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Capítulo 3. Caprichos de la diosa

Selena evaluó el cumplido, mirándolo directamente a los ojos.

Intentaba descifrar si era un hipócrita buscando caerle bien, o si sus palabras eran honestas.

De los falsos amigos estaba agobiada, y sin duda podía apreciar la sinceridad en un momento como éste.

Decidió, mirando la oscuridad de sus ojos, que estaba siento honesto.

Y eso le agradó.

Necesitaba esa tranquilidad.

Por supuesto, era más que consciente del peligro que representaba para ella contratar a Gabriel para un puesto en el que estarían en contacto continuamente, aunque podría encontrar el modo de disminuir esos contactos al mínimo, viéndose las caras en ocasiones estrictamente necesarias.

Pero, por otro lado, ahora que lo tenía allí, frente a frente, sintiendo cómo sudaban las palmas de sus manos y el aroma potente y a la vez sutil de los cedros y las magnolias de un bosque húmedo que le hacía casi imposible no abalanzarse a él y reclamarlo, parecía titánica la tarea de renunciar a su presencia.

Lo quería cerca, aunque fuera a la vez un regalo y una tortura.

Maia, su loba interior, tenía razón. No podía echarlo.

Además, su currículo intachable y lleno de virtudes impedía encontrar una buena excusa para deshacerse de él.

Era perfecto para el puesto.

El silencio en la oficina era tenso, y ambos percibían esa electricidad corriendo por sus venas.

Un único deseo, visceral y profundo. Animal.

Selena tuvo que hacer un gran esfuerzo por lograr que su parte humana tomara el control de la situación y con la voz quebrada por el gruñido que se ocultaba en la vibración de sus cuerdas vocales, apenas logró decir:

-Ya veo…

Se mordió el labio inferior con una sutileza que a Gabriel no se le escapó.

No entendía lo que le ocurría, pero estaba estático clavado a la silla, inseguro del color real de los ojos de esa mujer que parecía haberlo atado en su sitio.

Su voz, profunda, lo había hipnotizado.

Como una bestia amaestrada que recibe una orden.

-Ya veo… -repitió la mujer- Entonces, si no le importa trabajar como mi asistente, y si acepta las condiciones de su puesto, queda contratado a partir de hoy mismo. Soy una mujer ocupada y no tengo tiempo que perder…

Él se puso de pie, en un impulso, y afirmó con convicción.

-Claro que sí, acepto.

Ella sonrió.

-No se apresure, aún puede cambiar de idea, Carol lo acompañará al departamento de recursos humanos y le mostrará su oficina. Si de verdad acuerda con los términos del contrato, lo espero luego del almuerzo para comenzar a trabajar.

Él también sonrió. Una luminosa sonrisa que hizo brillar sus ojos.

-Como ya le dije, no tengo mayores exigencias que aprender de su experiencia. Llevo tiempo esperando esta oportunidad y le aseguro que estaré a la altura. Así que aquí me encontrará luego del almuerzo.

Selena se obligó a mantener su rostro neutro mientras apretaba el intercomunicador:

-De acuerdo… ¡Carol! Acompaña al señor Reyes a su futura oficina, ponlo al tanto de mi agenda e indícale el camino a recursos humanos. Yo saldré un momento.

El suspiro de alivio de la joven incluso se escuchó por el aparato. Era difícil para una secretaria de su carácter trabajar cerca de la señora Wolf. Sería fantástico al fin delegar esa tarea.

-Sí, señora, enseguida…

Gabriel le tendió la mano para saludarla antes de salir, y ella dudó.

Por razones prácticas, predominó la cortesía, y correspondió al saludo.

Al instante se arrepintió, pues su piel se erizó de tal modo que hasta lo percibió a lo largo de su columna vertebral y estaba segura de que él también lo notó.

Soltó la mano al instante y salió de la oficina, y del enorme edificio, como un torbellino.

Gabriel la observó con desconcierto, literalmente huyendo de él, y reprimió el impulso de seguirla. Se sintió como si una parte de su ser se hubiera desprendido de su cuerpo.

La débil voz de Carol lo sacó de su trance:

-Por aquí, señor Reyes.

Él la siguió, aunque prestándole poca atención. Su mente divagaba, aún en estado de conmoción.

-... Ésta será su oficina, cerca de la de la señora Wolf, para que pueda acudir cuando ella lo solicite. Puede ser un poco… demandante, pero estoy segura de que usted no tendrá problemas, ser hombre y de su altura, a lo mejor es una ventaja. No creo que le tenga tanto miedo como yo…

Soltó una risita nerviosa, y le tendió unas carpetas y una gruesa agenda, que él tomó distraídamente.

-... Aquí tiene los expedientes que deberían revisar esta tarde, antes de visitar el laboratorio, hay mucho trabajo con la nueva línea… Bueno, todo eso lo verá en la agenda. Para ir al departamento de recursos humanos, debe bajar al segundo piso, allí se encontrará con María, que se encargará de todo.

Gabriel le agradeció mientras le sonreía cordial, volviendo al presente:

-Gracias, Carol. Has sido muy amable.

-No, de nada. Es mi trabajo…

Él dejó aquellas carpetas junto a su maletín en su nueva oficina y miró con satisfacción a su alrededor antes de bajar a terminar con esos tediosos trámites.

Selena Wolf era famosa, venerada por grandes hombres de negocios y envidiada por la mayoría.

Tenía reputación de fría, déspota y con una visión única de los negocios.

Pero la mujer que él había tenido frente a sus ojos, una escultura de cabello castaño de matices rojizos, y ojos verdes y salvajes, no le había parecido fría en lo absoluto.

Al contrario, él había percibido un calor que aún le dolía en las entrañas.

Claro, no era un hombre de piedra. Deseaba a las mujeres hermosas y más de una vez había disfrutado maravillosas y satisfactorias experiencias, ya que era un joven de gran atractivo y porte.

Pero esa mujer había despertado unos instintos más poderosos de lo usual.

Tal vez era esa fragancia que usaba. Hipnótica. Una que era tan familiar.

¿Qué perfume sería?

Bueno, eso ahora era lo de menos. Ya lidiaría con esos sentimientos extraños cuando llegara el momento.

No era ningún animal salvaje en celo, sabía controlarse y comportarse como era debido.

Estaba dónde deseaba… pero algo le decía que encontraría mucho más de lo que había esperado.

Y eso podía ser peligroso.

Correr.

Era lo único que la mantendría cuerda en ese momento.

Correr, casi como lo había hecho esa noche.

Nunca se había interesado por buscar a su compañero.

En medio de ese mundo, reprimía sus verdaderos apetitos con encuentros fugaces que no fueran demasiado apasionados, para que su forma real no se manifestara.

Creyó que era suficiente, pero desde que lo miró a los ojos… se dio cuenta de cuánto se había engañado.

Correr.

Hasta no sentir las piernas.

Hasta que el cansancio físico fuera intenso y casi paralizante.

Comió en su casa, para que nadie la viera devorar con fruición su plato favorito.

Y sólo así, luego de un par de horas, logró regresar a Moon Alchemy como la señora de negocios fría y calculadora que era.

No estaba segura de cómo soportaría su futuro inmediato.

Pero, si Gabriel era realmente su compañero, no podía huir de él.

Y, si sólo era un humano, por un capricho terrible de la diosa de la Luna, tampoco podía arriesgarse a hacer el primer movimiento, o toda su vida, que tanto sacrificio le había costado, se derrumbaría como un castillo de naipes.

Ahora tenía problemas más urgentes que resolver: sacar su nueva línea de fragancias, y rastrear su fórmula secreta y lo que pasara con ella.

Era peligroso que cayera en manos, y sobre todo en narices, equivocadas.

Lo que Selena Wolf no sabía, era qué tan peligrosa podía ser esa filtración.

Y lo descubriría del peor modo.

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