La espera fue tortuosa. Las manos de Derek viajaban de mi cintura a otras partes de mi cuerpo. No sé que zona me causaba más conflicto, cuando tocaba descaradamente la silueta de mis caderas o cuando manoseaba mis costillas, un centímetro por debajo de mis pechos. Y yo no podía hacer más que aceptar sus caricias.Katy nos miraba con los brazos cruzados y los labios apretados. Podía ver la envidia dominando sus ojos. Ella quería estar en mí lugar, ella quería ser la señora Fisher. Siempre lo ha deseado. Admitió delante de todos que yo era su esposa y no podía negarlo porque era la verdad. Aunque la razón y la forma en la que sucedió este matrimonio haya sido turbia.Su barbilla descansaba en mi cabeza, demostrando la diferencia de altura. Tarareaba una canción, despreocupado. Cómo si todos los ojos en la habitación no estuvieran sobre nosotros.Me puse rígida al ver entrar al tío de Katy. Derek notó mi cambio drástico y resopló con molestia. Me susurró al oído:―¿Puedes dejar de senti
Pensé que me llevaría a su mansión, que me encerraría en su habitación. En su lugar, me trajo a un restaurante costoso en una terraza. El restaurante estaba frente al edificio donde trabajo… trabajaba. Me depositó en una silla y él se sentó frente a mí. No le importó que los comensales nos vieran de esa manera. Un mesero nos saludó con cortesía.―Buenos días, señor Fisher ―Nos entregó el menú―. Es un placer tenerlo con nosotros.―Javier, ya te he dicho miles de veces que no necesitas entregarme un menú, me lo sé de memoria. Derek tomó el menú que me habían dado y lo devolvió junto al suyo.―Como el día de hoy trajo compañía, pensé en seguir la normativa.―No es necesario. Ella es mi esposa. El mesero abrió los ojos de par en par y se sobresaltó.―¡Señor, pensé que era soltero! No sabía que estaba casado.―Lo era. Nuestro matrimonio es reciente ―Derek estaba hablando con este camarero como si se llevarán bien. No me imaginaba a Derek entablando una educada conversación con alguien
El líquido frío enchumbaba mi cabello, provocándome escalofríos. La mujer se encargaba de cubrir cada mechón con aquella sustancia olorosa. Me impacientaba estar quieta tanto tiempo. Luego de media hora, la estilista enrollo mi cabello en un gorro y por fin fui libre.―Descansa una hora y luego vendré a enjuagarlo ―Me dijo la mujer con una amplia sonrisa antes de retirarse con otra clienta. Me dejó una taza de té de frutos rojos. Luego de unos diez minutos de aburrimiento viendo a otras mujeres realizándose tratamientos de belleza, fui a la sala de espera, en busca de aquel hombre frío, pálido y de cabello oscuro. Lo encontré en una de las sillas, leyendo una de las revistas del local. Su expresión era de confusión mientras pasaba página tras página. Caminé hacia él con la bata de la peluquería cubriendo mi cuerpo y el gorro mi cabello.Levantó la cabeza en mi dirección. Me sobresalté por la forma en la que sintió mi presencia. Me senté a su lado, incómoda.―¿Ocurrió algo? ―habló c
Sus cejas se levantaron, intrigante. ―Señor Fisher, un placer verlos. Espero no haber llegado tarde ―Una voz femenina llamó nuestra atención. Una mujer joven caminó hacia nosotros, acompañada de un hombre un poco mayor para ella. El cabello rubio le caía como cascada a los lados y su vestido no era estilo cóctel como el resto de los presentes, ella usaba un vestido rojo fuego, digno de una alfombra roja. Mientras que Derek y yo estábamos a un año de cumplir los treinta, ella se veía como una veinteañera fresca. ¿Veintitrés, quizás? Sus ojos reflejaban odio puro. Nos miraba como si quisiera matarnos. Entendería si quisiera matar a Derek pero, ¿yo? ¿Qué le hice? ―Felicidades por su matrimonio ―dijo con voz forzada―. La noticia se extendió como fuego. Estaba impactada, creí que no querías casarte. ―Corrección: No quería casarme contigo ―exhaló Derek, fanfarrón. El acompañante de la joven y yo, nos miramos, entendiendo la discusión. Ella fue una de las candid
Me sentía incómoda en medio de aquella sala, rodeada de personas que se debatían entre menospreciarme o fingir ser mis amigos. Los miembros se limitaron a mirarme y cuchichear lo suficientemente bajo para que yo no escuchara, al menos. Ahora que Derek no estaba a mí lado, no se tomaban la molestia en acercarse hablar. Con pasos vacilantes, salí del lugar y recorrí el primer piso de la mansión. La vista era espléndida. Se podía ver los cabellos galopando en la parte trasera del jardín. En otra área, estaban jugando croquet. Y a lo lejos, estaban jugando al golf. Nunca había visto un terrero tan grande siendo poseído por una única persona. Este lugar estaba repleto de pasatiempos y entretenimiento para mantener contentos a la élite de la élite. ¿Cuánto costará la mensualidad en este lugar? Los minutos pasaban y me impacientaba. Subí al segundo piso, en busca de Derek. A diferencia del primer piso, este lugar estaba desierto y las habitaciones cerradas. Un camarero salió d
Debí huir, debí esconderme, debí pedir ayuda. En su lugar, terminé de pasar y cerré la puerta detrás de mí. Intenté actuar como si no me afectara la escena, como si el aura que expedía Derek no me perturbara. Respiré profundo, encontrando la firmeza en mi voz. ―¿Qué significa esto? ¿Por qué estás golpeando a ese hombre? Derek retiró su pie del cuerpo del pobre hombre. ―Salgan de aquí ―Se dirigió Derek a su séquito―. Y llévenselo. Me encargaré de él más tarde. Abrí los ojos con sorpresa y horror. Aquel hombre se encontraba lleno de moretones y prácticamente inconsciente, y aún así querían seguir maltratándolo. Corrí a socorrer al hombre que estaba echado en el suelo con un ojo cerrado e hinchado y el otro estaba entrecerrado. Me arrodillé a su lado, analizando su estado. ―Este hombre necesita ir a un hospital ―grité. Dos hombres se acercaron a nosotros y me cerní sobre la espalda del herido. ―¡No sé lo van a llevar para seguir golpeándolo! Los actos a
Me quedé unos segundos en silencio, procesando sus palabras. ―¿Te debe dinero? ―Sí. ―Debe ser mucho dinero para que lo golpees de esa manera. ¿Te robó una empresa? ¿Le prestaste suficiente dinero para dejarte en bancarrota? Resopló y tomó mi muñeca, guiándome nuevamente a la butaca. ―La cantidad que presté es insignificante. No me afectará. Lo que me molesta son esos parásitos que piden dinero para pagar una deuda y terminan debiéndole a otra persona diferente. Se sentó e intentó montarme en su regazo, pero me aparté y tomé distancia. Sus palabras me escocían. Era doloroso y no por el simple hecho de referirse tan despectivamente de las personas que compartían mi situación económica, sino porque lo estaba diciendo él. Estaba decepcionada de Derek. ¿Cómo siento decepción por alguien que siempre supe que era clasista? ―No sabes por lo que están pasando esas personas. Lo que los llevó a recurrir a un prestamista privado. Imagínate, prefieren pagar una deuda
Corrí sin mirar atrás hasta que los murmullos desaparecieron. Sentí mi cuero cabelludo quemarse y mi rostro arder. Me costaba mantener los ojos abiertos por las lágrimas involuntaria que brotaban. El dolor se mezclaba con la impotencia y la humillación, haciéndome sollozar descontroladamente. ―Ven conmigo ―Esa voz, la reconocía. No podía verlo bien. Me tomó de la mano y dejé que me guiara. Era un mar de lágrimas. Pasamos varias puertas. Me estrujé los ojos y pude ver al hombre que me ayudaba. Era Carlos, el pasillero. Recorrimos los pasillos del área de empleados. Cada empleado que nos veía pasar nos perseguía, preguntando sobre mi estado e intentando ayudar. ―¿Qué le pasó a la pobre? ―¿Adónde la llevas? Siéntala aquí. Nosotras la tratamos ―exigió una señora. Los gritos aumentaron. ―¡De acuerdo, de acuerdo! Es toda suya, pero tengan cuidado. La señora Katherine le echó encima moca latte caliente ―dijo Carlos. ―¡Esa vieja bruja! ―exclamó una mujer de gran