Richard tocaba la puerta de su propia habitación, estaba enfurecido porque ella no abría
—¡Abre ahora mismo, antes de que me vuelva loco! —berreó, y al fin Carolina abrió, él empujó la puerta, furioso—. ¿Por qué no me has dejado pasar?
—Estaba cambiándome —dijo mientras ya estaba lista
Richard hizo un gesto de fastidio, Carolina no se inmuto, siguió peinando su largo cabello oscuro, sin prestarle atención, Richard en cambio no pudo evitar mirarla, sus ojos se volvieron brillantes, admirando cada movimiento tan perfecto y natural de esa mujer, luego ella se pintó los labios de un rojo carmesí, Richard no pudo evitar humedecer su boca, y cuando se sintió como un tonto, decidió contener todos sus impulsos y alejarse.
Richard salió a su balcón y respiró aire fresco
«No puede ser que,
Tomaron un avión privado que los dirigiría al pueblo de Lorf en Escocia, era un trayecto de por lo menos seis horas de vuelo. Estarían llegando casi por la tarde, Carolina se dispuso a ver una película en la pantalla del asiento, y se colocó audífonos, Richard la miró de reojo, y observó que al cabo de un rato ella se quedó dormida, Richard aún podía recordar las palabras de odio que le había dicho antes, le habían calado profundo que ella hiciera hincapié en que sería de otros hombres menos suya, luchó por contener sus impulsos y aquellos recuerdos crueles, hasta que sintió que su cabeza cayó sobre su hombro, la miró y dormía, Carolina ya no era más la chica que tanto detestaba, podía parecer alguien frágil que él quería proteger, recordó aquella vez, cuando la vio tan mal, tan herida en aquel barranco, respiró profundo «No quiero sentir nada, no debo, no cuando la odio demasiado» pensó «Ella viajaba en un auto, iba en el asiento trasero, parecía el pasado, la forma en que vestía y
—¡Aléjate de mí! —exclamó Carolina y al instante, Richard la liberó de su peso y se alejó, entrando al cuarto de baño y cerrando con fuerza. Carolina se miró al espejo, aún sus mejillas eran muy rojas, y sentía su corazón latir con gran fuerza. Se apuró a vestirse, y una vez lista, se sentó frente al espejo para peinarse y maquillarse, no quería que la maquillista de la abuela lo hiciera, no le gustaba que nadie la arreglara, porque le gustaba que todo en ella fuera natural, se sentía extraña si usaba demasiado maquillaje, incluso en la boda, ella fue quien se arregló. Cuando Richard salió ya vestía su esmoquin, y observó como Carolina se maquillaba con sutilidad, sus movimientos eran casi hipnóticos, y él quiso escapar de ella, pero no podía, salir de la habitación era como murmurar a los empleados que había problema en la pareja, y si algo así llegaba a los oídos de la abuela, era probable que quisiera tenerlos con ellos en la mansión, no era la idea de Richard, quien apenas al vo
Carolina volvió a la habitación, estaba enojada por no tener consigo aquella foto donde podía ver la placa de la motocicleta, y es que había dejado sus pertenencias en Catalia, al entrar vio a Richard durmiendo en la cama —Oye, ¿Qué haces? —exclamó Él se enderezó y la miró adormilado —¿Qué quieres? Déjame dormir —Claro, pero fuera de mi cama. El hombre no le hizo caso y más se aferró a dormir —Déjame en paz. —¿Dónde crees que dormiré yo? —exclamó rabiosa —Puedes dormir en el sofá o en el suelo. —Eres un… poco hombre —sentenció con furia —Y tú no eres exactamente la mujer del año, querida, pero ¿Ves? Cada quién tiene lo que merece. Ella le miró rabiosa, no dijo nada y fue al cuarto de baño, necesitaba cambiarse, y quitarse el maquillaje. Richard cerró los ojos y el cansancio lo venció. Cuando Richard volvió a despertar debía ser la madrugada, observó una gran pila de almohadones que dividían la cama en dos, Carolina la había dividido, para dormir en la misma cama, pero de
—Nada, solo platicábamos, saludaba a su hermosa esposa —dijo Marcus y la forma en que miraba a Carolina hizo que Richard sintiera más y más rabia —. Discúlpenme, debo saludar a algunas personas —Marcus se alejó y Carolina lo siguió incluso con la mirada —¿Qué tanto le ves? —¡Déjame en paz, Richard! —ella intentó irse, pero Richard tomó su brazo y la miró fijamente —No te olvides de que ahora eres la señora Steele, te prohíbo que te comportes como una… —¡¿Cómo una qué?! Esa palabra úsala solo con tu amante, cuida como me hables o diré todo a tu abuela —exclamó ella desafanándose de su agarre y alejándose de él. Richard la escuchó y sintió rabia, peor pudo menos que dejarla ir. Al finalizar la velada, por fin pudieron ir al auto, la abuela los dejaría ir justo ahora para que tomaran el ferri que los llevaría a Isla del Sur. Carolina estaba tan furiosa, que ni siquiera le habló a Richard en todo el camino, pronto subieron al barco y ella tenía mucho frío, Richard notó su piel pilo
Cuando Carolina abrió los ojos, aún podía escuchar el crepitar del fuego, miró los rayos de sol colarse, y sintió un calorcillo en su cuerpo, unos brazos fuertes la tenían enrollada, miró debajo de la manta, estaba vestida, y cuando miró, Richard estaba durmiendo a su lado, ella se irguió, su cabeza era una confusión total, no podía recordar y esa sensación logró darle pánico, porque podía recordar el pasado, cinco años atrás despertando de una forma parecida, sin saber quién era, ni donde estaba, claro era que todo era diferente esta vez, y aún así logró tensarse.—Buenos días —dijo Richard enderezándose—¿Qué me hiciste anoche?Él sonrió divertido—¿Yo? No te hice nada, por el contrario, fuiste tú quien se sobrepasó conmigo.Ella le miró con estupor, fue incapaz de articular una palabra por los nervios, pero cuando pudo lo miró severa—¿Qué rayos dices?—Digo que te subiste encima de mí, me besaste, y además dijiste que era muy guapo, si no te hubiera detenido, ¡Solo Dios sabe que hu
Carolina entró en su habitación, sintió que una rabia la golpeaba, sacó su valija y comenzó a meter toda la ropa que antes, las empleadas habían colgado en su closet, esa habitación era la misma de Richard, y lo supo porque también estaba su ropa colgada, comenzó a meter su ropa en la valija, cuando escuchó que alguien entró y cerró la puerta con fuerza —¡¿Qué crees qué haces?! —exclamó Richard, pero ella ni lo miró, siguió empacando, hasta que él intervino, tomó la ropa y la tiró al suelo, ella le miró con furia y lo empujó con fuerzas, pero en realidad, no lo movió ni un poco —¡Quítate! Déjame en paz. —¿Quieres comportarte como una mujer madura? Ella puso sus manos en la cintura estaba rabiosa —¿Lo dices tú? El hombre que es solo un niño, que ni siquiera puede enfrentar a otros por la mujer que ama, ¡Eres patético! —exclamó con astucia, él la miró con ojos pequeños y enojados —¡Ten cuidado en la forma como me hablas! —¡Me vale! Hablaré como quiero, y si no te gusta, largo y no
—¡Cállate! —exclamó Maya llorando, haciéndose la víctima y queriendo callar a Fred, que parecía disfrutar de ofenderla de forma muy cruel Richard Steele se levantó y miró a su hermano con rabia —¿Qué sucede contigo, Fred? ¡No seas tan tonto y actúes como un cretino! —No soy yo quien actúa de forma irrespetable. Es esta mujer quien lo hace, y cuenta con tu gran apoyo. ¡Mira lo que le haces a Carolina! —¡Haz que se vaya, Richi! —ordenó furiosa —¿Irme? ¿Acaso te oyes, mujer? ¡Nadie puede echarme de mi propia casa! —exclamó Fred, mirándola con desprecio y rabia, tenía razón, y eso hizo que la mujer se pusiera más rabiosa, haciéndose la víctima —. ¡No me iré! La única mujer que debe irse de aquí, eres tú, y tal vez en el camino, recuerdes el respeto y la dignidad que has perdido. —¡Ya basta, Fred! —exclamó Richard Fred se detuvo, solo por Richard, ya sabía que su hermano era temperamental y si seguía molestándolo de esa forma, cosas malas resultarían —No me iré, Richard, está tambié
Carolina sentía como las manos de Richard recorrían su piel hábiles, como el calor la embriagaba, su cuerpo se tensaba, parecía destinado a ser de él, no podía contenerse, la besaba como si no hubiese mañana, como si pudiera demostrarle lo que la deseaba, su corazón latía tan rápido, sentía que su piel se erizaba que temblaba, era como una loca sin control, cuando dejó sus labios para recuperar aliento, los besos de Richard viajaron por su cuello largo, y pro su clavícula, ella sintió que estallaría, que no podía resistirse más, un jadeo escapó de sus labios, y una sonrisa se formó en los labios de Richard, como si estuviese orgulloso de lo que habái conocido, ese simple gesto le dio temor y también dolor, ella se alejó, empujándolo, aunque él intentó devolverla al mismo estado de frenesí, no pudo hacerlo —¡Vete de aquí! ¿Qué crees que haces? Engañas a tu amante, ¡Eres un traidor! —¿Un traidor? Alguien aquí olvidó quién traicionó primero, y créeme cuando digo que no fui yo. Olvídate