LUNA ARTEMIA:
La noche caía con su manto de estrellas, y mi corazón latía con una urgencia que no lograba sofocar. Con cada paso, la resolución en mi interior crecía. Sabía que el tiempo corría en mi contra, pero aún confiaba en mi habilidad para maniobrar entre las sombras, aprovechando cada debilidad aparente de aquellos que podían arruinar mis planes con su amor verdadero.
Mis ojos se fijaron en las ventanas iluminadas. Me esforzaría más, tramaría más. No permitiría que vínculos antiguos arruinaran lo que tanto había imaginado. Aunque las estrellas parecían susurrar otra historia, yo escribiría la mía, cueste lo que cueste. —Mi Luna, acaba de llegar su papá —me dijo una sirvienta, dejándome anonadada. Eso no podía ser verdad; mi padre, en todos los años que llevaba viviendo en esta manaKAESAR:Estaba furioso; la rabia me consumía por dentro, como fuego líquido. Yo era un Alfa Real, el más poderoso de mi linaje, y no tenía por qué esconderme en mi propio territorio como un cachorro asustado. Por eso, lancé otro aullido, más poderoso que el primero, haciendo temblar el aire mismo y llamando a toda mi manada. La sangre me hervía al pensar en mi abuelo, ese manipulador que había ambicionado mi manada toda su vida.No le bastaba haber casado a su hija con mi padre ni toda la influencia que ya tenía; ahora deseaba arrebatarme lo que por derecho me pertenecía. En el fondo de mi mente, nublada por la ira, sabía que era una trampa, pero el calor del celo, mezclado con mi furia, me impedía pensar con claridad.—¡Mi alfa, detente! —el grito desesperado de mi beta Otar resonó en el aire helado—. ¡Detente! No podemos ir a
KAESAR:Mi mirada se cruzó con la de varios miembros de ambas manadas. Conocía a la perfección a los míos, pero también podía ver el potencial en los Colmillos Reales. Eran fuertes, orgullosos, dignos seguidores de Kaela. —¡Todos, mantengan la calma! No estamos aquí para pelear contra ellos —declaré, alzando las manos en señal de paz—. Somos lobos reales, no bestias salvajes que se dejan llevar por el miedo y la desconfianza. Kaela me miró sorprendida cuando tomé su mano, pero no se resistió. Podía sentir el poder fluyendo entre nosotros, esa conexión ancestral que ninguna desconfianza podía romper. Nuestros lobos lo sabían, lo sentían en sus huesos: éramos los últimos de nuestra estirpe, destinados a estar juntos.A mi señal dejamos salir a nuestros lobos. Cuando nues
LUNA ARTEMIA:Todo el palacio se quedó en silencio, congelado ante el eco de aquellos aullidos que resonaban como un presagio ominoso. Mi corazón se detuvo por un instante, reconociendo el profundo significado de lo que acabábamos de escuchar. Hacía décadas que esas dos manadas no unían sus voces de esa manera, y el sonido me heló la sangre en las venas. —¿Ves lo que has provocado con tu soberbia? —espeté, con rabia y temor—. Has logrado exactamente lo contrario de lo que pretendías. ¡Has unido a los Guardianes y a los Colmillos Reales nuevamente! Décadas de manipulación y estrategias para mantenerlos enfrentados, ¡destruidas en un solo momento! Me acerqué a la ventana, sintiendo el peso de nuestros errores sobre mis hombros. El aullido conjunto aún resonaba en mi mente como una sentencia de muerte. —&i
KAESAR:La pregunta me sorprendió; sentía las miradas de mi manada clavadas en mi espalda, al igual que las de la manada de mi Luna, incluidas la suya. No era una respuesta sencilla. Mi madre era hija del alfa de los Arteones, lo que me convertía en su nieto. ¿Estaría realmente listo para ir contra ellos y eliminarlos? A todos mis tíos, mis primos, mis familiares. Sin embargo, siempre tuve la sospecha de que estaban detrás de la muerte de mi padre, y ahora estaban en mi territorio.—Iré en busca de justicia donde deba encontrarla —respondí, mirando a mi Luna—. Si los Arteones son culpables, no importa el lazo de sangre que nos une. La muerte de nuestros padres no quedará impune. Les doy mi palabra como Alfa Real.Kaela me observó fijamente, como si intentara descifrar la verdad en mis palabras. El silencio se extendió por el claro mientras la nieve seguía cay
KAELA: Papá me había obligado a volver. Después de tantos años viviendo entre humanos, lo exigió. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que me convertí en loba que ya ni siquiera recordaba cómo se sentía. Me había despojado de mi esencia con tal de cerrar las heridas. Por desgracia, jamás logré que sanaran. El camino hasta la casa estuvo marcado por el silencio. Una figura esperaba en el porche: mi madrastra Artea. De lejos, su sonrisa parecía un intento forzado de cordialidad. —Vaya, pero si no es nuestra lobita perdida —dijo, cruzando los brazos—. Pensé que llegarías antes. No respondí. No iba a darle el placer de provocar una reacción. Subí los escalones mientras ella me observaba. Sin dejar de sonreír y con el tono de quien emite una sentencia, lanzó lo que ya sospechaba: —¿Lista para casarte? ¿Te acuerdas de lo que es ser una loba? Ahí estaba el verdadero motivo por el cual mi padre había insistido tanto en que regresara. Mis dedos se crisparon, pero hice ac
KAESAR: Mi lobo, Kian, no me dio tregua durante todo el día. Desde el amanecer, se retorcía con una inquietud que no lograba descifrar. Su urgencia crecía con cada minuto, impidiéndome concentrarme, mucho menos disfrutar de la cena que me había servido. Al final, me rendí. Me transformé, dejando que Kian tomara el control. La ventisca era cruel, la nieve caía con fuerza, cubriendo cada centímetro del bosque. Pero Kian corría con determinación, sin importarle el frío que cortaba como cuchillas ni las ramas que arañaban mi pelaje mientras pasábamos a toda velocidad entre los árboles. Sabía a dónde iba, aunque me costara admitirlo. Reconocía esa dirección. A cada zancada, la verdad se volvía más clara en mi mente: el refugio de la madre de Kaela. Mi respiración se agitó. ¿Había vuelto? ¿Después de tantos años buscando señales, podría ser cierto? El pensamiento me estremeció tanto que incluso Kian disminuyó su marcha un instante. Recordé aquel pacto con el Alfa Ridel, su padre. La
KAELA: Me arrastraban sin contemplación por el bosque nevado. Estaba atrapada; me habían colocado un collar de plata desde el momento en que me agarraron. Las lágrimas rodaban por mis mejillas al recordar la imagen de mi padre desangrándose sobre la nieve, con su mirada dorada fija en mí. Con cada paso que daba, la rabia crecía más intensa en mí. Laila, mi loba, luchaba por salir, pero el maldito collar no la dejaba. ¡Estaba atrapada! De pronto, un formidable rugido hizo temblar el bosque. Era un Alfa Real; lo conocía porque era igual al que recordaba de mi padre.—¿Y ese terrible gruñido? —preguntó un lobezno asustado.—Es uno que nadie quiere escuchar —respondió el jefe—. ¡Es un Alfa Real! —¿Y eso qué es? —preguntó de nuevo.—Una raza de lobos que no quieres conocer. ¡Deja de preguntar y corre! —El tirón en la cadena me hizo seguirlos. Otro rugido volvió a estremecer el bosque, más fuerte, más cercano. Lo sentí atravesar mi pecho como una llamarada en lo más profundo de mi ser.
KAELA: El collar de plata era más que un simple grillete; sentía cómo estaba absorbiendo mi esencia misma con cada minuto que pasaba en mi cuello, debilitándome. Y lo peor era que no dejaba que mi olor fuera percibido por otros. Mi compañero que me estaba buscando no podría encontrarme. Me habían traído al palacio del alfa Kaesar, mi prometido y asesino de papá. Por un instante, temí que me hubieran atrapado para otra cosa. —¡Más rápido, inútil! —me gritó la Delta Tara, jefa de la servidumbre, mientras yo fregaba el suelo del gran salón—. ¿Acaso piensas que tienes todo el día? El dolor en mis rodillas era constante, pero no levanté la cabeza. Un silencio pesado impregnaba la habitación cuando un par de tacones afilados resonaban con autoridad. —Esa es la Luna Artemia, madre del Alfa —susurró la omega Nina a mi lado. La Luna Artemia avanzaba con firmeza. Llevaba un vestido negro perfectamente ajustado que contrastaba con la perturbadora palidez de su piel, mientras sus ojos