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Carolina sentía como las manos de Richard recorrían su piel hábiles, como el calor la embriagaba, su cuerpo se tensaba, parecía destinado a ser de él, no podía contenerse, la besaba como si no hubiese mañana, como si pudiera demostrarle lo que la deseaba, su corazón latía tan rápido, sentía que su piel se erizaba que temblaba, era como una loca sin control, cuando dejó sus labios para recuperar aliento, los besos de Richard viajaron por su cuello largo, y pro su clavícula, ella sintió que estallaría, que no podía resistirse más, un jadeo escapó de sus labios, y una sonrisa se formó en los labios de Richard, como si estuviese orgulloso de lo que habái conocido, ese simple gesto le dio temor y también dolor, ella se alejó, empujándolo, aunque él intentó devolverla al mismo estado de frenesí, no pudo hacerlo —¡Vete de aquí! ¿Qué crees que haces? Engañas a tu amante, ¡Eres un traidor! —¿Un traidor? Alguien aquí olvidó quién traicionó primero, y créeme cuando digo que no fui yo. Olvídate
Al día siguiente, cuando Richard despertó de inmediato fue a la casa de la abuela, y pidió verla, ella lo recibió en su biblioteca, mirándolo fijamente —Hijo, ¿Está todo bien? —Sí, abuela, claro que sí, solo he venido porque quería discutir el tema de la herencia. Marian le miró confusa —¿Qué sucede con eso, hijo? —Bueno, supongo que pronto deberás pedir que me sea entregada. —Sobre eso… —la abuela titubeó y eso causó nervios en Richard—. He estado pensando al respecto. —¿Pensando? —exclamó él confuso —Pensé en Frederick, sobre que tu padre lo quería mucho, casi como un hijo, por eso estoy pensando seriamente en darle una parte de la herencia, por supuesto que tu tendrás la mayor parte, pero, quiero hacerlo como un homenaje a tu padre. —Eso sería genial, me gustaría que así fuera —dijo Richard, en el fondo él iba a compartir la herencia de su padre con Fred, ese siempre fue el plan, pero quitarle a Marian el control de la herencia era difícil —Sin embargo, primero quiero espe
Apenas llegó Richard a la mansión, miró a su madre, notó la decepción y tristeza, ella estaba en completo silencio, y no era algo habitual en ella, parecía reprocharle, y suplicar, luego se lanzó a sus brazos —¡Hijo por fin llegaste! —exclamó con un tono dramático y desolado, y eso inquietó mucho a Richard quien solo miró alrededor, hasta encontrar a Carolina y lanzarle una mirada severa, él caminó hacía ella con lentitud, y tomó asiento en el comedor, donde estaba reunida la familia comiendo —¿Por qué no has dicho nada? —exclamó, pero la miró demasiado desenfadada, tranquila, como si nada malo estuviese sucediendo, como si su madre no la hubiese insultado demasiadas veces, Richard ahora se preguntaba ¿Quién era ella realmente? ¿Era verdad así? ¿Era capaz de ser tan dura y soportarlo todo sin pestañear, sin adolecer, ni temer de nadie? ¿Qué clase de mujer era Carolina Donelli? No obtuvo ninguna respuesta al respecto y decidió esperar a que el tiempo le diera la mejor respuesta —¡Hij
—Pero, ¡¿Puede ser verdad? —exclamó Rachel dudosa, Carolina la miró como si fuera una pesadilla, realmente era una pesadilla soportar a esa mujer que solo destilaba odio y veneno en su contra —Claro que lo es —dijo muy segura—. Ya lo ha dicho su propio hijo. Rachel sintió como si le hubiesen lanzado agua helada encima, ahora sabía la verdad, ella debía una disculpa, y Carolina Donelli volvía a estar limpia como siempre, pero cuando la miró sintió odio, demasiado, sentía que, de todos modos, más allá de la calumnia, la odiaba con todas las fuerzas de su alma al recordar como su hijo sufría por ella en el pasado, lanzándose a la depresión y al alcohol. —¿Y por qué no lo dijiste antes? Pudiste detener todo este escrutinio, todo este drama se pudo evitar si hubieses hablado —espetó Rachel con rabia—. En cambio, lo único que provocaste fue lo peor, pero, sobre todo, supongo que lograste hacerte la víctima, seguro de que era parte de tu maligno plan —dijo Rachel, cruzándose de brazos —N
—¿Qué le dijiste a mi abuela? —dijo él con un tono de voz grave que denotaba su ansiedad y nerviosismo, había pasado en su mente lo peor, que ella le había confesado toda la verdad, en venganza y que ahora él estaría en serios problemas, y eso podría perjudicar la paz familiar.—¿Tú qué crees? —exclamó con alevosía y ventaja, observando la incredulidad y algo de nerviosismo en su rostro—No juegues, Carolina —espetó brusco—Yo no he dicho que quiero el divorcio, aún, si es lo que te importa, puedes calmar tus nervios, te he salvado —dijo altiva, con la mirada penetrante, él se desconcertó y solo la vio seguir su caminoFue tras ella de forma rápida, y la detuvo, ella se quedó pasmada al mirarlo actuar de esa forma, no entendía que más tenía que hablar, pero
—Nada, Fred, entre Richard y yo no pasa nada ya sabes, solo peleamos por tonterías. —¿Por tonterías? Carolina, sé que él te engaña con Maya, pero, lo que no entiendo es, ¿Por qué lo toleras? Ella bajó la mirada, odió que él pensara lo peor de ella —No me importa, yo no amo a tu hermano, no siento nada por él, esto es un acuerdo, en cuánto él reciba su herencia lo dejaré, nos divorciaremos. Fred abrió ojos enormes, estaba tan incrédulo, porque llegó a pensar que Carolina amaba a su hermano, ahora saber lo contrario lo alegró demasiado —Mi hermano no te merece, Carolina, me alegro que no sufras por él. —No te preocupes, Fred, jamás sufriría por un tipo como tu hermano, pero ya que hablamos, quería preguntarte sobre la fotografía, dijiste que eras tú, pero no entiendo porque no me recuerdas. —Ahora no, Carolina, pero te prometo que después te contaré sobre esto. Ella le miró con tristeza, pero él entró en la mansión Steele, y ella decidió ir a casa. Cuando Richard llegó al depar
Fred pensaba en las palabras de Richard, siguió bebiendo, una copa tras otra, sentía odio, un odio profundo, su padre adoptivo siempre fue bueno, nunca hizo diferencias entre Fred y Richard, uno era hijo adoptivo, el otro su hijo de sangre, pero su abuela marcó la diferencia, por supuesto que era cruel cuando todos los elogios, las bendiciones se auguraban solo en su hermano menor, el auténtico Steele, y entonces a la muerte de su padre, Fred supo que su buena suerte acabó. Pero, odiaba esa comparación, sentirse menos que Richard, solo por no llevar en sus venas la sangre de los Steele. Richard en cambio, siempre fue incapaz de sacarlo a relucir o ser malvado con Fred, hasta ahora, que parecían destinados a competir por el amor de la misma mujer. Carolina no podía dormir, cuando miró su reloj, eran casi las dos de la madrugada, estaba aún despierta, él no había llegado, ella sabía que debía estar con Maya y no le sorprendía, quería fingir que no le importaba, pero muy en el fondo sup
Fred estaba en los separos junto a esa mujer que le veía con furia y coraje, todo el tiempo no hacía más que maldecirlo, pero Fred tenía mucho miedo, podía aún en su interior recordar las palabras de Richard, sobre que su abuela esperaba darle su herencia, siempre que él demostrara haber cambiado, y aquello solo lo dejaba mal parado, se sentía terrible, seguro de que había desperdiciado su única oportunidad, miró a la joven que estaba a su lado, era una jovencita, debía tener por lo menos unos veinte años, se acercó a ella —Oye, necesito tu ayuda. Ella le miró inverisímil, como si aquel tipo solo estuviera loco de atar —¡Nunca! Ni lo sueñes. —Escúchame, si me ayudas, te juro que te daré lo que quieras. Ella le miró con estupor —¿Lo que quiera? Él sintió algo de temor —Sí, mira, si mi abuela se entera de que he sido yo él causante del accidente, ella me odiará, me desheredará. —¿Tanto así? —exclamó insegura —Te lo juro, pero si te culpas, ella no lo verá mal. Por favor. Ella