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Se quedó rebuscando entre las bolsas. Todo de marca, sin dudas. Vestidos, camisas, pijamas, calzado cómodo y ropa interior. Efectivamente, era su talla. ¿Cómo lo supo? Se sonrojó solo de pensarlo. Mabel tomó aire y siguió revisando. Admitía que tenía buen gusto para esas cosas, todo le gustaba. Debió de haberse gastado una fortuna en todo eso, pero seguramente eso no era mucho para él. El hecho de que se tomara el tiempo de ir de compras era algo que agradecía. Se enterneció al encontrar en una de las bolsas ropa maternal, y su mirada se cristalizó. Todo lo que tuviera que ver con esa etapa la ponía muy sentimental. Se sentía débil y tonta por llorar por cualquier cosa. Se quitó las lágrimas del rostro con el dorso de la mano y se esforzó por no caer en las garras del llanto. La tela era suave, de color rosa palo, transmitía calma, al igual que el azul pacífico. Se enamoró de la ropa. Además, había varios camisones de seda y quiso probarse uno. Subió a la habitación y cerró la puerta.
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