y Cait ya habían contraído matrimonio ante la ley, pero no había sido más que un trámite civ