Ninguno de los presente podía dar crédito a lo que decía ella. Y lamentablemente la joven no tendría de su parte bonitas palabras en las que pudiera refugiarse. Estaba sola en ese momento, se miró las manos y finalmente se cubrió el rostro cayendo de rodillas al suelo. El quiebre fue inmediato, los sollozos no se detenían. Se escucharon maldiciones, la voz cargada de enojo de Giselle que fue detenida por el propio Adrick por petición de se padre. Y ella fue recogida por su padrastro, quien la elevó por los hombros, pero sus brazos jamás la rodearon. Cómo era de esperarse, no encontraría en apoyo en ninguno, solo reclamos, regaños por haber quedado embarazada a esa edad, por romper las reglas. —Hablaremos, lo haremos como personas civilizadas —le dijo, en un tono que destilaba dureza. A duras penas asintió. Lo siguió, al otro salón, al enorme living, se sentía tan pequeña, tan expuesta y vulnerable. —Lo siento, lo siento mucho —no dejaba de disculparse por eso. Un error, una grave
—¿Tienes hambre? —preguntó cuando la sintió moverse. Libre de un parpadeo, negó con la cabeza. Burhan no insistió, no deseaba presionarla, así que respetó su decisión. No es que estuviera de acuerdo con que comiera poco, pero hoy se lo dejaría pasar. Él no había comido, y no tenía mucho apetito, pero comió un poco. Se hacía tarde, la joven continuaba dormida en el sofá, pero no era su intención que pasara toda la noche ahí. La movió un poco para que despertara, se negaba a hacerlo lanzando quejas por doquier.—Por favor...—No, tengo sueño. —Vamos, Mabel, te llevaré a la cama —comentó levantándola y dándole la mano, para que avanzara con él, pero en lugar de dársela lo abrazó fuerte. Ya no parecía tan dormida. —Deja que duerma contigo, Burhan —emirió casi en un ruego —. No quiero quedarme sola. —Bien, ahora vamos —aceptó. No le negaría nada a esa joven frágil, era lo menos que estaba haciendo. —Gracias —susurró. Solo así empezó a caminar a su par, durante el trayecto la sostuvo
—Le prometí a mi abue que la llamaría, debo hacerlo o creerá que no estoy a salvo —mencionó inquieta, ya buscaba su número para marcarle. —Claro, avísale. Y déjale saber que puede venir cuando guste —lo informó él, afable. —De acuerdo, yo le digo —sin alejarse para hablar con Lili, atendió ahí mismo, al lado de Burhan. —Abuela...—Oh, mi niña. ¿Estás con Burhan? —cuestionó con un tono que dejaba notar su preocupación latente. —No, estoy bien, con Burhan, abuela duerme tranquila, estoy a salvo aquí. Y Burhan dice que puedes venir a verme, cuando puedas —añadió ansiosa porque en serio la visitara. Ya la echaba mucho de menos. —No sabes cuánto me alivia saber que lo estás, me deja aliviada saberte bajo un techo, con Burhan. Agradécele de mi parte todo lo que está haciendo por ti, pronto iré a verte. Deja que las cosas aquí se calmen. Sí, se había desatado una tormenta, ella ya dejado atrás ese mal tiempo, pero en casa, todo completamente igual. Un nuevo día llegó, despertó con la
Solo esperaba que sí pudieran progresar, que esa pasión hecha un querer no se truncara a eso, a un te quiero, que fuera más allá hasta cruzar el te amo. Y aguardaba también que el árabe le platicara más sobre su familia, para ser justos, lo merecía, ya ella le había contado sobre ella y lo que había pasado. Pero tal parecía que por su cuenta, él no se animaría a decirle más, ¿es que sí era hermético? Cuando salió de la ducha, se asemejó a una pasa, estar expuesta al agua, le arrugó la piel. Tiritando se enrolló en una toalla. Como él no le dijo sobre otra ropa para ella, se metió en su vestidor. La dejó sin palabras ver la cantidad de ropa que tenía, el orden, nada fuera de lugar. Parecía una boutique. Con suerte logró encontrar una camisa grande y ponérsela. Si le permitió usar una anoche, no creía que le molestara que usara otra suya. Lo malo es que no tenía ropa interior y se le hacía un poco incómodo estar así, con solo la camisa. Al menos le cubría el trasero. Ya era tarde, por
Se quedó rebuscando entre las bolsas. Todo de marca, sin dudas. Vestidos, camisas, pijamas, calzado cómodo y ropa interior. Efectivamente, era su talla. ¿Cómo lo supo? Se sonrojó solo de pensarlo. Mabel tomó aire y siguió revisando. Admitía que tenía buen gusto para esas cosas, todo le gustaba. Debió de haberse gastado una fortuna en todo eso, pero seguramente eso no era mucho para él. El hecho de que se tomara el tiempo de ir de compras era algo que agradecía. Se enterneció al encontrar en una de las bolsas ropa maternal, y su mirada se cristalizó. Todo lo que tuviera que ver con esa etapa la ponía muy sentimental. Se sentía débil y tonta por llorar por cualquier cosa. Se quitó las lágrimas del rostro con el dorso de la mano y se esforzó por no caer en las garras del llanto. La tela era suave, de color rosa palo, transmitía calma, al igual que el azul pacífico. Se enamoró de la ropa. Además, había varios camisones de seda y quiso probarse uno. Subió a la habitación y cerró la puerta.
—No te hagas, debes de estar acostumbrado, ya te lo habrán dicho muchas veces.—Yo también creo lo mismo, pero quiere hacerse el humilde contigo, abue. —No es así —trató de defenderse —. Y sí, ya me lo han dicho. —Ha de suponerse, ¿de qué trabajabas antes de ser profesor o es que has hecho eso solamente? —se atrevió a formular. A Lilian nunca se le había dicho sobre lo que el árabe hacía antes de entrar a Bradford. Así que Burhan miró a Mabel. ¿Era necesario contarle eso? —Abue, él es modelo, ¿no es así, Burhan?—Sí, he trabajado como modelo, ya sabe, viajes, pasarelas por doquier, marcas importantes de ropa y así...—No olvidemos a las jovencitas locas por ti, porque las hay, ¿no? —masculló Mabel creyendo que no sería escuchada, pero falló en querer ser discreta. Su abuela quedó perpleja ante lo que él le acababa de decir, pero acabó riendo por el comentario de su nieta. Hablaba como si ella no fuera una de esas jovencitas. —Ay mi niña, deja los celos, mírate, hasta vas a darle
—Ya no sé qué pensar, Romanov es tan extraño, no digo que le vaya hacer algo, pero el trato irrespetuoso de mamá hacia ella me enfuerece mucho —añadió volcando los ojos. —Entiendo —la depositó sobre la cama y se sentó a sus pies —. ¿Quieres que Lilian esté aquí con nosotros? Le brillaron los ojos, no podía creer que le estuviera diciendo eso. De imaginarse cerca de ella todos los días, sin embargo no quería abusar de Burhan y su amabilidad, además de esa aparente naturaleza que tenía por querer complacerla en todo. —No, es lindo que lo preguntes, pero sería demasiado pedir. —Nada es suficiente si me lo pides tú, Mabel —señaló agarrando suavemente su barbilla —. Por mí estaría bien que Lili se quede aquí, y no hablo de una estadía temporal, puede vivir con nosotros. —No, Burhan, dejémoslo así, suena bueno y me encantaría, pero es un poco apresurado —decretó suspirando y le tomó la mano acariciándole el dorso —. Sé que piensas que será bueno para mí, pero no lo creo conveniente aho
A los minutos, ya estaba en el sofá, luego de haber subido y lavado los dientes. Burhan se había encargado de limpiar lo ocasionado atrás. La joven pensó en la persona que debía de ocuparse de la limpieza completa del piso. No le preguntó al respecto, sentía cada parte de su ser prisionero de un letargo. Él estaba a sus pies, por lo que tenía los pies de ella sobre sus muslos. Miraban algo en el enorme televisor pantalla plana que había en el living. —¿Te sientes mejor? —preguntó como por enésima vez a la joven. Ella continuaba sumergida en la pantalla, no prestaba atención en realidad. —Un poco, estos síntomas no van a desaparecer aún —bufó. —Pero pasará, ya lo verás. —Lo sé, espero que sea pronto —susurró resoplando. —Por cierto, ¿ya sabes a donde ir para llevar el seguimiento del embarazo y todo eso? —No sé, justo lo hablaría contigo, y ya que has sacado el tema, ¿qué opinas al respecto? —Bueno, ¿con quién has ido a la cita médica la primera vez?—No tenía cita previa, solo