Maya bajó la mirada estuvo a punto de echarse a llorar, con un gesto que parecía desolador
—¡Abuela!
—Escucha bien, está es una boda, aquí solo hay gente decente, no hay lugar para las mujerzuelas, como tú —sentenció la abuela
Maya comenzó a llorar, y Richard miró con rabia a su abuela
—¡Basta!
—¡Basta, nada! Ten cuidado en la forma como me hablas.
Richard calló al ver a la abuela tan enfadada. Carolina los miraba confusa, pero después dio la vuelta dejándolos ahí.
Ella caminó aturdida, las palabras de aquella mujer estaban en su mente, confundiéndola, entonces, la voz de un hombre resonó repentina
—¿Así que aquí está mi amada cuñada?
Cuando ella levantó la vista, el lugar era oscuro, solo iluminado por luces azules, el hombre que le hablaba vestía una chaqueta de cuero oscura, tal como lucía, hizo que un leve recuerdo viniera a su mente
«Ella siendo sostenida por los brazos fuertes de un hombre con una chaqueta de cuero, oscura, salvándola de la devastación»
—¿Carolina?
La voz la devolvió a la realidad, y solo sonrió
—¿Nos conocemos? —exclamó y ante la luz descubrió que ese hombre no era quien ella pensaba, sino un desconocido
Frederick Steele arrugó el gesto
—¿De verdad no me recuerdas? Me sentiré triste, Carolina.
René se acercó a ellos
—Fred, disculpa a Carolina, es que, tiene una mala memoria, además han pasado años desde que no se veían, has cambiado —dijo Rene, el primo de Carolina, tratando de cambiar el tema, pues hablar del pasado era algo que solo lastimaba a Carolina Donelli.
Fred lo saludó con alegría.
—Ten mucho cuidado, Richard, no quiero ver a esa mujer cerca de ti. Ella no es buena para ti —sentenció la abuela
Richard bajó la mirada, estaba rabioso, su madre estaba a su lado, mientras escuchaban a la abuela Marian
—¿Y según tú la mejor para mí es Carolina?
La abuela le miró impactada
—¿Acaso estás dudándolo? Por Dios, ¡Es ahora tu esposa!
Richard bajó la mirada, contenía su furia
—¡Claro que no! Abuela, ya sabes que Richard siempre ha guardado cariño por Maya, eso es todo… ¿Verdad, hijo?
Richard levantó la mirada
—Sí, así es, mi esposa es Carolina, y esa es la única verdad, ahora —dijo dando la vuelta y dejándolas a solas.
Marian miró a Rachel con severidad
—Más te vale, Rachel, que este matrimonio funcione, ¡No admitiré ningún divorcio! De lo contrario, pueden olvidarse de la herencia Steele, tal vez le deje algo de dinero a mi nieto, solo por ser el hijo de Albert, pero no tendré piedad en dejar el resto de mi fortuna a la beneficencia.
Rachel la miró angustiada, y cuando Marian se fue, sintió demasiada frustración.
Richard salió de prisa al jardín, pero no encontró a Maya, estaba por irse, cuando vio a Carolina deambular por ahí, sintió como si una fuerza lo dominaba y lo arrastraba a ella, se acercó de prisa
—¿Estás feliz? —exclamó él
Ella lo miró intrigada
—¿Te refieres a si estoy feliz por la boda? Bueno, es la felicidad de nuestras familias, era lo que deseaban desde nuestra infancia.
Los ojos de color azul grisáceo de Richard la miraron con firmeza
—¡No mientas! No digas que este matrimonio no te conviene, ambos sabemos que te conviene tanto, o más que a mí, ahora tendrás tu herencia, como yo tendré la mía, este matrimonio nunca fue de amor, es de conveniencia, pero también de odio.
—¿Odio? —exclamó ella atónita
—Sí, Carolina, porque te odio con toda mi alma.
Carolina abrió ojos enormes, notó una verdad rotunda en los ojos de ese hombre, estaban llenos de furia, Richard dio un paso a ella, lo sintió tan cerca, que se tensó al sentirlo tomarla de los hombros
—¿Qué haces? —exclamó aturdida
—Escúchalo bien, Carolina, a partir de ahora eres mi esposa, pero solo es un papel firmado el que nos une, a partir de ahora, seremos un matrimonio ante la sociedad, ante la familia, pero, cuando las puertas se cierren, seremos solos dos extraños, porque yo tengo a Maya, ella es mi verdadera mujer —sentenció
Los ojos de Carolina se abrieron enormes al escucharlo, ¿Quién era él? Ella poco lo recordaba, pero era peor de lo que imaginó, accedió a ese matrimonio, porque toda su familia lo quería, además, para recibir su herencia necesitaba casarse con ese hombre, así lo estipulaba, ella no lo recordaba, solo sabía de Richard Steele por su diario íntimo, ahí, ella escribió sobre lo apuesto y amable que era, pero, debía de ser un error, el hombre ante ella no era el ángel que escribió, sino un diablo, que la odiaba, sin que ella supiera la razón.
—¿Así que tienes a tu amante? ¿Y por qué no la desposaste a ella?
—Lo sabes bien, no te hagas la tonta, sabes que la abuela siempre quiso unirnos, si no lo hago me dejará fuera de la herencia, y esa fortuna es mía.
Carolina esbozó una sonrisa irónica
—¿Tan cobarde eres para no luchar por la mujer que amas? ¿Tan poca dignidad tiene ella para admitir el lugar de la amante?
—¡Cállate, Carolina! Ahí está, esa es tu verdadera cara; eres solo una mujer malvada, disfrutas lastimando a otros, rencorosa y egocentrista, está eres tú.
—Puedo ser todo lo que quieras, Richard Steele, pero eso no cambiará lo mediocre que eres.
—Ten cuidado de la forma en como me hablas, no admitiré que me humilles —sentenció él, mientras su agarre era más fuerte, y la acercaba más
—¡Suéltame, ahora mismo!
Estaban tan cerca, que Richard podía sentir su aliento, observar su respiración que hacía subir y bajar su pecho, era hermosa, él recordó que ella fue su primer amor, los buenos recuerdos volvieron a su mente, sintió que perdía el control y el dominio de sus sentimientos, cuando tuvo cordura, estaba rozando su nariz con la suya, sus labios estaban a punto de tocarse, su piel se erizaba solo del deseo de poder besar sus labios, como si el pasado fuera el ahora.
Carolina temblaba entre sus brazos, sus emociones estaban confusas, quería huir, pero estaba ahí rendida, débil ante él, odió sentirse así, lo empujó de inmediato haciendo que él volviera a la realidad
—Muy bien, Richard Steele, ya has puesto las reglas a esto, este matrimonio será la mejor actuación de nuestras vidas, y cuando se cumpla un año, como dicta la herencia, nos divorciaremos, cada quien obtendrá su dinero y su libertad, podrás casarte de nuevo con tu amada Maya.
Él la miró confuso, sorprendido
—¿Y tú? ¿Qué harás? ¿Volverás a casarte?
Ella sonrió
—No te preocupes por mí, querido, yo soy solo la mujer que odias, lo que haga con mi vida, después de ti, es mi problema.
Ella se liberó de su agarre y se alejó de él.
Richard no tuvo más valor para volver a ella, aunque sintió ese impulso de hacerlo, se contuvo, respiró profundo y la miró irse, enfundada en su vestido blanco, que la hacía parecer una princesa de cuento de hadas
—Sí, Carolina, si es mi problema, tú siempre eres y serás mi gran problema y mi peor herida del corazón —pensó con la mirada amarga.
Richard caminaba por el gran salón, solo quería irse, huir de ahí, Fred se acercó a él—¡Hermano! ¡Felicidades! ¡vaya, vaya! ¿Así que al fin has sentado cabeza? ¿Quién diría que lo conseguirías? Pero, eres así, el mejor Richard Steele, siempre consigues lo que quieres —dijo dándole un suave golpe en el hombro, aunque Richard pudo sentir la agresividad pasiva en su tono de voz—¿A qué te refieres, Fred?—Siempre quisiste a Carolina para ti, y mira, lo conseguiste, porque no hay nada que un Steele no consiga, ¿Verdad?Richard bajó la mirada, y negó con desespero—No estoy de ánimo.—¿No estás de ánimo en tu boda? Lo imagino, ahora solo debes estar pensando en la noche de bodas, si fuera tú, ya me hubiese ido con Carolina, hasta la habitación y no la dejaría salir de ahí por mucho tiempo.—¡Ya basta! —exclamó con coraje, Fred no esperaba tal reacción y lo miró intrigado—¿Qué pasa? No era lo que querías, ¡Morías por Carolina desde la escuela! Ahora la tienes, ¡Felicidades! Después de tod
Carolina caminó a toda prisa, sentía la furia, había perdido noción del tiempo, sus pies dolían y no era nada cómodo caminar con ese vestido, vio un auto con luces cegadoras, que accionó su claxon, era el auto de Richard, pero no se detuvo, observó como él se bajó del auto y la siguió a toda prisa—¡Carolina! Vuelve aquí, ahora mismo.Ella no le hizo caso, seguía caminando de prisa, hasta que él la detuvo, tomándola del brazo —¿Acaso te has vuelto sorda?Ella se desafanó de su agarre con severidad—¿Qué quieres? Me dejas tirada, en miedo de la calle, solo para arrepentirte después, dime, ¿Qué clase de bipolar eres?Él la miró atónito—¡No soy ningún bipolar! Para que lo sepas, no tengo tanta maldad, incluso para dejarte sola aquí, en medio de la nada, ni siquiera aunque te odie con ganas.Ella le miró severa, colocando sus manos en su cintura—¿Tú me odias a mí? —ella rio divertida—. ¿Y por qué tanto odio? Te desgastas en vano, querido, yo a ti, ni en el mundo te hago, si me casé con
Poco a poco, Carolina, nada diestra en la bebida, comenzó a embriagarse, hasta el punto en que Fred tuvo que cargarla en brazos para ir a la habitación, porque estaba durmiéndose en la sala, la subió por las escaleras, pero ella mareada, terminó por vomitarle encima, ensuciando su camisa, él intentó limpiarse, pero fue inútil, al llegar la llevó a la habitación de su hermano, Fred observó a Carolina tendida en el colchón, era una mujer perfecta, hermosa, era como un sueño, ella le gustaba, pero era menor que él, y en el pasado, solo era un capricho, pero sabía que su hermano Richard estaba enamorado de ella, entonces, decidió hacerse a un lado, sin embargo, poco después, ella desapareció de sus vidas, y no la volvieron a ver, hasta hace poco, Fred sabia que ella sería la mujer de su hermano, eso lo dijo su abuela Marian, desde que eran niños, por una razón sentimental que él no entendía, Fred siempre creyó que sería algo bueno, pues Richard amó a Carolina desde su infancia, sin embarg
Cuando Carolina abrió los ojos, no reconoció la habitación, se enderezó asustada, estaba acostumbrada a sentir esa ansiedad de no saber quién era, de no saber dónde estaba, le pasaba seguido, el doctor le llamaba trastorno disociativo, y ocurrió debido a su amnesia, hace cinco años tuvo un accidente de auto con sus padres, ellos murieron, pero ella fue salvada por un héroe anónimo, sin embargo, Carolina sufrió un golpe tan fuerte en la cabeza que sufrió una terrible amnesia, nunca pudo recuperar sus recuerdos, solo algunas leves remembranzas que iban y venían y que a veces creía que eran sueños, cuando se levantó miró a Richard Steele ahí, ella frunció el ceño confusa, pensó que se había marchado de ahí, ¿Acaso no dijo que la odiaba y no la soportaba? ¿Por qué se quedó ahí? Ella pensó que ese hombre era un acertijo difícil de comprender. Estaba dormido sobre el sofá, en una posición demasiado incómoda, tal que le causó compasión, pero se acercó lentamente, escuchó el sonido compensado
Richard tocaba la puerta de su propia habitación, estaba enfurecido porque ella no abría—¡Abre ahora mismo, antes de que me vuelva loco! —berreó, y al fin Carolina abrió, él empujó la puerta, furioso—. ¿Por qué no me has dejado pasar?—Estaba cambiándome —dijo mientras ya estaba listaRichard hizo un gesto de fastidio, Carolina no se inmuto, siguió peinando su largo cabello oscuro, sin prestarle atención, Richard en cambio no pudo evitar mirarla, sus ojos se volvieron brillantes, admirando cada movimiento tan perfecto y natural de esa mujer, luego ella se pintó los labios de un rojo carmesí, Richard no pudo evitar humedecer su boca, y cuando se sintió como un tonto, decidió contener todos sus impulsos y alejarse.Richard salió a su balcón y respiró aire fresco«No puede ser que,
Tomaron un avión privado que los dirigiría al pueblo de Lorf en Escocia, era un trayecto de por lo menos seis horas de vuelo. Estarían llegando casi por la tarde, Carolina se dispuso a ver una película en la pantalla del asiento, y se colocó audífonos, Richard la miró de reojo, y observó que al cabo de un rato ella se quedó dormida, Richard aún podía recordar las palabras de odio que le había dicho antes, le habían calado profundo que ella hiciera hincapié en que sería de otros hombres menos suya, luchó por contener sus impulsos y aquellos recuerdos crueles, hasta que sintió que su cabeza cayó sobre su hombro, la miró y dormía, Carolina ya no era más la chica que tanto detestaba, podía parecer alguien frágil que él quería proteger, recordó aquella vez, cuando la vio tan mal, tan herida en aquel barranco, respiró profundo «No quiero sentir nada, no debo, no cuando la odio demasiado» pensó «Ella viajaba en un auto, iba en el asiento trasero, parecía el pasado, la forma en que vestía y
—¡Aléjate de mí! —exclamó Carolina y al instante, Richard la liberó de su peso y se alejó, entrando al cuarto de baño y cerrando con fuerza. Carolina se miró al espejo, aún sus mejillas eran muy rojas, y sentía su corazón latir con gran fuerza. Se apuró a vestirse, y una vez lista, se sentó frente al espejo para peinarse y maquillarse, no quería que la maquillista de la abuela lo hiciera, no le gustaba que nadie la arreglara, porque le gustaba que todo en ella fuera natural, se sentía extraña si usaba demasiado maquillaje, incluso en la boda, ella fue quien se arregló. Cuando Richard salió ya vestía su esmoquin, y observó como Carolina se maquillaba con sutilidad, sus movimientos eran casi hipnóticos, y él quiso escapar de ella, pero no podía, salir de la habitación era como murmurar a los empleados que había problema en la pareja, y si algo así llegaba a los oídos de la abuela, era probable que quisiera tenerlos con ellos en la mansión, no era la idea de Richard, quien apenas al vo
Carolina volvió a la habitación, estaba enojada por no tener consigo aquella foto donde podía ver la placa de la motocicleta, y es que había dejado sus pertenencias en Catalia, al entrar vio a Richard durmiendo en la cama —Oye, ¿Qué haces? —exclamó Él se enderezó y la miró adormilado —¿Qué quieres? Déjame dormir —Claro, pero fuera de mi cama. El hombre no le hizo caso y más se aferró a dormir —Déjame en paz. —¿Dónde crees que dormiré yo? —exclamó rabiosa —Puedes dormir en el sofá o en el suelo. —Eres un… poco hombre —sentenció con furia —Y tú no eres exactamente la mujer del año, querida, pero ¿Ves? Cada quién tiene lo que merece. Ella le miró rabiosa, no dijo nada y fue al cuarto de baño, necesitaba cambiarse, y quitarse el maquillaje. Richard cerró los ojos y el cansancio lo venció. Cuando Richard volvió a despertar debía ser la madrugada, observó una gran pila de almohadones que dividían la cama en dos, Carolina la había dividido, para dormir en la misma cama, pero de