Fred llegó a casa, estaba tan emocionado, Sarah lo observó y él se abalanzó a abrazarla con fuerza, ella estaba perpleja —Mi hermano despertó, mi hermano está a salvo, Sarah, ¡Soy tan feliz! Sarah se unió a su felicidad y lo abrazó con fuerza, besando su mejilla, pero al sentir sus labios sobre su piel, él no pudo evitarlo, la besó con fervor, Sarah no pudo huir de ese beso, lo deseaba desde hace tanto tiempo, pero cuando sintió que se perdía en él, tuvo que detenerlo —No es correcto. Fred sintió algo de tristeza con sus palabras, y acunó su rostro —Sé que te rompí el corazón con mi desprecio, y que nunca podré pagar o suficiente para recuperar tu amor, pero te amo, Sarah, ahora sé que eres la mujer que amo, con la que quiero compartir el resto de mis días, la única que quiero para madre de mis hijos, por favor, si aún queda algo del amor que me tuviste, por favor, perdóname. Fred se arrodilló ante ella, y se abrazó a su cintura, Sarah se sintió incómoda, tenerlo a sus pies, tan
Carolina y Richard estaban tomados de la mano, eran tan felices, Richard cargaba a su pequeño Albert, y veían a los novios frente al juez, era una boda sencilla, solo con los familiares y amigos más cercanos. Richard y Carolina estaban tomados de la mano, mirando sus ojos con amor, ilusionados por el provenir, pronto firmaron las actas y el juez los declaró de nuevo, marido y mujer. Un beso de amor selló su juramento La fiesta comenzó en el jardín de la casa de campo, era un lugar hermoso, y fue donde comenzó la historia de ellos dos, luego de bailar, fueron a recibir las felicitaciones —Quiero disculparme con ustedes, traté de separarlos, y no fue algo justo, me avergüenza mi comportamiento, y deseo que sean felices, de todo corazón. Sarah sonrió ante las palabras de René, se dieron un largo abrazo, ahora René estaba con Lyra, pronto iban a casarse, se veían felices y enamorados. Sarah pensó que por fin la vida tomaba su propio curso y era feliz por ellos también. Carolina fue
Los años habían avanzado, hasta contarse siete, Richard y Carolina seguían dirigiendo la empresa Donelli-Steele. Fred y Sarah trabajaban en el hotel sabático, era un negocio muy rentable y que además les encantaba porque ayudaban a personas que estaban en crisis y buscaban un lugar para descansar y buscar paz mental. Aquel día era el cumpleaños de Richard Steele, Carolina lo organizó solo con la familia, como a él le gustaba. Richard llegó y su hija Kira de cuatro años saltó a él con felicidad, Albert lo hizo después, ya eran unos niños grandes y hermosos, amaban a su padre, y eran su tesoro absoluto, él rio al verlos, y luego los bajó. Fred y Sarah llegaron, y fue a saludarlos. Los niños jugaban en el jardín, ellos comían, los hombres bebían deliciosos tragos, y las mujeres reían y platicaban, era un hermoso día, el mejor de todos, la vida era tranquila, ya sin nada que pelear o sufrir, pronto llegó René con su esposa Lyra y su hija Tya que se unió a las chiquitas, Kira y Lucero
No apartaban la vista de ella, llevaba el vestido de novia más encantador que había encontrado, sonreía feliz, mientras escuchaba a todos murmurar: «Es una hermosa novia»Si lo era o no, ella no lo sabía, tampoco le importaba, estaba parada en aquel lujoso salón, pero no sabía si se sentía feliz, su mente era confusa, alzó la vista, y entre todas esas personas viéndola pudo reconocer otra mirada, ella lo conocía, solía ver su fotografía desde hace años, pero su mente era un túnel oscuro sin recuerdos, aunque ahora era algo que no le importaba, ese hombre de pie que la miraba con una seriedad expectante, de ojos azul porcelana, como hielo frío en invierno, era Richard Steele, su ahora esposo, fue todo un playboy, a quien atribuían muchas conquistas y mujeres rendidas a sus pies, como si se tratara de un santo. Carolina no entendía como era que tuviese tanta fama con las mujeres, podría ser todo, y profusamente atractivo, pero ahora mismo su mirada sobre ella, tan firme y penetrante, la
Maya bajó la mirada estuvo a punto de echarse a llorar, con un gesto que parecía desolador—¡Abuela!—Escucha bien, está es una boda, aquí solo hay gente decente, no hay lugar para las mujerzuelas, como tú —sentenció la abuelaMaya comenzó a llorar, y Richard miró con rabia a su abuela—¡Basta!—¡Basta, nada! Ten cuidado en la forma como me hablas.Richard calló al ver a la abuela tan enfadada. Carolina los miraba confusa, pero después dio la vuelta dejándolos ahí.Ella caminó aturdida, las palabras de aquella mujer estaban en su mente, confundiéndola, entonces, la voz de un hombre resonó repentina—¿Así que aquí está mi amada cuñada?Cuando ella levantó la vista, el lugar era oscuro, solo iluminado por luces azules, el hombre que le hablaba vestía una chaqueta de cuero oscura, tal como lucía, hizo que un leve recuerdo viniera a su mente«Ella siendo sostenida por los brazos fuertes de un hombre con una chaqueta de cuero, oscura, salvándola de la devastación»—¿Carolina?La voz la dev
Richard caminaba por el gran salón, solo quería irse, huir de ahí, Fred se acercó a él—¡Hermano! ¡Felicidades! ¡vaya, vaya! ¿Así que al fin has sentado cabeza? ¿Quién diría que lo conseguirías? Pero, eres así, el mejor Richard Steele, siempre consigues lo que quieres —dijo dándole un suave golpe en el hombro, aunque Richard pudo sentir la agresividad pasiva en su tono de voz—¿A qué te refieres, Fred?—Siempre quisiste a Carolina para ti, y mira, lo conseguiste, porque no hay nada que un Steele no consiga, ¿Verdad?Richard bajó la mirada, y negó con desespero—No estoy de ánimo.—¿No estás de ánimo en tu boda? Lo imagino, ahora solo debes estar pensando en la noche de bodas, si fuera tú, ya me hubiese ido con Carolina, hasta la habitación y no la dejaría salir de ahí por mucho tiempo.—¡Ya basta! —exclamó con coraje, Fred no esperaba tal reacción y lo miró intrigado—¿Qué pasa? No era lo que querías, ¡Morías por Carolina desde la escuela! Ahora la tienes, ¡Felicidades! Después de tod
Carolina caminó a toda prisa, sentía la furia, había perdido noción del tiempo, sus pies dolían y no era nada cómodo caminar con ese vestido, vio un auto con luces cegadoras, que accionó su claxon, era el auto de Richard, pero no se detuvo, observó como él se bajó del auto y la siguió a toda prisa—¡Carolina! Vuelve aquí, ahora mismo.Ella no le hizo caso, seguía caminando de prisa, hasta que él la detuvo, tomándola del brazo —¿Acaso te has vuelto sorda?Ella se desafanó de su agarre con severidad—¿Qué quieres? Me dejas tirada, en miedo de la calle, solo para arrepentirte después, dime, ¿Qué clase de bipolar eres?Él la miró atónito—¡No soy ningún bipolar! Para que lo sepas, no tengo tanta maldad, incluso para dejarte sola aquí, en medio de la nada, ni siquiera aunque te odie con ganas.Ella le miró severa, colocando sus manos en su cintura—¿Tú me odias a mí? —ella rio divertida—. ¿Y por qué tanto odio? Te desgastas en vano, querido, yo a ti, ni en el mundo te hago, si me casé con
Poco a poco, Carolina, nada diestra en la bebida, comenzó a embriagarse, hasta el punto en que Fred tuvo que cargarla en brazos para ir a la habitación, porque estaba durmiéndose en la sala, la subió por las escaleras, pero ella mareada, terminó por vomitarle encima, ensuciando su camisa, él intentó limpiarse, pero fue inútil, al llegar la llevó a la habitación de su hermano, Fred observó a Carolina tendida en el colchón, era una mujer perfecta, hermosa, era como un sueño, ella le gustaba, pero era menor que él, y en el pasado, solo era un capricho, pero sabía que su hermano Richard estaba enamorado de ella, entonces, decidió hacerse a un lado, sin embargo, poco después, ella desapareció de sus vidas, y no la volvieron a ver, hasta hace poco, Fred sabia que ella sería la mujer de su hermano, eso lo dijo su abuela Marian, desde que eran niños, por una razón sentimental que él no entendía, Fred siempre creyó que sería algo bueno, pues Richard amó a Carolina desde su infancia, sin embarg