Capítulo 312
En apenas unos pasos, cuando regresé, ya tenía la frente cubierta de sudor frío.

Pensé que bastaría con que Diego viera que Carlos y yo habíamos hecho las paces, pero no imaginé que ahora tendría que molestar a Carlos.

¿Cómo podría decirle a Carlos que ayude a la familia de la esposa de Antonio?

Los empresarios no hacen negocios que les hagan perder dinero.

Todavía me sentía algo desconcertada, pero sabía que Carlos me observaba. Le sonreí ligeramente, sin importarme mostrar más cariño delante de Diego.

—Cariño, estoy sudando, ¿me ayudas a limpiarlo?

Me senté junto a él, inclinándome levemente hacia él, tan cerca que podía ver los poros de su nariz.

Carlos respiró más rápido de lo normal, me sujetó la cara y me empujó hacia atrás.

Sacó un pañuelo de su bolsillo y lo presionó contra mi cabeza.

—Diego está aquí, límpiate tú misma por ahora.

Aunque sus palabras eran como una reprimenda, su tono era indulgente.

Diego soltó una risa: —Hace poco vi una noticia en internet y pensé
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