El reloj marcaba las siete de la tarde cuando Svetlana se dejó caer en el sillón junto a la ventana de su habitación. Afuera, el sol se desangraba en tonos ámbar sobre los viñedos, tiñendo la propiedad con un resplandor dorado y efímero. Sobre la mesa recién traída, una variedad de platillos humeantes esperaban ser tocados, pero ella no tenía apetito.Miró la comida con desdén, empujando con un dedo una aceituna que rodó hasta el borde del plato. No entendía cómo podía sentirse tan conflictuada.Su mente estaba dividida en dos mitades irreconciliables: una parte de ella ansiaba huir, volver a Moscú, a su familia, a la vida que conocía. Pero otra parte… otra parte se estaba acostumbrando peligrosamente a las comodidades, a la atención, a la sensación de seguridad que ese encierro le proporcionaba.Desde aquella tensa conversación con la madre de Dante y el altercado con Giulia, su día había transcurrido sin sobresaltos. La mañana la pasó en su lección de italiano, forzando su lengua a m
Dos días completos transcurrieron. Tiempo en el que Dante Bellandi se sumergió en sus asuntos, en reuniones interminables, en negociaciones que exigían su atención, en decisiones que no podían esperar. No había ido a ver a Svetlana ni una sola vez. No la había buscado, no había solicitado su presencia. Su mente estaba atrapada en el torbellino que representaba Enzo, su hermano. Un niño. Un problema. Una amenaza.No tenía ánimos para enfrentarse a nadie más. Y mucho menos a ella.Por eso, cuando los primeros rayos del sol iluminaron la mañana, se refugió en su lugar favorito: su jardín secreto. Un rincón apartado dentro de la extensa propiedad Bellandi, oculto tras altos muros de piedra y enredaderas que trepaban como guardianas de su privacidad.El aroma de la tierra húmeda, el perfume sutil de las flores, el sonido lejano del agua corriendo en la fuente… Todo le otorgaba una paz que rara vez encontraba en otro sitio. La jardinería había sido su escape desde niño. Algo que su padre ja
La brisa matutina agitaba las hojas de los árboles, arrastrando consigo el aroma a jazmín y tierra húmeda. El sol apenas se filtraba entre las copas de los olivos, proyectando sombras sobre el césped meticulosamente cuidado. Svetlana estaba sentada en un banco de piedra, con los brazos rodeando sus piernas, el mentón apoyado sobre sus rodillas. Sus ojos azules, gélidos como el invierno ruso, se perdían en el horizonte, donde la línea del cielo se fundía con la inmensidad de la propiedad que, para ella, no era más que una jaula adornada con lujos.No comprendía por qué Dante la había confinado a un sector de la mansión luego de asegurarle que era libre de moverse por la casa. No entendía esa contradicción. Se suponía que ya no era una prisionera, pero las puertas cerradas y la vigilancia constante le decían lo contrario. Era como un pájaro con alas cortadas, al que le ofrecían una jaula más espaciosa pero sin la posibilidad de volar.Por suerte, tenía libros. Montones de ellos. Histori
Dante pasó una mano por su mandíbula, sintiendo la tensión acumulada en cada fibra de su cuerpo. Estaba en su despacho, con planos arquitectónicos esparcidos sobre el escritorio, intentando enfocarse en lo que tenía delante. El arquitecto hablaba con el ingeniero, ambos inmersos en su conversación, mientras Fabio permanecía atento a cada palabra del maestro de obras. Pero entonces, una voz lejana, dulce y melodiosa, se filtró a través de la ventana entreabierta, acariciando sus oídos como un susurro irresistible.Svetlana.Algo dentro de él se encendió al reconocerla, como si una corriente eléctrica recorriera su columna vertebral.Sin pensarlo, se puso de pie y caminó hacia la ventana, apartando las gruesas cortinas con un solo movimiento. Su mirada descendió al jardín y la vio.Danzando.Dante se quedó inmóvil, con los dedos apretados sobre el alféizar, observando cada movimiento con una intensidad feroz. La brisa jugaba con su cabello dorado, revolviendo sus mechones sueltos, mient
Las horas siguieron su curso, arrastrando consigo un silencio espeso, quebrado únicamente por el leve tic-tac de un reloj lejano. Svetlana se encontraba sentada en el borde de la cama, con las piernas recogidas contra su pecho y los brazos rodeándolas. Pensaba en Dante. En su mirada oscura y penetrante, en el modo en que la sujetó con esa mezcla de furia y deseo en sus gestos. Maldita sea. No quería pensar en él, pero su mente la traicionaba.Y al otro lado de la casa, Dante tampoco encontraba descanso. Se había servido un whisky doble, pero la quemazón en su garganta no era suficiente para apaciguar la tormenta dentro de él. Su deseo por Svetlana lo consumía, lo enloquecía, y no podía permitirlo. No podía ser débil.La risa femenina resonó en el pasillo, liviana, insinuante, acompañada por el chasquido de tacones contra el suelo de mármol. Svetlana se irguió de inmediato, su cuerpo en alerta. Se deslizó hacia la puerta y pegó la oreja contra la madera, conteniendo la respiración.—Ca
El sonido de la puerta abriéndose de golpe hizo que Svetlana saltara en la cama, su corazón dio un brinco dentro de su pecho. Apenas había logrado dormir un par de horas, sumida en pensamientos confusos y emociones que no lograba descifrar.—¡De pie, niña! —La voz de Giulia resonó con autoridad, arrancándola del letargo.Svetlana parpadeó, tratando de despejar la neblina del sueño. Frente a ella, Giulia la observaba con impaciencia, los brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido. Detrás de la mujer, dos jóvenes aguardaban en silencio, con prendas de ropa en las manos.—¿Qué…? —Intentó preguntar, pero antes de que pudiera completar la frase, las dos muchachas se acercaron y comenzaron a tirar de las mantas, forzándola a salir de la cama.—Muévete, el tiempo apremia —dijo Giulia con voz firme.Svetlana se tambaleó al ponerse de pie, aún atrapada entre la somnolencia y la confusión. Las chicas la rodearon con destreza, ayudándola a despojarse de su camisón y vistiéndola con rapidez
Dante observaba el espacio con una mirada penetrante. Sabía que la construcción del teatro llevaría mucho tiempo y una idea le vino de manera inesperada, casi como una solución temporal. ¿Por qué no hacerle un espacio provisional a Svetlana? Un lugar donde pudiera bailar. Donde pudiera practicar sus rutinas. Un espacio donde pudiera observarla sin que nadie más la interrumpiera.De un momento a otro, lo vio claro.—Limpien este lugar —dijo de manera firme, como si ya supiera lo que quería. El tono de su voz fue autoritario, pero algo en su interior parecía moverse con una intensidad diferente, algo más personal.Los trabajadores se pusieron en marcha, sin cuestionar sus palabras. No necesitaban más instrucciones.—Espejos —ordenó él, y el sonido de las herramientas comenzaron a resonar en el salón vacío era como música en sus oídos. —Que cubran cada pared. Piso de madera. Iluminación suave, pero que resalte cada movimiento.Eran parte de los materiales del teatro, pero ya se encargaría
El zumbido insistente del teléfono perforó el silencio de la madrugada. Dante abrió los ojos de golpe, y su cuerpo reaccionó antes que su mente. Se incorporó con un gruñido bajo y deslizó una mano sobre su rostro, tratando de ahuyentar el peso del cansancio. Apenas había logrado cerrar los ojos, con la imagen de Svetlana todavía quemándole el pensamiento.Tomó el móvil de la mesita de noche y contestó en voz baja.—¿Qué pasa?—Es Adriano, jefe —respondió la voz firme de su hombre de confianza en Milán—. Tenemos un problema.Dante se puso de pie de inmediato, con un mal presentimiento tensándole la espalda. Se dirigió a la ventana, donde la oscuridad aún envolvía la finca.—Habla.—Franco Moretti fue ejecutado hace dos horas.El aire se espesó en su garganta.Moretti no era solo un aliado; era el puente entre los Bellandi y los De Luca, el hombre que aseguraba que la tregua en Milán, con la Camorra no se convirtiera en un baño de sangre, y además, era el hermano de Fabio. Su muerte no e