Ethan colgó el teléfono con un suspiro de frustración, con su mente dando vueltas a toda velocidad mientras el rostro de Helena se grababa en su memoria. Ella había sido una pieza clave en todo este enredo, pero ahora que estaba arrestada, las respuestas seguían eludiéndolo. ¿Dónde estaba Adrián? ¿Por qué no había rastros de él? Cada segundo que pasaba lo sentía como una eternidad.Mientras el coche avanzaba por las calles oscuras, una sensación de impotencia se apoderaba de él. Miraba el paisaje, pero nada parecía tener sentido. Todo lo que importaba era su hijo, y no había forma de saber si Adrián estaba a salvo. La voz de Arthur seguía resonando en su mente, con el eco de la incertidumbre apoderándose de sus pensamientos. Pero ahora debía enfrentar algo aún más angustiante: no sabía qué hacer para encontrar a Adrián.El teléfono en su mano vibró nuevamente, y al ver el número, supo que era Ava. Respira hondo, Ethan, se dijo a sí mismo. Ya no hay tiempo para perder.—¿Ethan? —La voz
Ethan conducía hacia su hogar. La sonrisa en su rostro no se desvanecía ni por un segundo desde que había encontrado a Adrián en el parque. La imagen de su hijo corriendo hacia él, con los brazos abiertos y esas palabras llenas de confianza, aún resonaban en su mente. "Te estuve esperando mucho tiempo, papá." Esas palabras lo habían desarmado por completo.Miró a Adrián sentado en el asiento trasero, con su pequeño rostro reflejando una paz y felicidad que Ethan nunca había imaginado ver después de todo lo que había pasado. Adrián estaba tranquilo, incluso parecía haber olvidado el miedo que había sentido. Ethan no podía dejar de admirar la fortaleza de su hijo, de cómo, a tan temprana edad, había logrado enfrentarse a la situación con valentía.—Papá, ¿ya llegamos? —preguntó Adrián, con su tono característico de curiosidad.Ethan sonrió por dentro. No importaba lo que pasará en el mundo, Adrián siempre lo sorprendía con su manera de ver la vida.—Sí, hijo, ya casi estamos en casa —re
Los días transcurrían con una serenidad que parecía casi irreal para Ethan y Ava. Después de los recientes acontecimientos, la calma en su hogar era el bálsamo necesario, un respiro después de las tormentas que ambos habían atravesado. Cada mañana despertaban juntos, compartiendo sonrisas cómplices y miradas que hablaban más que mil palabras. Los niños, Adrián y Donkan, llenaban la casa de risas y travesuras, sus pequeños pasos corriendo por los pasillos, mientras Ava, con su embarazo avanzando, irradiaba una paz contagiosa. Su rostro, siempre sereno, mostraba los leves cambios de la maternidad, pero su sonrisa seguía siendo la misma, cálida y llena de amor. Cada vez que Ethan la miraba, sentía que no podía pedir más. La familia estaba completa, unida por un amor que parecía crecer con cada día que pasaba.Sin embargo, Ethan no podía dejar de pensar en algo que había estado gestándose en su mente desde hacía tiempo. Un sueño que, ahora más que nunca, se sentía cercano. Sabía que el mo
Los días previos a la boda fueron una locura para toda la familia. La casa de Ethan y Ava nunca había estado tan llena de actividad. No era sólo la celebración del amor de los dos, sino también la llegada de una nueva vida, la pequeña que pronto haría su entrada al mundo. La emoción flotaba en el aire como las burbujas de champán que siempre parecía tener alrededor.Ava, con su creciente barriga, caminaba por la casa con una sonrisa en el rostro. Ya no era solo la mamá de Adrián y Donkan, ahora también lo sería de una niña que, de alguna manera, parecía que siempre había estado destinada a ser parte de su familia. Ethan, a su lado, había dedicado todos sus esfuerzos a hacer de ese día un acontecimiento memorable.—¿Estás nerviosa? —le preguntó Ethan una mañana mientras ella elegía su vestido de novia.Ava, con una mirada cómplice, le sonrió, acariciando su vientre.—Un poco, pero sobre todo, estoy emocionada. Este es el comienzo de una nueva etapa, ¿no lo ves?Ethan la abrazó por la c
—¿Qué demonios está pasando aquí? Ethan sintió que la sangre le hervía, como si su cuerpo estuviera a punto de explotar. Su voz salió quebrada, contenida por la incredulidad y el dolor que le retorcían las entrañas. Jamás pensó que algo así pudiera llegar a su vida y menos de la mujer que más a amado en su vida. Helena se apartó del hombre con rapidez, como si su contacto fuera una llamarada que la quemaba. El desconocido se levantó torpemente de la cama, tambaleándose, sin saber qué hacer ni adónde ir. Ethan los miró, con su pecho subiendo y bajando. Era como un animal a punto de lanzarse al ataque. —Ethan… —Helena murmuró, sin poder sostenerle la mirada, se sentía avergonzada de haber sido descubierta—. No esperaba que volvieras tan pronto. Las palabras se colaron en sus oídos. La rabia comenzó a desbordarse en su pecho, oscureciendo sus pensamientos. Se acercó a ella con una velocidad inesperada. Todo en el era un reflejo de la ira que sentía en su interior. —¿No esperabas que
Ava nunca imaginó que su vida pudiera cambiar tan rápido. Hasta hace poco, sus preocupaciones eran mínimas: qué ropa ponerse, si salir al cine el fin de semana o quedarse en casa viendo series. No tenía lujos, pero sí estabilidad. Su padre dirigía un próspero negocio de importación de maquinaria, su madre manejaba la tienda con la que siempre había soñado, y ella se encargaba del cuidado de su hermano menor cuando sus padres no estaban en casa, lo cual ocurría con frecuencia. Debido al trabajo de su padre, a veces debían salir del país y solían dejarle la responsabilidad del pequeño Donkan. Para él, su hermana mayor era como una madre, siempre atenta a sus necesidades. Los momentos a su lado estaban llenos de aventuras, y lo que más amaba eran las tardes en las que pasaban horas leyendo un cuento o viendo una película animada mientras disfrutaban de un enorme tazón de palomitas. Todo en la familia era armonioso. Hasta que dejó de serlo. Primero fueron las llamadas que su padre cont
—¿A dónde debo acudir mañana? Ethan tomó una tarjeta del escritorio y se la extendió. —Aquí está la dirección. Mañana a las siete en punto. Ava la tomó y se puso de pie. —De acuerdo. Nos vemos mañana señor... —Ava dirigió su vista al pequeño —Nos vemos pronto tesoro. Adrian levantó la vista paulatinamente y después se concentró en seguir rayando en las hojas. Ethan no respondió. Simplemente volvió su atención a los documentos frente a él. Mientras miraba al pequeño Adrián de reojo. Ava salió de la oficina con la sensación de haber firmado algo más que un simple contrato. Caminó hasta la estación de autobús con la vista fija en el pavimento, repasando en su mente cada palabra de Ethan. "Es rebelde, testarudo… sabe cómo manipular a las personas." Algo en su instinto le decía que Adrián no era simplemente un niño problemático. Era un niño falto de amor. Lo pudo sentir mientras lo atrapaba mientras corría en momentos antes, para ella el solo estaba queriendo llamar la atenció
Ava exhaló con paciencia, observando a Adrián sentado en la mesa con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Sus pequeñas cejas permanecían arqueadas y la forma en que evitaba mirarla con sus ojos oscuros delataban su enojo. Si intentaba razonar con él en ese estado, solo conseguiría que se encerrara aún más en su mundo. En lugar de discutir, se dirigió a la cocina y comenzó a preparar panqueques. Batió la mezcla con cuidado, vertiéndola en la sartén caliente hasta que cada porción tomara un tono dorado y esponjoso. Luego untó mermelada de frutas en el centro y los colocó en un plato. Sabía que Adrián no era de los que cedían fácilmente, pero también sabía algo más: los panqueques eran su debilidad. Cuando puso el plato frente a él, el niño alzó la mirada con sorpresa y nostalgia. Sus labios temblaron levemente, como si luchara por mantener su enojo intacto.—Panqueques… mamá solia..—murmuró con voz apagada, se miraba triste pero Ava decidió interferir antes de que él se pusiera m