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Capítulo 4. ¡No dejaré que me ignore!

Gabriel estaba en su oficina concentrado en los expedientes, cuando percibió nuevamente el aroma que lo estaba enloqueciendo.

Luego, escuchó su voz saludando a Carol.

Esperó a que tal vez la señora Wolf golpeara la puerta para confirmar su presencia, pero la sintió detenerse un instante en su puerta, para luego continuar su camino.

Pasaron incluso un par de horas más, en las que ella parecía ignorarlo.

"No seas ridículo, Gabriel", se dijo a sí mismo, "está trabajando. Concéntrate en lo tuyo".

Si fuera un empleo común, con un jefe común, no sería raro.

Cada uno en lo suyo y con el contacto limitado a lo formal.

Pero no tenía sentido engañarse. Deseaba verla de nuevo, quién sabe por qué absurda razón.

Selena supo que él había aceptado el trabajo apenas llegó a su piso.

No necesitaba confirmarlo.

Pero ya había decidido su estrategia de supervivencia: mantener la distancia.

Le preocupaba más su fórmula robada, así que llamó a un detective que parecía bien calificado y habló rápidamente con él, sin especificar mucho.

-Buenas tardes, detective Cooper. He recibido muy buenas referencias de usted.

La voz del otro lado de la línea sonaba halagada.

-Es un honor, viniendo de su parte. Reconozco que sigo de cerca su carrera, como experto en conflictos y espionaje empresarial, esperaba el momento en que requiriera mis servicios.

-Me toma por sorpresa… ¿Sabe entonces el motivo de mi llamado?

-No exactamente, pero, siendo honesto, estoy al tanto del interés de su competencia en la nueva línea de fragancias. Están desesperados por no hundirse como el resto de las empresas locales…

-Comprendo… Lamentablemente, mi problema es un poco más… personal.

-Soy todo oídos.

Selena suspiró. No podía revelar los verdaderos motivos, al menos no por ahora, pero podia ser levemente honesta.

-Se trata de una fórmula secreta, pero que no forma parte de nuestras fragancias comerciales. Es de uso personal, algo así como un "traje a medida" pero en perfume. Como cualquier otro producto hecho a medida, no es apta para cualquier tipo de piel.

-Creo entender… Si no me equivoco, cada fragancia tiene un aroma diferente acorde a las características de quien la usa: el pH de la piel, por ejemplo… ¿estoy en lo correcto?

-Exactamente, detective. Esa fórmula no le sirve a mi competencia para elaborarla en cantidad. Pero digamos que no me interesa tampoco que se replique y difunda… Puede ser una cuestión de… orgullo personal. No me agrada que me roben en las narices.

-Bien… ¿y qué quiere usted que haga?

-Por ahora, que se encargue de rastrearla, averiguar qué hacen con esa fórmula, dónde la guardan, si hacen alguna partida de perfumes… lo que sea. Luego veremos cómo proseguir…

El hombre asintió. Estaba acostumbrado a esos encargos.

-Perfecto. Así lo haré. La mantendré al corriente.

-Gracias, detective. Será muy bien recompensado.

Luego de cortar la llamada, ella se quedó pensativa.

La fórmula, más que un perfume, estaba diseñada para ocultar su verdadera naturaleza.

En un ser humano, era incluso desagradable.

Pero en la piel de Selena era un camuflaje. Uno que le había permitido huir a través del bosque, a pesar del agudo olfato de quienes la cazaban.

No sabía si todavía la buscaban. O por qué la buscaban.

Sólo sabía que cualquiera de su propia especie que accediera a esa pócima que usó para ocultarse, la encontraría al instante y sabría quién, o qué, era ella.

Estaba pensativa, cuando sus fosas nasales se dilataron de golpe, y en su cabeza Maia casi jadeó.

No necesitaba mirar para darse cuenta de que Gabriel estaba delante de su puerta.

Y ella no estaba lista para verlo de nuevo.

El suave golpe en la puerta le anunció que sería inevitable. Así que tomó una carpeta de fórmulas, se puso de pie alejándose hacia la ventana, y disfrazando a su voz lo más neutral que pudo, respondió:

-Adelante.

Lo escuchó abrir la puerta, y entrar con aplomo.

-Permiso, señora Wolf. Recibí una llamada del señor Ford, en el laboratorio. Necesita que usted vaya a verificar los cambios en la fragancia femenina…

Ella ni siquiera lo miró para responder.

-Gracias, señor Reyes. Dígale que voy en media hora.

Gabriel sintió cómo el enojo crecía en su interior. Le molestaba ser ignorado, y, si se tratara de cualquier otro jefe, en cualquier otro trabajo, estallaría en un exabrupto reclamando por esa desidia.

¿Por qué permitía que ella le hablara así, como a un perrito faldero?

Reprimió sus ganas de responder con insolencia, esa que siempre le había acarreado problemas, y sólo dijo:

-De acuerdo, señora Wolf. ¿Necesitará que la acompañe al laboratorio?

Selena se giró aún más y le dio la espalda.

-No será necesario. Gracias. Puede retirarse.

Él apretó la mandíbula y se fue.

En su mente se decía que esta era la verdadera jefa, la fría y calculadora mujer de negocios, y que el líquido y tibio brillo de oro de sus ojos había sido un espejismo.

Que era su primer día, había dormido mal y no debía tomarlo personal.

Pero se sentía extraño. Como si las cosas no debieran ser de ese modo.

"No me gusta lo que haces"

"Cállate, Maia. Lo contraté, como querías, pero es un peligro latente"

"Podrías ser más suave…"

"¿Desde cuándo soy una mujer suave? No veo por qué cambiar ahora. Al contrario. Acostúmbrate, porque no correré el riesgo de caer en la tentación…"

"Ya lo veremos"

Carol vio salir a Gabriel de la oficina de la jefa con una expresión de fastidio. Le sonrió y trató de suavizar las cosas.

-¿Un difícil primer día?

Él la miró y devolvió la sonrisa. La secretaria no estaba mal. A lo mejor podría distraerse en el futuro.

-No tanto… Sólo creí que tendría oportunidad de estar más cerca de la señora Wolf, como su asistente. Pero parece ignorarme.

-Créeme, es mejor que te ignore…

-¿Tanto miedo te da?

-Bueno, no soy precisamente una chica de carácter fuerte. Pero la señora Wolf a veces me da terror, lo admito. Es porque aún no la has visto enojada…

-Entiendo… y cuando está de mal humor ¿Hay algo que le guste? ¿Alguna atención?

La joven pensó algunos minutos.

-Un café, árabe, grano tostado suave, sin azúcar. En la cafetería de la otra cuadra los venden. Sé que Susan los compraba cuando cometía un error…

-¿Susan?

-Su anterior asistente…

-Claro…

Bueno, eso era un comienzo. Si en media hora su jefa iría al laboratorio, podría buscar su café y recibirla con una atención que mejorara su incipiente relación laboral.

Estaba allí para aprender de ella, no para que lo mantuviera al margen. La distancia no le servía.

Selena salió al laboratorio, pasó por el lado de ambos sin mirarlos y desapareció en el ascensor. Conteniendo la respiración para no flaquear.

Soportó al señor Ford, que al menos había corregido la fragancia para que no oliera como un plagio, autorizó la producción y salió de allí pensando en que debería ir al departamento de diseño para redefinir el nuevo frasco y empaque.

Estaba tan abstraída que no lo percibió en el aire hasta que fue demasiado tarde para esquivarlo, dándose de frente con el cuerpo amplio y fuerte de Gabriel.

Se sintió mareada, sintió el café caliente en su falda y los brazos musculosos que la sostenían para no caer.

La nariz de Gabriel se hundió en su cuello, aspirando con fuerza, y ella jadeó sin lograr controlarlo, mientras en su cabeza escuchaba el gemido y el grito de Maia:

"¡Compañero!"

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