KAESAR:
Observé cómo sus palabras cambiaban el semblante del consejo, transformando dudas en determinación. Kaela tenía el don de inspirar, una habilidad que heredó de su padre.
—Kaela, es un honor verte tomar las riendas de la manada —dijo Rouf, con firmeza—. Sé que muchos tienen dudas, pero juntos podemos demostrar que tu liderazgo marcará una nueva era.El consejo nos observaba con rostros expectantes y curiosos. Kaela inclinó la cabeza en un gesto de respeto y luego me miró un instante antes de continuar.—Sé que todos se preguntan qué hace el alfa Kaesar aquí —hizo una señal para que me colocara a su lado—. Somos parejas destinadas; él es mi Alfa y yo soy su Luna. Antes de que comiencen a hacerse preguntas, debo aclarar que todavía no hemos decidido nada. Solo se los digo porque tienen derecho a saberlo. Aunque enfrenKAELA:El alfa Kaesar mantuvo su mirada fija en mí, observándome con una intensidad que me estremecía hasta el alma. Se acercó un paso, y pude sentir el calor que emanaba de su cuerpo. —Las promesas son palabras vacías cuando el destino tiene sus propios planes —respondió, dando otro paso hacia mí—. No te pido promesas, Kaela. Solo te pido que seas sincera con lo que sientes y con lo que somos. Lo miré en silencio. Era una verdad que no podía negar, pero el miedo seguía allí, aferrado a mi pecho como una garra helada. —¿Y si lo que somos no es suficiente? —susurré, dejando escapar por fin el temor que me atormentaba—. ¿Y si todo esto es solo una ilusión que se desvanecerá con la primera tormenta? El sol resplandeció esa mañana de invierno, alzándose sobre nosotro
KAESAR:Nunca, en todos los años que tengo, había experimentado durante mi tiempo de celo deseos tan descontrolados como los que me provocaba mi Luna. No tenía control, no podía pensar; todo lo demás dejaba de tener importancia, y en mí solo predominaba el instinto de poseerla y complacerla. A pesar de mis esfuerzos por estar a la altura y ayudarla en su rol de alfa, mis instintos primitivos de lobo solo querían hacerla mía. Cada vez que la miraba, mi mente se nublaba con un fervor que no podía contener. Era un imán para mi alma, un llamado que no podía ignorar. Sabía que mi deber era mantenerme firme y ser el apoyo que ella necesitaba, pero el anhelo en mi corazón rugía con intensidad. Esa necesidad incontrolable de fundirme con ella, de olvidar nuestras responsabilidades, aunque solo fuera por un instante, y rendirnos al llamado de nuestros instintos más b&aa
LUNA ARTEMIA:La noche caía con su manto de estrellas, y mi corazón latía con una urgencia que no lograba sofocar. Con cada paso, la resolución en mi interior crecía. Sabía que el tiempo corría en mi contra, pero aún confiaba en mi habilidad para maniobrar entre las sombras, aprovechando cada debilidad aparente de aquellos que podían arruinar mis planes con su amor verdadero.Mis ojos se fijaron en las ventanas iluminadas. Me esforzaría más, tramaría más. No permitiría que vínculos antiguos arruinaran lo que tanto había imaginado. Aunque las estrellas parecían susurrar otra historia, yo escribiría la mía, cueste lo que cueste. —Mi Luna, acaba de llegar su papá —me dijo una sirvienta, dejándome anonadada. Eso no podía ser verdad; mi padre, en todos los años que llevaba viviendo en esta mana
KAESAR:Estaba furioso; la rabia me consumía por dentro, como fuego líquido. Yo era un Alfa Real, el más poderoso de mi linaje, y no tenía por qué esconderme en mi propio territorio como un cachorro asustado. Por eso, lancé otro aullido, más poderoso que el primero, haciendo temblar el aire mismo y llamando a toda mi manada. La sangre me hervía al pensar en mi abuelo, ese manipulador que había ambicionado mi manada toda su vida.No le bastaba haber casado a su hija con mi padre ni toda la influencia que ya tenía; ahora deseaba arrebatarme lo que por derecho me pertenecía. En el fondo de mi mente, nublada por la ira, sabía que era una trampa, pero el calor del celo, mezclado con mi furia, me impedía pensar con claridad.—¡Mi alfa, detente! —el grito desesperado de mi beta Otar resonó en el aire helado—. ¡Detente! No podemos ir a
KAESAR:Mi mirada se cruzó con la de varios miembros de ambas manadas. Conocía a la perfección a los míos, pero también podía ver el potencial en los Colmillos Reales. Eran fuertes, orgullosos, dignos seguidores de Kaela. —¡Todos, mantengan la calma! No estamos aquí para pelear contra ellos —declaré, alzando las manos en señal de paz—. Somos lobos reales, no bestias salvajes que se dejan llevar por el miedo y la desconfianza. Kaela me miró sorprendida cuando tomé su mano, pero no se resistió. Podía sentir el poder fluyendo entre nosotros, esa conexión ancestral que ninguna desconfianza podía romper. Nuestros lobos lo sabían, lo sentían en sus huesos: éramos los últimos de nuestra estirpe, destinados a estar juntos.A mi señal dejamos salir a nuestros lobos. Cuando nues
LUNA ARTEMIA:Todo el palacio se quedó en silencio, congelado ante el eco de aquellos aullidos que resonaban como un presagio ominoso. Mi corazón se detuvo por un instante, reconociendo el profundo significado de lo que acabábamos de escuchar. Hacía décadas que esas dos manadas no unían sus voces de esa manera, y el sonido me heló la sangre en las venas. —¿Ves lo que has provocado con tu soberbia? —espeté, con rabia y temor—. Has logrado exactamente lo contrario de lo que pretendías. ¡Has unido a los Guardianes y a los Colmillos Reales nuevamente! Décadas de manipulación y estrategias para mantenerlos enfrentados, ¡destruidas en un solo momento! Me acerqué a la ventana, sintiendo el peso de nuestros errores sobre mis hombros. El aullido conjunto aún resonaba en mi mente como una sentencia de muerte. —&i
KAELA: Papá me había obligado a volver. Después de tantos años viviendo entre humanos, lo exigió. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que me convertí en loba que ya ni siquiera recordaba cómo se sentía. Me había despojado de mi esencia con tal de cerrar las heridas. Por desgracia, jamás logré que sanaran. El camino hasta la casa estuvo marcado por el silencio. Una figura esperaba en el porche: mi madrastra Artea. De lejos, su sonrisa parecía un intento forzado de cordialidad. —Vaya, pero si no es nuestra lobita perdida —dijo, cruzando los brazos—. Pensé que llegarías antes. No respondí. No iba a darle el placer de provocar una reacción. Subí los escalones mientras ella me observaba. Sin dejar de sonreír y con el tono de quien emite una sentencia, lanzó lo que ya sospechaba: —¿Lista para casarte? ¿Te acuerdas de lo que es ser una loba? Ahí estaba el verdadero motivo por el cual mi padre había insistido tanto en que regresara. Mis dedos se crisparon, pero hice ac
KAESAR: Mi lobo, Kian, no me dio tregua durante todo el día. Desde el amanecer, se retorcía con una inquietud que no lograba descifrar. Su urgencia crecía con cada minuto, impidiéndome concentrarme, mucho menos disfrutar de la cena que me había servido. Al final, me rendí. Me transformé, dejando que Kian tomara el control. La ventisca era cruel, la nieve caía con fuerza, cubriendo cada centímetro del bosque. Pero Kian corría con determinación, sin importarle el frío que cortaba como cuchillas ni las ramas que arañaban mi pelaje mientras pasábamos a toda velocidad entre los árboles. Sabía a dónde iba, aunque me costara admitirlo. Reconocía esa dirección. A cada zancada, la verdad se volvía más clara en mi mente: el refugio de la madre de Kaela. Mi respiración se agitó. ¿Había vuelto? ¿Después de tantos años buscando señales, podría ser cierto? El pensamiento me estremeció tanto que incluso Kian disminuyó su marcha un instante. Recordé aquel pacto con el Alfa Ridel, su padre. La