Alexander le dio un beso a su esposa y luego las dejó a solas en la habitación. Ariadna palmeó a su lado invitándola a sentarse.—¿De qué querías hablar? —preguntó su hija. Ella había notado su nerviosismo, su madre no era así. Pero decidió darle su tiempo. Hasta ese momento, ella y su mamá se habían llevado bastante bien.—Bueno… yo… Lo que quiero decir es: ¿Recuerdas que cuando llegué, dijiste que no te importaría si yo estuviera con… alguien?—Oh, era eso. Mamá, eres joven y bonita. Por supuesto que te apoyaría si decides rehacer tu vida.—¿Aunque esa persona sea… William? —dijo su nombre casi en un susurro.—¿Entonces, quieres saber qué es lo que pienso al respecto?—Sí, es importante para mí, no quiero…—¿Y él no vino contigo?—Él quería hacerlo, pero fui yo quien le insistió en hablar contigo a solas.—Ya veo, entonces es serio.—Eso parece. Intenté que esto no sucediera, pero…—Tranquila —Su hija colocó una mano sobre las suyas—, no tienes que explicarme nada, y mucho menos dar
Jessica tocó el timbre de la casa de Brian. Ya había pasado dos días desde que William le propuso matrimonio. Ese mismo día ambos habían escuchado el latido del corazoncito de su bebé. Tanto él como ella habían llorado de felicidad. Ella jamás se imaginó volver a estar embarazada, menos a sus 43 años. Sí, estaba aterrada, pero no se dejaría vencer por el miedo. Haría todo lo necesario para que su hijo naciera sano y salvo.Aún no habían compartido ninguna de las dos noticias con nadie. Esperaban hacerlo esta noche en una cena que William se estaba encargado de preparar en casa.—¡Jessica! —La voz de Emma la sacó de sus pensamientos.—Emma, ¿Cómo estás?—Bien, pero pasa, no te quedes ahí. —Jessica agradeció.—¿Cómo están los chicos? —Preguntó mientras Emma le servía una bebida. Ella la puso al tanto de las últimas ocurrencias de sus hijos y de lo bien que les iba a ambos en la escuela.Minutos después Brian apareció y se unió a la charla.—Disculpa, no te hemos preguntado ¿Qué te trae
Tauranga, Nueva Zelanda, 1995Los recién casados estaban listo para irse rumbo a su luna de miel en Queenstown, Nueva Zelanda. Los invitados hicieron una especie de túnel para que la pareja pasara en medio antes de subir a su auto.El novio abrió la puerta y esperó a que ella se despidiera de su familia. Por otro lado, él se despidió con su mano de su padre y hermanos, quienes fueron los únicos que lo acompañaron ese día, porque su madre no estaba de acuerdo con aquel matrimonio. Esperaba que en algún momento se le pasará su enojo y lo perdonará por haberla desafiado de esa forma.Ariadna buscó con su mirada a una de las personas más importantes en su vida. La vio de pie apartada de la multitud y se acercó a ella. No podía irse sin despedirse. Después de todo la había acompañado hasta el final.—Ya me voy —Le dijo a su madre biológica.—Está bien.—Gracias por venir.«No tenía otra opción» —pensó su madre.—Mamá…—Cuídate mucho. —Ariadna soltó un suspiro y asintió. Conocía cual era la
Casi dos años después. —¿Casarme? —cuestionó Alexander después de que su padre le dijera que era hora de dar ese paso.—Sí, eso dije —Respondió Robert Green, su padre.Alexander miró hacia todos lados en busca de la cámara escondida y esperó a que su papá le dijera que se trataba de una broma.—No, no lo haré —dijo en cuanto se dio cuenta de lo serio que él hablaba.—No fue una pregunta —Alexander apretó los puños y lo desafió con la mirada—. Tal vez ahora no lo entiendas, hijo. Pero te darás cuenta que es lo mejor…—¿Mejor? ¿Para quién?—Para nuestras granjas, nuestra empresa y nuestro futuro en el mercado internacional del Kiwi, pero, sobre todo, lo mejor para ti.—No estoy seguro de eso, papá.Robert pensó que: por ahora sería mejor no decirle que su principal motivo era porque él deseaba ver a su hijo formar una familia, estaba seguro que sería un mejor hombre y empresario si tenía a su lado a una buena mujer, como lo había sido su madre. Por desgracia Alexander no pensaba lo mis
En poco más de cinco minutos llegaron a una pequeña casa de madera cerca de la playa. Ariadna observó el lugar, era pequeño, pero muy acogedor y todo estaba perfectamente ordenado. Había fotos por todos lados.Alex ya estaba en la sala con un botiquín de primeros auxilios. Le entregó el botiquín a su amigo doctor luego de que ayudara a la chica a sentarse y él se quedó a una distancia prudencial. Alex le tenía miedo a la sangre y prefirió no arriesgarse a que su hematofobia se hiciera presente.—Me llamo Jack Smith —Se presentó el doctor— Voy a revisarte ¿de acuerdo? —Ariadna asintió.—Y tú, ve cambiarte esa ropa estás todo mojado —Dijo Jack a su amigo— y luego me dejas revisarte ese brazo.—Estoy bien —dijo Alex, luego desapareció por un pasillo y entró a una habitación.—Tú amigo no debería conducir, es un peligro. —musitó Ariadna. No le agradaban las personas irresponsables, pero en este caso ella misma lo había sido, debió de haberse detenido en un lugar seguro y esperar a que par
—¿Pensabas irte sin despedirte? —Levantó su mirada y se encontró con la de él. Tenía un brazo doblado por debajo de su cabeza y el otro descansaba sobre su abdomen. Le gustaba como se miraba con su cabello todo desarreglado y…›› ¿Aria? —La llamó él al ver que ella no respondía, se había quedado observándolo como una boba y eso activó sus alarmas. ¿Qué carajos le estaba pasando? Nunca se había quedado tan deslumbrada al ver a alguien así de atractivo, ni siquiera cuando era una adolecente.—Lo… lo siento —Se aclaró la garganta antes de continuar—, no quería despertarte.—Entiendo —respondió él mientras se levantaba—, anoche me pasó lo mismo contigo, te mirabas tan cansada que me dio mucha pena despertarte. —Y no fue solo eso, si esa era la forma de pasar más tiempo con ella, no la iba a despertar. Se quedó observándola por un tiempo antes de llevarla en sus brazos y dejarla en la habitación donde él dormía cada vez que se quedaba en casa de Jack.—Pero debiste hacerlo —dijo ella y est
—¿Alex? —volvió a llamarlo. Él se sentía avergonzado por que ella lo mirara de esa forma.—Sí. —respondió al fin. Ella estaba deslizando sus dedos entre sus cabellos sin ser consiente de ese gesto, contrario a él que, sí se había dado cuenta de sus caricias y se concentró en el movimiento de sus dedos y eso lo relajó.Había pensado en no disculparse, al final fue culpa de él por no dejarla ir cuando se lo pidió. Pero el verlo así, tan indefenso, se sintió culpable. Un hombre fuerte siendo derribado de esa forma, de seguro no le haría nada bien a su orgullo.—Lo siento. —dijo ella. Él no respondió nada. Cuando se sintió mejor intentó levantarse, pero ella lo detuvo.—¿Seguro que puedes caminar?—Sí —respondió. Ella le ayudó a levantarse. Se dirigió al baño, lavó su rostro y mojó sus cabellos.—¿Necesitas que te ayude en algo más? —preguntó por cortesía cuando volvieron a la sala.Él le sonrió.—Puedes ayudarme a darme una ducha —respondió.—Ja, en tus sueños. —al parecer él ya estaba m
Alexander condujo poco más de veinte minutos desde Mount Maunganui hasta Pyes Pa. —Buenos días, señor —Lo saludó el guarda de seguridad en la entrada principal de la compañía de su familia. Alexander contestó con la misma cortesía— Lo siento mucho señor, su padre dio órdenes de no dejarlo entrar. —¿Qué? —Disculpe señor Alexander. Solo cumplo las ordenes de su padre. —No puedo creerlo —Aquello debía ser una broma. A la distancia Alexander miró a su hermano bajar de su auto e ingresar al edificio. Mientras él seguía en el portón principal discutiendo con los de seguridad. Tomó su teléfono y marcó el número de padre, su padre no le respondió, era de esperarse. Se hizo a un lado y estacionó cerca de la entrada. Era una suerte que aún hubiera personal ingresando a esa hora de la mañana. Esperó a que las puertas se abrieran mientras simulaba que hablaba por teléfono. Un auto estaba ingresando y no lo pensó dos veces, Alex aprovechó para entrar corriendo antes de que las puertas se cer