«¡Lo estás besando, idiota!»
«¡Lo estás besando!»
«¡Idiota!»
El cerebro de Amber gritaba desesperado llamando a la razón de la joven, pero Amber estaba totalmente perdida en aquel beso. Su lengua buscó abrirse paso por la boca de Thiago y su cuerpo se pegó como lapa al cuerpo fuerte y muy muy masculino de su cuñado. «¡Su cuñado!». La muchacha no supo si fue ella quien se alejó primero o si fue Thiago, de lo único que pudo ser consciente fue de la mordida que se llevó en el labio al separarse de la boca de Thiago. Sintiendo en su lengua el sabor metálico de su propia sangre.
—¡Maldita seas, Amber! ¿Qué m****a crees que haces? —espetó Thiago furioso, alejándose de la muchacha para no asesinarla allí mismo.
Amber se negaba a mirarlo, pasó la punta de su lengua sobre la cortada de su labio. Tenía el impulso de salir corriendo, pero no le daría el gusto a Thiago de verla huir como una asustada gatita.
—Fue tu culpa —murmuró.
Amber no pudo pensar en una mejor respuesta. Había sido el olor embriagante de su aliento que la había llevado a cometer aquella estupidez sin medir sus consecuencias.
—¿¡Mi culpa!? ¡No tengo la culpa de tus malditos e insanos deseos, pero te advierto que no voy a caer en tu maldito juego, Amber! ¡Lárgate antes de que salgas herida! —le espetó furioso y haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no saltarle encima y…, ¿qué? ¿Iba a golpearla? ¿O volvería a besarla?
Amber lo miró y Thiago no pudo descifrar lo que había en su mirada. Ella se giró y se marchó cerrando la puerta tan sutilmente que con seguridad todo el edificio habría escuchado y demostrando que le importaba una m****a que fuera así.
Thiago miró el café sobre su escritorio como si fuera una serpiente que le saltaría encima en cualquier momento. Caminó al minibar y se sirvió el whisky más fuerte que tenía en la oficina. Necesitaba aplacar el asesino que Amber Preston había despertado en él aquella tarde.
Amber, por su parte, agradeció que Lucero no estuviera en su puesto de trabajo, corrió al baño y se encerró en el primer cubículo vacío que encontró. Tenía unas inmensas ganas de llorar y no sabía la razón. Podía ser la humillación que había sufrido al escuchar las palabras de Thiago. «¡No tengo la culpa de tus malditos e insanos deseos!», Amber negó, ella no lo deseaba, no podía ¿Verdad? ¡Thiago era el esposo de su hermana!
Amber movió la cabeza de un lado a otro y se limpió las lágrimas que le rodaban por las mejillas, respiró profundo y salió de su escondite. Ella no era un ratón y no se dejaría amedrentar por Thiago, ni por ningún otro hombre.
Con aquellos pensamientos caminó hasta el lavado. Se lavó las manos y luego se lavó el rostro. Miró la mordida de su labio y suspiró. «No debiste besarlo», pensó, pero ya era tarde para lamentaciones, había cometido un error que no se repetiría. ¡Jamás!
Amber volvió a su escritorio y se concentró en el trabajo, miró su reloj un par de veces contando los minutos que faltaban para largarse de allí y recomponerse en su casa, en la privacidad de su habitación.
—¡Dios, Amber! ¿Qué te ha pasado? —Amber maldijo al escuchar la pregunta de Lucero.
—He sido tonta y me he pegado con la puerta del baño. ¡Asqueroso! ¿No? —dijo impulsivamente al ver a Thiago salir de su oficina.
—Señor Montgomery —dijo la muchacha ligeramente espantada.
—Buenas noches, Lucero —respondió y se marchó sin dedicarle una sola mirada a Amber.
Thiago aún no creía tener el temple para verla y olvidar lo que Amber había hecho en su oficina. Inconscientemente, se pasó el dedo pulgar sobre los labios. No sabía si era para limpiarse el atrevimiento o para evocar aquel momento.
Amber lo vio marcharse y un nudo se formó en su garganta. ¿Qué sucedería ahora con su mudanza? ¿Se había extralimitado con su cuñado? La última pregunta le hizo temblar de pies a cabeza. ¿Cómo había podido olvidar que Thiago era el marido de su hermana?
«No se aman. Maggi se casó por un acuerdo que él aceptó. Te lo dijo, no hay pecado en esto», se consoló, aunque de poco le servía aquellos pensamientos. Simplemente, la había cagado en grande.
Thiago volvió a casa y por el aura oscura que llevaba encima, Maggi no se atrevió a decirle que el próximo fin de semana Amber vendría con su amiga para quedarse.
—Thiago ¿Hay algo que te molesta? —se atrevió a preguntar con cierta timidez.
—No, nada de lo que tengas que preocuparte Maggi —mintió.
Thiago jamás le diría a su esposa lo que había ocurrido con Amber aquella tarde noche en su oficina. Eso sería… ¿Incómodo?
«Innecesario», pensó.
—Siento que estás demasiado tenso, ¿te apetece un masaje? —se ofreció la mujer. No era la primera vez que iba a hacerlo; siempre que Thiago necesitaba de sus manos, ella acudía en su ayuda. ¡Eran amigos!
—No, me daré una ducha y me iré a dormir. Tuve un día difícil en la ensambladora y tengo que volver en dos días para tratar de convencer a Félix Remington de cerrar el acuerdo para la línea exclusiva de limusinas que necesito mejorar para nuestro servicio VIP.
Maggi asintió y sus sospechas aumentaron al escuchar aquellas palabras. Thiago nunca hablaba de trabajo con ella, era un acuerdo entre ellos; la casa era únicamente para olvidarse de los problemas y el estrés que se generaba en la oficina. Esto era raro y ella temía que el asunto se debiera a que Thiago finalmente había encontrado una mujer que le moviera el tapete.
—Descansa, mañana por la mañana me ocuparé de que tengas un delicioso desayuno que te haga sentir mejor —dijo con una ligera sonrisa en los labios.
Thiago no le devolvió la sonrisa, pero le dejó un corto beso sobre la frente antes de subir a su habitación y tirarse a dormir y olvidarse de Amber por un maldito momento, pero sus sueños estuvieron invadidos por cierta rubia de mirada peligrosa.
Mientras tanto, Amber se escabulló por la puerta del servicio y subió a su habitación, no quería que su madre viera la herida de su labio. Le haría preguntas que ella no sabría responder sin pensar en Thiago, aunque eso le fue imposible.
Mientras se duchaba, Amber pudo recordar el sabor del café y la menta en sus labios. Un gemido doloroso abandonó sus labios, se sintió sucia y enferma, pero no pudo evitar que sus manos recorrieran su pecho y plano vientre, para colarse entre sus piernas y acariciar con la punta de sus dedos su húmedo coño. Moviendo su mano de arriba abajo sobre su duro clítoris, mientras el agua que caía sobre su cuerpo hizo su trabajo mucho más fácil y antes de que pudiera procesar lo que estaba haciendo, un rápido y fuerte orgasmo le atravesó el cuerpo, mojando sus dedos y manos con violencia. Con el placer y la vergüenza corriendo por sus venas en igual medida se bañó y salió dispuesta a olvidarse de ese hombre. No debía verlo más de lo necesario, ellos eran jefe y empleada y nada más.
—¿Se puede saber qué te ha pasado en el labio?
—¡Maldición Andy, vas a matarme de un puto susto! —gritó al ver a su amiga sentada sobre su cama y cruzada de piernas.
Andy era una mujer hermosa, la más bella que sus ojos habían visto jamás, incluso en más de una ocasión llegó a sentir deseos por ella. ¡Hasta llegó a creer que era bisexual! Pero con el paso de los días y meses, se dio cuenta de que solo era amor de hermanas lo que existía entre ellas. Eso las había convertido en mejores amigas y cómplices en algunas ocasiones. La amaba con toda el alma, pero en momentos como ese, quería estrangularla.
—Por lo que veo no soy la única con esa negra intención, ¿No vas a responderme? —le insistió.
—Me he golpeado con la puerta del baño en la oficina, no es nada —dijo moviendo la toalla sobre su cabello para secarlo y no mirar a Andy.
—¡Y una m****a! ¿¡Crees que no sé diferenciar entre el golpe de una puerta y la mordida de algún imbécil, que se ha atrevido a tocarte!? —gritó.
Andy se sentía ofuscada al ver el cardenal sobre la piel blanquecina de Amber, el deseo de matar a quien se había atrevido a tocarla corrió por su cuerpo con la fuerza de un volcán en plena erupción.
—Olvídalo no tiene importancia —dijo reacia a contarle lo que había hecho ese día.
—Ven, siéntate aquí —le pidió palmeando la cama a un lado de donde ella estaba sentada.
Amber dudó un segundo y luego, como una cachorrita en busca de consuelo, se sentó junto a ella.
—Escucha Amber, entre nosotras nunca han existido los secretos y eso hace que nuestra relación sea la mejor del mundo. No empecemos ahora, por favor —le pidió poniéndose de pie y arrebatándole la toalla a la muchacha para ocuparse ella de secarle el cabello.
—No hay secretos, Andy, en serio no te gustará saberlo —respondió la muchacha a punto de rendirse.
Andy tenía la capacidad de hacerle sentir amada, y en casa, no era un amor de pareja. Era lo más cercano a lo que se debía sentir el amor de un familiar.
—Solo dime quien fue el cretino que te ha hecho eso —insistió con dulzura.
—Fue mi culpa, Andy, te juro que no sé lo que estaba pensando, yo…, lo besé —terminó confesando.
Andy se tensó y sus manos se detuvieron por encima de la cabeza de Amber. No quería verla, porque podía imaginar quien había sido el jodido hombre que le había dado esa mordida.
—¿Montgomery? —susurró la muchacha en tono bajo y casi mortal.
—Sí —aceptó Amber con resignación.
—¡Es un cretino!
—Lo provoqué —dijo Amber bajando el rostro.
—¿Lo estás defendiendo? —preguntó ella indignada.
—¡No! Por supuesto que no, pero fui yo quien lo llevó al límite, le puse sal, muuuucha sal a su café y luego, él…
—Nada justifica lo que hizo, Amber, él pudo solamente alejarse de ti —dijo ella retomando su labor con el cabello de la chica.
—No importa, mañana no se notará y yo olvidaré lo que pasó —respondió encogiéndose de hombros.
Sin embargo, Andy no iba a dejar pasar el asunto con facilidad y mucho menos olvidarse de lo que Thiago había hecho.
A la mañana siguiente, Amber desayunó en su habitación tal como Andy se lo había pedido, en realidad ordenado y no le quedó más opciones que obedecer.
—Esto no es necesario Andy —dijo, pero la chica hizo caso omiso de sus palabras y continuó su labor.
—Si ese ogro no puede sentir culpa después de esto, es porque no tiene corazón —aseguró antes de incorporarse en toda su altura y gritar: —¡Listo! Mírate en el espejo y dime si no soy una puta genio —mencionó regocijándose de su labor.
—Te apuesto a que no tiene corazón, le dará completamente lo mismo —rebatió Amber viéndose al espejo.
—Espero por su bien que al menos tenga conciencia. Ahora ven, te ayudaré a bajar para que no te vean tus padres y empezaré a empacar para nuestra mudanza —aseguró con una sonrisa en los labios.
—Pensé que no deseabas vivir con mi hermana —dijo Amber asombrada.
—No deseaba hacerlo, pero tengo que enseñarle modales al troglodita de Thiago Montgomery —aseguró esbozando una sonrisa que le causó escalofríos a Amber—. Esto ya es personal —añadió.
Mientras tanto, Thiago se mesó el cabello con frustración, aquel maldito beso de Amber lo había perseguido incluso en sus sueños, no quería verla. Aunque, eso no solucionaría las cosas, por lo menos sería satisfactorio para él evitarla, hacer de cuenta que no existía, pensó antes de que ella entrara a su oficina con el labio ligeramente hinchado, partido y con un cardenal malditamente obsceno manchando su inmaculada piel.
El estómago de Thiago Montgomery se revolvió y la náusea subió por su garganta y nada tenía que ver con el beso entre ellos, si no era por la mordida que él le había hecho, nunca pensó que hubiese sido tan brusco. La culpa se abrió paso por su conciencia y corrió al baño para aferrarse al retrete.
Mientras en la oficina, Amber sonreía. “Buen trabajo, Andy”, pensó satisfecha.
Amber escuchó complacida como Thiago vomitaba hasta los intestinos, sonrió y aunque eso le supuso un ligero dolor en la comisura de los labios, lo disfrutó tan malditamente que su yo interior bailaba de puro placer. “Deja de reírte, ¿no sabes si vomita por el golpe en tu rostro? ¿O por qué al verte recordó el beso que le diste ¿Qué esperabas que sintiera al verte de nuevo? Si él ya te odiaba con seguridad, ahora te odia mucho más”.Aquellos pensamientos hicieron añicos su burbuja de felicidad y no pudo evitar sentir el escalofrío que recorrió su cuerpo al verlo salir del cuarto de baño mortalmente pálido.—¿Estás bien? —preguntó acercando la taza de café que le había preparado sin reparar en lo que hacía.Thiago la miró y le gruñó como si fuera un animal herido, sus manos temblaron ligeramente e insistió en ofrecerle el café.—Te aseguro que no le he puesto más que un poco de azúcar. Te hará sentir mejor.—No quiero nada de ti, Amber, es más, no quiero ni ver tu cara —gruñó sin verla.
—¡Voy a irme al infierno! —rio Andy mientras salían del ascensor.—Y con suerte vas a encontrarte con que Thiago es el mismísimo diablo —respondió Amber con cierta diversión en su voz.—Oh, no querida, ese diablo únicamente es de tu infierno —se burló descaradamente.—Eres terrible, Andy.—Lo sé, pero me amas —aseguró la joven colgándose de su brazo. Después de todo, uno nunca podía saber quiénes podían estar viéndolas.—Buenos días, señorita Preston, soy Ramiro, el chofer de la señorita Andy —el hombre, impecablemente vestido y con toda amabilidad, les abrió la puerta del auto para que pudieran subirse.—Solo Amber, Ramiro, somos compañeros de trabajo —dijo Amber subiéndose encantada, era la primera vez que usaba el servicio de Rent-Cars como cliente, las otras dos experiencias no contaban.—No podría señorita, usted es la asistente del señor Montgomery —respondió el hombre con respeto.—Solamente son nombres, Ramiro, por todo lo demás trabajamos para la misma empresa y tenemos el mi
«¡Para que no me culpes de tus insanos deseos!»Aquellas palabras se repitieron en la cabeza de Thiago, torturándose por lo que había hecho. Pasó la punta de su lengua sobre sus labios y antes de que pudiera pensar en lo que hacía. Lanzó todo lo que estaba sobre su escritorio al suelo y en menos de dos minutos, aquella pulcra oficina había quedado como si un huracán hubiese pasado por ahí.—¿¡Qué es lo que me has hecho!? ¡Tú no puedes gustarme! —gritó. Su respiración estaba agitada y una de sus manos sangraba. Tenía un pequeño corte y ni siquiera había sido consciente de cómo se lo había hecho.Thiago caminó al minibar, tomó la botella y bebió la mitad del contenido de un solo trago. Su labio partido ardió y su garganta quemó mientras el líquido se deslizó hasta su estómago, pero no embotó sus sentidos. El recuerdo de aquella lengua luchando contra la suya le hizo temblar y su pene saltó a la vida como si fuera un jodido adolescente.—¡Mierda y más mierda! —gritó bebiendo el resto de
Thiago se dejó llevar por ese arrebatador orgasmo, por ese jodido y loco momento. Cerró los ojos y acarició el paraíso como hace mucho tiempo no lo hacía y se negaba a descender de él, para caer entre las llamas del infierno que era su realidad. ¡Se había corrido en los labios de Amber y jodidamente lo había disfrutado!—Thiago —la escuchó murmurar, pero él se negó a abrir los ojos. ¿Cómo haría para verla a partir de ahora? ¿Cómo haría para estar en la misma habitación sin pensar en los labios carnosos de Amber sobre su polla? ¡Había cometido una reverenda locura y estaría maldito si pretendía repetirlo! No, esto no podía salirse de control. No podía permitir que fuera más allá de este error.—Vete Amber —pidió con el tono de voz más calmado del que fue capaz de pronunciar. Y, aun así, aquella petición le dejó un amargo sabor en la boca.—¿Qué? —la voz de Amber sonó sorprendida y hasta herida. Pero no podía verlo a los ojos y no lo hizo.—Vete, quiero pensar que esto ha sido solamente
Amber se preparó mentalmente para lo que venía. Afortunadamente, no estaría encerrada con Thiago Montgomery entre cuatro paredes. Hoy tenían la cita con Félix Remington, el hombre más escurridizo que no había tenido el placer de conocer.—¿Estás lista, cariño? —preguntó Andy saliendo del cuarto de baño.—Tan lista que, deseo volver a la cama y tirarme a dormir hasta que el año haya pasado.—¡De ninguna manera! No hice circo, maroma y teatro para que te quedes escondida en esta habitación. ¿Le darás a Thiago el poder de verte convertida en un ratón?Amber amaba muchísimo a Andy, pero en mañanas como esa; estaba tentada a lanzarla por la ventana.—Oh, no, no me mires así, Amber. Fuiste tú quien insistió en volver a San Francisco y has sido tú quien tomó la decisión de aceptar vivir en casa de tu cuñado sin consultarlo primero conmigo, así que, ¡no me mires así!Amber apartó la mirada con resignación. No podía rebatir las palabras de Andy. Ella había insistido en todo y ahora solo le que
Amber se quedó estática ante la reacción de Thiago, ella ni siquiera había procesado las palabras que Félix había dicho, y…—¿Qué pasa Montgomery? —preguntó Félix limpiándose la boca y el pequeño hilo de sangre de su labio roto.—Eso es exactamente lo que quiero saber, Remington, ¿Qué mierda es lo que te pasa? —rebatió el hombre mientras luchaba por serenarse.Thiago no había razonado, pero la sangre le hirvió en las venas al escuchar la clara insinuación de Félix en la voz y lo siguiente que supo es que había cruzado el rostro del hombre de un buen derechazo.—Solo le hice una pregunta a Amber, tan simple, tan sencilla ¿Cuál es tu problema, Montgomery? —volvió a preguntar acercándose a él peligrosamente.Félix no era un hombre sencillo de tratar y era conocido por su fuerte temperamento. Por lo que su reacción tan calmada despertó las alarmas de Thiago. ¿Había escuchado Félix su discusión con Amber? La sola idea le hizo sentir frío.Félix lo odiaba y podía convertir a Amber en su obj
«No»«No»Thiago aún podía escuchar la respuesta de Amber, la muchacha se había alejado de él y esperaba una respuesta de su parte. Pero él se había quedado más que sorprendido y con el orgullo herido ante su respuesta, que el silencio llevó a Amber a abandonar la oficina, dejándolo con una dolorosa erección.Thiago se vio en la penosa y humillante situación de salir al baño y darse placer pensando en la boca caliente de Amber sobre su polla y solo se sintió mucho peor luego de correrse.Amber, por su parte, se negó a volver a la oficina de Thiago durante el resto del día, había incluso ignorado las preguntas de Lucero y corrió al baño un par de veces para saciarse a sí misma. El caso es que su cordura estaba rayando la locura. ¿Realmente le había pedido a Thiago que le diera una mamada? Y lo más sorprendente de todo es que Thiago quería repetirlo. Él quería que le diera una mamada de nuevo.Amber se puso roja como un tomate solo de imaginar la polla de Thiago dentro de su boca, su co
Félix giró el rostro para ver a la mujer que se había atrevido a quitarle a Amber de las manos. Aunque él no pensaba hacerle nada malo, no quería dejar pasar la oportunidad de ganar puntos con la joven.—¿Quién eres tú? —preguntó Félix dando un paso hacia Andy.—Soy la novia de Amber y tú, ¿quién diablos eres? —le preguntó frunciendo el ceño al escuchar el gemido que escapó de los labios de Amber—. ¿Qué diablos le hiciste maldito imbécil? —arremetió Andy contra el hombre.—No le hice nada, más bien estoy ayudando a tu novia a salir de esta —respondió el hombre indignado y confundido ante la revelación de que Amber era lesbiana. En todo caso, Félix Remington, no necesitaba drogar a ninguna mujer para tenerla en su cama.—Pues no te creo.—Pues ese es tu maldito problema, no el mío —replicó el hombre antes de ver aparecer la figura de Thiago Montgomery detrás de la guapa y fastidiosa mujer.Thiago miró a Félix con rencor, antes de posar la mirada sobre Amber y Andy, que hacía un esfuerz