"Ah, ah, ah, ah, ah, dale nena, dale, como te enseñaronen el curso, puja, puja un poco más para terminar de acomodarlo, después va a salir como escupida de músico."I "Ah, ah, ah, ah, ah, ¿estás aquí, mi amor?" "Sí, acá estoy,Sandra, no te asustes, que va todo bien eso." "Habíale a tumarido, reinita, pero no dejes de pujar y no tengas miedoporque a las primerizas siempre les cuesta." "Ah, ah, ah,ah, ah." "Eso es, chiquita, eso es, ya casi lo terminaste de acomodar, te estás portando como una diosa, pucha que elegiste un día para parir, ¿eh?"Hace un calor de locos. Sí, la máquina está en su lugar.Pronto llegará a la puerta del destacamento para decirleslo que tiene que decirles. ¿Cómo era? Sí, ya se acuerda:"Cuándo querrá el Dios del cielo/que la tortilla se vuelva...""fe, van a pensar que vengo de una casa de comidas,pero nada de morfi, no señor, nada de morfi. Vengo a gritarles que está mal, que está todo mal, pero mal en serio,y que tengo un límite que no voy a pasar nun
Para el viaje hacia atrás en el tiempo hay que pagar cuatro libras esterlinas: ese es el precio de laentrada al Museo de la Infancia de Bethnal Green. Imi empieza a contar las monedas que acaba deencontrarse en el bolsillo. Son casi las siete ya, y el museo está a punto de cerrar. La verdad es quepodrían hacer una excepción y permitirle entrar de tapadillo. Pero la señora de la taquilla es fiel alas reglas y ni se le pasa por la cabeza.Por fin las encuentra.–¡Cuatro esterlinas exactas! –exclama Imi mientras va hacia ella, pero la cajera ni le sonríe ni seenternece ante la impaciencia que lleva escrita en cualquier parte de su rostro. Se limita a mirarlosin emoción, y cuando él da comienzo a la visita del museo, ella vuelve a clavar la vista en el vacíoque tiene delante. Inmóvil, como una muñeca alelada.En las vitrinas polvorientas, los viejos ositos de peluche, los trenecitos con sus vagones demadera coloreada, las peonzas de cuerda, los automóviles a pedales y los caleidos
...)Hoy los niños del orfanato se han tapado la cara con pequeños adhesivos en forma de corazón.La verdad es que los llevan pegados por todas partes: sobre la frente, sobre la barbilla, por lasmejillas, alrededor de los ojos e incluso sobre la punta de la nariz. En el gran caldero de cobre, elgulasch lleva ya un buen rato cociéndose y su aroma se difunde entre los árboles del parque quees una maravilla.Lóránt y Laci, entre tanto, compiten en recoger ramitas para alimentar las brasas; Marcell yGabor cantan las canciones de los Queen en un inglés aproximado; David procura atraer laatención general realizando espectaculares cabriolas; Konrád e István discuten acerca de lasproezas de sus futbolistas preferidos.Mientras tanto, Árpád –escondido detrás de un banquito– está robando los piñones tostadosque adornan los bordes de las tartas, pero es descubierto a tiempo. Es Ádám quien da elchivatazo:–Otti neni Árpi tarta idé –le dice a una de las institutrices en su misterioso idiom
El día en el que Imi abandonó el orfanato llovía. Los niños se fueron despidiendo de él porturno: los mayores no lloraron. Los pequeños sí. Imi se dirigió a pie, solo, hacia la pequeñaestación verde de Landor. Como siempre, le pareció un lugar tétrico: los cristales hilados de lasala de espera, las pintadas de amor en las paredes de los baños, la taquillera prisionera en sugarita con los visillos de encaje amarillentos por el tiempo, los billetes escritos a mano, el reloj deplástico negro con su ruidosa manecilla de los segundos y las vías herrumbrosas, que acaban allí,porque Landor es la última estación. El final de Hungría, pero también el principio del resto deEuropa.Imi había estado esperando aquel viaje durante mucho tiempo y miles de veces al menos se lohabía imaginado, antes de quedarse dormido. Había fantaseado también sobre el últimomomento de todos: aquel en el que el jefe de estación, que llevaría un gorro rojo –cómico y unpoco circense–, atravesaría a la carrera
Imi ha nacido en junio, pero el día exacto de su nacimiento tan solo su madre lo sabe. Como lessucede a muchos otros huérfanos de Landor, también en su caso el cumpleaños coincide con lafecha en la que fue abandonado. Ada neni le ha contado, con todo lujo de detalles, cómo loencontraron al menos un centenar de veces; e Imi, todavía hoy, lo revive a menudo con lafantasía, con la esperanza de llegar a recordar el rostro de su madre. Un rostro que él, duranteunos cuantos días, llegó efectivamente a conocer; pero que, por desgracia, le ha desaparecido de lamemoria.Y en eso está: imaginándoselo todo ahora también, a bordo de un tétrico vagón de la CircleLine londinense.Hace calor, un automóvil rojo se detiene ante la verja del orfanato. Trascurren dos o tresminutos. Son dos o tres minutos importantes: aquellos en los que la madre de Imi decide que seseparará de él para siempre.Mientras tanto, el portero está aburrido.En su garita, protegido del sol, está mirando un telefilm en
(...)Ahora son casi las ocho y, dentro de poco, en la sala del dormitorio, se apagarán las luces. Losniños están poniéndose sus pijamas descoloridos, que tienen siempre las mangas demasiadocortas o demasiado largas, y que –con los años– han pasado de mano en mano, de remendadora enremendadora.Berta neni les da un beso a todos en la frente y se retira en su cuartito, feliz de que los niñoshayan pasado un día inolvidable.«Es increíble la de veces que la felicidad puede reinar en un sitio como este», piensa. Y se dacuenta de que, tal vez, la felicidad no dependa tanto de lo que se posee, sino de saberse resignar alo que no se tiene.(...)A pesar de sus cincuenta y dos años, Lynne sigue vistiéndose como una chica joven. Se adornael pelo con mariposas de colores y se pone faldas cortas y ceñidas, demasiado incluso.«Baby Jane Hudson» la ha apodado con malicia su vecina. Y, sin embargo, cada vez que se miraal espejo, Lynne se siente feliz con su aspecto. Es una mujer despreocupa
Esta noche Imi está muy cansado, pero ha empezado de todas formas a leerse el manual que ladirectora de la cafetería le ha entregado hace un rato. Quiere mejorar en todo, y ganarse la estimade sus superiores.El manual presenta un aspecto de lo más ordenado: está dividido en tres partes y cuenta connumerosos capítulos. Algunas frases han sido escritas en negrita; otras, en cambio, en unaelegante cursiva.Imi empieza por la introducción:Bienvenido al prestigioso mundo de Proper Coffee: la más célebre cadena de cafeterías del ReinoUnido. Este manual informativo te ayudará a conocer mejor nuestra empresa. Un consejo:empieza por el principio y no te saltes ningún pasaje, toda la información recogida en las páginasque siguen serán fundamentales para una correcta comprensión de tu trabajo.Imi está emocionado, las palabras del manual, desde el principio, suscitan en él la sensación deser muy amables y consideradas hacia él. Toma una decisión: no se irá a dormir hasta que no se loh
Ya es de día. Imi se ha puesto el despertador a las seis y media porque se ha leído a la perfecciónel manual del café y lo último que quiere es llegar tarde. Fuera todavía es de noche. Imi se viste,apura mucho el corte de las uñas de las manos y saca de la hucha un billete de veinte librasesterlinas: la fianza para su uniforme de asistente general.Anoche, el director de filial le explicó que los uniformes de Proper Coffee se confeccionan conlos mejores materiales y, en consecuencia, son muy costosos. La fianza, por lo demás, le seráretenida tan solo si llega a perder el uniforme o lo estropea; y, considerando lo cuidadoso que es,no hay motivo por el que preocuparse.Se le exigirán además otras fianzas para la llave de la taquilla y para la tarjeta magnética deidentificación: nada menos que cuarenta libras esterlinas que Imi tendrá que desembolsar aProper Coffee antes incluso de recibir su primer sueldo. Una cifra desorbitada para él, pero queel director de filial, con una so