El sueño atormentaba y arrastraba a Asad como una ola implacable que amenazaba con ahogarlo, mostrándole sus peores recuerdos, aquellos que había intentado enterrar profundamente y expiar a través de innumerables venganzas.Se vio transportado a una gran mansión, la cual reconoció al instante por sus opulentos salones y el aire festivo que impregnaba el ambiente.Asad, convertido en un fantasma invisible, observaba la escena desde un rincón, con el corazón oprimido al saber lo que estaba a punto de suceder. En el centro de la atención, radiante y enfundada en un vestido blanco inmaculado, se encontraba su hermana, Layla. Su sonrisa radiante, ahora parecía forzada. Todavía podía recordar cómo la noche anterior le había rogado a su padre que no la obligara a casarse con ese hombre, pero él solo insistía en que era lo mejor para todos.Frente a ella se encontraba un hombre corpulento, con un traje impecable y una mirada oscura y fría que extendía su mano hacia ella. Era Dimitri, el magna
Irina fulminó a Said con la mirada, mientras él la observaba con frialdad, como si estuviera listo para desafiarla en cada palabra.—Él me salvó de un futuro mucho peor —replicó Irina, su voz temblorosa por la emoción.—No te engañes, Irina —respondió Said con dureza—. Solo retrasó lo inevitable. Él quería usarte igual que habría usado cualquier otro comprador.Irina se limpió las lágrimas, negando con la cabeza. En el fondo, sabía que tenía razón, pero había una parte de ella que siempre había visto a Asad como su salvador y padre, a pesar de saber que solo la usaba.—¿Quieres conocer la verdad de verdad, Irina? —preguntó Said con voz impasible, manteniendo su compostura mientras enfrentaba la mirada furiosa de su hermana.—¡Dime! —exigió Irina, su voz cargada de desesperación.Said la miró con desdén, como si estuviera cansado de lidiar con las emociones de su hermana, y de toda la situación en general, de lo mucho que había tenido que someterse a su padre ocultando su verdadera nat
El corazón de Amir se encogió al ver la figura fatigada de Irina hundiéndose más en el asiento del auto. Los eventos del día le habían cobrado un alto precio, y él sabía que lo único que necesitaba era la comodidad de su hogar.Agarró el volante con fuerza, los nudillos blancos, y condujo con un renovado sentido de propósito. Irina, su amada esposa, llevaba a su hijo, y su bienestar era su máxima prioridad.En el silencio del auto compartido, Amir podía sentir la agitación en el alma de Irina. El peso del mundo parecía descansar sobre sus hombros, y él anhelaba aliviarle la carga.Al llegar a la entrada de su casa, la mano de Amir buscó la de Irina, ofreciendo un gesto silencioso de apoyo. Juntos, entraron al santuario de su hogar, un refugio de la tormenta que los había envuelto.Con gentileza, Amir guio a Irina hacia su dormitorio, sus pasos pesados por el agotamiento. La ayudó a acomodarse en la cama, su toque transmitiendo una ternura que hablaba por sí sola de su amor.—¿Estás bi
—Algunas veces sí, hay momentos que desde aquí arriba se ve y se siente todo mejorIrina se aguantaba con los brazos sobre los hombros de su esposo, cruzando las manos tras su nuca. Mueve las caderas y se acomoda bien a horcajadas para poder moverse con más libertad y sentarse sobre su miembro sintiéndose cada vez más llena y empalada. De este modo entraba del todo, sentía la punta, golpearla muy adentro y con cada penetra cien profunda un gemido abandonaba la boca de ella.— Irina…— murmuró buscando su boca para besarla con ansias, para saborear sus labios, succionándolos y bajar nuevamente por su cuello, dándole cabida a sus pechos en las manos, haciendo rodar los pezones entre sus dedos. — Muévete Irina.—Amir, Amir…— repetía ella entre jadeos, echando la cabeza hacia atrás cuando las masculinas manos la agarraron bien de las nalgas.Él se empujaba hacia arriba para hundirse bien profundo en su interior, ayudándola a moverse sobre él, sintiendo como se deslizaba por su erección mie
La mañana amaneció en la mansión, envuelta en una atmósfera tensa que pesaba sobre la mesa del desayuno. Amir había conseguido sentar a desayunar juntos a su esposa y su hermano después de días sin hablarse, pero el ambiente estaba tan cargado entre Irina y Said que amenazaba con arruinar la calma matutina.Amir observaba con preocupación los gestos tensos y los intercambios de miradas frías entre su esposa y su hermano. Trató de desviar la atención del conflicto, iniciando una conversación trivial.—¿Cómo dormiste, Irina? —preguntó Amir con una sonrisa forzada, esperando romper el hielo que había formado entre los dos.Irina asintió con una sonrisa tensa, pero su mirada se desvió hacia Said, quien parecía sumido en sus propios pensamientos, evitando el contacto visual con ella.—Bien, gracias, Amir. ¿Y tú, Said? —preguntó Irina, intentando mantener la compostura a pesar de la incomodidad que sentía.Said levantó la mirada hacia su hermana, su expresión dura y distante.—Dormí lo sufi
Amir no podía dar crédito a lo que sus oídos escuchaban mientras su mirada saltaba de uno a otro. Asad y Said se miraban con recelo, sus ojos cargados de una tensión palpable.—Con permiso, necesito sentarme —dijo Asad, rompiendo el silencio con voz ronca. Se dejó caer en una silla al lado de la mesa, apoyándose en su bastón con gesto de agotamiento. Esa es la razón por la que he estado fingiendo...—¿Fingiendo qué? —interrumpió Amir, su voz cargada de incredulidad.—Fingiendo estar en coma —respondió Asad, clavando su mirada en la de su hijo mayor.— El día que desperté, los escuché…—¿A quiénes escuchaste? —preguntó Amir, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho.—A Said, hablando con ese ruso que siempre acompaña al americano —dijo Asad, su voz temblorosa por la emoción. Decían que... que habían secuestrado a Irina.Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Amir. No podía ser cierto. ¿Su hermano había participado en el secuestro de su propia hermana?—¡No es verdad! —gritó Sa
Amir corrió hacia la salida, con Irina en sus brazos y el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. La sangre en su pantalón era un presagio terrible, una señal de que algo iba muy mal. No podía permitirse perder a Irina y a su hijo. Tenía que llegar al hospital lo antes posible si algo les ocurría el se moriría, estaba seguro de ello.Mientras tanto, Asad y Said se miraban sintiéndose culpables. Sus secretos habían quedado al descubierto, y las consecuencias de sus actos eran devastadoras. Habían puesto en riesgo a Irina y al bebé, y ahora tenían que enfrentar la ira y el dolor de Amir.—Dejemos esto para después —dijo Said, acercándose a su padre para ayudarlo a levantarse y dirigirse al hospital. Sabía que no era el momento para discutir, y que la prioridad era la salud de Irina.—Dejemos esto para después —dijo Said, acercándose a su padre para ayudarlo a levantarse y dirigirse al hospital. Sabía que no era el momento para discutir, y que la prioridad era la salud de Irina.Asad
Ellos no podían creerse que Amir fuera capaz de amenazarlos tan libremente, sobre todo Said, quien no había contado con la posibilidad de que su hermano se pusiera en su contra, para él no había nada que pudiera hacer que Amir se pusiera en su contra, pero no había contado con hacer daño a Irina sabía que era lo que más le importaba en el mundo.Asad y Said se alejaron en silencio, sin poder defenderse. Sabían que se merecían la ira de Amir, así que ni siquiera Asad protestó por aquella amenaza.Nadia y William llegaron al hospital, impulsados por la preocupación y la incertidumbre que se apoderaba de ellos ante la noticia del estado de salud de la hermana de Said. Al entrar al pasillo, se encontraron con Asad y Said, quienes parecían ir en dirección contraria a la que debían. De hecho, daba la impresión de que se dirigían hacia la salida.—¡Asad, Said! —exclamó Nadia, sorprendida al verlos—. ¿Qué están haciendo aquí?Asad y Said se detuvieron al escuchar sus voces y se giraron para e