Al llegar al edificio en el que se encontraban las oficinas de la cristalería Warren, Liam se detuvo un minuto ante la puerta y suspiró, antes de entrar y encaminarse hacia la recepcionista.Había decidido ir solo, por lo que, de camino hacía allí, había dejado a Antaine en el bar, a pesar de que este, preocupado, se había ofrecido a acompañarlo. Sin embargo, Liam se las había arreglado para convencerlo de que no era necesario. No había nada de lo que preocuparse, tan solo era un poco de información.Tenía que reconocer que eso de los contactos de Adam le estaba resultando más gratificante que incómodo, dado que, si no fuera por eso, dudaba mucho de que la investigación fuese tan rápida como lo estaba siendo hasta el momento. Sí, él también conocía al comisario Brian O’Neill, pero la relación que habían mantenido a lo largo de su adolescencia había sido prácticamente nula, por lo que no le quedaba más remedio que estar agradecido con Adam. Si hubiese dependido de sus contactos, dudaba
—Acair Glein —dijo, parándose frente a aquel sujeto, que ni siquiera pestañeó ante la mención de su nombre—. Te hemos traído nuevamente aquí porque necesitamos que reconozcas a la persona que te dio la orden para ejecutar a Adam Warren.El hombre se limitó a asentir, sin decir ni una sola palabra. Aquel era el único movimiento que había realizado en más de cuatro minutos de grabación. Brian le devolvió el gesto y salió del encuadre, para reaparecer minutos después seguido de una demacrada mujer, cuyo rostro denotaba largas horas de llanto.—Siéntate, por favor —le indicó el comisario a Rebecka, quien, cabizbaja, lo obedeció de inmediato, sorprendiendo a Liam y Adam, quienes jamás la habían visto en actitud tan sumisa—. Acair Glein —repitió O’Neill, parándose en uno de los extremos de la mesa y apoyando ambas manos sobre esta—, ¿esta es la mujer que te hizo el encargo? —preguntó, alternando la mirada entre ambos. —Ya dije que yo… —comenzó a decir Rebecka, alzando la mirada hacia el co
Liam suspiró, sintiendo bajo la yema de sus dedos las pulsaciones de Denise, quien permanecía inconsciente. Aquel simple latido aumentaba sus esperanzas, las cuales no sabía cómo habían resurgido en él. Según Antaine, eso se debía a sus visitas a la iglesia, y quizás, en parte, tuviese razón. Sin embargo, Liam no le daba el mismo sentido que su padre biológico. Para él, la iglesia solo le había ayudado a meditar en soledad y a reconectarse consigo mismo, y aquella lógica lo había llevado a pensar en que quizás eso era lo que muchos buscaban en aquel lugar. No lo sabía, pero al menos al él le ayudaba a hallar cierta calma dentro del caos que era su vida. Por ese motivo, cada mañana, con el cuerpo adolorido por culpa de dormir en una de las incómodas sillas del pasillo, se encaminaba hacia la iglesia, antes de que comenzara el horario de visitas.Sí, podría haberse marchado a casa por las noches y descansar mejor, pero no era capaz de estar lejos de ella. Quería permanecer a su lado tod
—Me alegra que te estés abocando a la iglesia en estos momentos —dijo Antaine, tendiendo una taza de café hacia Liam, quien se encontraba sentado en uno de los taburetes junto a la barra del bar.—Solo lo hago porque me ayuda a pensar. Aún no estoy seguro de si pueda volver a creer como lo haces tú o como lo hacía mamá —respondió sin apartar la vista de la servilleta que había comenzado a romper en finas tiras.—Bueno, pero por algo se empieza, ¿no crees? —preguntó, rodeando el mostrador y sentándose junto a Liam.—No lo sé —dijo con un encogimiento de hombros—. Lo único que me importa en estos momentos es que Denise recupere la conciencia, que regrese. Cada segundo que pasa en ese maldito limbo tengo más miedo de que algo la empuje hacia el lado más oscuro de la línea.—Liam, en serio, yo estuve en ese estado siete años. Tu madre perdió la fe, pero…, bueno, ya conoces el resto de la historia. Mírame, aquí estoy, de este lado de la línea, junto al hijo que no pude criar, intentando qu
Denise, de espaldas sobre la camilla, miraba a uno y otro lado con confusión, intentando responder los interrogantes que le habían surgido al abrir los ojos. ¿Por qué demonios estaba en un hospital? ¿Qué había sucedido? ¿Por qué Adam estaba junto a ella? ¿Dónde diablos estaba Liam? ¿Por qué los médicos habían entrado corriendo en su habitación y, sin decirle nada, se la habían llevado hacia una sala diferente? Pero, sobre todo, ¿por qué todos la trataban como si fuese de cristal y pudiese romperse de un momento a otro?Forzó su mente al máximo, intentando recordar cómo y por qué se encontraba allí.Tras largos minutos de esfuerzo, comenzó a unir los pequeños fragmentos de recuerdos que había logrado recuperar. Lo último que recordaba era haber conducido desde el salón en el que se celebraría el evento de la cristalería Warren hasta el restaurante en el que Adam había encargado el almuerzo. Pero ¿qué había sucedido?Inspiró profundamente, sintiendo que su cabeza latía como si durante s
—Juro que no entiendo por qué no me puedo ir. Ya estoy bien. Llevo más de un mes en rehabilitación… ―se quejó Denise mientras la enfermera la ayudaba a sentarse en la cama, a la hora del almuerzo.―Cariño, no falta tanto. Sé que ha sido un mes complicado para ti, pero es por tu bien ―dijo la mujer con una sonrisa, colocándole una pequeña mesa plegable sobre su regazo, antes de depositar sobre esta la bandeja con la comida.―Pero el doctor Lynch me dijo que estoy bien, que me he recuperado perfectamente, a pesar de los traumas sufridos por el accidente… ―objetó en un suspiro.―Así es, cielo. Te has recuperado excelente, a pesar de todo, pero el mismo doctor Lynch decidirá cuándo es oportuno darte el alta ―respondió la enfermera, acomodándole una servilleta en el cuello del camisolín que Denise llevaba como toda vestimenta―. Sé lo duro que es estar hospitalizada, pero, ya verás, en menos de lo que te imaginas podrás salir de aquí.―Eso espero ―murmuró Denise mientras observaba con disgu
Después de cuarenta minutos, Denise continuaba hablando con Caitlín, quien acababa de comentarle qué tipo de flores había escogido para decorar su casa para la noche de la boda. Había perdido la noción de tiempo, pero no le importaba demasiado, se lo estaba pasando increíblemente bien cumpliendo su rol de dama de honor y aconsejándole que los lirios de color violeta y las rosas rojas aterciopeladas no eran una buena combinación.—Pero amo los lirios —objetó Caitlín, haciendo un mohín.―Y a mí me encantan, no digo que los quites, pero creo que se verían mejor si fueran blancos ―dijo Denise con una sonrisa.—¿Tú crees? —preguntó, no del todo convencida.―Sí ―respondió con un asentimiento―. Sé que una boda no es lo mismo que el diseño editorial y demás, pero el violeta con el rojo hace que ambos pierdan protagonismo. Aunque, ya sabes, yo solo te doy mi opinión porque quiero ayudarte a que el lugar quede precioso para tu boda, pero, a fin de cuentas, es tu boda y tú decides.―Lo sé, y cre
—Buenos días ―saludó el doctor Lynch al entrar en la habitación de Denise―. ¿Qué tal te sientes? ―preguntó, encaminándose hacia la cama con una carpeta en las manos.―Excelente, doctor. Mejor que nunca ―respondió, con una sonrisa de oreja a oreja.No había podido conciliar el sueño hasta bien entrada la madrugada por culpa de la ansiedad de que por fin le darían el alta. Sin embargo, cuando había logrado dormirse lo había hecho tan profundamente que ni siquiera se había percatado de en qué momento Liam se había marchado. No tenía idea de a dónde había ido ni de cuándo regresaría, pero esperaba que no demorase demasiado.―Por lo que veo, has despertado con muchísima energía.―¿Y cómo no hacerlo? Al fin y al cabo, hoy es mi último día aquí, ¿no? Por fin podré respirar aire fresco.―Veo que estás al tanto de las novedades. ―Sonrió―. Pues, así es, por eso estoy aquí. Es hora de los últimos chequeos, antes de que firme tu alta ―dijo, rodeando el brazo de Denise con un tensiómetro electróni