Las palabras de Amir resonaron en la biblioteca, rompiendo el ambiente de estudio y concentración. Algunas miradas se posaron en ellos, algunas reprobadoras, otras simplemente curiosas. Un murmullo comenzó a extenderse por la sala, como si el drama que se desarrollaba ante sus ojos fuera un espectáculo gratuito.Irina, con el rostro enrojecido por la vergüenza, bajó la vista y la dirigió hacia su esposo. Negó con la cabeza, sintiendo como las lágrimas pugnaban por salir de sus ojos.— ¿Cómo puedes pensar eso de mí?—preguntó con voz temblorosa, llena de dolor e indignación—. ¿Te he dado alguna razón para que dudes de mi fidelidad?Amir la observó, contrito. La vio acariciar su vientre, apenas abultado por el embarazo, y se sintió culpable. Era cierto que Irina no solía ser tan emocional, pero las hormonas del embarazo podían estar alterando su estado de ánimo. Sin embargo, la idea de que ella le pudiera ser infiel lo consumía, transformándolo en un monstruo de ojos verdes, dominado por
La nana de Nadia no veía con buenos ojos la libertad que disfrutaba la joven en ese país ni el tiempo que su futuro prometido la dejaba sola. De hecho había creído que tendría que estar siempre en medio de ellos cuando en realidad parecía más la dama de compañía de la chica que una carabina, pero lo que más le molestaba era la joven que le habían asignado como secretaria.—¿No echa de menos pasar tiempo con su prometido en lugar de estar aquí todo el tiempo?—preguntó la nana, haciendo que Nadia levantara la mirada de los papeles que estaba revisando y negara con rotundidad. — Mire que a los hombres no se les puede dejar tanto tiempo solos con mujeres como esa secretaria.—No, y sinceramente me da igual si se lía con su secretaria — aseguró Nadia, pero no lo veo de ese tipo de hombres, Said me resulta del tipo romántico más que de los que se deja deslumbrar por la belleza femenina — Nadia tuvo que contener una carcajada ya que estaba más que segura de que las inclinaciones de su futuro
Amir todavía no podía asimilar lo que Sven le había revelado. La conversación no abandonaba su pensamiento mientras se dirigía a casa. Parecía que su padre guardaba más secretos de lo que jamás había imaginado. Un pasado turbio que ahora manchaba su presente y lo obligaba a tomar decisiones difíciles.Lo primero que debía hacer era encontrar a su esposa y disculparse por la forma en que la había tratado en la biblioteca. Luego, si era necesario, se enfrentaría a su propio padre, desafiando su autoridad y exigiendo respuestas. No importaba el costo, descubriría la verdad sobre lo que le había sucedido a Irina y cómo había terminado en las garras de los traficantes de personas cuando era apenas una niña.— ¿Está Irina en casa? —preguntó Amir a una de las sirvientas en cuanto atravesó el umbral de su casa.— No señor, la señora Irina se encuentra en el hospital.Un escalofrío intenso recorrió a Amir de arriba abajo al pensar que algo le podía haber sucedido a su esposa.— ¿Qué? ¿Qué le h
Amir se debatía entre sentirse elogiado o molesto mientras observaba a Irina acariciar el cabello canoso de Asad con ternura, a pesar del peso de su pasado juntos. El odio hacia Asad seguía ardiendo dentro de él, pero también la complicada mezcla de emociones que despertaba su presencia.—Vámonos —instó Amir con frialdad, resistiendo la tentación de acabar con la vida de Asad en ese mismo instante—. El médico nos avisará si despierta. No tiene sentido que estés aquí.Irina negó con determinación, apartándose de él y aferrándose aún más a la figura de su padre en la cama.—Sé que puede ser incoherente, Amir —dijo entre sollozos—, pero es el único padre que recuerdo. No me alejaré hasta que despierte y me dé una explicación de todo lo que he descubierto.Amir intentó convencerla de nuevo, pero fue interrumpido por Irina, cuyas palabras salían entre lágrimas mientras recordaba un encuentro reciente con Sven, que terminó de manera sorprendente.El médico irrumpió en la habitación en ese m
El sueño atormentaba y arrastraba a Asad como una ola implacable que amenazaba con ahogarlo, mostrándole sus peores recuerdos, aquellos que había intentado enterrar profundamente y expiar a través de innumerables venganzas.Se vio transportado a una gran mansión, la cual reconoció al instante por sus opulentos salones y el aire festivo que impregnaba el ambiente.Asad, convertido en un fantasma invisible, observaba la escena desde un rincón, con el corazón oprimido al saber lo que estaba a punto de suceder. En el centro de la atención, radiante y enfundada en un vestido blanco inmaculado, se encontraba su hermana, Layla. Su sonrisa radiante, ahora parecía forzada. Todavía podía recordar cómo la noche anterior le había rogado a su padre que no la obligara a casarse con ese hombre, pero él solo insistía en que era lo mejor para todos.Frente a ella se encontraba un hombre corpulento, con un traje impecable y una mirada oscura y fría que extendía su mano hacia ella. Era Dimitri, el magna
Irina fulminó a Said con la mirada, mientras él la observaba con frialdad, como si estuviera listo para desafiarla en cada palabra.—Él me salvó de un futuro mucho peor —replicó Irina, su voz temblorosa por la emoción.—No te engañes, Irina —respondió Said con dureza—. Solo retrasó lo inevitable. Él quería usarte igual que habría usado cualquier otro comprador.Irina se limpió las lágrimas, negando con la cabeza. En el fondo, sabía que tenía razón, pero había una parte de ella que siempre había visto a Asad como su salvador y padre, a pesar de saber que solo la usaba.—¿Quieres conocer la verdad de verdad, Irina? —preguntó Said con voz impasible, manteniendo su compostura mientras enfrentaba la mirada furiosa de su hermana.—¡Dime! —exigió Irina, su voz cargada de desesperación.Said la miró con desdén, como si estuviera cansado de lidiar con las emociones de su hermana, y de toda la situación en general, de lo mucho que había tenido que someterse a su padre ocultando su verdadera nat
El corazón de Amir se encogió al ver la figura fatigada de Irina hundiéndose más en el asiento del auto. Los eventos del día le habían cobrado un alto precio, y él sabía que lo único que necesitaba era la comodidad de su hogar.Agarró el volante con fuerza, los nudillos blancos, y condujo con un renovado sentido de propósito. Irina, su amada esposa, llevaba a su hijo, y su bienestar era su máxima prioridad.En el silencio del auto compartido, Amir podía sentir la agitación en el alma de Irina. El peso del mundo parecía descansar sobre sus hombros, y él anhelaba aliviarle la carga.Al llegar a la entrada de su casa, la mano de Amir buscó la de Irina, ofreciendo un gesto silencioso de apoyo. Juntos, entraron al santuario de su hogar, un refugio de la tormenta que los había envuelto.Con gentileza, Amir guio a Irina hacia su dormitorio, sus pasos pesados por el agotamiento. La ayudó a acomodarse en la cama, su toque transmitiendo una ternura que hablaba por sí sola de su amor.—¿Estás bi
—Algunas veces sí, hay momentos que desde aquí arriba se ve y se siente todo mejorIrina se aguantaba con los brazos sobre los hombros de su esposo, cruzando las manos tras su nuca. Mueve las caderas y se acomoda bien a horcajadas para poder moverse con más libertad y sentarse sobre su miembro sintiéndose cada vez más llena y empalada. De este modo entraba del todo, sentía la punta, golpearla muy adentro y con cada penetra cien profunda un gemido abandonaba la boca de ella.— Irina…— murmuró buscando su boca para besarla con ansias, para saborear sus labios, succionándolos y bajar nuevamente por su cuello, dándole cabida a sus pechos en las manos, haciendo rodar los pezones entre sus dedos. — Muévete Irina.—Amir, Amir…— repetía ella entre jadeos, echando la cabeza hacia atrás cuando las masculinas manos la agarraron bien de las nalgas.Él se empujaba hacia arriba para hundirse bien profundo en su interior, ayudándola a moverse sobre él, sintiendo como se deslizaba por su erección mie