—¿Y si no?

Mordí mi labio, que aún estaba adormecido por su beso, y esbozando una sonrisa burlona, añadí:

—Si no, ¿qué nos queda entre nosotros?

Carlos frunció el ceño:

—¿Y tú qué crees que fui a hacer hoy a ver a Antonio?

Mi mano, que sujetaba la tela de su camisa, se apretó de repente, tan fuerte que mis uñas se hundieron en su hombro sin darme cuenta. Estaba tan nerviosa que no me di cuenta del dolor.

—¡Habla claro!

—Néstor va a ser enviado al extranjero, y una vez allá, será libre.

Carlos, como si no hubiera dicho suficiente, continuó:

—Cuando esté fuera, se casará, tendrá hijos, vivirá según el plan que su padre le ha preparado. Su futuro no tendrá cabida para una mujer llamada Olivia. Ya lo sabía, ustedes nunca iban a funcionar.

Me apretó la mandíbula con su mano, sacudiéndola de un lado a otro, como si quisiera ver el sufrimiento en mi rostro. También quería saber cuánta huella podría dejar Néstor en mi corazón.

Pero, al final, lo iba a decepcionar.

Si Néstor pudiera