—¡Voy a irme al infierno! —rio Andy mientras salían del ascensor.
—Y con suerte vas a encontrarte con que Thiago es el mismísimo diablo —respondió Amber con cierta diversión en su voz.
—Oh, no querida, ese diablo únicamente es de tu infierno —se burló descaradamente.
—Eres terrible, Andy.
—Lo sé, pero me amas —aseguró la joven colgándose de su brazo. Después de todo, uno nunca podía saber quiénes podían estar viéndolas.
—Buenos días, señorita Preston, soy Ramiro, el chofer de la señorita Andy —el hombre, impecablemente vestido y con toda amabilidad, les abrió la puerta del auto para que pudieran subirse.
—Solo Amber, Ramiro, somos compañeros de trabajo —dijo Amber subiéndose encantada, era la primera vez que usaba el servicio de Rent-Cars como cliente, las otras dos experiencias no contaban.
—No podría señorita, usted es la asistente del señor Montgomery —respondió el hombre con respeto.
—Solamente son nombres, Ramiro, por todo lo demás trabajamos para la misma empresa y tenemos el mismo jefe —“El mismo arrogante y estúpido jefe”, pensó con enfado.
—Bien, entonces a donde desea que la lleve Amber —dijo el hombre un tanto más animado, pero sin tutear.
—No lo sé, no he estado en la ciudad en dos años, ¿Qué nos recomienda usted? —preguntó más animada, olvidándose del ardor en su mano y, sobre todo, olvidándose de cierto moreno, ojos como la noche y genio del infierno.
—Conozco una cafetería por aquí cerca, el señor Montgomery, suele almorzar todos los días allí, ¿le parece una buena idea? —preguntó y antes de que Amber pudiera responder fue Andy quien lo hizo.
—¡Nos encantaría!
Amber la miró como si le hubieran salido dos cabezas. Ella quería comer tranquilamente sin encontrarse con los ojos de Thiago, ¿por qué le hacía eso?
—No quiero verlo —musitó tan bajo que casi le fue imposible a Andy escucharla.
—¿Qué has dicho? —preguntó mirando la ciudad desde la ventana.
—Que no quiero verlo, he tenido suficiente de él por hoy.
—No pienses en él, y si llega a la cafetería ignóralo, sé muy, pero muy malditamente cariñosa conmigo —le sugirió Andy.
Amber frunció el ceño, ellos eran muy cariñosas, incluso se daban uno que otro beso de pico, pero no había nada más entre ellos que una maravillosa y magnífica amistad. Pero no podía negar que Andy era una mamá gallina con ella.
“Besará el piso por donde caminas, te lo aseguro”, recordó las palabras dichas por su amiga. ¿Realmente Andy estaba decidida a cumplir con su promesa?
Amber espabiló cuando Ramiro estacionó frente a una linda cafetería al más puro estilo parisino.
—¿Es aquí? —preguntó y Ramiro, asintió.
—Sí, la dueña es una hermosa francesa, muy amable, por cierto —dijo bajándose del auto y abriendo la puerta para Andy y para Amber.
—Muchas gracias, ¿Vienes con nosotras? —preguntó Andy, pero Ramiro negó.
—Se lo agradezco, señorita, pero estoy en horas de trabajo y no quiero tener problemas con el señor Montgomery si entra y me ve sentado con ustedes —dijo con cierta vergüenza.
—¿Y tú hora de almuerzo? —Esta vez fue Amber quien preguntó.
—Comeré en el auto, no se preocupe por eso —aseguró el hombre, pero Amber negó.
—Ven con nosotros —pidió. Pero el hombre amablemente rechazó la invitación, había protocolos que no podía permitirse olvidar.
—Deja, Amber, debes respetar su decisión, ¿no hay problema en que entres y pidas algo de comer? —preguntó Andy.
—Por supuesto que no, señorita —respondió ya muy apenado por negarse.
—Entonces ven y puedes comer en el auto, pero no te atrevas a rechazarnos nuevamente —dijo con una sonrisa que tranquilizó el corazón de Ramiro.
—Gracias, así lo haré.
Andy sonrió satisfecha por haber arreglado la situación con el chofer y tomó a Amber del brazo para entrar a la cafetería.
—¡Wow! Debo admitir que es como estar en París, ¿sientes el aroma exquisito del café? —murmuró Andy cerrando los ojos, presa de placer.
—Huele delicioso, pero si quitaras esa cara orgásmica sería mejor —se burló Amber sabiendo lo mucho que Andy disfrutaba del café francés.
—Vete al infierno —le gruñó en tono bajo.
—Créeme que estoy allí —le aseguró.
Y Amber no estaba tan lejos de la verdad, cuando los ojos negros y fríos de Thiago se posaron en ella.
Thiago apretó los puños con disimulo, ¿Es que no había otro sitio al que la pareja pudo haber ido a comer? ¿Por qué precisamente tenía qué ser dónde él comía? Por un momento estuvo tentado a girar sobre sus talones y salir de la cafetería, pero… ¿Por qué diablos tenía que hacerlo?, a él le daba completamente igual si estaban o no, si eran novias o no.
Con un poco más de fuerza de lo normal, haló la silla y se sentó.
—¿De malas hoy, señor Montgomery? —Saludó la joven francesa.
—Lo siento Charlotte, ha sido un día terriblemente pesado —se disculpó.
—Comprendo, no siempre se tiene días geniales, ¿Lo mismo de siempre? —preguntó la joven y él asintió.
—Por favor, si tienes un whisky también te lo agradeceré —dijo y la dueña de la cafetería asintió.
Los siguientes cuarenta y cinco minutos, fueron un verdadero tormento. Thiago no pudo dejar de mirar a la pareja. Su comportamiento era obsceno y falta de respeto para los clientes del lugar y estuvo intentando no ponerse de pie y gritarlo. Sin embargo, parecía ser él, el único en darse cuenta de esas actitudes poco decentes.
Sin poder comer un solo bocado más ante lo que venía, pagó la cuenta y salió sin volver a mirar atrás.
—Cuando mi asistente salga, dile que me tomaré la tarde libre y que no es necesario que regrese a la oficina —le dijo a Ramiro al verlo esperando recargado sobre el auto.
—Se lo haré saber señor —dijo el hombre, pero ya Thiago había puesto el motor en marcha y acelerado el auto, como si miles de demonios vinieran detrás de él.
Thiago volvió a la oficina y lo primero que hizo fue tomar un whisky mucho más fuerte, lo necesitaba.
—¿Qué demonios te pasa? —se preguntó mirando la ciudad de San Francisco desde las alturas—. ¿Qué puede importarte la vida amorosa de Amber Preston? —volvió a preguntarse. Había tantas otras preguntas que de nada servía hacerse, pues carecía de respuestas lógicas para su jodido comportamiento.
Con frustración volvió a su escritorio y se sumergió en el trabajo. Debía ocupar su mente y dejar de pensar en cosas estúpidas. Y lo habría logrado malditamente bien si Amber Preston no hubiese abierto la puerta sin llamar.
—¿¡Nadie te enseñó a tocar la m*****a puerta!? —gritó al verla parada con la mano sobre el pomo y tan ridículamente quieta como si fuera una estatua.
—¡Creí que te habías tomado la tarde libre! —exclamó en respuesta y se sintió idiota. ¿Cómo no fue capaz de pensar que el tipo estaba tratando de evitarla?
—¡Y yo creí haberte dado la tarde libre! —rebatió Thiago viendo lo roja que seguía la mano de la joven y la culpa volvió a golpearlo.
—Lo siento —esas dos palabras pronunciadas por Amber lo sorprendieron. ¿Por qué m****a se disculpaba? — Olvidé mi libreta y es importante para mí —dijo señalando la libreta sobre el mueble cafetero en una esquina de la habitación.
—¿Y qué esperas? ¿Quieres que te lo lleve? —preguntó bruscamente al verla parada en el mismo lugar.
—No, señor —“señor” esa m*****a palabra de nuevo hizo al hombre apretar los dientes.
Thiago se puso de pie como un rayo, vio a Amber dar un paso atrás y de alguna manera eso le agradó, es más, sintió algo dentro de su cuerpo regocijarse.
—¿Qué-qué haces? —tartamudeó Amber.
Thiago no respondió, es más, ni siquiera pensó en sus acciones y haló la mano sana de Amber y la llevó hasta la silla detrás de su escritorio.
—¿¡Qué te pasa!? —preguntó Amber, pero fue ignorada completamente por Thiago.
El hombre la miró por un largo momento sin responder y es que no pensaba decirle ni una sola m*****a palabra, tomó la pomada de aloe vera que dejó antes en el escritorio y con voz dura habló:
—Dame tu mano —era una orden y Amber lo sabía, quería revelarse. Quería y deseaba enviarlo al infierno, ponerse de pie y salir en tromba de la oficina. Pero contra toda buena razón se vio extendiendo su mano hacia él.
—La que está herida, Amber —le pidió.
Amber sintió un extraño frío recorrer su espalda por la manera en la que había pronunciado su nombre, como si arrastrara las palabras.
—Lo siento —respondió y se sintió una completa idiota. ¿Por qué se estaba disculpando?
Thiago no dijo nada y tomó la mano herida entre las suyas, muy seguro de que no iba a suceder nada, pero el simple roce le hizo estremecer.
—¿Te arde? —preguntó de repente, Amber se sintió incapaz de responder ante aquella sutil caricia. ¡Solo te está poniendo pomada, idiota!, pensó. Pero, ni eso sirvió para frenar las emociones que sintió en su cuerpo, cada vez que la yema de los dedos pasaba sobre el dorso de su mano. Fue como enviar una descarga eléctrica a su coño y empezó a humedecerse para su vergüenza.
Thiago la vio sonrojarse y la duda lo asaltó. ¿Era por lo que estaba haciendo o es porque estaba pensando en su novia? Ella también le había dado sus atenciones. Recordar aquello solo le hizo apretar los dientes con fuerza y recordar aquel beso fue mucho más terrible.
Thiago la miró por un breve momento antes de halar la mano de Amber con fuerza.
—¡Maldi…!
Amber no fue capaz de terminar la frase, porque sus labios estaban siendo besados por Thiago. La muchacha abrió los ojos y un segundo después se dejó llevar.
Era un beso fiero, no había nada dulce o tierno en él, no, esto era pura masculinidad y testosterona luchando por la supremacía.
Amber sintió cómo la lengua de Thiago saqueaba su boca, hasta golpear su garganta, exactamente no supo en qué momento sucedió, pero solamente fue consciente de que estaba técnicamente montada sobre Thiago y su duro pene golpeando su pierna.
“Maldito infierno”, pensó y antes que pudiera pensar. Amber se apartó de Thiago y estampó su mano en el rostro moreno.
—¡Para que no me culpes de tus insanos deseos! —gritó furiosa antes de salir de la oficina.
Thiago miró fijamente un punto vacío en la nada. Preguntándose ¿Qué carajos había hecho?
«¡Para que no me culpes de tus insanos deseos!»Aquellas palabras se repitieron en la cabeza de Thiago, torturándose por lo que había hecho. Pasó la punta de su lengua sobre sus labios y antes de que pudiera pensar en lo que hacía. Lanzó todo lo que estaba sobre su escritorio al suelo y en menos de dos minutos, aquella pulcra oficina había quedado como si un huracán hubiese pasado por ahí.—¿¡Qué es lo que me has hecho!? ¡Tú no puedes gustarme! —gritó. Su respiración estaba agitada y una de sus manos sangraba. Tenía un pequeño corte y ni siquiera había sido consciente de cómo se lo había hecho.Thiago caminó al minibar, tomó la botella y bebió la mitad del contenido de un solo trago. Su labio partido ardió y su garganta quemó mientras el líquido se deslizó hasta su estómago, pero no embotó sus sentidos. El recuerdo de aquella lengua luchando contra la suya le hizo temblar y su pene saltó a la vida como si fuera un jodido adolescente.—¡Mierda y más mierda! —gritó bebiendo el resto de
Thiago se dejó llevar por ese arrebatador orgasmo, por ese jodido y loco momento. Cerró los ojos y acarició el paraíso como hace mucho tiempo no lo hacía y se negaba a descender de él, para caer entre las llamas del infierno que era su realidad. ¡Se había corrido en los labios de Amber y jodidamente lo había disfrutado!—Thiago —la escuchó murmurar, pero él se negó a abrir los ojos. ¿Cómo haría para verla a partir de ahora? ¿Cómo haría para estar en la misma habitación sin pensar en los labios carnosos de Amber sobre su polla? ¡Había cometido una reverenda locura y estaría maldito si pretendía repetirlo! No, esto no podía salirse de control. No podía permitir que fuera más allá de este error.—Vete Amber —pidió con el tono de voz más calmado del que fue capaz de pronunciar. Y, aun así, aquella petición le dejó un amargo sabor en la boca.—¿Qué? —la voz de Amber sonó sorprendida y hasta herida. Pero no podía verlo a los ojos y no lo hizo.—Vete, quiero pensar que esto ha sido solamente
Amber se preparó mentalmente para lo que venía. Afortunadamente, no estaría encerrada con Thiago Montgomery entre cuatro paredes. Hoy tenían la cita con Félix Remington, el hombre más escurridizo que no había tenido el placer de conocer.—¿Estás lista, cariño? —preguntó Andy saliendo del cuarto de baño.—Tan lista que, deseo volver a la cama y tirarme a dormir hasta que el año haya pasado.—¡De ninguna manera! No hice circo, maroma y teatro para que te quedes escondida en esta habitación. ¿Le darás a Thiago el poder de verte convertida en un ratón?Amber amaba muchísimo a Andy, pero en mañanas como esa; estaba tentada a lanzarla por la ventana.—Oh, no, no me mires así, Amber. Fuiste tú quien insistió en volver a San Francisco y has sido tú quien tomó la decisión de aceptar vivir en casa de tu cuñado sin consultarlo primero conmigo, así que, ¡no me mires así!Amber apartó la mirada con resignación. No podía rebatir las palabras de Andy. Ella había insistido en todo y ahora solo le que
Amber se quedó estática ante la reacción de Thiago, ella ni siquiera había procesado las palabras que Félix había dicho, y…—¿Qué pasa Montgomery? —preguntó Félix limpiándose la boca y el pequeño hilo de sangre de su labio roto.—Eso es exactamente lo que quiero saber, Remington, ¿Qué mierda es lo que te pasa? —rebatió el hombre mientras luchaba por serenarse.Thiago no había razonado, pero la sangre le hirvió en las venas al escuchar la clara insinuación de Félix en la voz y lo siguiente que supo es que había cruzado el rostro del hombre de un buen derechazo.—Solo le hice una pregunta a Amber, tan simple, tan sencilla ¿Cuál es tu problema, Montgomery? —volvió a preguntar acercándose a él peligrosamente.Félix no era un hombre sencillo de tratar y era conocido por su fuerte temperamento. Por lo que su reacción tan calmada despertó las alarmas de Thiago. ¿Había escuchado Félix su discusión con Amber? La sola idea le hizo sentir frío.Félix lo odiaba y podía convertir a Amber en su obj
«No»«No»Thiago aún podía escuchar la respuesta de Amber, la muchacha se había alejado de él y esperaba una respuesta de su parte. Pero él se había quedado más que sorprendido y con el orgullo herido ante su respuesta, que el silencio llevó a Amber a abandonar la oficina, dejándolo con una dolorosa erección.Thiago se vio en la penosa y humillante situación de salir al baño y darse placer pensando en la boca caliente de Amber sobre su polla y solo se sintió mucho peor luego de correrse.Amber, por su parte, se negó a volver a la oficina de Thiago durante el resto del día, había incluso ignorado las preguntas de Lucero y corrió al baño un par de veces para saciarse a sí misma. El caso es que su cordura estaba rayando la locura. ¿Realmente le había pedido a Thiago que le diera una mamada? Y lo más sorprendente de todo es que Thiago quería repetirlo. Él quería que le diera una mamada de nuevo.Amber se puso roja como un tomate solo de imaginar la polla de Thiago dentro de su boca, su co
Félix giró el rostro para ver a la mujer que se había atrevido a quitarle a Amber de las manos. Aunque él no pensaba hacerle nada malo, no quería dejar pasar la oportunidad de ganar puntos con la joven.—¿Quién eres tú? —preguntó Félix dando un paso hacia Andy.—Soy la novia de Amber y tú, ¿quién diablos eres? —le preguntó frunciendo el ceño al escuchar el gemido que escapó de los labios de Amber—. ¿Qué diablos le hiciste maldito imbécil? —arremetió Andy contra el hombre.—No le hice nada, más bien estoy ayudando a tu novia a salir de esta —respondió el hombre indignado y confundido ante la revelación de que Amber era lesbiana. En todo caso, Félix Remington, no necesitaba drogar a ninguna mujer para tenerla en su cama.—Pues no te creo.—Pues ese es tu maldito problema, no el mío —replicó el hombre antes de ver aparecer la figura de Thiago Montgomery detrás de la guapa y fastidiosa mujer.Thiago miró a Félix con rencor, antes de posar la mirada sobre Amber y Andy, que hacía un esfuerz
Amber intentó mover su cuerpo, pero una mano sobre su cintura y una pierna sobre su pierna le impidieron moverse.El pánico se apoderó de ella en el preciso momento en el que abrió los ojos y pudo ver que no estaba en su habitación en la mansión Montgomery y que ese cuerpo sobre el suyo no podía ser de Andy. ¡Era demasiado pesado para serlo!, pero si no era su mejor amiga… entonces, ¿de quién era?… el miedo se coló en su corazón y su cuerpo tembló violentamente.Imágenes de lo ocurrido en el antro llegaron a su mente. Félix invitándola a beber unos tragos y luego la discusión que había sostenido con un tipo desconocido que trató de llevársela. ¡El hombre que lo había drogado! Amber se movió con mayor ímpetu, quería liberarse de aquel toque, quería girar el rostro y ver quién era ese hombre que se había propasado con ella.—Deja de moverte de una jodida vez o terminaré enterrando mi polla en tu interior —masculló la voz fuerte y varonil a su oído.Amber casi dejó de respirar al reconoc
Thiago miró a Amber moverse por su oficina, la chica tenía una ligera sonrisa en los labios y Thiago solo pensaba en ponerla de rodillas delante de él nuevamente. Se mesó el cabello con frustración e hizo un esfuerzo titánico para apartar la mirada de ella y se concentró en buscar nuevas ensambladoras para llegar a un acuerdo, lo que le hizo pensar en Félix Remington.—Se puede saber… ¿Qué es lo que hacías con Félix? —le preguntó de repente y Amber se quedó estática en su lugar.—¿Qué?—La noche del antro, estabas con él —repitió tratando de que su voz no sonara celosa, pero fallando estrepitosamente porque fue lo más cercano a un gruñido.—No, quiero decir: llegué sola al antro y nos encontramos —declaró Amber sin atreverse a mirarlo, el tono de su voz la hizo sentir complacida, pero la fiera mirada le hizo temer por su reacción.—¡Te ha drogado para vengarse de mí! —gritó poniéndose de pie y acercándose peligrosamente a Amber.—¡No! No fue así, él únicamente me ayudó. Fue otro hombr