—Pero sus normas...
—A la m****a con sus normas, yo me marcharé de aquí algún día y tú deberías hacer lo mismo, Irina. Hazlo antes de tu fiesta, parece un cumpleaños, pero es solo la presentación al mundo de su obra, la mujer perfecta creada para conseguirle lo inimaginable. Es un maldito enfermo —aseguró Amir, observándola con una intensidad que era capaz de parar la respiración de Irina.En poco más de una semana, Irina cumpliría 18 años y Asad insistía en presentarla a la alta sociedad de Turquía.Ni siquiera, tras la muerte de su primera esposa, había anulado los planes para dicha ceremonia.—Pero yo no puedo decepcionarlo, le debo mucho a Asad —dijo Irina.—¿Entiendes para lo que te ha estado preparando todos estos años, verdad? Dime que no eres tan inocente como para no comprenderlo —preguntó Amir.—Para ser su arma y ayudarle a terminar con sus enemigos —respondió ella.—¿Y tienes idea de cómo quiere que lo hagas? —Amir tomó una respiración profunda y la observó de nuevo. —Ni siquiera entiendo cómo puede usarte así, eres su hija, m*****a sea… su propia sangre.—Irina negó con la cabeza. —Yo no soy su…—Va a convertirte en una prostituta sin importarle las consecuencias que eso pueda llevarte ¿Lo sabes verdad? —Amir se acercó a ella, le tomó del mentón para hacerla levantar el rostro y fijó sus enormes ojos negros en los azules de Irina. —¿Tienes idea de lo hermosa que eres, Irina? Vas a conseguir lo que quieras de cualquier hombre, todos estarán a tus pies, y no solo por tu belleza, tu forma de moverte, de hablar, incluso respirar, realmente no sé si es a causa de tu educación o un don innato, pero eres una mujer irresistible en todos los sentidos.—Pero eso es absurdo, yo no soy capaz de hacer que los hombres... Puede que haya aprendido muchos conceptos, pero ni siquiera puedo hablar con uno sin que Asad lo amenace —tragó saliva y desvió la vista al suelo, como si así pudiera evitar que Amir fuera capaz de adivinar sus sentimientos al mirarla a los ojos.—Muéstrame un solo hombre, al que le gusten las mujeres, que sea capaz de resistirse a ti —retó Amir.—Eso es fácil, tú, tú me odias —se encogió de hombros Irina y se levantó del lugar en el que había permanecido sentada, sintiendo que debía protegerse, alejarse de él si no quería sufrir con su respuesta.La carcajada que escuchó salir de los labios de Amir confirmó lo que ella creía: iba a burlarse de ella.Hacía un rato que lo había visto llorar destrozado, y ahora se reía a viva voz.Se levantó y caminó hasta estar muy cerca de ella, demasiado cerca, tanto que Irina podía sentir el calor de su cuerpo invadir el suyo, sobre todo cuando pasó una mano tras su cintura y la pegó a su cuerpo.— Jamás he sentido nada parecido al odio por ti —aseguró Amir con una voz más grave de lo habitual y, sin darle tiempo a Irina para reaccionar, la atrajo contra su cuerpo para robarle su primer beso. Fue un beso ansioso, necesitado, que Irina correspondió con torpeza, sintiendo cómo su corazón se aceleraba a medida que él profundizaba en su boca y la saqueaba con la lengua, como si se atreviera a reclamar cada rincón. Luego se apartó y la miró a los ojos de nuevo mientras le acariciaba la mejilla con una delicadeza inigualable. —Me odio a mí mismo, cada maldito día de mi vida, por desear a mi propia hermana.Luego la soltó y se alejó de ella sin decir nada más, caminando en dirección a la casa. No se giró ni una sola vez para mirarla.—Tengo una nueva misión para ti —aseguró Asad, sacándola abruptamente de sus recuerdos tras parar el motor del coche frente a la casa.—¿Tan pronto? Apenas acabo de terminar una —respondió Irina.—¿Vas a desobedecer mis órdenes, Irina? —preguntó Asad.Ella negó rápidamente, esperaba disfrutar de un par de meses de tranquilidad antes de volver a la rutina.—Eso pensaba, y te prometo que si cumples con esta misión será la última —dijo Asad, para sorpresa de Irina. Ella se ilusionó con la idea de ser libre por fin, pero como si leyera sus pensamientos, Asad añadió: —Eso no significa que te deje marchar. Recuerda que a mí nadie me abandona.—Me estás pidiendo demasiado esta vez, Padre —dijo Irina, después de enterarse de cuál era el trabajo que debía hacer. Estaba casi segura de que no sería capaz; todo tenía un límite y ella acababa de descubrir el suyo justo en el momento en que Asad le mostró la fotografía de su siguiente objetivo.—Será el último, te lo prometí. ¿Alguna vez he roto una promesa? —preguntó Asad.Irina negó, mientras él la llevaba hasta la ventana de su despacho. Desde allí se veía todo el salón de fiestas al completo. Desde fuera, solo se podía observar un enorme espejo en una de las paredes, que no daba sospechas de que hubiera alguien observando detrás.Asad señaló a un hombre que en ese instante recibía una copa de champán de uno de los camareros. Era norteamericano, alto, guapo, rubio, de entre treinta y cinco y cuarenta años, pero sin desperdicio alguno.—Haz lo que haga falta para traerme lo que quiero —dijo Asad. No era la primera vez que decía esas palabras; casi parecía un mantra que repe
—Debió ser la cabeza de Asad la que pintara con sus sesos esa pared, él es el verdadero culpable —murmuró Amir al pasar por el lado de Irina sin detenerse. Ella iba a contestarle, pero él ya se encontraba demasiado lejos como para seguir aquella conversación con la certeza de que nadie los escucharía. Y aún, siete años después, si cerraba los ojos, Irina podía volver a aquel primer baile y a la seguridad de unos brazos que siempre la hicieron sentir a salvo.—Es usted sin duda la mujer más hermosa que hay en este lugar —murmuró una voz masculina a su espalda con ese acento americano que hizo voltear y sonreír a Irina al ver que su presa había venido a ella sin siquiera tener que hacer nada.—Con certeza le aseguro entonces, que es usted el hombre más atrevido —contestó Irina sonriendo amablemente, con una dulzura fingida que sin duda tenía muy ensayada y aprendida.—Yo diría que más bien sincero —respondió el hombre.—Soy Irina —se presentó ella.—William —dijo él.Terminar en su ho
Irina no podía creer que estuviera en ese jet privado, propiedad de William, saliendo del país, hubiera resultado tan fácil. Se emocionaba con la idea de alejarse por fin de la seguridad de Asad y sus hombres. Pero le producía cierta ansiedad pensar que jamás, desde que fue comprada en aquella subasta cuando era apenas una adolescente, había salido a ningún lado sin vigilancia. Siempre había al menos un hombre de Asad para, según él, protegerla, aunque ella sabía que la verdadera misión de esos hombres era vigilarla.¿Sería capaz de moverse sola en un país diferente al que había sido su hogar durante tantos años? ¿Podría encontrar a Amir? Y lo que quizás más le preocupaba: ¿todavía seguiría sintiendo lo mismo por ella que años atrás? Porque si cualquiera de las respuestas a esas preguntas era negativa, su esperanza de vida, en el mejor de los casos, sería de unos meses, lo que tardarían los hombres de Asad en encontrarla y eliminarla por traición, por haber hecho lo único que él
William reveló algo que dejó a Irina sorprendida, sin entender cómo había logrado esa información. —Sé mucho más de ti y de todos los miembros de tu familia de lo que podrías imaginar —aseguró, acomodándose en el sofá. —Tienes razón, si quiero algo de ti —confesó, observándola sin ningún recato mientras ella se vestía. —Lo descubrirás mañana en esa fiesta a la que voy a llevarte. Tú eres la llave para conseguir lo que más anhelo y tú también recibirás como pago eso que tanto deseas.—¿Y qué es lo que un hombre como tú puede desear que no pueda conseguir solo? —Irina había terminado de vestirse, así que decidió sentarse a su lado. —Eres muy rico, muy guapo y parece que podrías conseguir cualquier cosa que te propusieras sin ayuda de nadie. ¿Por qué me necesitas a mí para eso?—¿Eso crees? —preguntó William, observándola de un modo que solo sirvió para alimentar más su curiosidad. —Lo único que no se puede conseguir con dinero y nos hace cometer cualquier locura que vuelva posible lo i
Irina despertó al escuchar varias voces conversando fuera de la habitación, abrió los ojos y observó todo a su alrededor, tardó unos segundos en recordar dónde estaba al darse cuenta de que aquella no era su cama. Se levantó y caminó hasta el salón donde varias personas conversaban alegremente, había dos mujeres y un hombre hablando con William sin ser conscientes de su presencia durante unos segundos, hasta que una de las mujeres se giró y le sonrió con amabilidad.— Vaya, si que es hermosa, tenías mucha razón William. De repente el anfitrión de la casa y las otras dos personas se giraron también, los tres a la vez examinando a irina en un gesto casi idéntico que la hizo querer desaparecer por un instante.— Ya me gustaría a mí verme así recién levantada — aseguró la otra mujer mientras caminaba en su dirección, la tomaba de la mano y la hacía acercarse al resto del grupo, allí pudo comprobar que el lugar estaba lleno de cosas, varios percheros tapados que, por supuesto, contenían
El guardia la observó de arriba a bajo y asintió apartándose de la puerta e invitándolos a pasar, pero justo cuando caminaban a su lado, agarró a William del brazo haciendo que él lo observara con cierto desdén por haberse atrevido a tocarlo.— No puede pasar de la recepción, esto es algo fuera de lo común, así que voy a avisarle y deben esperar hasta que reciba instrucciones.El asintió y el guardia le soltó el brazo para que prosiguieran con su camino.— Tranquila, esto estaba en mis planes, llamar su atención desde el principio.No habían pasado ni cinco minutos cuando uno de los guardias que estaban discretamente vigilando en los extremos del lugar, se les acercó y les pidió que lo siguiersn haciéndolos entrar en un despacho en el que un hombre elegantemente vestido con de riguroso negro permanecía de pie dándoles la espalda mientras observaba algo por un ventanal. Sólo cuando el vigilante se marchó, fue que aquel hombre se giró y caminó hasta ellos con un andar imponente que hi
Ella se sentó tal y como el hombre le había perdido y él destapó los platos que había servidos sobre la mesa haciendo que se inquietara todavía más. Porque cada una de las cosas que iba destapando le gustaba más que la anterior, en la mesa estaban todos los platos favoritos de Irina. Sushi, raviolis de gambas, la variedad de cus cus que más le gustaba, sus tacos favoritos, patés y quesos franceses y varios platos más, cada uno de distinto país, todos de su gusto.— Es una combinación de cómidas de todos los continentes.— Aclaró el enmascarado.— Claro, supongo que en esta extraña fiesta a la que no puedo asistir acude gente de cualquier lugar del mundo.— Estás en lo cierto, la élite de todo el mundo acude a mis fiesta cada año y todos mis invitados son estudiados exhaustivamente y se comprometen a no revelar absolutamente nada de lo que aquí sucede, obviamente con su correspondiente contrato de confidencialidad, por eso no podía dejarla pasar, primero no sé quién es usted y segundo,
El hombre se movía peligrosamente empujándola al caminar hasta llevarla a la cama, haciéndola caer y echándose sobre ella, pero sin llegar a tocarla, sosteniendo el peso sobre sus manos las cuales apoyaba en el colchón y sobre sus rodillas, parecía decidido a intimidarla sin realmente lograrlo porque estaba mucho más excitada que asustada, excitación que estaba muy acostumbrada a fingir, pero no a experimentar realmente.— Ni siquiera eres mi tipo, me gustan menos zorras.— la respiración de Irina se aceleró al estar tan cerca y poder oír su voz real mezclada con la distorsionada, tenía algo que completaba del todo el conjunto para hacer que solo pudiera pensar en tenerlo aún más cerca, en sentirlo contra su piel, dentro de ella.Pareció darse cuenta porque su sonrisa se ladeó nuevamente en un claro gesto de burla. — ¿Lo ves? Deberías estar aterrada y estoy seguro de que….Coló con descaro su mano por la abertura del vestido hasta presionar su sexo por encima de la fina y húmeda tela qu