POV CLARAEl viaje hacia la manada de mis padres biológicos comienza antes del amanecer. El aire es frío, y aunque el cielo todavía conserva un manto de estrellas, en el horizonte ya se insinúa el primer destello de luz.Estoy en el asiento del copiloto, con Hernán al volante. En la parte trasera van Bruno, Marina y Augusto. Aunque nadie lo dice en voz alta, el ambiente dentro del vehículo es tenso.Mis dedos juguetean entre sí sobre mi regazo, un hábito involuntario cuando estoy nerviosa. Es difícil procesar todo lo que está pasando. Durante toda mi vida creí que mis padres habían muerto, que nunca podría saber más de ellos que lo que mi memoria alcanzaba a guardar. Y ahora, en unas pocas horas, voy a conocerlos.—¿Cómo se llama la manada? —pregunto, rompiendo el silencio.Bruno, sentado detrás de Hernán, se inclina un poco hacia adelante.—Manada Sombra de Luna —responde con un tono neutral—. Está en un valle al norte. Es un territorio bastante grande y, en su época, fue una de las
POV HERNÁNEl sonido del motor es lo único que se escucha en el interior del auto. El ambiente está tenso, cargado de una preocupación latente que nadie dice en voz alta, pero todos sentimos. Clara se quedó dormida, su respiración es tranquila, aunque su piel sigue un poco pálida. Su cabeza descansa contra la ventanilla, y cada tanto su cuerpo se sacude levemente, como si aún estuviera lidiando con los restos del dolor que la atacó hace unos minutos, pero no solo fue ella. Yo también lo sentí.No con la misma intensidad, pero por un momento, un dolor punzante me atravesó el abdomen, como si algo dentro de mí se hubiera tensado al mismo tiempo que ella. Fue solo un instante, pero lo suficiente para darme cuenta de que no era coincidencia. Algo nos está afectando a ambos, y eso me aterra más de lo que estoy dispuesto a admitir.Miro a Clara de reojo y luego fijo la vista en el camino. Aprieto el volante con más fuerza, tratando de contener la necesidad de pisar el acelerador con más fue
POV CLARAEl viaje ha sido largo, pero finalmente estamos aquí.Cuando la camioneta se detiene frente a la gran cabaña de madera que se alza entre los árboles, mi corazón late con tanta fuerza que siento que va a salirse de mi pecho. Mi mente es un caos de pensamientos y emociones encontradas, pero lo que más me domina en este momento es el miedo. No sé qué voy a encontrar al otro lado de la puerta.Desde el asiento del conductor, Hernán me lanza una mirada de apoyo, aunque su mandíbula está tensa. Bruno baja primero, y apenas su pie toca el suelo, la puerta principal se abre. Y ahí están.Un hombre alto, de cabello oscuro con destellos plateados en las sienas y porte imponente, observa en silencio. Su expresión es inescrutable, pero hay algo en su postura, en la forma en que aprieta los puños, que delata que está conteniéndose para no correr hacia mí, pero es la mujer a su lado la que roba por completo mi atención.Su cabello es largo, oscuro como la noche, y su rostro… su rostro es
POV CLARASiento el calor antes de abrir los ojos. Una calidez reconfortante y envolvente me hace querer quedarme en este estado entre el sueño y la vigilia, pero algo dentro de mí me empuja a despertar.Escucho un murmullo suave, palabras que no alcanzo a comprender del todo, y luego… una sensación. Algo distinto. Algo nuevo.Mi respiración se agita levemente, y mis párpados comienzan a separarse con lentitud. La luz es tenue, pero suficiente para hacerme parpadear un par de veces antes de enfocarme en el techo de madera sobre mí.No estoy en la camioneta. No estoy en la manada de Hernán.El recuerdo me golpea de lleno: mis padres. La manada Sombra de Luna. El desmayo.Parpadeo varias veces, tratando de aclarar mi mente, y entonces noto la presencia a mi lado. Giro el rostro y me encuentro con Hernán. Está sentado en una silla junto a la cama, con los codos apoyados en sus rodillas y la mirada fija en mí.Sus ojos verdes están más oscuros de lo normal, y su rostro muestra una mezcla
POV CLARAMi madre me observa con paciencia, con la ternura de quien ha esperado mucho tiempo para este momento. Su expresión es serena, pero sus ojos brillan con emoción.—Entonces dime, ¿qué tengo que hacer? —le pregunto con curiosidad.Ella sonríe, con algo de orgullo reflejado en su mirada.—Primero, descansar —responde.Frunzo el ceño, pero antes de que pueda protestar, mi padre, que había estado observando todo con una expresión seria, finalmente habla.—Tienes que recuperar fuerzas, Clara —contesta con una pequeña sonrisa—. No hay prisa.No puedo evitar mirarlo con fascinación. Nunca pensé que podría conocer a un padre diferente al que me crio, y ahora está aquí, diciéndome que descanse como si hubiera estado cuidándome toda la vida en silencio.Hernán resopla y me aprieta más contra él.—Me gusta ese plan —dice con una sonrisa de satisfacción.Mi madre suelta una risa suave.—Me imaginé que lo harías.Bruno, por su parte, solo observa con una media sonrisa.—¿Y después? —pregu
POV CLARAEl aire está cargado de energía. Puedo sentirlo en mi piel, en la ligera vibración que recorre mis brazos mientras observo a mi madre con atención. Estamos en un claro detrás de la casa, rodeadas por árboles altos cuyas hojas se mecen con el viento. La luz del sol se filtra entre las ramas, creando destellos dorados en la hierba.—Lo primero que debes entender es que la magia es parte de ti —dice mi madre con voz pausada—. No es algo que puedas forzar o manipular sin consecuencias. Es una extensión de tu energía, de tu voluntad.Asiento, aunque por dentro siento un poco de escepticismo.—¿Y cómo… se supone que la use? —pregunto.Ella sonríe y extiende una mano hacia un pequeño montículo de piedras.—La magia responde a las emociones, a la intención. Quiero que te concentres en esas piedras. No pienses en moverlas con la mente, piensa en lo que quieres que hagan. Imagínalo, siéntelo.Frunzo el ceño y miro las piedras, sintiéndome un poco ridícula. Respiro hondo y trato de hac
POV HERNÁNDesde que llegamos a la manada Sombra de Luna, todo ha sido un torbellino de emociones, descubrimientos y sorpresas, pero entre toda la intensidad de conocer a los padres de Clara, el embarazo y la revelación de su magia, me doy cuenta de algo: Augusto y Marina han estado más callados de lo normal.Eso no es algo fácil de ignorar, sobre todo viniendo de Augusto. Mi hermano siempre tiene algo que decir, una broma que hacer, una sonrisa burlona en el rostro, pero ahora… está más serio, más analítico, como si estuviera observando todo con detenimiento. Marina, en cambio, ha estado más retraída, con la mirada perdida en sus propios pensamientos.Decido que es hora de averiguar qué pasa.—Voy a salir un rato —le digo a Clara con tono tranquilo mientras la observo cómodamente instalada en la sala junto a su madre. Parece que se acomodó bien a ella.—¿A dónde vas? —pregunta con el ceño fruncido, lanzándome una mirada curiosa.—Voy a buscar a Augusto y Marina —respondo con segurida
POV HERNÁNNo me gusta la idea de esta conversación. No porque no valore la información, sino porque la idea de sentarme con el padre de Clara, con su mirada severa y su presencia imponente, me incomoda más de lo que me gustaría admitir, pero no puedo postergarlo más.Las noticias de los ataques a otras manadas no son una coincidencia, y todos lo sabemos. Están buscando algo… o mejor dicho, a alguien. Y no soy idiota; sé que ese alguien es Clara.Con pasos firmes, camino hasta la casa principal. El interior es cálido y acogedor, pero la tensión en el aire es imposible de ignorar. Encuentro a Sebastián, el padre de Clara, en su estudio. Está de pie junto a una estantería, hojeando un viejo libro con expresión pensativa. Cuando me ve, cierra el libro y lo deja sobre la mesa con calma, como si hubiera estado esperando esta conversación.—Hernán —dice, sin rastro de sorpresa en su voz.—Sebastián —respondo, más por cortesía que por comodidad.Él me hace un gesto para que tome asiento fren