—Es el momento, hay que hacer algo en este preciso instante, o ya será demasiado tarde—, dijo una voz al otro lado del teléfono―Está bien, lo tengo todo preparado―, aseguró William antes de colgar el teléfono. Se giró hacia Sven con una mirada inquisitiva. ―¿Estás preparado para ir en contra de Amir?―, le preguntó, buscando confirmación.Respiró profundamente, sintiendo la tensión en el aire. No podía creer lo que estába a punto de hacer, pero sabía que no había marcha atrás. Sven Asintió solemnemente. ―Muy bien―, dijo William, su voz llena de determinación. ―Sabemos que es por su bien―.La habitación estaba envuelta en una penumbra cálida cuando Amir se deslizó silenciosamente hacia la cama de Irina. El aire estaba cargado de la tensión acumulada durante días, y el suave roce de sus cuerpos fundiéndose uno con el otro marcaba el ritmo de la noche.Por la mañana, Irina despertó aferrada a su cuerpo, consciente de que aquel momento era efímero, un susurro en el tiempo que se desvane
En el lujoso despacho de Asad, las sombras danzaban entre los pesados cortinajes mientras la luz de las lámparas iluminaba apenas los rostros tensos de Amir y su padre.Asad, con su semblante imperturbable, observaba a su hijo con desdén.— Amir, qué sorpresa verte aquí. ¿Cómo te atreves a poner un pie en mi casa después de lo que has hecho? —espetó con furia.Amir, en pie frente a él, mantuvo la compostura a pesar del vendaval de emociones que lo azotaba por dentro, si él hubiera estado en la casa nadie se habría atrevido a tocar a Irina, a pesar de que parecía que mantenía las distancias sabía dónde estaba todo el tiempo no podía evitar vigilarla.— No tengo tiempo para tus acusaciones, Asad. Irina ha sido secuestrada, y estoy aquí para descubrir quién está detrás de esto —respondió sin acobardarse por la forma en que su padre lo estaba enfrentando.El rostro de Asad se contrajo en una mueca de incredulidad. — ¿Cómo te atreves a venir a mi casa y acusarme de algo tan vil? ¿Crees que
Dos semanas habían transcurrido desde el secuestro de Irina. Durante ese tiempo, había vivido en un estado de constante incertidumbre, sin ver nunca el rostro de sus captores, sin recibir ninguna información ni saber cuál era la razón de su secuestro. Sin embargo, para su alivio, habían sido sorprendentemente considerados con ella y la trataban más como una invitada que como una prisionera, a excepción, de que obviamente, no podía salir de esas cuatro psredes. La habían alojado en una habitación pequeña pero confortable, donde disponía de todas las comodidades básicas, también un televisor y varios libros para distraerse. A pesar de la angustia de su situación, los secuestradores se aseguraron de que no le faltara comida ni cualquier necesidad básica.Irina despertó de repente aquella mañana, con una sensación de malestar que le sacudió el cuerpo. Todo a su alrededor parecía girar, y apenas tuvo tiempo de levantarse antes de que su estómago revuelto la obligara a correr hacia el baño
Sven se sentía desconcertado. Él había sido leal a Amir desde el día en que le salvó la vida seis años atrás. Se había convertido en su sombra, en su guardaespaldas, en su mejor amigo, en su mayordomo, su consejero y protector.Había vivido para devolverle el favor y sabía que por mucho que lo protegiera, jamás podría devolverle del todo lo que ese hombre había hecho por él. Ahora, tenía a la mujer que amaba secuestrada y, no solo eso, posiblemente a su futuro hijo. Se sentía un traidor, aunque sabía que lo hacía por su propio bien.Volvió a la casa y se encontró de nuevo con William, esta vez decentemente vestido. Con el cabello algo húmedo y oliendo a jabón, como parecía que el invitado de su jefe ya había abandonado el lugar y solo estaban ellos dos y la joven encerrada en la habitación que habían preparado para ella.— ¿Bien, compraste lo que te pedimos? —preguntó William, llevándose una taza de café a los labios.— Sí, señor —respondió Sven— Acabo de llegar de la farmacia y trai
Bajo el radiante sol de la mañana, Amir y Said compartían un desayuno en el apacible jardín de la mansión. El rumor de las hojas susurraba la ausencia de Irina, arrebatada de su lado justo en ese lugar en el que estaban— No puedo entender cómo pudieron entrar en la casa sin que nadie se diera cuenta —murmuró Amir, con la mirada perdida en el horizonte que se extendía ante ellos.Said, con la taza de café entre las manos, compartía la inquietud de su hermano. El rostro ceñudo reflejaba la gravedad del asunto.— Nuestro padre ha movilizado a casi todos los hombres para buscarla. No escatimará esfuerzos hasta encontrarla.Amir apretó los puños, luchando contra la oleada de culpa que lo embargaba.— No puedo sacudirme esta sensación de culpabilidad. Si no hubiera estado tan concentrado en mis propios problemas… ella me pidió que me quedara y yo solo podía ver la mano de Asad moviendo las cuerdas de Irina como si fuera un títere. Sus palabras se desvanecieron en el aire, ahogadas por la
Amir recorría las calles en su incansable búsqueda de Irina. Había revisado cada rincón, desde los barrios marginales hasta los lugares más exclusivos de la metrópoli, sin encontrar ni una pista sobre el paradero de su amada. El sol había alcanzado su cenit cuando finalmente regresó a su hogar, agotado y desesperado.Había consultado a informantes, interrogado a personas de dudosa reputación y ofrecido recompensas, pero todo había sido en vano. La desaparición de Irina parecía ser un enigma imposible de resolver. No había rastro, ni indicio, ni señal que pudiera guiarlo hacia ella.En su mansión, Amir había revuelto cada documento, cada rincón, en busca de alguna pista que pudiera haber pasado por alto, los socios de su padre en casa negocio legal o ilegal. Pero las respuestas no llegaban, todo se convertía en un callejón sin salida.Fue entonces cuando uno de los miembros de su equipo, un hábil hacker, irrumpió en la sala de control con una expresión de urgencia en el rostro. — Seño
En una habitación sumida en la penumbra, el amante secreto de William se prepara para partir, vistiéndose rápidamente ante la atenta mirada del hombre que ama.— Debo irme, cariño —susurró el chico con pesar, mirando a su amante con ojos llenos de complicidad.— Lo sé, pero no quiero que te vayas —respondió William, con un dejo de tristeza en la voz, atrayéndolo una última vez contra su cuerpo y besándolo, fue un beso intenso de despedida en el que no dudó en succionar su labio inferior como si pretendiera te dárselo para él justo antes de separarse.— Nos volveremos a ver pronto, te lo prometo. Solo necesitamos que todo salga bien —dijo el joven, acariciando suavemente el rostro de su amante.— Lo sé, pero no puedo evitar preocuparme por ti —confesó William, apretándole las manos con ternura.— Todo saldrá como lo planeamos, lo sé. Y cuando eso pase, podremos estar juntos sin tener que escondernos —aseguró el chico, no va a pasarme nada porque eSe miraron intensamente, sabiendo que
Irina yacía inmóvil en la silla, con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda. El rugido del caos resonaba fuera de la habitación, gritos y sonidos de pelea, intensificaban su ansiedad. La voz de Amir, áspera y tensa, se escuchó al otro lado de la puerta, confirmando lo que temía él era quien estaba fuera.Un escalofrío recorrió su cuerpo al escuchar disparos. Varias lágrimas brotaron de sus ojos mientras un único pensamiento la atormentaba: que el muerto no fuera él.La puerta se abrió de golpe, y el corazón de Irina galopó como un caballo salvaje. Sentía que iba a estallar en su pecho. Un ataque de pánico la invadió. Forcejeó contra las cuerdas que la ataban, desesperada por quitarse la venda y confirmar que Amir estaba a salvo. La idea de un mundo sin él se le hacía tan insoportable que prefería morir que seguir viviendo si él ya no estaba.Intentó hablar, pero la mordaza le impedía emitir sonido alguno. Sus esfuerzos por liberarse se intensificaron.—Soy yo, Irina…Su voz