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Mi jefa es una loba
Mi jefa es una loba
Por: Tina Royal
Antes de ser quien soy...

"¡Corre! ¡Ve más de prisa, Maia!... Los árboles aún son demasiado altos estamos en territorio peligroso… si nos dan caza…"

Ella sólo gruñó, molesta, resoplando con fuerza a cada zancada, pero perdiendo impulso sin remedio.

Sé que iba al límite de sus fuerzas y que no podría hacerlo por más tiempo.

Pronto debería tomar las riendas y probablemente deteneme.

Aún sentía el penetrante olor de la sangre en mis fosas nasales, y en mis ojos perduraban las imágenes de lo que me encontré al regresar a la casa…

Salieron de la nada, no los olimos ni oímos al llegar y las alarmas, misteriosamente, no sonaron.

Todavía no logro comprender cómo, ni por qué.

Esas alarmas, sumadas a los centinelas, por generaciones habían convertido al nuestro en un territorio inexpugnable.

Evadieron a nuestros guardias sin mayor dificultad y un grupo de ellos entró a mi hogar… no quedó nadie.

Quisiera haber podido detenerme a llorar.

No dejaron absolutamente a nadie con vida, o de una pieza..

Sólo el tibio líquido rojo salpicado en cada rincón, y cuerpos vacíos.

Me salvé.

Porque había salido como cada noche a tomar un baño bajo la luz de la luna, sintiendo que podía conversar con ella y contarle mis planes para el futuro.

Me preocupaba haber alcanzado la mayoría de edad y no haber encontrado a mi compañero aún.

Y cuando volví a casa… era como haber ingresado en una pesadilla.

Pero no tardarán en detectarme si estoy en el bosque. Parecían moverse a una increíble velocidad.

Sobre todo si seguía corriendo bajo mi forma animal, exudando rabia y miedo.

Ante el pánico, tuvimos que priorizar velocidad por sobre el secretismo de huir con cautela ocultando mi perfume.

Me olerían, como lo que soy, como parte de la familia Alfa, y era difícil para mí esconderme aunque había sabido perfeccionar al extremo esa habilidad gracias a mi conocimiento de algunas plantas.

Sin embargo, no había tenido tiempo para pensar un plan mejor. Sólo atiné a azuzar a Maia y correr.

Correr fuera de la manada.

Alejarme de todo.

Oímos gritos a nuestro alrededor.

Los demás, quizá tendrían posibilidades de sobrevivir a lo que fuera, probablemente como esclavos.

El hecho de que masacraran a mi familia, era para mí una señal más que clara de que no tendría oportunidad, sin importar quiénes fueran… ¿Una manada rival? ¿Una traición dentro de nuestra propia gente?... No lo sé…

Sólo sabía que mi familia ya no existía.

Y la única certeza, era que debía correr, alejarme del bosque y del olor metálico que crecía a mis espaldas, agobiando mis sensible olfato.

"¡Corre!"

"Ya… no… puedo…", gimió Maia.

Y no tenía sentido forzar más nuestras fuerzas. Bajo esta forma, nos olfatearían sin remedio.

Cambié a mi forma humana.

Había tomado aire mirando con atención lo que me rodeaba, y empecé a correr, ahora más lento, pero poniendo todo mi esfuerzo en ocultar mi olor. Me arrojé una pequeña cápsula de perfume de hierbas que yo misma había hecho.

El límite del bosque ya estaba cerca. Tenía las esperanzas de que, una vez allí, ya no les interesara perseguirme.

A lo lejos, podía ver los faros de algunos automóviles que iban y venían por la ruta que bordeaba la enorme floresta.

Nunca me había alejado tanto de mi hogar y de mi familia.

Nunca…

Deseaba llorar de sólo recordar la escena que encontré al regresar de mi paseo.

¿Cómo habían logrado eliminar tan rápido a mis padres? Eran los más fuertes y poderosos de la manada.

Nadie, jamás, los había derrotado.

El terror me invadió, estremeciéndome.

Las huellas en sus cuerpos… no eran de ninguna criatura que yo conociera.

¿Acaso los atacantes no eran de nuestra especie? Si no era una de nuestras tantas guerras por territorio… ¿Qué es lo que buscaban?

Maia me había hablado.

"No hay tiempo para conjeturas y menos aún para averiguarlo. Ya nada queda aquí para rescatar. Huyamos. Es la única alternativa. Empecemos de nuevo en otro lugar. Ocultando lo que somos".

Sabía que había tenido razón.

Entonces corrimos.

Mi vida se torcía, y no tendría a mi familia a mi lado.

Pero, si me quedaba allí, no tenía oportunidad.

"El límite… allí está"...

Entonces los sentimos. Nos rodeaban.

Un penetrante olor que me hacía preguntarme cómo fue que no los notamos acercarse a las tierras de la manada.

Como fuera, no era momento para averiguarlo.

Sólo faltaban unos metros.

Me eesforcé con más ahínco en ocultar mi olor, sin saber que lo tendría que hacer por muchos años más, y me escondí entre unos arbustos con unas extrañas hierbas que desconocía, pero olían deliciosamente.

Con suerte, esas hierbas, mi esfuerzo, y el penetrante olor del smog de la ciudad cercana y los caños de escape de los vehículos que pasaban, nos mantendrían a salvo.

"No te muevas, Maia"

"¿Los viste? ¿Qué es lo que son?"

Era imposible saberlo.

Sólo veía sus siluetas gigantescas y algo deformes. Si eran hombres lobo o no, era difícil definirlo.

Quien parecía su líder, por ir a la cabeza, era varias veces más grande que mi padre.

Mi padre… el recuerdo de su rostro crispado en una mueca mortal me golpeó de repente y tuve que hacer grandes esfuerzos por contenerme.

Deseaba venganza, una revancha… Pero también me urgía vivir.

O sobrevivir.

Si él, mis hermanos y mi madre ya no estaban, sólo me quedaba mi propia existencia.

En cuanto sentí que las sombras se alejaban, comencé a arrastrarme por el suelo mullido y silencioso, amortiguado cada movimiento por la suave hojarasca húmeda de los linderos del bosque a los que jamás me había acercado.

Y cuando los árboles ya no eran de tanto porte y las hierbas eran menos familiares, me atreví a correr, sin ropas, sin nada, atormentada por el cansancio y con la voz de Maia en mi cabeza, destilando urgencia.

"Corre… ve más allá, pronto estaremos libres… pronto…"

Las luces de unos faros fueron lo último que vi esa noche, la primera de mi nueva vida.

Perdí la consciencia cuando el camión me golpeó y desperté con un sobresalto en la cama de un hospital.

Cuando me incorporé, vi el asombro en los ojos de la enfermera.

No pude quedarme en esa ciudad, demasiado pequeña como para que la historia de la mujer desnuda que había sobrevivido a ser arrollada por un gran vehículo no se difundiera como el jugoso titular que era.

No estoy orgullosa de lo que hice después. Mi familia tampoco lo habría estado.

Pero necesitaba el dinero y estaba dispuesta a lo que fuera.

Aproveché el deseo en los ojos de los hombres, y su debilidad.

Mi única meta era sobrevivir.

Descubrir lo que había ocurrido realmente esa noche en los dominios de mi manada y quiénes o qué eran esas criaturas, era mi segunda tarea.

Y aunque tenía edad y la necesidad de un compañero, no tenía tiempo.

Esa vida, todo lo que fui, no existía más.

Ahora, tenía que conseguir poder.

Y venganza

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