Irina observaba, preocupada y a distancia, la tensa conversación entre Asad y Amir. Veía cómo el padre pretendía entrar al jardín y el hijo se interponía en su camino. Temía que esa situación alcanzara un punto crítico, un punto de no retorno.Su corazón latía con fuerza mientras contemplaba a su esposo y a su padre, deseando desesperadamente encontrar una manera de detener lo que parecía una inminente tragedia.Entonces, una idea repentina cruzó por su mente: ella era la única que podía intervenir y calmar los ánimos. Se llevó la mano a su vientre todavía plano, recordando que tenía la excusa perfecta.Dejó que su cuerpo se desplomara suavemente hacia un lado, fingiendo un desmayo. Se dejó caer al suelo con cuidado de no hacerse daño.Rápidamente se armó un revuelo a su lado que llamó la atención de Amir y Asad. Ambos dejaron de discutir y corrieron hacia ella.— ¡Irina! ¡¿Qué ha pasado?! —exclamó Asad, visiblemente alarmado. — ¡Llama a un médico de inmediato! —ordenó a uno de sus ho
Amir al principio se sintió sorprendido, y luego aliviado, al ver a Sven entre los invitados. Su presencia significaba mucho más que simplemente tener a su mano derecha allí. Era como si recuperara una parte de sí mismo que había perdido desde que volvió a casa: el recuerdo de lo que realmente quería: derrocar a Asad y liberar a Irina, aunque la realidad ahora era otra. Un velo de incertidumbre cubría sus planes.Con una sonrisa tensa en el rostro, Amir se dirigió hacia Sven confiado . Se detuvo frente a él, con los hombros erguidos y la mirada penetrante. —Sven, me alegra verte aquí. Tu presencia es un faro en la tormenta —dijo Amir, estrechando la mano de su hombre de confianza con una fuerza inusual.Sven le devolvió el apretón de manos, con una expresión seria y sin apartar la mirada de la suya, era leal a su jefe le debía la vida y eso no tenía discusión para él.En silencio, se alejaron de la multitud, buscando un lugar más discreto para hablar.Una vez alejados de las miradas
Amir observó el lugar por donde había salido su hombre de confianza durante unos minutos, hasta que la voz de Asad a su espalda lo hizo sobresaltarse. Intentó disimular su turbación.¿Cuánto tiempo llevaba Asad ahí? ¿Habría escuchado algo? ¿Se habría dado cuenta de la situación?—Amir, ¿qué pasa? —preguntó Asad al notar la sorpresa de su hijo.—No pasa nada, padre —sonrió Amir, intentando disimular su nerviosismo.Asad lo observó dubitativo, pero decidió no preguntar más. Demasiados sobresaltos en un solo día.—Es hora de que tú e Irina bailen juntos.Amir asintió. Tenía razón. Debía bailar con su esposa frente a todos los presentes para terminar con la ceremonia y dar paso a la fiesta. Sin embargo, su mente no dejaba de pensar en lo que acababa de ocurrir. Debía encontrar a Ait, su hermano, y que le explicara realmente lo que estaba sucediendo con William y qué deseaba hacer él. Sin duda, si necesitaba ayuda, lo ayudaría.Pero eso podía esperar. Ahora, lo importante era cumplir con s
Amir e Irina se despidieron de los invitados con cálidos abrazos y palabras de afecto. La fiesta había sido un éxito rotundo, a pesar de los imprevistos. Por fin, la celebración había llegado a su fin y Amir podía disfrutar de su esposa como se debía, sin tener que pensar en nadie más que en ellos dos.Tomados de la mano, se dirigieron hacia la salida, dejando atrás el bullicio y la música. La noche era cálida y la luna brillaba con fuerza en el cielo, creando un ambiente romántico y perfecto para el inicio de su nueva vida juntos.Al llegar al auto, Amir se giró hacia Irina y le susurró al oído:—Prepárate para la sorpresa que tengo para ti, mi amor.Con una sonrisa pícara, abrió la puerta del vehículo y la invitó a entrar. Irina se acomodó en el asiento del copiloto, llena de expectación por lo que deparaba la noche.Al cabo de unos minutos, llegaron a un destino inesperado: en medio del desierto, una gran jaima se alzaba frente a ellos. Al entrar, Irina quedó sin aliento. La jaima
Las manos de ella no dejaban de explotar su pecho, sus hombros hasta llegar a sus abdominales y de ahí a su polla la cual se encontraba duro dentro de ese pantalón.—Dejame sacarla y mostrarte dónde te necesito.Sintió como ella liberaba su polla y él no podía dejar de tocarla, de desearla de necesitar sentirse dentro de ella, notando como se alzaba levemente solo para dejarse caer, autopenetrandose.— Irina— gimió su nombre mientras se empujaba con dureza en su interior incapaz de ser delicado, de ir despacio atrapando uno de sus senos con su boca y saboreándolo, le encantaba esa posición porque tenía sus pechos a la altura del rostro.— te crecieron los senos con el embarazo — más seguro llevando la otra mano al otro seno sostenerlo y acariciar el pezón con el pulgar.—Amir ...— gimió ella con fuerza al sentirlo penetrarla, entrando en su interior con fuerza, incrementando su placer en el momento en el que lo sintió saborear uno de sus pechos.Llevándola a gemir suavemente mientras
Los tres días posteriores a la boda, Amir e Irina fueron incapaces de salir de la cama. Prácticamente vivían en aquella lujosa haima en medio del desierto. Habían decidido no ir de viaje de novios a causa del secuestro de Irina una semana atrás. Sin embargo, no echaron nada de menos porque con tenerse el uno al otro les bastaba.Aquella tienda digna de un sultán se convirtió en su refugio. Comían lo que les servían cuando tenían hambre: dulces y ricas comidas árabes. No tenían ningún tipo de contacto con nadie aparte de ellos mismos, y tampoco lo necesitaban. Conversaban durante horas, compartiendo sueños y anhelos, risas y confidencias. Luego, expresaban su amor con sus cuerpos. La luna de miel que no habían podido disfrutar en el exterior se transformaba en una experiencia íntima y profunda dentro de esas cuatro paredes.A pesar de estar aislados del mundo por seguridad, aquello se había convertido en un paraíso. Era su paraíso porque ninguno de los dos quería apartarse y tener que
Hacía más de una década que Irina no había soñado con lo ocurrido con su familia. Pero algo había sucedió esa noche tras cerrar los ojos. Un terror paralizante la recorrió de pies a cabeza, reviviendo el horror de la masacre que la dejó como única superviviente.En el sueño, los hombres irrumpieron en su casa como una ola de violencia. Los gritos de sus padres y hermanos resonaban en sus oídos mientras la obligaban a presenciar cómo los acuchillaban uno por uno. La sangre brotaba de sus cuerpos como un río carmesí, manchando el suelo y las paredes. El miedo la paralizó, incapaz de moverse o defenderse. Solo era una niña de 12 años, Irina se convirtió en un testigo mudo de la crueldad humana.Desde entonces, su vida se había dividido en dos. Un antes y un después de aquel suceso. Los rostros de sus padres, hermanos y amigos se difuminaban en su memoria, como si una niebla espesa los hubiera tragado. El recuerdo de su terror y la impotencia ante la muerte también se había ido perdiendo
El sol apenas se asomaba por el horizonte cuando Irina se despertó empapada en sudor. Habían pasado dos meses desde su boda y seguía soñando a menudo con la muerte de su familia y la voz de Asad repitiendo una y otra vez evitando que la mataran.Un escalofrío recorrió su cuerpo y una oleada de náuseas la invadió, aquello se había convertido en un sueño recurrente que cada vez le parecía menos producto de su imaginación y más la realidad de lo sucedido.— ¿Irina? ¿Estás bien? — preguntó Amir con voz ronca, todavía adormilado y abrazándola para que no se moviera de su lado.— No — susurró mientras se levantaba de la cama y se escapaba de sus brazos para ir un momento al baño — He vuelto a tener ese sueño — habló un poco más fuerte para que su esposo pudiera escucharla desde lejos mientras entraba al baño para hacer el primer pis de la mañana.— ¿El sueño de tu pasado? — insistió él, sentándose en la cama y mirando en la dirección de la puerta del baño.Irina se quedó callada al ver una