Carolina caminó a toda prisa, sentía la furia, había perdido noción del tiempo, sus pies dolían y no era nada cómodo caminar con ese vestido, vio un auto con luces cegadoras, que accionó su claxon, era el auto de Richard, pero no se detuvo, observó como él se bajó del auto y la siguió a toda prisa
—¡Carolina! Vuelve aquí, ahora mismo.
Ella no le hizo caso, seguía caminando de prisa, hasta que él la detuvo, tomándola del brazo
—¿Acaso te has vuelto sorda?
Ella se desafanó de su agarre con severidad
—¿Qué quieres? Me dejas tirada, en miedo de la calle, solo para arrepentirte después, dime, ¿Qué clase de bipolar eres?
Él la miró atónito
—¡No soy ningún bipolar! Para que lo sepas, no tengo tanta maldad, incluso para dejarte sola aquí, en medio de la nada, ni siquiera aunque te odie con ganas.
Ella le miró severa, colocando sus manos en su cintura
—¿Tú me odias a mí? —ella rio divertida—. ¿Y por qué tanto odio? Te desgastas en vano, querido, yo a ti, ni en el mundo te hago, si me casé contigo, solo fue para conseguir dos cosas; mi fortuna y mi libertad, y no te odio, me acabas de arreglar la vida, fingir amor por ti, hubiese sido un verdadero calvario —dijo con ironía
Richard la miró con el rostro enrojecido de furia, ella podía notar su respiración irregular, como si hubiese tocado una herida que lo hacía reaccionar impulsivo
—¡Claro! Fingir es lo mejor que sabes hacer, Carolina, en realidad, debiste ser una actriz, hubieras sido la mejor, eso es lo que sabes hacer muy bien, sabes fingir amor y mentir con una naturalidad solo para conseguir lo que quieres.
Ella le miró ofendida
—Piensa lo que quieras —dijo ella dispuesta a irse, pero él la volvió a detener
—Vendrás conmigo, te llevaré a la mansión, ahí te quedarás.
Ella intentó alejarse, pero fue inútil
—¡He dicho que no! Iré a donde se me de la gana, ¡Suéltame!
—¡Eres mi esposa, ahora me obedecerás!
—Tú eres nada para mí.
Él la sostuvo de nuevo entre sus brazos, Richard estaba fuera de control, la rabia lo dominaba, no esperaba que Carolina resultara ser tan rebelde
—Soy tu esposo, te guste, o no —sentenció y de pronto el sentirla tan cerca lo descontroló, pudo oler su perfume, sentir su aliento, era inútil que apelara a su fuerza de voluntad, cuando reaccionó, tomó posesión de sus labios, besándolos con pasión y ardor, Carolina intentó negarse, manoteando para liberarse, pero encontró que su mismo cuerpo reaccionaba ante el sabor de ese beso, se rindió y se quedó quieta, disfrutándolo, correspondiendo.
Cuando algo de realidad llegó a sus mentes se separaron, sus rostros estaban cubiertos de rubor carmesí, Carolina escondió la mirada, pero terminó por limpiar sus labios, como si despreciara aquel beso, Richard le miró con ojos pequeños y severos
—Vuelve al auto.
—¡No lo haré! Adiós —sentenció, dando la vuelta, yéndose
Richard la miró incrédulo, no podía creer que siguiera siendo tan desobediente, sintió que podía enloquecer, simplemente caminó hacia ella, y de pronto la sostuvo entre sus brazos, cargándola, ella gritó y pataleó, fue inútil, él la depositó dentro del auto y luego entró para conducirlo, ella le miró severa, cruzando los brazos, y mirando a la ventana, mientras él manejaba rumbo a la mansión Steele.
Pronto llegaron a la mansión, Richard la llevó adentro, porque ella hubiese huido
—Mañana debemos ir con la abuela, así que no hagas tonterías, no admitiré ningún error.
Ella se soltó de su agarre
—¿Y cómo harás, Richard? Porque tú ya eres un error andante.
Él la miró con ojos pequeños, mientras observó su sonrisa que de pronto le pareció seductora
—Mañana estaré aquí muy temprano.
Ella le miró con sorpresa
—¿Vas con tu amante? —exclamó—. Salúdala de mi parte, dile que guardaré mi vestido de novia, para que algún día ella pueda usarlo.
—¿Estás celosa? —exclamó sorprendido de sus palabras
Carolina le miró atónita y luego su risa invadió la mansión
—¡No seas ridículo, Richard Steele! Tú a mí, me importas lo mismo que un centavo, ahora vete, cuida a esa mujer, porque será la única que pueda amarte, más que a su dignidad.
Richard la miró severo, luego dio la vuelta y se fue.
Fred recién llegaba y miró a su hermano irse
—¿Richard? Pero, ¿A dónde va? —Fred entró en la mansión, venía llegando de un viaje a Las Vegas, y creyó que Richard se fue con su esposa, sin embargo, cuando escuchó ruidos en el salón principal, entró de prisa y la miró ahí
—¿Carolina? —exclamó
Ella lo miró
—Hola, cuñado.
—¿Qué haces aquí? ¿A dónde fue Richard? ¿Por qué no está aquí?
—Fue a disfrutar de su noche de bodas —sentenció con sarcasmo
Fred la miró intrigado
—¿Estás bien, Carolina?
—¡Claro! Pero, olvidemos al amargado de tu hermano, divirtámonos, vamos a brindar —dijo ella, ambos fueron al bar, Fred estaba confundido con la actitud de la mujer, pero la siguió, después de todo, Carolina siempre fue una mujer divertida, segura y amable, querida por todos los que la conocían, no, ella no había cambiado en nada, él estuvo seguro de eso.
Ambos bebieron divertidos, por largo rato, mientras él le contaba infinidad de anécdotas divertidas que la hacían reír.
Richard llego a su apartamento de soltero, encontró a Maya con el rostro lleno de lágrimas, quien al verlo se abalanzó a sus brazos
—¡Mi amor! Juré que ya no vendrás, temí que esa mujer te hubiese convencido con su belleza, y ahora estarías durmiendo a su lado.
—No digas tonterías, jamás volvería a sentir nada por esa mujer.
—¿De verdad nunca volverías a amar a Carolina?
Esas palabras provocaron recuerdos en Richard, recuerdos que estrujaron su corazón, bajó la mirada para olvidarlos
—Escucha, Maya, debo ir con la abuela a un viaje, y Carolina vendrá conmigo.
Él notó el dolor en los ojos de Maya, tomó su mano
—¿Por qué? Me vas a dejar por ella, ¿Verdad?
—No digas eso, Maya, entiende, mi abuela me lo ha ordenado, sabes que ella ha estado enferma, sabes que pronto me entregará la herencia de mi padre, luego de que lo haga, voy a divorciarme de Carolina, y me casaré contigo, ya nada de lo que diga ni la abuela, ni nadie, me importará.
Ella sonrió y se abrazó al pecho de Richard
—¡Te creo, mi amor! Sé que lo harás —ella besó sus labios, pero sintió la frialdad de Richard, que de inmediato rompió aquel beso, eso le dio un temor a Maya, intentó acariciarlo, pero él frenó sus caricias
—Debo irme.
—¿A dónde? ¿Volverás a la mansión? —él asintió—. ¿Dormirás con ella?
—Claro que no, pero, debo volver, la abuela y mi madre volverán ahí, debo estar ahí, o sospecharán.
Maya asintió y lo vio irse, se asomó por la ventana despidiéndolo
—¡No conseguirás de nuevo el amor de Richard, Carolina! No lo permitiré, si te vuelves a meter en mi camino, como hace cinco años, ten por seguro que volveré a hacerte pagar caro tu atrevimiento, pero esta vez, acabaré contigo para siempre —sentenció con ojos severos.
Poco a poco, Carolina, nada diestra en la bebida, comenzó a embriagarse, hasta el punto en que Fred tuvo que cargarla en brazos para ir a la habitación, porque estaba durmiéndose en la sala, la subió por las escaleras, pero ella mareada, terminó por vomitarle encima, ensuciando su camisa, él intentó limpiarse, pero fue inútil, al llegar la llevó a la habitación de su hermano, Fred observó a Carolina tendida en el colchón, era una mujer perfecta, hermosa, era como un sueño, ella le gustaba, pero era menor que él, y en el pasado, solo era un capricho, pero sabía que su hermano Richard estaba enamorado de ella, entonces, decidió hacerse a un lado, sin embargo, poco después, ella desapareció de sus vidas, y no la volvieron a ver, hasta hace poco, Fred sabia que ella sería la mujer de su hermano, eso lo dijo su abuela Marian, desde que eran niños, por una razón sentimental que él no entendía, Fred siempre creyó que sería algo bueno, pues Richard amó a Carolina desde su infancia, sin embarg
Cuando Carolina abrió los ojos, no reconoció la habitación, se enderezó asustada, estaba acostumbrada a sentir esa ansiedad de no saber quién era, de no saber dónde estaba, le pasaba seguido, el doctor le llamaba trastorno disociativo, y ocurrió debido a su amnesia, hace cinco años tuvo un accidente de auto con sus padres, ellos murieron, pero ella fue salvada por un héroe anónimo, sin embargo, Carolina sufrió un golpe tan fuerte en la cabeza que sufrió una terrible amnesia, nunca pudo recuperar sus recuerdos, solo algunas leves remembranzas que iban y venían y que a veces creía que eran sueños, cuando se levantó miró a Richard Steele ahí, ella frunció el ceño confusa, pensó que se había marchado de ahí, ¿Acaso no dijo que la odiaba y no la soportaba? ¿Por qué se quedó ahí? Ella pensó que ese hombre era un acertijo difícil de comprender. Estaba dormido sobre el sofá, en una posición demasiado incómoda, tal que le causó compasión, pero se acercó lentamente, escuchó el sonido compensado
Richard tocaba la puerta de su propia habitación, estaba enfurecido porque ella no abría—¡Abre ahora mismo, antes de que me vuelva loco! —berreó, y al fin Carolina abrió, él empujó la puerta, furioso—. ¿Por qué no me has dejado pasar?—Estaba cambiándome —dijo mientras ya estaba listaRichard hizo un gesto de fastidio, Carolina no se inmuto, siguió peinando su largo cabello oscuro, sin prestarle atención, Richard en cambio no pudo evitar mirarla, sus ojos se volvieron brillantes, admirando cada movimiento tan perfecto y natural de esa mujer, luego ella se pintó los labios de un rojo carmesí, Richard no pudo evitar humedecer su boca, y cuando se sintió como un tonto, decidió contener todos sus impulsos y alejarse.Richard salió a su balcón y respiró aire fresco«No puede ser que,
Tomaron un avión privado que los dirigiría al pueblo de Lorf en Escocia, era un trayecto de por lo menos seis horas de vuelo. Estarían llegando casi por la tarde, Carolina se dispuso a ver una película en la pantalla del asiento, y se colocó audífonos, Richard la miró de reojo, y observó que al cabo de un rato ella se quedó dormida, Richard aún podía recordar las palabras de odio que le había dicho antes, le habían calado profundo que ella hiciera hincapié en que sería de otros hombres menos suya, luchó por contener sus impulsos y aquellos recuerdos crueles, hasta que sintió que su cabeza cayó sobre su hombro, la miró y dormía, Carolina ya no era más la chica que tanto detestaba, podía parecer alguien frágil que él quería proteger, recordó aquella vez, cuando la vio tan mal, tan herida en aquel barranco, respiró profundo «No quiero sentir nada, no debo, no cuando la odio demasiado» pensó «Ella viajaba en un auto, iba en el asiento trasero, parecía el pasado, la forma en que vestía y
—¡Aléjate de mí! —exclamó Carolina y al instante, Richard la liberó de su peso y se alejó, entrando al cuarto de baño y cerrando con fuerza. Carolina se miró al espejo, aún sus mejillas eran muy rojas, y sentía su corazón latir con gran fuerza. Se apuró a vestirse, y una vez lista, se sentó frente al espejo para peinarse y maquillarse, no quería que la maquillista de la abuela lo hiciera, no le gustaba que nadie la arreglara, porque le gustaba que todo en ella fuera natural, se sentía extraña si usaba demasiado maquillaje, incluso en la boda, ella fue quien se arregló. Cuando Richard salió ya vestía su esmoquin, y observó como Carolina se maquillaba con sutilidad, sus movimientos eran casi hipnóticos, y él quiso escapar de ella, pero no podía, salir de la habitación era como murmurar a los empleados que había problema en la pareja, y si algo así llegaba a los oídos de la abuela, era probable que quisiera tenerlos con ellos en la mansión, no era la idea de Richard, quien apenas al vo
Carolina volvió a la habitación, estaba enojada por no tener consigo aquella foto donde podía ver la placa de la motocicleta, y es que había dejado sus pertenencias en Catalia, al entrar vio a Richard durmiendo en la cama —Oye, ¿Qué haces? —exclamó Él se enderezó y la miró adormilado —¿Qué quieres? Déjame dormir —Claro, pero fuera de mi cama. El hombre no le hizo caso y más se aferró a dormir —Déjame en paz. —¿Dónde crees que dormiré yo? —exclamó rabiosa —Puedes dormir en el sofá o en el suelo. —Eres un… poco hombre —sentenció con furia —Y tú no eres exactamente la mujer del año, querida, pero ¿Ves? Cada quién tiene lo que merece. Ella le miró rabiosa, no dijo nada y fue al cuarto de baño, necesitaba cambiarse, y quitarse el maquillaje. Richard cerró los ojos y el cansancio lo venció. Cuando Richard volvió a despertar debía ser la madrugada, observó una gran pila de almohadones que dividían la cama en dos, Carolina la había dividido, para dormir en la misma cama, pero de
—Nada, solo platicábamos, saludaba a su hermosa esposa —dijo Marcus y la forma en que miraba a Carolina hizo que Richard sintiera más y más rabia —. Discúlpenme, debo saludar a algunas personas —Marcus se alejó y Carolina lo siguió incluso con la mirada —¿Qué tanto le ves? —¡Déjame en paz, Richard! —ella intentó irse, pero Richard tomó su brazo y la miró fijamente —No te olvides de que ahora eres la señora Steele, te prohíbo que te comportes como una… —¡¿Cómo una qué?! Esa palabra úsala solo con tu amante, cuida como me hables o diré todo a tu abuela —exclamó ella desafanándose de su agarre y alejándose de él. Richard la escuchó y sintió rabia, peor pudo menos que dejarla ir. Al finalizar la velada, por fin pudieron ir al auto, la abuela los dejaría ir justo ahora para que tomaran el ferri que los llevaría a Isla del Sur. Carolina estaba tan furiosa, que ni siquiera le habló a Richard en todo el camino, pronto subieron al barco y ella tenía mucho frío, Richard notó su piel pilo
Cuando Carolina abrió los ojos, aún podía escuchar el crepitar del fuego, miró los rayos de sol colarse, y sintió un calorcillo en su cuerpo, unos brazos fuertes la tenían enrollada, miró debajo de la manta, estaba vestida, y cuando miró, Richard estaba durmiendo a su lado, ella se irguió, su cabeza era una confusión total, no podía recordar y esa sensación logró darle pánico, porque podía recordar el pasado, cinco años atrás despertando de una forma parecida, sin saber quién era, ni donde estaba, claro era que todo era diferente esta vez, y aún así logró tensarse.—Buenos días —dijo Richard enderezándose—¿Qué me hiciste anoche?Él sonrió divertido—¿Yo? No te hice nada, por el contrario, fuiste tú quien se sobrepasó conmigo.Ella le miró con estupor, fue incapaz de articular una palabra por los nervios, pero cuando pudo lo miró severa—¿Qué rayos dices?—Digo que te subiste encima de mí, me besaste, y además dijiste que era muy guapo, si no te hubiera detenido, ¡Solo Dios sabe que hu