Irina no podía evitar sentirse desconcertada en ese instante. Apenas había transcurrido una semana desde su regreso, y ya notaba un cambio notable en Said. Se preguntaba cómo un chico que conocía tan bien podía transformarse de esa manera en tan poco tiempo. Tal vez siempre había sido así, y ella no lo había notado, o quizás estaba malinterpretando la situación. Suspiró, negando con la cabeza. Estaba demasiado alterada por lo sucedido con Amir, y eso estaba nublando su juicio.Decidió que era hora de abordar la situación con inteligencia. Ya era suficiente aguantar las expectativas de quien fuera que le gustara o no. Amir era ahora su esposo, y debía enfrentar esa realidad. Caminó rápidamente hasta su habitación, sin siquiera llamar a la puerta. Dina abrió, aparentemente lista para discutir con Amir, pero al entrar, se dio cuenta de que él no estaba allí. Estuvo a punto de cerrar la puerta y marcharse, pero escuchó el sonido del agua proveniente del baño.Intrigada, se encaminó hacia
La puerta del baño se cerró con un clic sordo, dejando a Irina sola con sus pensamientos y el eco de las palabras que Amir no había dicho al menos no con su vida aunque había hablado muchísimo sin hacer ni un solo sonido. El vapor llenaba el espacio, envolviendo su figura desnuda en una neblina cálida que apenas lograba calmar el tumulto emocional que bullía dentro de ella.Se apoyó contra la pared, sintiendo el agua resbalar por su piel, mezclándose con las lágrimas que amenazaban con empañar su visión. Cada gota que caía resonaba como un recordatorio de la fragilidad de su situación, de la complicada maraña de lealtades y afectos que la ataban.El comportamiento de Amir la dejó desarmada. No había podido retenerlo con sexo, tampoco con sus palabras de amor. ¿Cómo sería capaz de sobrevivir si él ya no quería tenerla en su vida?Cerró los ojos, tratando de encontrar claridad en medio del torbellino de pensamientos. Amir, el hombre al que amaba con toda su alma, se alejaba de ella con
En el instante en que los pies de William tocaron suelo turco, no tardó en sacar su teléfono móvil y hacer una llamada. A pesar de que se retiró un poco, Sven se acercó lo justo para no parecer que estaba espiando la conversación, pero lo suficiente para escuchar. Tenía el oído muy entrenado; después de todo, había sido agente secreto gran parte de su vida. Por desgracia, no podía escuchar lo que le decían, solo la parte en que hablaba William.— ¿Estás seguro de que podemos hacer eso? — dijo William, manteniendo su voz baja para conservar el secretismo de oídos indiscretos.William se mantuvo callado un rato, como si estuviera escuchando a su interlocutor, y luego volvió a hablar.— Pero ¿no estaríamos yendo demasiado lejos? ¿Y si sale mal? — preguntó, mostrando cierta angustia en su tono.La persona al otro lado de la línea no estaba clara para Sven, pero William había confiado en Ben para ayudarlo después de conocer sus razones. Sin embargo, Sven tenía claro que William guardaba m
Asad mantuvo su firmeza al hablar.— No me importa cuán poderoso creas ser. Si me traicionas, te encontraré y haré que rindas cuentas por tus acciones.Amir sostuvo la mirada desafiante de su padre, sus ojos chispeaban con una determinación igualmente fiera.— ¿Y qué? ¿Vas a enviarme a tus hombres para que me persigan como un criminal, padre? —respondió con sarcasmo, su voz resonando con un tono desafiante—. No sería la primera vez que intentas someterme a tu voluntad.Said apretó los puños con fuerza, conteniendo su ira mientras observaba la tensa confrontación entre padre e hijo.— No quiero tener que recurrir a eso, Amir —dijo Said con un tono de advertencia perceptible en su voz—. Pero si es necesario, lo haré para proteger lo que es mío y preservar el legado de nuestra familia.Amir mantuvo una sonrisa desafiante, su postura mostraba firmeza y determinación.— Lo que es tuyo, ¿verdad? ¿Crees que puedo ser tu propiedad, padre? No soy un peón en tu juego de poder, no me someteré a
—Es el momento, hay que hacer algo en este preciso instante, o ya será demasiado tarde—, dijo una voz al otro lado del teléfono―Está bien, lo tengo todo preparado―, aseguró William antes de colgar el teléfono. Se giró hacia Sven con una mirada inquisitiva. ―¿Estás preparado para ir en contra de Amir?―, le preguntó, buscando confirmación.Respiró profundamente, sintiendo la tensión en el aire. No podía creer lo que estába a punto de hacer, pero sabía que no había marcha atrás. Sven Asintió solemnemente. ―Muy bien―, dijo William, su voz llena de determinación. ―Sabemos que es por su bien―.La habitación estaba envuelta en una penumbra cálida cuando Amir se deslizó silenciosamente hacia la cama de Irina. El aire estaba cargado de la tensión acumulada durante días, y el suave roce de sus cuerpos fundiéndose uno con el otro marcaba el ritmo de la noche.Por la mañana, Irina despertó aferrada a su cuerpo, consciente de que aquel momento era efímero, un susurro en el tiempo que se desvane
En el lujoso despacho de Asad, las sombras danzaban entre los pesados cortinajes mientras la luz de las lámparas iluminaba apenas los rostros tensos de Amir y su padre.Asad, con su semblante imperturbable, observaba a su hijo con desdén.— Amir, qué sorpresa verte aquí. ¿Cómo te atreves a poner un pie en mi casa después de lo que has hecho? —espetó con furia.Amir, en pie frente a él, mantuvo la compostura a pesar del vendaval de emociones que lo azotaba por dentro, si él hubiera estado en la casa nadie se habría atrevido a tocar a Irina, a pesar de que parecía que mantenía las distancias sabía dónde estaba todo el tiempo no podía evitar vigilarla.— No tengo tiempo para tus acusaciones, Asad. Irina ha sido secuestrada, y estoy aquí para descubrir quién está detrás de esto —respondió sin acobardarse por la forma en que su padre lo estaba enfrentando.El rostro de Asad se contrajo en una mueca de incredulidad. — ¿Cómo te atreves a venir a mi casa y acusarme de algo tan vil? ¿Crees que
Dos semanas habían transcurrido desde el secuestro de Irina. Durante ese tiempo, había vivido en un estado de constante incertidumbre, sin ver nunca el rostro de sus captores, sin recibir ninguna información ni saber cuál era la razón de su secuestro. Sin embargo, para su alivio, habían sido sorprendentemente considerados con ella y la trataban más como una invitada que como una prisionera, a excepción, de que obviamente, no podía salir de esas cuatro psredes. La habían alojado en una habitación pequeña pero confortable, donde disponía de todas las comodidades básicas, también un televisor y varios libros para distraerse. A pesar de la angustia de su situación, los secuestradores se aseguraron de que no le faltara comida ni cualquier necesidad básica.Irina despertó de repente aquella mañana, con una sensación de malestar que le sacudió el cuerpo. Todo a su alrededor parecía girar, y apenas tuvo tiempo de levantarse antes de que su estómago revuelto la obligara a correr hacia el baño
Sven se sentía desconcertado. Él había sido leal a Amir desde el día en que le salvó la vida seis años atrás. Se había convertido en su sombra, en su guardaespaldas, en su mejor amigo, en su mayordomo, su consejero y protector.Había vivido para devolverle el favor y sabía que por mucho que lo protegiera, jamás podría devolverle del todo lo que ese hombre había hecho por él. Ahora, tenía a la mujer que amaba secuestrada y, no solo eso, posiblemente a su futuro hijo. Se sentía un traidor, aunque sabía que lo hacía por su propio bien.Volvió a la casa y se encontró de nuevo con William, esta vez decentemente vestido. Con el cabello algo húmedo y oliendo a jabón, como parecía que el invitado de su jefe ya había abandonado el lugar y solo estaban ellos dos y la joven encerrada en la habitación que habían preparado para ella.— ¿Bien, compraste lo que te pedimos? —preguntó William, llevándose una taza de café a los labios.— Sí, señor —respondió Sven— Acabo de llegar de la farmacia y trai